La hora de una diplomacia inteligente

Estados Unidos ha iniciado una nueva etapa en las relaciones hemisféricas que previsiblemente tendrá influencia en el correr de la década y más allá de los resultados electorales de noviembre del 2016. Es probable que la reciente visita del Presidente de Estados Unidos a Cuba represente, entre otras cuestiones sustantivas, la vuelta de Washington al panamericanismo. También el viaje oficial presidencial a la Argentina reflejaría síntomas de la dimensión renovada de la política exterior norteamericana para la región. Ese enfoque coincide con una Argentina que se abre al mundo con responsabilidad, dejando de lado visiones concentradas en consideraciones poco efectivas en el siglo XXI.

Establecer una relación diplomática seria y madura con Estados Unidos es un punto de partida importante en términos bilaterales como regionales y globales. También que ese criterio guie el accionar diplomático con otros Estados igualmente significativos. La globalización obliga a comportamientos diplomáticos amplios y no excluyentes que respondan a una realidad internacional en permanente estado de trasformación.

La perspectiva de generar una nueva atmósfera entre Washington y Buenos Aires plantea, en definitiva, la voluntad reciproca de encarar el vínculo con una actitud constructiva tendiente a considerar con inteligencia diplomática la asimetría de percepciones y, al mismo tiempo, el complejo abanico de las relaciones bilaterales. También en lo que hace a la región y al mundo.

Existen valores compartidos que facilitan que el relacionamiento con Estados Unidos tenga solidez y permanencia en el tiempo. La democracia, los derechos humanos y la importancia que reviste el pleno ejercicio de las libertades individuales, son un ejemplo. También en términos de estabilidad internacional, en particular en lo que hace a la lucha contra el terrorismo internacional, el narcotráfico y, entre otros, la no proliferación de las armas nucleares y otras armas de destrucción masiva.

Una Argentina que pretende recuperar su ubicación diplomática conforme a la dimensión geográfica que representa, es también del interés norteamericano. Que el séptimo país más grande del planeta esté dispuesto a asumir la responsabilidad que le corresponde a su amplio territorio, marítimo y continental, tiene significación estratégica. En ese contexto, es probable que la visita del Presidente Obama represente la reactivación de mecanismos de consulta diplomática entre Washington y Buenos Aire en distintas áreas tanto de temas bilaterales como regionales y globales.

Era hora que ocurriese. En el mundo actual es beneficioso ampliar la capacidad de dialogo con todas las potencias principales. Es auspicioso que la Argentina haya empezado a ampliar el horizonte de oportunidades para afirmar y ampliar su relacionamiento externo. El interés nacional, público y privado, lo venía reclamando.

Crisis fronteriza por deportaciones en Venezuela

La crisis fronteriza entre Colombia y Venezuela va adquiriendo complejas características humanitarias y un grado preocupante de tensión bilateral. De acuerdo con Naciones Unidas veinte mil colombianos debieron regresar a su país tras el cierre parcial de la frontera y el estado de excepción decretado por Caracas. La mayoría han sido deportados de manera indiscriminada y otros han abandonado Venezuela ante el temor de ser expulsados o por represalias. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha señalado: “Las expulsiones colectivas son manifestaciones contrarias al derecho internacional”. Colombia, por su parte, analiza llevar el caso a la Corte Penal Internacional por supuestos crímenes de lesa humanidad.

Pese a la seriedad de la situación, la Organización de Estados Americanos (OEA) rechazó, por un voto, la solicitud colombiana de convocar a una reunión de cancilleres para analizar los efectos humanitarios del cierre de las fronteras y las deportaciones. La lamentable actitud de la OEA responde a que once países votaron en abstención y, consecuentemente, evitaron que Colombia obtuviera los 18 votos necesarios. Vergonzosamente, la Argentina fue uno de ellos. Continuar leyendo

Nuevo error diplomático de la Argentina

La amplia mayoría de la comunidad internacional vuelve a reclamar en la IX Conferencia de Examen del Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) la completa eliminación de las armas nucleares y un régimen de no proliferación, vertical y horizontal, que asegure eficazmente ese objetivo. Se reconoce que dicho armamento, por sus efectos de aniquilamiento, son contrarios al derecho internacional y al derecho humanitario internacional. El Secretario General de las Naciones Unidas ha afirmado que “un mundo libre de armas nucleares es una prioridad para la ONU y sería un bien púbico mundial de primer orden”.

