Deuda: otra política de Estado

Hace pocos días se cumplieron diez años del primer discurso de Néstor Kirchner ante la Asamblea Legislativa, en ocasión de la apertura de sesiones ordinarias del Congreso. Allí, el expresidente afirmó:

“La Argentina no ha tenido desde hace demasiado tiempo un proyecto. Su proyecto de país que le garantice un crecimiento económico con equidad, sustentable, ese es nuestro primer problema. Afrontamos una gigantesca e impresionante deuda y sufrimos un altísimo e insoportable nivel de exclusión social, estos son los otros dos problemas que se derivan del primero”.

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“La historia más reciente tornó usual la aplicación al problema del endeudamiento de una visión presidida por las necesidades de la coyuntura, tomándola como un tema del gobierno y no como una cuestión de la sociedad, de modo que los sucesivos gobiernos parecieron elegir el camino de simplemente postergar hacia el futuro los vencimientos”.

“El concepto consistente en la idea de simplemente durar en el gobierno, culminar un mandato, presidía los razonamientos y descargaba en el futuro y en los futuros gobiernos, los problemas. Sucesivos nombres se fueron instalando como supuestas soluciones basadas en la renovación de los plazos, el incremento de los intereses y la postergación de los pagos.

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“Y así nos fue. Sostener un rígido sistema cambiario en base a la profundización del endeudamiento aceleró la caída pues, como era previsible, los recursos no llegaron siquiera a alcanzar para mantener el pago de los intereses”.

“Por este camino la Argentina terminó pagando muy caro lo que ni siquiera recibía, intentando comprar tiempo, pagando enormes ganancias a los prestamistas, a sus socios locales y a sus propagandistas, pero sepultando sus posibilidades de futuro bajo una inmensa montaña de papeles de deuda. No somos el gobierno del default. No queremos repetir los viejos errores ni eludir la responsabilidad histórica. No queremos persistir en el default, pero la más fría racionalidad indica que las recetas del pasado no pueden aplicarse”.

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“El pueblo argentino debe saber que no nos proponemos elegir el camino fácil de comprometer cualquier salida confiando en que los vencimientos le sobrevendrán al próximo gobierno. Como debe también saber que el camino elegido no es un camino fácil, ni exento de riesgo ni ausente de presiones. Debe saber que importantes intereses económicos tratarán de torcernos el brazo, desviarnos del camino, confundirnos el rumbo”.

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“Este gobierno, con racionalidad y toda la prudencia del caso, seguirá principios firmes de negociación con los tenedores de deuda soberana intentando salir del default sin poner en riesgo el crecimiento que las cuentas nacionales y todos los indicadores evidencian. Sabemos que nuestra deuda es un problema central. Pero no pagaremos de cualquier modo. No se trata de ideologías, no se trata de capricho, temeridad, verborragia, inflexibilidad o como quieran llamarle. Se trata de una fría y racional lectura de los números y de la economía. Se trata de asumir con realismo lo que la situación indica. Lo irracional, lo que parece fruto de la más embriagada fantasía, es el tamaño de nuestra deuda. Lo irresponsable y ausente de buena fe fue contraerla.

Tenemos la certeza de que recibiremos una y mil presiones. Sabemos que nos pondrán obstáculos que deberemos superar. Pero sabemos el inmenso apoyo que nuestra defensa de los intereses nacionales tiene en la gran mayoría de nuestro pueblo. No vamos a aflojar”.

Los planteos de Kirchner formulados hace diez años fueron ratificados en varias oportunidades por el Congreso con el voto de legisladores de distintos partidos. También, de alguna manera, fueron refrendadas por el Poder Judicial, que rechazó en la Argentina pretensiones de los fondos buitre. La posición argentina por la deuda pública parece ser a esta altura lo más parecido a una política de Estado.

El jueves próximo, la Corte Suprema de los Estados Unidos definirá si para la legislación de ese país los fondos buitre que rechazaron hasta el momento tres oportunidades ingresar a un canje de deuda pública tienen razón o si la posición argentina en contrario merece ser analizada.

