Ayer comenzó el nuevo mundial de fútbol tan esperado y ansiado por todos los argentinos. Muy seguramente gritaremos, festejaremos, nos abrazaremos y hasta lloraremos con cada gol celeste y blanco. Palpitaremos cada partido compartido con la familia y los amigos, en bares, restaurantes o en la calidez de nuestros hogares. Soñaremos con llegar a la final y ver a nuestro equipo alzarse con la Copa del mundo. Mientras tanto nuestros gobernantes aprovecharán seguramente para hacer de las suyas ya que el pueblo estará más que entretenido durante un mes. Para ellos, es un tiempo con valor estratégico, ya que todo lo que se haga durante este periodo pasará inadvertido. Este domingo, coincidente con el Día del Padre, nos pondremos la camiseta celeste y blanca, y con gran ilusión y esperanza saldremos todos a la cancha.
Pero ganar un Mundial si bien es gratificante ganar, es efímero. La alegría dura algunos pocos días, quizás tan sólo horas, y luego todo se esfuma y volvemos a la realidad. Inflación, corrupción, inseguridad, aumento de la pobreza, inequidad, falta de inversión, tanto interna como externa, caída de las reservas, déficit presupuestario, falta de previsibilidad, leyes que no se cumplen porque sí o porque no están reglamentadas…..y podríamos seguir con la lista de fracasos.
Es por eso que la camiseta de nuestra querida Argentina la tenemos que llevar puesta todos los días de nuestras vidas para ganar el partido más importante, volver a ubicar a la Argentina entre los primeros países del mundo, como lo estuvo alguna vez, allá por principios del siglo XX. Riquezas naturales, cerebros y viveza criolla nos sobran, quizás lo que nos falte sea voluntad y ganas.
En este partido hay que salir a la cancha a ganarle a la corrupción con honestidad y transparencia, a la holgazanería con trabajo, a la inseguridad con orden, a la inequidad con verdadera redistribución de la riqueza, a la pobreza con educación, al déficit con responsabilidad en los gastos y más ahorro, al estancamiento con crecimiento, a la inflación con confiabilidad. El ejemplo debe venir de arriba hacia abajo. De los estratos más altos a los más bajos. Corresponde a nuestros políticos y grandes empresarios predicar con su buen ejemplo. Ellos son los primeros que deberían dejar a un lado las camisetas del poder y el dinero reemplazándolas por la celeste y blanca, para sacar de una vez por todas a este maravilloso país adelante.
Inundemos nuestro territorio con banderas argentinas por doquier, como lo hacen otros países del mundo, exaltando así su nacionalismo. Promovamos ese amor por nuestra patria que tanto nos falta. No somos ni españoles, ni italianos, ni franceses, ni sajones, ni árabes, ni armenios, ni judíos… somos todos argentinos. Juguemos este partido entre todos, bien unidos, tirando siempre para adelante, con velocidad, una buena defensa y un mejor ataque. Dejemos los rencores y las envidias de lado. No miremos todo el tiempo hacia atrás porque el arco está adelante. Actuemos con honestidad , eficiencia y amor. No sigamos perdiendo oportunidades por nosotros, por nuestros hijos, por nuestros nietos, bisnietos y tataranietos.
Construyamos entre todos un país mejor y ganemos finalmente el principal partido que nos enorgullecerá para siempre. Este es mi deseo, al comenzar un nuevo Mundial, para mi querida Argentina.