Argentina en el dilema geopolítico

El enemigo del enemigo no es necesariamente un amigo.
escribe Osiris Alonso D’Amomio

“La batalla entre Irán y el Estado Islámico no convierte a Irán en amigo de Estados Unidos”.
Lo dijo Biniamín Netanyahu, primer ministro de Israel, en Washington, en el Congreso de Estados Unidos. Insolente provocación hacia Obama, que avanza en el acuerdo nuclear con Irán.
“Por daños colaterales” -confirma La Doctora- Argentina importa el dilema geopolítico. Derivaciones de los atentados de 1992 y 1994. Contra la embajada de Israel y contra la Mutual Amia. Agravadas, en la actualidad, por la “muerte dudosa”, o el asesinato del fiscal Alberto Nisman.
En el plano local, se registran también los cambios posicionales que La Doctora encara sin explicar con convicción.
Se reproduce, en versión doméstica, el desplazamiento y el giro que ensaya también Estados Unidos. A propósito de Irán.
Sin embargo no existe el menor punto de comparación entre el acuerdo nuclear, que Obama y Kerry discuten con Rohanni y Kamenei, y el desastroso Memorando de Entendimiento. Es la carta de intención que La Doctora y Timerman esbozaron con Mahmud Ahmadinejad, el debilitado antecesor de Rohanni. Con la conformación dilatoria de una Comisión de la Verdad. Una torpeza diplomática que debe tratarse, en adelante, entre las fojas de los expedientes de Comodoro Py.

Daesh

En el juego grande, hoy confrontan los dos máximos enemigos de Israel.
Daesh (por sus iniciales el Estado Islámico). Concentra a los sunnitas radicalizados. Vienen humillados como consecuencia de la desastrosa intervención occidental en Irak, y por la represión de cinco décadas en Siria. Combinan el califato medieval con las sofisticaciones en materia de marketing y comunicación.
Estos asesinos racionales le despojaron la centralidad a la suma de franquicias de Al Qaeda.
El otro jugador es Irán, con su autocracia chiita. Es el principal aliado de Siria. Una dupla, el alawita sirio y el chiita persa. Sólo por la versatilidad en materia de desconocimientos aún se habla en Argentina de “pista siria” o “pista iraní”.
Pero detrás de Irán-Siria está Rusia, con su fundamental base militar de Tartuz (y con la complacencia tácita de China).
En el entrevero, Estados Unidos busca el acercamiento con Irán. Hoy es el aliado contra el enemigo prioritario. El Estado Islámico. El alucinante califato de Al Baghdadi, que conmueve a la civilización occidental, con sus ejecuciones mediáticas y las barbaridades meticulosamente programadas.
Inicialmente, cuando estos sunnitas radicalizados combatían a la Siria represiva de Bashar Al Assad, fueron financiados por Arabia Saudita y por Qatar. Otros dos aliados petroleros de Estados Unidos, que contaban también con la funcionalidad de Turquía.
Es el país (Turquía) que fue cabeza de imperio. Aún abre sus fronteras para que los asesinos vocacionales, que escupen países de occidente, se anexen a la aventura de la jihad. A Daesh. Hoy contra Siria e Irán pero también contra Estados Unidos.
Pero aquellos combatientes tomaron distancia de los primeros financistas. De pronto, el Estado Islámico se convierte en un problema también para Arabia Saudita.
Recordar que el Irán persa, en su cruzada, pretende llegar hasta La Meca. Es el corazón espiritual de Arabia Saudita, tan aliado de Estados Unidos como Israel. Se sienten igualmente molestos por el acuerdo nuclear que Estados Unidos impulsa con Irán.

Ocurre que la jihad se territorializó. Hoy Daesh controla diez millones de habitantes y genera sus propios dividendos por el petróleo. Se triangula desde Turquía y es consumido por los mismos occidentales que lo combaten. Sobre todo Daesh explota los yacimientos de Mosul, la capital de Ninive. Es precisamente la región que Irán quiere conquistar a través de su Guardia Revolucionaria, GRI.

