Argentina e Israel, dos economías complementarias

La economía mundial se enfrenta en la actualidad a importantes retos. Y es claro que estos no son los mismos en las economías desarrolladas que en aquellas, como las nuestras en vías de desarrollo, en las que surge la imperiosa necesidad de generar empleo especialmente en las nuevas generaciones para lograr crecimiento económico y estabilidad. Para ello, es imprescindible pensar en la innovación, en el espíritu empresarial y en la complementariedad de las economías.

En este sentido, la República Argentina y el Estado de Israel presentan perfiles altamente complementarios y sus economías constituyen un buen ejemplo a la hora de pensar estrategias para una relación comercial de largo aliento. Nuestro país está ubicado en una posición con gran potencial emprendedor respecto del resto de América del Sur; ocupa el puesto número 56 de 130 países medidos por el Instituto de Emprendimiento y Desarrollo Global (GEDI INSTITUTE) y el sexto lugar a nivel regional, lo que evidencia las enormes posibilidades en términos de recursos humanos. Por otra parte, el perfil económico de la Argentina consolida sus bases agroexportadoras y de producción de alimentos pero también se orienta hacia una necesaria diversificación gracias a la capacidad de innovación, la creatividad y el desarrollo de nuevas industrias.

Israel, como es sabido, se ha transformado en una exitosa economía basada en la alta tecnología y la innovación, siendo sede del mayor número de emprendimientos hi-tech fuera del Silicon Valley. Un país donde se conjugan la vocación emprendedora, la formación especializada, el talento individual, la persistencia, la creatividad interdisciplinaria, la discusión permanente y el trabajo de equipo con una enorme cuota de audacia, siempre importante a la hora de asumir nuevos retos. En esa capacidad singular de su gente y de la sociedad en general, están las claves para comprender el milagro económico de Israel.

Desde la Cámara de Comercio Argentino-Israelí (CCAI) trabajamos para promover el intercambio empresarial, el flujo de inversiones y las relaciones culturales entre ambos países. Fundada en 1948, la CCAI ha sido históricamente un instrumento facilitador orientado a la apertura y consolidación de esas relaciones. Un puente de integración y desarrollo económico.

Con ese norte, la CCAI, juntamente con la Embajada de Israel y con el apoyo del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación, lanzó en 2014 el Innovation Award, un premio anual que busca incentivar el talento y la creatividad local, promoviendo el intercambio de experiencias con el mundo empresario, académico y tecnológico de Israel. Un estímulo a la asociación de talento, creatividad, producción y tecnología.

Esta es una iniciativa, entre tantas otras, que refleja claramente el gran desafío de nuestra Cámara para los años que vienen. Hablamos de incorporar valor agregado tecnológico a nuestra producción en los diferentes sectores de nuestra economía, estimular la asociación y las oportunidades de mercado de productos argentinos e israelíes y producir sinergia entre las experiencias emprendedoras de ambas economías.

Existe un gran potencial de mayor cooperación entre los dos países en varios campos: agronegocios, alimentación, salud, sanidad animal, infraestructura, seguridad, informática, turismo. En este sentido, el papel de la CCAI es clave para incrementar el flujo de negocios entre Argentina e Israel, especialmente en el sector de las pymes, al que queremos apoyar muy especialmente. Nuestro objetivo es que la CCAI contribuya a generar un propicio ambiente de networking, es decir, reunir actores dispersos en un espacio de relacionamiento, informaciones y comunicación.

Este 2015 es un año particular ya que la Argentina tendrá un nuevo gobierno a partir del mes de diciembre. Estos acontecimientos constituyen para todos una oportunidad de fortalecer y consolidar el trabajo realizado. Siempre con la finalidad de incrementar el flujo de negocios bilaterales, incorporando nuevos objetivos estratégicos en consonancia con los actuales desafíos para la inserción de la Argentina en el comercio mundial.

Alcanzar la verdad

La muerte del fiscal doctor Alberto Nisman nos ha provocado una conmoción sin igual y una profunda preocupación de cara al futuro. Sin dudas, y más allá de sus circunstancias, ha sido un doloroso golpe a las instituciones de la República y a la sociedad en su conjunto.

