Por: Nicolás Tereschuk
En medio de un contexto inédito para todos los sectores políticos, a más de diez años de la llegada del actual oficialismo al poder, vale la pena repasar de qué forma se movió la presidenta Cristina Kirchner en lo que va de este mes de marzo.
Por un lado, estuvieron sus planteos ante la Asamblea Legislativa, el 1 de marzo. En ese discurso, la Presidenta trazó un mapa político del país. Definió a la UCR y al PRO como los dos principales actores de la oposición. Y, al mismo tiempo, a cada uno de ellos les tendió un puente de diálogo sobre temas puntuales. También mencionó, sin nombrarlo explícitamente al Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), al que le cuestionó por realizar cortes de calles y rutas para reclamar contra un fallo judicial. Ni una palabra para el partido provincial que lidera Sergio Massa.
Apenas finalizado aquel discurso, Massa -detrás de quien aparecen notorios respaldos de sectores conservadores del peronismo, del centroderecha y de grandes grupos económicos nacionales y extranjeros- apuntó todos sus cañones contra el anteproyecto de Código Penal.
El ex intendente de Tigre, con ayuda de aliados en algunos medios de comunicación, logró con esa jugada gran repercusión en el debate público. También recibió fuertes críticas de sectores del oficialismo. Sin embargo, hasta el momento, Cristina se mantuvo en la misma línea: sin responder incluso a mentiras pronunciadas desde el Frente Renovador.
Si atamos los dos hechos, podemos plantear una hipótesis: Cristina parece aceptar que una porción importante del electorado se incline de cara al año próximo por opciones no peronistas -la UCR, el PRO y el FIT-. Pero a la vez apuntaría a que el Frente para la Victoria pelee por cada votante dispuesto a apoyar a un candidato peronista. En ese sentido, para Cristina -por lo menos desde lo discursivo hasta el momento- como posible candidato presidencial, Massa “no existe”.
Sigamos con las jugadas de Cristina. Como se dijo, en el discurso ante la Asamblea Legislativa planteó la necesidad de diálogo y de acuerdos sobre distintos temas con sectores de la oposición. Comentó que habla con Mauricio Macri y destacó que la UCR es un partido respetuoso de la democracia. Resaltó la posibilidad de que “los partidos populares, democráticos y nacionales” puedan “unirse en las grandes empresas”.
En esa línea habrá que notar que la Presidenta avaló una serie de acciones en conjunto con la provincia de Santa Fe, gobernada por una coalición que integran el Partido Socialista y la UCR. El mes pasado, la Nación y la gestión del gobernador Antonio Bonfatti firmaron un convenio para la creación de una Policía Comunitaria en el Gran Rosario. Y hace pocos días, la intendenta de Rosario, la socialista Mónica Fein y varios ministros santafesinos recorrieron las villas 15, de Villa Lugano, y 31, de Retiro, junto a la ministra de Seguridad de la Nación, María Cecilia Rodríguez, para conocer la experiencia del Gobierno con un cuerpo policial similar.
Además, esta semana, el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, acordó en Santa Fe con Bonfatti financiar la construcción de 5 mil viviendas sociales en la Provincia.
Cristina, por su parte, desplegó en los últimos días su agenda internacional, para nada alejada de lo que ocurre en la Argentina. Mantuvo un largo encuentro con el Papa Francisco, a esta altura un gran e ineludible jugador en la política nacional. Y en Francia se llevó el respaldo del gobierno de ese país a las negociaciones con el Club de París y a la posición argentina ante la Corte Suprema de Estados Unidos contra los Fondos Buitre. De paso, el número uno de la petrolera Total habló con la mandataria de invertir en el yacimiento de Vaca Muerta.
Si de darle estabilidad política a su administración y cumplir con el objetivo de ejercer el poder hasta el último día de su mandato se trata, con sus acciones públicas Cristina ha comenzado a mostrar sus cartas. Y a moverse.