Los enfrentamientos entre Armenia y Azerbaiyán en Nagorno Karabaj, en el Cáucaso Sur, no parece recibir toda la atención internacional que merece. Los problemas de fondo son diversos, agravados por el riesgo de la acción del terrorismo. Un número significativo de combatientes de ISIS y otros grupos islamistas fundamentalistas provienen de la zona y podrían inflamar una conflicto que atravesó cuatros años de guerra, que terminó en 1994 con una tregua provisional.
Las conversaciones de paz, bajo el auspicio de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), con respaldo de Rusia, Estados Unidos y Francia, se han demorado desde hace dos décadas sin producir resultados concretos que pongan fin a la disputa. Nagorno Karabaj, que se autoproclamó independiente en 1991, está dentro de Azerbaiyán. Sin embargo, se trata de un territorio con amplia mayoría de población cristiana de origen armenio que fue anexado tras el colapso de la Unión Soviética.
Tanto Armenia como Azerbaiyán se culpan mutuamente por las últimas hostilidades. Más allá de las diferencias entre Bakú y Ereván, la tensión bilateral podría tener otras derivaciones ante las crecientes diferencias entre Moscú y Ankara. Rusia siempre ha apoyado a Armenia, mientras Turquía ha respaldado a Azerbaiyán. Estados Unidos, por su parte, parece mantenerse neutral, aunque en el 2009 se expresó a favor de la estabilidad de Armenia. Continuar leyendo