El relato y los hechos

La agenda política argentina se mueve a ritmo vertiginoso. A todos los ciudadanos se nos hace imposible seguir el tratamiento de importantes reformas que rigen aspectos fundamentales de nuestra vida cotidiana, ya sea que se desestimen por órdenes políticas o que pasen al olvido por la aparición de nuevos proyectos que deben ser tratados de manera “urgente”.

Un ejemplo de esto es la polémica reforma al Código Civil Argentino. A finales del año pasado, todo parecía indicar que recibiríamos el 2014 con un Código Civil y Comercial unificado, que luego de varias modificaciones, finalmente sería aprobado por el Honorable Congreso de la Nación. Esta situación tuvo en vilo a todos los ciudadanos y particularmente a profesionales y empresarios que no tenían en claro las nuevas reglas que regirían sus relaciones jurídicas y comerciales. Esto no debería llamarnos la atención en un país donde lamentablemente reina la imprevisibilidad y la inseguridad jurídica.

Sin embargo, mientras la mayoría de los argentinos todavía intentábamos dilucidar como sería finalmente nuestro nuevo Código Civil, nos vimos sorprendidos con un controversial proyecto de reforma al Código Penal. Este anuncio empolvó el debate sobre la unificación del Código Civil y Comercial, no sólo en la opinión pública, sino que aparentemente dejó arrinconado en algún lugar del Congreso el tan importante proyecto de reforma.

El mundo evoluciona y esto trae aparejado cambios sociales importantes, que la legislación debe acompañar y reglamentar. Es por ello que, si bien las leyes son un pilar fundamental en las sociedades civilizadas, las mismas deben adaptarse a las realidades sociales del momento. Personalmente, no estoy en contra de las reformas, pero estas deben ser abordadas responsablemente y contar con un amplio debate, sobre todo cuando modifican aspectos centrales de la sociedad, como es el caso del Código Civil.

En este sentido, estoy de acuerdo con la actualización de ciertos institutos del Código, pero no deja de sorprenderme la reciente aprobación de la ley que elimina la responsabilidad civil del Estado y sus funcionarios frente a actos que atentan contra los derechos de los ciudadanos.

Parece ser que el Gobierno Nacional tenía especial interés en reformar esta prerrogativa, ya que no solo trató de hacerlo mediante la ley recientemente aprobada, sino que previamente lo intentó con el Proyecto de Reforma del Código Civil y Comercial. Lo que más llama la atención es que la responsabilidad del Estado existía en el proyecto original de Reforma del Código, pero fue eliminada directamente por el Poder Ejecutivo. El Anteproyecto de Código Civil y Comercial, elaborado por los jueces, abogados y doctores en derecho más prestigiosos del país, contenía tres artículos sobre responsabilidad extracontractual del Estado: el 1764, 1765 y 1766. En esos artículos se defendían los derechos de las personas a ser indemnizadas económicamente cuando eran dañados por acciones realizadas por el Estado en ejercicio irregular de sus funciones (art. 1764), por acciones de sus funcionarios en ejercicio irregular de su cargo (art. 1765), o cuando el Estado sacrificaba intereses de particulares en ejercicio de sus actos lícitos (art. 1766).

Una vez que esta Reforma se entregó al Poder Ejecutivo, una de las modificaciones fue la supresión de los tres artículos, alterándolos por otros tres que expresan que “la responsabilidad del Estado se rige por las normas y principios del derecho administrativo nacional o local según corresponda” (art. 1764, 1765 y 1766 nuevo). Cabe decir que todavía está pendiente de tratamiento la Reforma del Código, pero mientras tanto y sin perder tiempo, el Gobierno Nacional con el apoyo de su mayoría en el Congreso logró sancionar esta nueva normativa.

El articulado de la ley apoya la postura que quiso hacer valer el kirchnerismo en el Código, estableciendo que no se hará responsable de los daños ocasionados por las empresas que manejen servicios públicos y que las disposiciones del Código Civil no serán aplicables a la responsabilidad del Estado de manera directa ni subsidiaria, lo que significa que todo se accionará en el fuero administrativo. ¿Debemos sorprendernos por esta actitud del Gobierno Nacional?

