Mientras la ciudad luz se ensombrece y sus calles se bañan en sangre y dolor por los terribles hechos ocurridos horas atrás en uno de los barrios más populares de París, los yihadistas suníes del Estado Islámico (ISIS) festejan su nuevo triunfo sembrando el terror y alzando sus banderas negras, desafiando así a todo país que decida enfrentarlos. El Califato, asentado en parte de Irak y de Siria, mostró una vez más al mundo que está dispuesto a todo y que cuenta con los medios para hacerlo, tanto logísticos como financieros. Para no dejar dudas de esto, puso en marcha una serie inédita de atentados en cadena que comenzaron una semana atrás con la explosión de un avión comercial ruso sobre el Sinaí, Egipto, donde murieron 200 personas, continuando este jueves con el atentado en un barrio chiita de Beirut, Líbano, contra targets de Hezbollah, grupo terrorista aliado de Irán, donde hubo más de 40 víctimas fatales y cerrando la semana el viernes 13 por la noche con los trágicos atentados en París que dejaron como resultado 127 muertos y más de 300 heridos de los cuales 80 se encuentran en grave estado.
Todo salió como estaba planeado. Una guerra que hasta el viernes seguía contenida y limitada a Medio Oriente pero que a partir de hoy se ha extendido hacia Europa con todos los riesgos que ello significa. El Estado Islámico, criatura engendrada por las guerras de Irak y Siria muestra al mundo lo que más temíamos, una guerra no convencional basada en actos terroristas con bases y simpatizantes a lo largo y ancho del mundo. Su lucha ya no conoce límites ni fronteras. Continuar leyendo