Objetivo militar de Daesh: no son sólo dos los jugadores fuertes de la región. Son tres. Irán, Arabia Saudita, y el propio Estado Islámico. Con quien necesitan acabar los dos primeros. Junto a las potencias occidentales encuadradas en una fuerza internacional que prefiere la destrucción sólo a través del combate aéreo. Sin intromisiones territoriales. Sin el cuerpo a cuerpo, contra los degolladores televisivos. Al que capturan lo aguarda un batón naranja, una filmación. Y una daga.
En la jerarquía valorativa de Daesh no cuentan para nada los pequeños y riquísimos emiratos petroleros. Ni siquiera el Qatar que se proyecta, con inversiones y el efectivo canal Al Jazzera.
Mientras tanto, prosigue inalterable la diplomacia extraña de Turquía. Le envía señales fraternales a occidente y prosigue, en simultáneo, con la generosidad de los pasos fronterizos. Ajustados, apenas, a la prioridad estratégica: la de evitar, como sea, en el desbarajuste, la formación de un estado kurdo.
Ocurre que en la región litigiosa estallaron las fronteras artificiales, diseñadas arbitrariamente durante el final de la primera guerra. Cuando Francia e Inglaterra se distribuían las fichas de influencia. Los saldos valiosos de ocasión del desmoronado Imperio Otomano.
El acercamiento entre Estados Unidos e Irán se consolida a partir de la existencia del mismo enemigo. El Estado Islámico. Estrategia que Israel, a través de Netanyahu, por la atendible prioridad de su subsistencia, se dispone ostensiblemente a perforar.

Maná de Buenos Aires

Y es precisamente aquí donde a Netanyahu, como maná del cielo, le cae el desborde bartolero de la presidente argentina.
La Doctora se lanza a despotricar contra la Suprema Corte, por no haber esclarecido el atentado contra la embajada de Israel en Buenos Aires, en 1992. Y sin saber que lo ayuda, lo provoca a Netanyahu.
“¿Por qué a Israel le interesa tanto la Amia y no la embajada?”.
Netanyahu supo aprovechar el reproche de La Doctora. Para transmitirle al congreso americano que Irán destruyo la embajada en Argentina, y la mutual Amia.
La Doctora se la dejó servida al pretender zafar de las derivaciones incómodas del asesinato del fiscal Nisman. Un crimen que instala, en el primer plano, la precariedad del repentino cambio geopolítico. Ella lo explica con vaguedades panorámicas que sólo atiende, desde la política, la señora Elisa Carrió. Impugna con valentía y claridad “la salida de Occidente”. Aunque cabe admitir que Carrió se extravía en los desvíos autorreferenciales, que hostigan su propia argumentación.

El cambio geopolítico local tiene que ver, también, con Irán. A partir de la hundida Venezuela (que magnifica la ausencia hegemónica de Brasil). Viene enlazado a Siria, a Rusia, con la aquiescencia de China. Sin compartir la misma línea de entendimiento con los Estados Unidos, que se inclina por acordar con Irán, aunque para controlarlo. Sobre todo en el ámbito nuclear. Lo que irrita al astuto Netanyahu que utiliza el caparazón del congreso americano para cerrar su campaña electoral en Israel, donde juega su destino personal. Se apoya en La Doctora para fulminar a Irán.
En campaña, Netanyahu juega su continuidad gracias a los republicanos de Estados Unidos que también desaprueban el acuerdo con Irán. Es John Boehner, el portavoz de los republicanos, quien le facilita el pleno del Congreso a Netanyahu, para que lo fustigue insólitamente a Obama.
Mientras el secretario de estado John Kerry, en nombre del presidente Obama, discutía el acuerdo en Montreux, Suiza, con su par iraní, el Bibi Netanyahu los pulverizaba a ambos en Washington, con los datos que le obsequiaban desde el maná de Buenos Aires.

La ruptura tan temida

Opositores envueltos con el cuento de la moderación.
escribe Bernardo Maldonado-Kohen

Con la iniciativa capturada, La Doctora se trasladó hacia la Clínica de Otamendi y Miroli. Hoy ocupa la centralidad inquietante desde una suite. Para algarabía hegemónica del doctor Nelson Castro, son innumerables los colegas que rastrean datos sobre la misteriosa “sigmoiditis”. Alojada en el colon. Habitualidad familiar.

Los dilemas de la salud presidencial desvían los efectos de la última operación política. Consistió en apuntarle a Barack Obama, El Keniano, justo durante la plenitud de su vulnerabilidad.
A través de la sobreactuación epistolar, La Doctora completó la vanguardia aluvional. Coronó la imposición de leyes, de planteos de códigos fundamentales, con los que avasalló a la oposición. Hasta el acoso.
Entre los arrebatos, sostenida por la incondicional mayoría parlamentaria, La Doctora juega al solitario con la política. Domina la quietud del escenario, aplica las ceremonias de kirchnerismo explícito. Y se permite, incluso, hasta el lujo sentimental de enfermarse.
La certeza del final de ciclo, pasa a convertirse, en la apariencia, en una inofensiva expresión de deseos. Aquí se actúa como si no existiera ningún descenso de default. Ni se asistiera a la pertenencia triste de un país desacatado. Estancado. Reducido a una cuadratura deplorable, aferrado a las ensoñaciones providenciales de una Vaca Muerta, fragilizado por las lluvias y atemorizado por las calenturas del diciembre invariable que se viene.

