La incorporación de Siria al régimen de prohibición de las armas químicas no ha detenido el uso inhumano de otras armas prohibidas. Recientes anuncios dan cuenta del uso de las llamadas bombas racimo que actúan de forma indiscriminada afectando de manera inaceptable la vida de civiles. El peligro radica en ser un artefacto contendedor que puede ser lanzado desde tierra, aire o mar y que al abrirse durante la trayectoria expulsa entre varias docenas o cientos, según el modelo, de submuniciones o minifragmentos que estallan cuando tocan el suelo aunque en un 30% de los casos se transforman en minas que se entierran o permanecen en la superficie. El desastre humanitario que ocasionan es peor a las minas terrestres tradicionales.
La Convención sobre Municiones de Racimo, adoptada en Irlanda en mayo del 2008, significó un avance de desarme humanitario de enorme significación aunque lamentablemente no ha logrado el objetivo de la universalidad y es quizás por ello que no se ha producido una reacción internacional categórica de condena del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas contra el régimen de Al Assad por el uso inhumano de este tipo de armamento. En total, 112 países se han sumado a la Convención con las notables ausencias de Estados Unidos, Rusia y China.
Según Amnesty International, un tercio de las víctimas de estas armas son niños al encontrarse las bombas racimo diseminadas en capsulas de colores atrayentes que confunden con juguetes. En la última década más de cien mil personas murieron o fueron mutiladas por sus efectos. El 98% era civil. Es desilusionante que la Argentina, Brasil y Venezuela, los únicos tres de América Latina y el Caribe, tampoco sean parte de la Convención. El Gobierno argentino argumenta no encontrarse satisfecho con el texto, en particular el artículo 21, conocido como la cláusula OTAN, que no condena a una alianza militar en la que uno de sus socios lance una bomba.
Si bien puede ser cierto que el instrumento merece algunas críticas por contener grises, esas lagunas podrían ser allanadas en negociaciones diplomáticas adicionales como Estado parte de la Convención. Lo que no es entendible es que la Argentina siga sin adherir a un instrumento de claro objetivo humanitario, tratándose de un arma que no produce ni tiene la intención de adquirir. Esa actitud no es concordante con la vocación humanitaria que proclama y muestra una llamativa contradicción con la política de defensa de los derechos humanos. También con la estrategia respecto a Malvinas ya que las bombas racimo fueron utilizadas por el Reino Unido al bombardear la pista de Puerto Argentino en una acción que contradijo gravemente el principio de proporcionalidad durante el conflicto de 1982.