Se trata de un tema al que mira el mundo. Los países sudamericanos apoyaron en reiteradas oportunidades la posición argentina. La Casa Blanca ya dijo a viva voz que la cuestión le preocupa. La lectura de las agencias y los diarios internacionales especializados en finanzas revela que se trata de una cuestión relevante a nivel global porque otros países con abultadas deudas -ahora en Europa- podrían verse en el futuro en situaciones similares. El Club de París dio una señal reciente de que no considera al país un “deudor recalcitrante”, como dijo un magistrado norteamericano, sino una Nación con la que se puede llegar a acuerdos duraderos.

Si la Corte Suprema norteamericana le da la espalda, la Argentina puede quedar en la insólita situación de tener que entrar en “default técnico”, cuando ha venido cumpliendo la hoja de ruta marcada por Kirchner diez años atrás: crecer con mejora de sus indicadores laborales y sociales y al mismo tiempo hacer frente a los pagos de su deuda.

Si, en cambio, el máximo tribunal de Estados Unidos acepta analizar el caso, las definiciones podrían llegar recién el año próximo, cuando el país se encuentre ante una nueva renovación gubernamental. Y la historia será nuevamente otra.

¡Grafitis!

Termina mayo. Hace cinco meses que a diario escuchamos en la prensa opiniones que indican que la Argentina va a colapsar, económica, política y socialmente.

Y sin embargo, en la última semana los principales temas de debate fueron:

  • Una carta del Papa Francisco y un enredo que terminó cuando el Pontífice respaldó al Gobierno y criticó a los medios.

  • Una Plaza de Mayo repleta de simpatizantes del oficialismo.

  • Un grafiti en un vagón de tren y sus consecuencias.

Podríamos sumarle novedades como el acuerdo de la Argentina con el Club de París y una invitación a la Argentina para participar de la próxima reunión del grupo de los BRICS o la presencia en el país de un funcionario de Estados Unidos que dijo, sin lugar para malos entendidos, que “Vaca Muerta es real”.

¿Se parece esta a la agenda de un país en pleno colapso? ¿Qué nos dice sobre la fortaleza o debilidad política del Gobierno nacional? ¿Y qué sobre su capacidad de fijar agenda aún cuando sólo le quedan 19 meses de gestión? ¿Cuánto revela además sobre las opiniones de dirigentes opositores y expertos alineados con la oposición propaladas por la prensa? Comparativamente ¿qué capacidad de hacerlo tenían de hacerlo de esta forma los gobiernos de Raúl Alfonsín en 1988 y de Carlos Menem en 1998?

¿Qué significa entonces cuando se habla tan a menudo de “fin de ciclo”? ¿Por qué tanto ahínco por parte de dirigentes e intelectuales enfrentados al Gobierno -lo reiteró Beatriz Sarlo esta semana- en decir que es improbable que quede algo del kirchnerismo después del 10 de diciembre de 2015?

Y podríamos agregar algunas preguntas más. ¿Podrá la Casa Rosada extender esta situación de relativa estabilidad hacia el segundo semestre, lo que el mundillo político y económico llama “después del Mundial”? Y en ese caso ¿qué ocurrirá con las proporciones de “cambio” y “continuidad” que los candidatos presidenciales buscarán ofrecer al electorado?

Lo que parece correcto es tratar de hacerse algunas preguntas adecuadas. Cuando se habla de los caminos que adopta una sociedad, lo único que no corresponde es tratar de hacer vaticinios.

Cristina se mueve

En medio de un contexto inédito para todos los sectores políticos, a más de diez años de la llegada del actual oficialismo al poder, vale la pena repasar de qué forma se movió la presidenta Cristina Kirchner en lo que va de este mes de marzo.

Por un lado, estuvieron sus planteos ante la Asamblea Legislativa, el 1 de marzo. En ese discurso, la Presidenta trazó un mapa político del país. Definió a la UCR y al PRO como los dos principales actores de la oposición. Y, al mismo tiempo, a cada uno de ellos les tendió un puente de diálogo sobre temas puntuales. También mencionó, sin nombrarlo explícitamente al Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), al que le cuestionó por realizar cortes de calles y rutas para reclamar contra un fallo judicial. Ni una palabra para el partido provincial que lidera Sergio Massa.

Apenas finalizado aquel discurso, Massa -detrás de quien aparecen notorios respaldos de sectores conservadores del peronismo, del centroderecha y de grandes grupos económicos nacionales y extranjeros- apuntó todos sus cañones contra el anteproyecto de Código Penal.

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