El sistema jurídico resguarda los derechos de sus ciudadanos cuando obliga a reparar o indemnizar todo daño causado, ya sea por acciones lícitas o ilícitas. Cuando nosotros dañamos la propiedad de otra persona, no sólo tenemos la obligación moral de repararlo, sino que la Justicia nos obliga económicamente a rectificar el perjuicio causado. Siguiendo esta misma lógica, si bien el Estado tiene atribuciones y potestades especiales, no debe quedar impune frente a los ciudadanos por los errores que comete.

Lo llamativo es que el kirchnerismo repite incansablemente en su relato una fuerte intervención y presencia estatal que se contradice con sus hechos. Proclama un discurso protector y a la vez elimina la posibilidad de demandar civilmente al Estado y sus funcionarios, lo cual es una gran paradoja.

Esta falta de coherencia entre los dichos y los hechos nos genera una gran confusión a todos los ciudadanos, que tenemos como obligación cuestionarnos cuál es la causa que lleva al Gobierno Nacional a intentar mostrar una imagen protectora en una reforma que se aleja tanto de los derechos más importantes que tiene que defender.

La igualdad sigue siendo una deuda pendiente

Es innegable el gran avance en materia de inclusión y género que tuvo nuestro país en los últimos años. Podría decirse que por las recientes legislaciones y posiciones adoptadas por todo el arco político del país en este tema, Argentina se colocó a la vanguardia del resto del mundo en la defensa de los derechos de los colectivos minoritarios. Sin embargo, y a pesar de tener grandes ventajas políticas y jurídicas con respecto al resto de la región, a los argentinos nos cuesta mucho construir un camino de tolerancia y aceptación sincero.

Mirando los noticieros nos enteramos que la discriminación todavía es moneda corriente en nuestro día a día. La primer víctima fue Ariel Olivera, un joven de 26 años que le pegaron por ser homosexual. Lo insultaron y golpearon brutalmente hasta dejarlo inconsciente tirado en la vereda. No quisieron robarle: el objetivo era lastimarlo, simplemente por su orientación sexual. Unos días después, Nahuel Albornoz viajaba con un amigo hacia su casa cuando fue interceptado por un grupo de personas que lo golpearon salvajemente y lo tiraron en movimiento de la camioneta que lo llevaba. Como en el caso de Ariel, la discriminación se presentó de la manera mas cruda, y el resultado la frustración e impotencia que generó ser maltratado una vez más por sus elecciones, además de las gravísimas lesiones físicas que le produjeron.

Me llena de tristeza saber que esta situación se repite diariamente y que muchas personas, producto de la discriminación, son lastimadas física y verbalmente por el hecho de expresar sin tabúes su amor por otra persona. La homo-lesbo-transfobia existe, está presente y es una realidad lamentable contra la que debemos luchar.

Por eso se presentó ante el Congreso la Ley de Sanción y Prevención de Actos Discriminatorios, que es una excelente herramienta para promover la igualdad en diversidad, erradicar prejuicios y eliminar todas las formas de segregación. El proyecto tomó como base la legislación vigente, así como también leyes de algunos países de la región que ya trataron el tema. Entre sus características más importantes podemos mencionar que amplía la legitimación civil, penal y administrativa para iniciar acciones por conductas u omisiones discriminatorias, eleva las penas previstas en el Código Penal para actos discriminatorios y agrega la obligatoriedad de acompañar la condena con procesos de sensibilización, capacitación y concientización del imputado.

También contempla la promoción de políticas públicas para prevenir actos discriminatorios e invierte la carga de la prueba en favor del discriminado, lo que significa que el presunto discriminador deberá probar de ahora en más que no actuó de esa manera para ser declarado inocente. Otra característica particular de este proyecto es evitar que se juzguen los actos a criterio de quien toma la denuncia o exposición. Por ejemplo, el policía que le tomó la declaración a Ariel caratuló la paliza como “robo y lesiones”. Si se aprueba este proyecto la caratula se vinculará con un ataque homofóbico, lo cual encuadrará la situación desde una perspectiva mucho más adecuada.