Obama para consumo interno

Pero antes de la sigmoiditis, con frontal insolencia, La Doctora decidió cuestionarlo a Obama. Ponerlo contra las cuerdas locales a aquel que, en sus instancias de bonanza, nunca accedió a concederle una miserable “visita de Estado”. De las que ningún americano poderoso suele negarle a nadie. Pero hoy Obama atraviesa la penosa instancia de la devaluación del prestigio. Entonces, con sigilosa perversidad, La Doctora aprovecha para impugnarlo, como si continuara aquella lamentable sesión del Consejo de Seguridad.
Ahora lo desafía a Obama en las vísperas de la cumbre del G-20. Es el Grupo de países ponderables que Argentina integra solo por haber oportunamente impulsado las políticas económicas que justamente La Doctora denigra.
Transgresora, bartolera y nada diplomática, la carta a Obama es pensada, según nuestra evaluación, para las glorias del consumo interno. El único que, en definitiva, interesa.
De todos modos, La Doctora le incorpora un poco de tensión a su presencia -si la sigmoiditis lo permite- en la reunión de Brisbane, Australia.
Dibuja las expectativas previas para fotografiarse, otra vez, con Vladimir Putin. De ser posible también con Xi Jinping, los dos exponentes del extraño desplazamiento geopolítico. Y hasta con la vecina distante Dilma. Pasadas ya las elecciones, Dilma no tendrá mayores inconvenientes en fotografiarse con la vecina que no soporta.
Mientras tanto, el pobre Obama llega escorado a la cumbre de Brisbane. Transformado, apenas, en un morenito perdedor, ideal para ser enfrentado. O evitado. Como lo evitan, en la actualidad, hasta los aspirantes a la representación del Partido Demócrata. Los que pretenden salir relativamente de pie en las fatales elecciones de “medio término”. Las que le aseguran a Obama, según nuestros datos, el ingreso definitivo a la pendiente de la brusca declinación.
Entonces La Doctora, en situación de desacato, en lugar de brindar explicaciones, por no obedecer el dictado de la sentencia adversa, se siente en condiciones de reclamarlas. Explicaciones por la presencia, en el gobierno de Obama, de Nancy Soderberg, la funcionaria que pugna justamente por aplicarla (la sentencia).
Con habilidad, La Doctora aprovecha la figuración de la señora Soderberg para cambiar la pelota de arco. Y quedar, para la esfera local, como la acosadora. Nunca como la acosada.
Al cambiar el juego del arco, La Doctora supone que eclipsa, o por lo menos que atenúa, la virulencia de los datos adversos que proceden precisamente desde los Estados Unidos. Aluden a la admirable inmoralidad que arrastra su gobierno, desde los primeros años. De cuando regenteaba El Furia, el extinto que portaba la insaciable tendencia hacia pasión recaudatoria aquí muy tratada.

Cuento circular

Mientras el país se encuentra pendiente de las oscilaciones que marca el termómetro, y de los resultados de las tomografías que tal vez en persona le alcanza la señora Mariú, el cristinismo informado disfruta las claves de otra exitosa operación. Es de política-electoral.
La jugada contiene fuertes dosis de Valiums 40, destinada a tranquilizar a la oposición envuelta.
Es la instalación del cuento casi circular, como aquellos de Edgar Allan Poe. Orienta el camino más conveniente para los intereses obvios del oficialismo.
“La sociedad actual no admite oposiciones frontales”.
En el desarrollo del cuento, “la gente”, tratada en abstracto, toma a mal que el candidato opositor se oponga, con categórica firmeza, a los avances supuestos producidos por el oficialismo.
Este cuento de Poe carece de desperdicios. Llamativamente, los precandidatos a presidente recitan los atributos inspirados en teorías semejantes. Son excelentes opositores envueltos que vuelven a envolverse solos. Se empaquetan. Hasta quedar apretaditos, casi inofensivos, sin aire ni espacio.

