Estamos en época de elecciones y se celebra, se sufre, se discute y se baila. También se derriban algunos pronósticos basados en encuestas y estadísticas mal hechas o diseñadas sólo para operar políticamente sin importar el tratamiento correcto de los resultados ni el prestigio de las encuestadoras. Es lógico que dentro de los distintos campos del conocimiento se hagan diferentes análisis a lo largo de un proceso electoral. Los economistas discutirán sobre los enfoques de los diferentes partidos en temas como la inflación, el gasto público, el endeudamiento y el tipo de cambio. Los historiadores -con otros tiempos- tratarán de recoger información de diversas fuentes, las analizarán, las compararán y tratarán de reconstruir la historia intentando ser lo más objetivos posible. Los sociólogos analizaran los comportamientos de los electores entre muchas otras variables.
¿Y sobre qué puede reflexionar un biólogo en esta época? En mi caso veo con preocupación que diferentes partidos políticos que se han impuesto en distintos distritos responden a un denominador común que los congrega: el modelo extractivista. Se trata de un modelo que atraviesa transversalmente a todos los partidos políticos con la excepción de algunos que ya no son lo que eran (como Proyecto Sur) o de algunos partidos de izquierda que están creciendo en algunos distritos aunque históricamente tienden a atomizarse víctimas del personalismo y la intransigencia de sus dirigentes. El extractivismo es una forma de organizar la economía de un país, basado en una alta dependencia de la extracción intensiva (en grandes volúmenes) de recursos naturales con muy bajo procesamiento (valor agregado) y destinado mayormente para la exportación. Según la filósofa y socióloga Maristella Svampa el extractivismo consolida modelos monoproductores, destruye la biodiversidad, provoca el acaparamiento de tierras y la reconfiguración negativa de vastos territorios. Continuar leyendo