No resulta prudente ni corresponde en esta hora realizar pronunciamientos apresurados, mientras la Justicia avanza en la investigación de un caso cuya trama en sí misma es compleja e incierta, como es de público conocimiento.

Con toda humildad y con el respeto que merece el delicado momento que vivimos, queremos expresar, en primer lugar, las condolencias y solidaridad con la familia y seres queridos del señor fiscal y pedir una oración en su memoria.

Quienes nos conocen y siguen el trabajo que realizamos desde la Editorial TAEDA, saben de nuestro compromiso con la causa de la Embajada de Israel, y de la AMIA, y con la memoria de las -ahora- 115 víctimas de los terribles atentados terroristas perpetrados en nuestro país. Hoy, más que nunca, acompañemos esa causa que consideramos “de todos los argentinos” y bregamos para que la Justicia pueda esperar superar los inconvenientes para esclarecer los hechos y condenar a los responsables.

Es por ello que adherimos a lo expresado recientemente por las organizaciones judías en la Argentina, la AMIA y la DAIA, respecto a que la muerte del doctor Nisman bajo ningún punto de vista debe ser “la muerte de la causa AMIA”. Y que los diez años de investigación del señor fiscal logren la necesaria continuidad, en un proceso jurídico en el que, recordemos, Irán no ha colaborado nunca con la Justicia argentina a incluso ha obstaculizado su accionar.

Asimismo nos sumamos al clamor de la ciudadanía en un enfático llamado a las autoridades y representantes de los tres poderes del Estado a poner su mayor capacidad, esfuerzo y responsabilidad para alcanzar la verdad, base de toda justicia. Un esclarecimiento total y absoluto que la sociedad y las instituciones de nuestra República merecen.

Este artículo apareció originalmente en la revista DEF

 

Reivindicar el rol de las FFAA en el Estado de Derecho

Entre los importantes debates de ideas que hoy configuran la visión de nuestro país para los años venideros, hay uno que resulta particularmente imprescindible de cara a los grandes desafíos del siglo XXI. Me refiero a la necesaria discusión con respecto a la Defensa Nacional y al rol de las Fuerzas Armadas.

Es por ello que quisiera hacer una breve reflexión acerca de la Defensa Nacional como pilar fundamental del Estado, como componente esencial de la política exterior y también como motor de desarrollo industrial. Una visión de avanzada que supimos tener los argentinos desde los albores del siglo XX y que, lamentablemente y por diversas razones, fuimos perdiendo.

Durante la década del 20, destacados hombres de las ya profesionalizadas Fuerzas Armadas asumieron como horizonte para nuestro país el de su industrialización. Fueron personalidades notables que supieron liderar procesos fundacionales, llevando “la doctrina a las cosas”, el pensamiento a la acción.

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La invasión del narcotráfico en América Latina

La seguridad -o, mejor dicho, la inseguridad- ciudadana aparece hoy, en la encuesta de la Corporación Latinobarómetro, como la principal preocupación de la población regional.

Ahora bien, ¿se trata sólo de una sensación o esta preocupación de la ciudadanía se encuentra corroborada por los hechos? Las cifras así lo demuestran: según Naciones Unidas, en América Latina se comete uno de cada cinco homicidios que ocurren cada día en el planeta.

“Aunque en Latinoamérica vive el 8% de la población mundial, se cometen el 20% de todos los homicidios del planeta”, grafica el titular del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno.

Por su parte, el Índice Mundial de la Paz 2013, elaborado por el Institute for Economics and Peace (IEP), ubica a América Latina como la segunda región más violenta del planeta, después del África subsahariana. Esta situación no es gratuita: el costo económico de la violencia estaría en el orden del 8% del PBI regional.

Más allá de las ideologías

La seguridad es una condición indispensable para una mejora de la calidad de vida de nuestra población. En los últimos años ha quedado demostrado que para enfrentar la delincuencia y el crimen hay que despojarse de preconceptos. El problema de la seguridad no es patrimonio de la llamada “política de derecha o de izquierda”. Esas apreciaciones no son más que eslóganes fáciles y simplistas, que no logran captar la complejidad del problema y no ayudan a la hora de encarar una política integral de seguridad que tome en cuenta tanto los aspectos preventivos como represivos, con la firmeza necesaria para hacer frente a las grandes organizaciones criminales, sin por ello descuidar la reinserción social de los delincuentes.

