Las Malvinas vuelven a la ONU

La liturgia diplomática sobre el reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas, Sándwich del Sur y Georgias del Sur vuelve al ritual anual del Comité de Descolonización de Naciones Unidas a medio siglo de la primera resolución adoptada por la Asamblea General. Fue el 16 de diciembre de 1965 cuando, por mayoría y sin ningún voto en contra, se reconoció de manera “formal y expresamente” la existencia de la disputa de soberanía entre Argentina y el Reino Unido y se instó a estas dos únicas partes a encontrar una “solución pacífica, a la mayor brevedad, a través de negociaciones bilaterales y teniendo en cuenta los intereses de los habitantes de las islas”. El conflicto de 1982 no alteró la naturaleza de la controversia, que continuó pendiente de negociación y de solución, tal como lo reconoció la Asamblea General de la ONU ese mismo año. Continuar leyendo

Una diplomacia ambivalente y poco profesional

Concluyeron los dos años de Argentina como Miembro No Permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con un balance pobre y que ha dejado en evidencia a una diplomacia ambivalente y poco profesional en el tratamiento de las principales cuestiones de política internacional. Las posiciones adoptadas en los temas más críticos que hacen a la paz y a la seguridad internacional fueron, cuanto menos, polémicos y han representado, entre otros, un abandono de ciertos valores esenciales de la política exterior. Ninguna de estas actitudes ha favorecido ni contribuido al fomento de la confianza y la credibilidad.

La defensa del principio de integridad territorial, clave en el reclamo de soberanía respecto de las Islas Malvinas, fue descartada en un caso específico al no haber cuestionado la anexión rusa de Crimea, en particular el referéndum de autodeterminación, o los intentos separatistas. Una decisión desilusionante. La defensa universal de los derechos humanos tampoco mantuvo constancia como quedó en claro en numerosas instancias en apoyo al régimen autoritario sirio. Recientemente con respecto a crímenes de lesa humanidad en Corea del Norte, expresó escepticismo sobre la conveniencia del recurso a la Corte Penal Internacional.

En la lucha contra el terrorismo fundamentalista islámico también la Argentina dejó dudas, al haber cuestionado, con ironía en una sesión formal, los riesgos que dichos grupos confesionales armados suponen para la paz y la preservación del derecho internacional humanitario, en particular en Irak y Siria. También al haber desechado en su momento la tradición de presidir el órgano subsidiario del Consejo de Seguridad sobre terrorismo, resolución 1267 (1999). Cuando le correspondió a la Argentina la Presidencia del Consejo de Seguridad, los temas propuestos fueron, en gran medida, insustanciales u obvios como fue el caso de la consideración de una mayor cooperación entre Naciones Unidas y los organismos regionales y subregionales. Un tema que, por otro lado, ya había sido materia de extenso tratamiento previo y que terminó, en definitiva, constituyendo un calco de lo hecho anteriormente por Chile o China ¿Acaso no había otros temas en agenda más urgentes, incluso para el interés latinoamericano?

Tampoco la Argentina aprovechó la ocasión de Miembro No Permanente para fortalecer los criterios que hacen a la necesidad de urgente reforma del Consejo de Seguridad como podría haber sido instalar la idea de representación regional o de mayor coordinación bilateral con algunos países como, en cambio, impulsó con imaginación estratégica Néstor Kirchner con Brasil en la anterior oportunidad que se integró dicho órgano. La coordinación con Chile, que se sumó en el 2014, brilló por su ausencia. Algunas posiciones fueron incluso dispares.

A la cuestionable tendencia de matizar posiciones históricas de política exterior, se podría agregar una reciente versión preocupante del Palacio San Martín que indicaría que la Argentina presentaría en las próximas semanas la candidatura al Consejo de Seguridad para dentro de 15 años en lugar, como lo venía haciendo desde la constitución de las Naciones Unidas, de intervalos regulares de cada seis o siete años. De confirmarse dicha intención, sería una decisión lamentable que dejaría por un período prolongado a los próximos gobiernos sin una herramienta clave de política internacional. También afectaría muchas de las posibles estrategias futuras de Argentina en Naciones Unidas y en otros organismos especializados del sistema internacional. Es de esperar que los desatinos del comportamiento diplomático multilateral no lleguen a tanto.

Francisco, la Reina y Malvinas

La incansable agenda ecuménica de Francisco, que suele abarcar desafíos tanto confesionales como políticos, enfrentará en los próximos días las inevitables ansiedades diplomáticas de la Argentina y del Reino Unido, aun cuando ambos países saben que El Vaticano mantendrá siempre una posición de imparcialidad sobre el fondo de la disputa de soberanía. También que Francisco no alterará esa tradición a pesar de su firme convicción, como lo expresara siendo Cardenal Primado, de que las Islas Malvinas son “una herida que no termina de cicatrizar”. Tampoco de a quién pertenecen.

Francisco es consciente de que a la Reina Isabel II le está vedado hablar de temas políticos y en particular de política exterior. Tampoco es su costumbre incomodar con imprevistos. Menos aun con temas tan terrenales. Sin embargo, es probable que su vocación por la paz, la amistad y el dialogo sea referencias expresas durante la visita de Isabel II en una contribución para intentar cerrar heridas como las de estas tres décadas de desencuentros.

Londres y Buenos Aires harían bien de mantener la calma diplomática. Ni el Papa, ni el Vaticano necesitan que se les recuerde su responsabilidad internacional. Tampoco al Papa su argentinidad. Es por ello que resulta doblemente desafortunada la decisión de Buenos Aires de enviar a un emisario a Roma que, en virtud de la oportunidad y el cargo que detenta, es inevitable asociar con la próxima visita de la Reina.

Es necesario confiar en la sabiduría del Santo Padre. Nadie en el Vaticano conoce mejor la historia y los avatares de Malvinas. También las necesidades políticas. Consecuentemente, no necesita que se le reitere lo obvio.

Es de esperar que tanto Buenos Aires como Londres sean receptivos del probable nuevo clima de reconciliación entre argentinos y británicos, entre las islas y el continente, que intentará impulsar Francisco con mensajes de amistad y afecto concordantes con los Evangelios.

La diplomacia en ambas capitales en torno a Malvinas solo necesitaría, con inteligencia e imaginación, aprovechar esas circunstancias. Es hora de que lo hagan para iniciar un nuevo comienzo.

Siria: las otras armas prohibidas

La incorporación de Siria al régimen de prohibición de las armas químicas no ha detenido el uso inhumano de otras armas prohibidas. Recientes anuncios dan cuenta del uso de las llamadas bombas racimo que actúan de forma indiscriminada afectando de manera inaceptable la vida de civiles. El peligro radica en ser un artefacto contendedor que puede ser lanzado desde tierra, aire o mar y que al abrirse durante la trayectoria expulsa entre varias docenas o cientos, según el modelo, de submuniciones o minifragmentos que estallan cuando tocan el suelo aunque en un 30% de los casos se transforman en minas que se entierran o permanecen en la superficie. El desastre humanitario que ocasionan es peor a las minas terrestres tradicionales.

La Convención sobre Municiones de Racimo, adoptada en Irlanda en mayo del 2008, significó un avance de desarme humanitario de enorme significación aunque lamentablemente no ha logrado el objetivo de la universalidad y es quizás por ello que no se ha producido una reacción internacional categórica de condena del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas contra el régimen de Al Assad por el uso inhumano de este tipo de armamento. En total, 112 países se han sumado a la Convención con las notables ausencias de Estados Unidos, Rusia y China.

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