La intransigencia de Venezuela para aceptar una mediación diplomática regional para contribuir a superar la grave crisis que enfrenta es desilusionante. La negativa de Caracas a los gestos de buena voluntad para encontrar una solución es de una miopía diplomática preocupante. La exposición de la canciller Delcy Rodríguez, en el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), sólo reafirma el grado de obsesión para mantener un cuadro político y de deterioro humanitario que puede llevar a Venezuela, lamentablemente, al borde de un estallido social.
La Argentina, que aboga por la defensa de la democracia venezolana y el pleno respeto a los derechos fundamentales, ha intentado ayudar para evitar que la escalada de tensión se convierta en un incendio descontrolado. El intento diplomático de Buenos Aires era, entre otros, el de generar una instancia de diálogo con el apoyo de distintas organizaciones regionales que permitiera reducir riesgos hipotéticos y, al mismo tiempo, poner límites a los excesos que quieren arrasar con los principios fundamentales de la Constitución de Venezuela. Continuar leyendo