La sombra de la pobreza

En 1893 cuando los franceses sitiaban Antananarivo (Madagascar), los sacerdotes del lugar, acorde a su religión, jugaban una partida de un juego parecido al ajedrez para recrear lo que sucedía en el campo de batalla. Decían que de esta manera se favorecía la victoria. Los habitantes del lugar seguían con suma atención el juego de ajedrez más que los esfuerzos de sus tropas.

El debate público desde 2008 ha tomado giros hacia lo intuitivo ante la dificultad por encontrar estadísticas serias que permitan realizar diagnósticos acertados. Uno de los ejes que afecta principalmente, como todo lo que se hace mal, es el diagnóstico sobre la transformación o no que han vivido los sectores más desfavorables de nuestro país.

Hoy la política oficial sobre la pobreza es un combo entre Asignación Universal por Hijo que de universal tiene poco, que fue hecha por decreto e impide a los trabajadores estar en blanco y continuar percibiéndola; Fútbol para todos, que no merece ningún agregado; y el reciente plan Pro.Cre.Ar para suplir un mercado de créditos hipotecarios totalmente devastado producto de la inflación, la informalidad laboral y falta de previsión del crecimiento. También existe un esquema de subsidios al transporte y a la energía que logró que incluso la clase media haya perdido la brújula del valor real de las cosas, y perder el valor real de las cosas impide pensar sobre el valor real de lo que se necesita para vivir dependiendo de uno mismo y no de la mano del Estado cuando no debería ser necesaria.

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El papa Francisco, un héroe rezagado

El mundo es un Monet. De lejos la imagen resulta homogénea y, a medida que uno se acerca, ve que cada punto es diferente, pero que a su vez forma parte de una extraña complejidad. Vivimos en una época maravillosa, en la que suceden cosas malas, buenas, intrascendentes, terribles y esperanzadoras… todas a la misma vez, como en toda nuestra historia.

El pasado martes, Lula Da Silva, ex presidente de Brasil, escribió una columna -que debería leer cualquier persona que sienta vocación por la política-, “El mensaje de la juventud brasileña”, para el reconocido The New York Times, donde ofrece una visión sensible sobre las recientes manifestaciones y revueltas producidas en su país. En ella ofrece definiciones poéticas como “quick fingers” para referirse a los “dedos rápidos de los jóvenes con sus celulares”, cómo internet cambió todo y que los políticos de todos los partidos políticos -empezando por el suyo- deben hacer el esfuerzo por adaptarse a los tiempos que corren para volverse más sensibles y comprensivos de los nuevos fenómenos. Que la ciudadanía reclama una vida democrática que sea algo más que votar cada cuatro años.

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