El caso de Cuba es particularmente interesante para entender que una política de seguridad no es una bandera exclusiva de la “derecha” o de la “izquierda”. Sólo un ejemplo de ello: según los últimos datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la cifra de homicidios en Cuba se ubica en apenas 5 por cada 100.000 habitantes. Esto no es casualidad sino el resultado de una férrea política del gobierno de La Habana que castiga duramente la portación ilegal de armas de fuego, con penas de privación de la libertad que van generalmente de los dos a los diez años según el tipo de armamento del que se trate, incluso en algunos casos más graves puede ser motivo de reclusión perpetua.

Asimismo y más allá de las históricas diferencias entre Cuba y los EEUU, ambos países tienen en vigencia acuerdos bilaterales clave en temas tales como lucha contra el tráfico de estupefacientes, contra la piratería y tratados sobre el problema migratorio. Una vez más, la seguridad pública entendida como una cuestión de Estado, no partidaria y sostenida en el tiempo.

Existen, a lo largo de nuestra geografía, ejemplos dignos de imitar. Un caso asombroso es el de Medellín, ciudad que a comienzos de los años 90 se encontraba sumida en el infierno, a merced del tristemente célebre Cartel liderado por Pablo Escobar -fallecido en 1993- y a la cabeza de todos los rankings en materia de asesinatos y delitos violentos. A partir de entonces, gracias a una coherente política de Estado sostenida a través de distintas administraciones, se logró llevar adelante un ambicioso plan de acción que combinó iniciativas de seguridad con inversiones en infraestructura y proyectos sociales.

 

Narcotráfico, un flagelo que recorre el continente

Otro de los grandes dramas latinoamericanos, profundamente ligado al problema de la violencia y la delincuencia, es el del narcotráfico. No podemos soslayar que México y Paraguay se ubican a la cabeza entre los primeros países productores de marihuana a nivel mundial, y que Colombia, Perú y Bolivia producen virtualmente la totalidad del insumo (la hoja de coca) para la elaboración de la cocaína.

Lamentablemente, en este escenario que hasta hace unos años ubicaba al Cono Sur como mera zona de tránsito de esa droga hacia mercados externos -principalmente europeos-, hoy nos coloca de frente a un creciente problema: el aumento del consumo local de drogas. Argentina, sin ir más lejos, se ubica a la cabeza de los países latinoamericanos en consumo de cocaína.

 

Una lucha que nos involucra a todos

La seguridad es una responsabilidad de todos. Una política integral debe partir de las necesarias medidas preventivas, que incluyen la contención de los sectores sociales expuestos a ser utilizados como “carne de cañón” por organizaciones delictivas.

El ejemplo más claro lo tenemos en las grandes urbes brasileñas, particularmente en Río de Janeiro y San Pablo, donde durante décadas grandes capos del narcotráfico tuvieron a su merced a la población de las favelas y se adueñaron de la vida de sus habitantes.

Brasil ha venido dando importantes pasos con el objetivo de “urbanizar” esos barrios e involucrar a su población en la gestión del espacio público. Esa visión estratégica se tradujo en un plan que logró mejorar las condiciones de vida de los habitantes de las favelas cariocas mediante el suministro de infraestructura básica (agua potable, saneamiento, alcantarillado, alumbrado público, pavimentación, espacios abiertos para la práctica de deportes al aire libre) y un conjunto de servicios sociales (centros de atención familiar e infantil, actividades de generación de ingreso y empleo), así como la titulación de las tierras. Una política que emplea a sus Fuerzas Armadas y de Seguridad para combatir el delito organizado y que, en definitiva, permite que el Estado acceda a rincones que antes se encontraban bajo la influencia de los traficantes.

La violencia y el crimen organizado constituyen hoy una de las principales amenazas a los Estados en nuestro continente. Es uno de los grandes males del presente, que tiene en el negocio espurio de la droga su hilo conductor y que pone en riesgo el futuro de nuestras naciones.

La seguridad pública es una responsabilidad indelegable del Estado pero, vale la pena recordarlo, el Estado somos todos y cada uno de nosotros.