La sospechada moderación

“En las encuestas aparece que, lo que quiere la sociedad, es que se corrija lo que se hace mal, y que se imite, o se mejore, aquello que se hace bien”, confirma la Garganta.
Significa aceptar que aquí se estimula la idea del cambio que no cambia nada. Un pepino. Siempre dentro de la sensata moderación. La que impone una amable continuidad. Sin rupturas. Las tan temidas rupturas.
“Ocurre que la sociedad no acepta una oposición total y frontal”, sugiere otra Garganta.
Sostenida, en otro relato, por los consejos precipitadamente equivocados de los consultores caros, en general extranjeros. Con su amabilidad democrática, les provocan a los precandidatos a la sucesión un perjuicio superior al que producen los otros inocentes extranjeros. Los que irritan primariamente a Sergio Berni, El Licenciado Serial. Hasta desbordarlo.

Si los postulantes a la sucesión se ponen como gansos, para que se les transmita una trivialidad semejante, el cristinismo merecería quedarse. Recaudar hasta la eternidad, llevárselos puestos como a una media. Ya que los opositores envueltos entran en su juego y deciden no encarar la oposición categórica y frontal. Creen que la sociedad no lo digiere.
Es decir, se supone que la sociedad no acepta, en apariencia, aquello que en el fondo no existe.
La suavidad opositora legitima, precisamente, que el lugar de la oposición real lo ocupen los medios de comunicación. Los que el gobierno declara, preferiblemente, como sus enemigos.
Legitima también que la agenda política del periodismo, anclado en el lugar del adversario, se encuentre infinitamente más radicalizada que la agenda del opositor amablemente envuelto. El que ampara la docilidad conceptual en la inconveniencia del enfrentamiento. Lo recomiendan los consultores que cultivan el negocio redituable de la moderación y la sensatez.

Sin embargo, en nuestra evaluación, son cada vez más gravitantes los sectores de la sociedad que reclaman mayor consistencia argumental para la confrontación. Coinciden con la agenda que marcan los medios, que están para la crítica y no para la pelea electoral.
Pero por la tibieza elemental de los opositores se consolida la tranquilidad de un gobierno que ejecuta el poder y pasa a la ofensiva. Con lo que tiene, que no es poco.

La cinta de Lázaro

“De la cinta de Lázaro, por ejemplo, o de la cinta de los negocios, puede tirar Clarín, Nación, o acaso el AsísDigital. Por distintos motivos, de esa cinta no pueden tirar los adversarios principales”.

Abundan infinitas cintas de los distintos Lázaros que los opositores oficializados no se atreven a explotar. Como si la sociedad se hubiera resignado a convivir con la rutina del despojo. Y la peste de moralidad, la epidemia de transparencia que se anuncia, se limite a ser apenas una ocurrencia ingeniosa del portal. Ampliaremos.

De manera que las variables de la continuidad aseguran que aquí nadie va a encarar la ruptura tan temida.

Se explica entonces que, ante tanta cordialidad ambiental, aparezca Scioli, de pronto, sobreviviente de cien tragedias e inundaciones, como el precandidato más aventajado. Aunque La Doctora lo deteste, y aún nadie tenga la certeza que lo vaya a apoyar.

A través de la ideología optimista del vitalismo, con el positivismo inagotable del aire y del sol, y con la actitud de “ir siempre para adelante con fe y esperanzas”, El Milagro-Scioli aparece hoy -pese a los deseos de La Doctora- como la carátula instrumental más eficaz. Anticipo de la caravana de réprobos que se disponen, afanosamente, a quedarse. A entregarse a la utopía insólita de permanecer. Con la sospecha que, con semejantes valores en pugna, sus desastres seriales tienen destino de olvido. Así que perfectamente pueden ilusionarse con ganar en la primera vuelta. Para ir, en adelante, por todo.

Por los restos del país que dilata su interminable ciclo descendente.

Argentina en mesa de saldos

 Imposturas para el desplazamiento. Desde Estados Unidos hacia China y Rusia.

escribe Osiris Alonso D’Amomio
Geopolítica, especial

A través de sus imposturas, La Doctora acapara la iniciativa y puso de moda la política internacional.
Tratar (las imposturas) con rigor implica regodearse. Incitar a la compasión colectiva.
Pero en diplomacia, los hechos (como los gestos, tonos y formas) expresan posicionamientos. Sin que sean, necesariamente, programados por quienes los producen.

