La intransigencia de Venezuela para aceptar una mediación diplomática regional para contribuir a superar la grave crisis que enfrenta es desilusionante. La negativa de Caracas a los gestos de buena voluntad para encontrar una solución es de una miopía diplomática preocupante. La exposición de la canciller Delcy Rodríguez, en el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), sólo reafirma el grado de obsesión para mantener un cuadro político y de deterioro humanitario que puede llevar a Venezuela, lamentablemente, al borde de un estallido social.
La Argentina, que aboga por la defensa de la democracia venezolana y el pleno respeto a los derechos fundamentales, ha intentado ayudar para evitar que la escalada de tensión se convierta en un incendio descontrolado. El intento diplomático de Buenos Aires era, entre otros, el de generar una instancia de diálogo con el apoyo de distintas organizaciones regionales que permitiera reducir riesgos hipotéticos y, al mismo tiempo, poner límites a los excesos que quieren arrasar con los principios fundamentales de la Constitución de Venezuela.
El esfuerzo diplomático conciliatorio de la canciller Susana Malcorra es ponderable. Aunque reconoció las limitaciones que plantean las actuales circunstancias, también advirtió sobre los riesgos de continuar con un impasse diplomático. La sugerencia que Malcorra formuló en la OEA de buscar “algún tipo de conciliación y complementación de varias iniciativas” parecía la propuesta más sensata y racional al permitir, entre otras cuestiones, crear las condiciones para acordar una eventual hoja de ruta que evitara males mayores para la sociedad venezolana.
Venezuela hoy, por el conjunto de elementos de la crisis política, económica y humanitaria, enfrenta el peor momento en su historia moderna. Es lamentable que el Gobierno venezolano no haya aprovechado la oportunidad y que, en cambio, sólo haya intentado, como lo señaló la canciller Rodríguez en el recinto de la OEA, “explicar su verdad”. También que rechace considerar o reflexionar sobre la ayuda diplomática regional ofrecida.
Es evidente que, como indicó Susana Malcorra en conferencia de prensa, no existen soluciones mágicas. Tampoco propuestas milagrosas. Sin embargo, vale la pena seguir con el intento de hacer prevalecer la lógica diplomática. Otras alternativas crearían situaciones más difíciles de remontar.
El Gobierno venezolano debería darse cuenta de que los tiempos se acortan. También de que la paciencia regional tiene un límite para tolerar situaciones que comprometen derechos fundamentales como principios centrales que rigen en toda democracia. Cada día aumentan los apoyos regionales que permitirían contar con los 18 votos necesarios para que la OEA aplique la Carta Democrática Interamericana. Es de esperar que Caracas reflexione y acepte, antes de que sea demasiado tarde, la oportuna mano diplomática tendida por Argentina.