Este proyecto de ley, en conjunto con la ya sancionada y aún no reglamentada normativa contra la violencia escolar, es otro paso más para avanzar hacia un país más justo. Por primera vez en mucho tiempo, reconocemos la igualdad, la libertad y la ciudadanía como principios que dirigen nuestra vida social, y la realidad política y cultural de nuestro país nos ha puesto en la disyuntiva de elegir entre aceptar este camino de inclusión o seguir estigmatizando a quien es diferente.

Revolución de Mayo

Históricamente, el mes de mayo fue revolucionario para nuestro país. Esta semana se cumplen 204 años del surgimiento del Estado argentino y no hay mejor manera de homenajearlo que trabajando por su futuro.

Ayer hemos dado el primer paso de un largo camino que vamos a recorrer para ayudar a los jóvenes a vencer el consumo de drogas. Parecía imposible lograr este acuerdo y poder hacer realidad esta idea. Sin embargo, la voluntad y el entendimiento de dirigentes y militantes produjo numerosos encuentros desde diciembre del año pasado que culminaron en la Mesa de Juventudes Políticas.

La causa de este acuerdo juvenil interpartidario es comunicar a la gente que respecto a las drogas, las tres juventudes políticas más importantes de la Argentina (La Cámpora, UCR y PRO) han logrado llegar a un punto en común: recuperar a los jóvenes que son víctimas de unos de los flagelos sociales más grandes y reincorporarlos a la vida social.

La juventud es el motor de nuestro país, y un motor que no funciona al 100% nunca logrará llevar a su piloto al primer puesto. Si queremos llevar a la Argentina al podio, lo primero que tenemos que hacer es despojarnos de todos los prejuicios existentes con respecto al diálogo interpatidario. Pertenecer a fuerzas distintas no significa ser oponentes; así como trabajar en conjunto con otras fuerzas no significa haber cerrado pactos de poder.

Cada uno de los representantes que nos sentamos en esta mesa a dialogar mantuvimos nuestras posiciones y convicciones. Todos estamos al tanto del grave problema social que implica el alto consumo de drogas en nuestro país, y ante esta situación concreta decidimos trabajar en conjunto.

Como jóvenes no podemos mirar para otro lado y desentendernos de esta situación, porque son nuestros hermanos, primos, novios y novias los que están inmersos en estos obstáculos que les impiden desarrollarse como personas. Como argentinos tampoco podemos tolerar tener a millones de jóvenes bajo el efecto de estupefacientes que hora tras hora consumen sus neuronas dejándolos totalmente al margen del sistema social.

La realidad social nos ha llevado a comprender que, si bien nuestros intereses muchas veces son opuestos, es necesario resolver este problema en conjunto, ya que para eliminar las adicciones debemos actuar en forma conjunta, activamente y sin interrupciones.

Haber logrado lanzar esta mesa me llena de orgullo como joven y como argentino. Marca una “revolución” en la política de la útima década y me parece una excelente forma de homenajear a nuestro país en un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo.

Cristina: hagamos algo por Rusia

Pocos meses atrás se aprobó una ley en Rusia que pena con multas que llegan hasta los 30.000 dólares a aquellas personas u organizaciones que promuevan de alguna manera “formas no tradicionales de relaciones” hacia los menores. Esas formas no tradicionales fueron definidas como aquellas que “no pueden producir descendientes”.

Esto significa en los hechos una persecución inaceptable hacia un grupo de personas en uno de los países más grandes del mundo. Recordemos que Rusia, desde los tiempos de la Unión Soviética, tiene una larga historia de discriminación y acoso desde el Estado. La homosexualidad fue un crimen penado hasta 1993 y en muchas ocasiones se utilizó como excusa para someter a disidentes políticos.

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