Se asiste, en la práctica, a un cambio sustancial en el sistema de alianzas de la Argentina. El desplazamiento es forzado pero explícito. Desde la adscripción tradicional de lo que se conoce como occidente -Estados Unidos y la Unión Europea- hacia la preferencia por asociarse con dos potencias que cuesta tildar de emergentes.
Durante la trágica competencia comunista, Rusia y China mantuvieron las tensas distancias, en relaciones que se racionalizaron a partir del capitalismo casi salvaje. Pero redituable.
En Shanghai, en mayo de este año, Rusia y China avanzaron en una asociación estratégica integral. En la ilusión de gestar una moneda común. Un proyecto que las dos potencias mantienen en conjunto con los países denominados BRICS, con Brasil, India y Sudáfrica. Junto a la creación del nuevo banco de inversión, exhiben el propósito de detener la marcada hegemonía del dólar, y en menor medida del euro. Y atenuar la importancia del Banco Mundial.
Dos obras monumentales brindan la magnitud del entendimiento. La construcción del gasoducto que facilite el traspaso de gas desde Siberia hasta Pekin. Un acuerdo de 400 mil millones de dólares. Por 30 años de energía garantizada.
Por otra parte China, con la obvia cooperación rusa, encara la construcción del nuevo canal de Nicaragua. Para monopolizar su manejo durante 50 años, renovables por otros 50 más. Una inversión de 40 mil millones de dólares que cambia la geografía de América Central, y flexibiliza el paso de las mercaderías, del petróleo y eventualmente de armas entre el Atlántico y el Pacífico. Se inicia la obra en diciembre.

Interpretación de superficie

Precisamente a partir de esta introducción debiera tratarse la sobreactuada crítica hacia los Estados Unidos que impulsó la señora presidente Cristina Fernández, La Doctora. En el plenario retórico de la Asamblea coral de Naciones Unidas, pero sobre todo también en el ámbito del Consejo de Seguridad. Donde suele respirarse el aire del poder mundial. Y donde China y Rusia, por su condición de miembros permanentes, traban la hegemonía de Estados Unidos y los selectos países de Europa, vencedores de una guerra que ya carece de vigencia.
La interpretación de superficie de la exposición presidencial se agota con rapidez. Basta destacar la combinación del resentimiento con la soberbia, que signó la tonalidad de La Doctora.
La impostura se justifica en el fuerte pretexto que sirve de base para el alejamiento. Para la inesperada -y acaso desubicada- toma de distancia crítica.
La sensación de abandono de los Estados Unidos. Por no resolverle, a la Argentina en problemas, los padecimientos que La Doctora equivocadamente descontaba que Obama le debía resolver.
Una manera frívola de entender la solidaridad. Admitía entonces la reacción adolescente del reproche.
Para legitimar el grotesco basta con la síntesis. Por ejemplo: “como Obama no pudo obligar al juez Griesa a favorecerla, ni persuadir a la Corte para que tomara el caso argentino, La Doctora decidió pulverizar la metodología aplicada pos Estados Unidos en Medio Oriente”.
O peor aún: “Como Obama no puede controlar al buitre Paul Singer, La Doctora condena la ejecución de Bin Laden y hasta pone en duda las decapitaciones del Estado Islámico”.

Puede entenderse como un vulgar cuestionamiento unilateral. Por su propia cuenta y con riesgos, ya que se trata de la más alta representación del país que impugna al presidente de la máxima potencia de la tierra. Para colmo, con la confesada carencia de rigor informativo, lo cual descalifica a la cancillería que debería nutrirla. Y con la transmisión de la ensalada de datos digestivos sin asimilar. Mezcla de voluntarismos teóricos con barbarismos conceptuales.

Fuera de agenda

“No está loca, sólo está equivocada”, cliquear. Se insiste en la tesis aquí desarrollada.
Acaso La Doctora se encuentra lanzada a la consolidación de una nueva agenda. Así como busca (y lo peor, encuentra) segundas intenciones dónde se le ocurra, es legítimo sospechar también de su comportamiento. En todo caso, hasta para absolverla. Explicarla. Cederle un contenido racional a sus papelones.
La andanada de rencores y olímpicas arbitrariedades hacia los Estados Unidos oculta, por lo tanto, otro objetivo. Enrolarse en un nuevo juego de alianzas.
Para tallar en geopolítica, para ser tenido en cuenta por los poderes centrales, hoy no basta con disponer de alguna articulación intelectual. Ni siquiera debe contarse con un producto bruto que respalde.
Basta con la situación geográfica. Con el atributo de la inagotable producción alimenticia (hoy estancada). Y con la capacidad energética digna, al menos, de evaluarse. Aunque diste de tratarse de la “nueva Arabia Saudita”, necesitada de una inversión que, por desconfianza, aún no atrae.
Para Estados Unidos, la Argentina actual, con su agonía ambiciosa y prepotente, se encuentra fuera de la agenda.
Tampoco cuenta para los aliados principales de la Unión Europea. Significa confirmar que no es mera invención de la paranoia la desaprobación de Alemania. Ya que Argentina -para Alemania- vive por encima de sus posibilidades y no cumple con sus compromisos. En otras palabras, gasta más de lo que se produce y recauda, aunque se prefiere trasladar, con relativa inteligencia, el desastre administrativo hacia la comunidad internacional. Y responsabilizarla, por si no bastara. La audacia es infinita.

