Estamos en época de elecciones y se celebra, se sufre, se discute y se baila. También se derriban algunos pronósticos basados en encuestas y estadísticas mal hechas o diseñadas sólo para operar políticamente sin importar el tratamiento correcto de los resultados ni el prestigio de las encuestadoras. Es lógico que dentro de los distintos campos del conocimiento se hagan diferentes análisis a lo largo de un proceso electoral. Los economistas discutirán sobre los enfoques de los diferentes partidos en temas como la inflación, el gasto público, el endeudamiento y el tipo de cambio. Los historiadores -con otros tiempos- tratarán de recoger información de diversas fuentes, las analizarán, las compararán y tratarán de reconstruir la historia intentando ser lo más objetivos posible. Los sociólogos analizaran los comportamientos de los electores entre muchas otras variables.
¿Y sobre qué puede reflexionar un biólogo en esta época? En mi caso veo con preocupación que diferentes partidos políticos que se han impuesto en distintos distritos responden a un denominador común que los congrega: el modelo extractivista. Se trata de un modelo que atraviesa transversalmente a todos los partidos políticos con la excepción de algunos que ya no son lo que eran (como Proyecto Sur) o de algunos partidos de izquierda que están creciendo en algunos distritos aunque históricamente tienden a atomizarse víctimas del personalismo y la intransigencia de sus dirigentes. El extractivismo es una forma de organizar la economía de un país, basado en una alta dependencia de la extracción intensiva (en grandes volúmenes) de recursos naturales con muy bajo procesamiento (valor agregado) y destinado mayormente para la exportación. Según la filósofa y socióloga Maristella Svampa el extractivismo consolida modelos monoproductores, destruye la biodiversidad, provoca el acaparamiento de tierras y la reconfiguración negativa de vastos territorios.
En las PASO de Salta ganó el extractivismo del FPV con el 47% de los votos. Los depredadores de los montes salteños no dan tregua. Con el visto bueno del Estado provincial, que autoriza la tala en áreas protegidas, se desmontaron en esta provincia más de 7000 hectáreas que estaban amparadas por la Ley de Bosques. La segunda fuerza política representada por Juan Carlos Romero y Alfredo Olmedo, el rey de la soja, se han apoyado mutuamente en la explotación de miles de hectáreas de bosque, sometidas a un desmonte masivo. Las especies boscosas se transforman rápidamente en postes, carbón y madera empleados en los establecimientos de la empresa Olmedo Agropecuaria.
En Neuquén el Movimiento Popular Neuquino retuvo la gobernación con casi el 38% de los votos dándole también un triunfo al extractivismo representado por Chevrón y su interés en el yacimiento de Vaca Muerta. Claramente es un recurso que deber ser explotado pero: ¿Qué pasa con Chevron? Hasta el Presidente de Ecuador Rafael Correa que se enfrenta con vehemencia a los grupos ambientalistas (que muchas veces hay que admitir que son intransigentes, improvisados y autoritarios) ha manifestado: “La prepotencia de esas transnacionales que creen que con los dólares pueden destrozar países, pueden destrozar la selva, pueden destrozar la vida. Esto es 30 años después, de que Texaco ahora Chevron dice que remedio lo que daño que no debió dañar si utilizaban técnicas más amigables con el medio ambiente, pero por ahorrarse unos cuantos dólares utilizó las peores técnicas”. Es sabido también que Chevron es uno de los principales responsables del calentamiento global y uno de los mayores emisores de gases contaminantes. Pedir controles estrictos y alertar sobre los peligros posibles no implica paralizar el desarrollo sino tener cuidado y atención de quienes son nuestros socios estratégicos, sobre todo cuando éstos son tan poderosos y tienen estos antecedentes.
Y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires -de la mano del PRO con el 47,3% de los votos- ha ganado también un representante del extractivismo en las ciudades: la empresa constructora IRSA conspicua representante de los depredadores de la construcción. El abogado ambientalista Enrique Viale sostiene que existe un extractivismo urbano y que la especulación inmobiliaria en las ciudades equivale a la megaminería o a la soja transgénica en otros territorios. La especulación inmobiliaria provoca desplazamientos de territorio en las ciudades, concentra riqueza, se apropia de lo público y disminuye la cantidad de espacios verdes en nuestra ciudad, una de las más grises de América Latina por la bajísima cantidad de espacios verdes que alberga y que se reducen cada vez más. Enrique Viale hace también una interesante analogía en la que plantea que IRSA es a la CABA lo que la Barrick Gold es a la cordillera o lo que Monsanto es al campo. Pero el macrismo es un partido con asombrosas y efectivas estrategias comunicacionales que desvían la atención hacia temas relacionados con aspectos verdaderamente positivos de su gestión y alejados de las discusiones políticas más clásicas y más alejados todavía de estas temáticas. Este victorioso partido de las últimas 5 elecciones porteñas posee un habilidoso y efectivo discurso político caracterizado por un “gentismo generalista” que no es más que una forma moderna de populismo que apela permanentemente a “la gente”. El gentismo del PRO plantea una íntima relación de su líder con la gente, sin ninguna organización intermedia o mediación institucional posible. Tanto es así que los sucesores del líder se eligen a dedo. Puede no agradarle a muchos pero es innegable que el gentismo fue efectivo hasta el momento tanto en la CABA desde 2007 como en la provincia de Santa Fe desde hace menos tiempo.
Nadie quiere pagar la cuenta del pasivo ambiental provocado por la fiesta del consumo de los últimos años que llevó a darle cada vez más fuerza al modelo extractivista. Este modelo resulta hoy victorioso por su transversalidad política y su efectividad a corto plazo para la economía de un puñado de poderosos. Es hora de que más voces nos sumemos para alertar y dejar testimonio de sus peligrosas consecuencias.