El rol de Chávez

En la práctica, con sus imposturas La Doctora suple, en el subcontinente, el rol que cumplía Hugo Chávez. El bolivariano extinto y locuaz que humilló, junto a Néstor Kirchner, El Furia, otro extinto, a George Bush junior, en la catastrófica contracumbre de Mar del Plata.
Comparativamente, con un presupuesto menor, y sin hacerse cargo del gasto, La Doctora lo humilló a Obama de manera equivalente.
Así como Chávez y Kirchner -con la distante especulación de Lula- le voltearon a Bush la sepultada motivación del ALCA, con un despliegue de palabras La Doctora se permitió impugnar en Nueva York el manejo de la política de los Estados Unidos en Medio Oriente.
Con rencor y altivez, La Doctora fue más cruel con Obama que Chávez con Bush, a través de aquellas bromas inofensivas que aludían al azufre para espantar al demonio.

Vladimir Putin, el zar, y Xi Jinping, el mandarín, símbolos máximos del poder de Rusia y de China, firmantes de los colosales acuerdos de Shanghai, con escasa diferencia de días pasaron por la Argentina que estaba en oferta, casi regalada en la mesa de saldos, a precio de liquidación. En el marco de una guerra incierta que aún no se encuentra estampillada como fría. Ni siquiera como tibia. Con Brasil ya controlado, entre los BRICS, Argentina pasa a ser una ficha lo suficientemente importante. Ideal para sumarla. Es atractiva y barata. Y está disponible para quien se decida a bancarla. Con el contrapeso de los argentinos adentro.
Para la competencia que se diseña entre las dos cancillerías que pesan, en Beijing y en Moscú, la inversión es comparativamente intrascendente. Y se sabe que las oportunidades siempre deben aprovecharse.

Conflicto simple en Crimea (Rusia)

Putin vuelve a marcarle el ritmo a Obama y a los líderes de la frágil Unión Europea.

escribe Osiris Alonso D’Amomio
especial para JorgeAsísDigital

Frío, inexpresivo, determinado, Vladimir Putin se dispone a marcarle de nuevo el ritmo a Barack Obama. Y a acentuar la fragilidad estructural de los líderes de la Unión Europea.

Si para proteger la base militar de Tartuz (su picaporte del Mediterráneo), Putin se esforzó en evitar frontalmente la intervención occidental en la debacle de Siria, por intereses mucho más relevantes hoy decide proteger la base naval de Sebastopol, situada en Crimea. Picaporte del Mar Negro. “Arrendado” por Rusia hasta 2042.

La península de Crimea está habitada, por otra parte, por casi un 60% de rusos. La circunstancia demográfica le permite a Putin inspirar la legitimidad de sus posiciones. La vanguardia de una acción condicionada por diversas circunstancias de la historia, que torna apasionante el estudio de la región.

En Crimea los ucranianos son minoritarios. Un considerable 30%. El 10% lo componen aquellos míticos tártaros que volvieron (sobre todo después del desbarajuste de la Unión Soviética). Aunque, hasta mediados del siglo veinte, los tártaros eran masivos, hasta que Stalin decidió expulsarlos hacia Uzbequistán. Por haber sido “colaboracionistas con el ejército nazi”. En realidad los expulsaba para purificar la zona, que mantenía atractivos admirables para el fomento del turismo (siempre interior).

Sin embargo, fue Nikita Kruschev el ucraniano duro que denunciaría los crímenes horribles de Stalin, quien cometería el máximo error estratégico. Un episodio que puede servir como antecedente superior para entender el conflicto simple de hoy. En 1954 Kruschev decidió transferir Crimea para la República Socialista Soviética de Ucrania. Otro exceso de localismo que se transformó en “el regalo envenado” del agradecido jerarca que escaló hasta lo más alto del poder soviético, desde el PC de Kiev.

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