La sesión inaugural contó con la presencia de los Cancilleres de la mayoría de los países. Fue decepcionante que la Argentina no haya sido representada a ese nivel. La ocasión diplomática lo merecía. Es la actualidad es indispensable mayor presión internacional para que las potencias poseedoras de estos artefactos den cumplimiento al TNP, en particular de países que integran zonas libres de armas nucleares como es el caso de América Latina a través del Tratado de Tlatelolco.

Es evidente que mientras existan estas armas el peligro que sea objeto de una detonación, accidental o intencional, seguirá latente. Ese riesgo sería una catástrofe de consecuencias incalculables para todos los países del mundo. Nadie, ni ninguna región del mundo, estaría exento de las consecuencias. Sin embargo, lamentablemente no existen mayores esperanzas que la Conferencia produzca resultados que puedan ser considerados alentadores para el propósito de iniciar un ciclo de desarme nuclear conforme a los objetivos del artículo VI del TNP.

La frustración diplomática tiene antecedentes. Hace cinco años se acordó por consenso un Plan de Acción de 65 compromisos que ni siquiera han sido mínimamente considerados. Por el contrario, el cuadro general en lugar de acercar la posibilidad del desarme nuclear, se ha alejado. Naciones Unidas ha denunciado que los arsenales existentes han crecido en número y calidad. También ha destacado que los programas de modernización de los arsenales existentes apuntan a un mayor control de los efectos radiactivos y, en ese marco, han aumentado de manera considerable las amenazas de utilización en futuros conflictos.

El grado de confrontación entre Estados Unidos y Rusia ha alentado el nuevo ciclo armamentista nuclear. Si bien ambas potencias se encontrarían aplicando el Tratado del 2010 sobre Reducción de Armas Estratégicas, no están negociando futuras reducciones de los arsenales ni limitación en las modernizaciones. Tampoco el resto de los países poseedores de estas armas han reducido o limitado los respectivos arsenales. Se estima que Francia dispondría de 300 y el Reino Unido y China de 240 respectivamente. Pakistán e India contarían con 110. Israel entre 200 y 400. Corea del Norte 10. Asimismo, un número no determinado de armas nucleares, se encontrarían desplegados en 15 países. También en mares y océanos, incluyendo quizás el Atlántico Sur.

La urgencia y prioridad que merece el desarme nuclear exige que todos los países levanten la bandera de la no proliferación de las armas nucleares. Ha sido lamentable que el Canciller argentino no haya estado presente. Nuevamente el mensaje diplomático, como ha ocurrido con otras cuestiones relevantes como ha sido el de la lucha contra el terrorismo internacional, es perplejo.

El renacer de la energía nuclear en Brasil

Brasil se encuentra desde este año empleando uranio enriquecido de producción propia en los elementos combustibles de las centrales nucleoeléctricas que dispone. Según fuentes de Industrias Nucleares de Brasil (INB), la producción 2015 cubrirá el 80% de la demanda de Angra I. Hasta ahora Brasil, noveno con tecnología de enriquecimiento de uranio, importaba aproximadamente 400 toneladas de material fisionable para mantener en funcionamientos las dos plantas nucleares, Angra 1 y 2.

La capacidad industrial del Brasil de enriquecer uranio, iniciada en 1985, finalmente se encuentra dando frutos. La fábrica de Rosende, una de las instalaciones con ese objetivo, es un emprendimiento conjunto del INB y del Centro Tecnológico de la Marina que cuenta con cuatro módulos con un total de diez conjunto de centrifugas. La capacidad instalada permitiría procesar, inicialmente, hasta 40 toneladas anuales. Asimismo, produciría los elementos combustibles para los proyectados submarinos a propulsión nuclear aunque no se descarta en el futuro que disponga de un centro específico para cubrir dicha necesidad por las características más sensible que representa.

Es previsible que el uranio enriquecido para Angra I sea ligeramente enriquecido (entre el 3% y el 5%). Sin embargo, los elementos combustibles para el reactor de los submarinos requieren de un enriquecimiento muy superior. Técnicamente esa capacidad, a través del método del centrifugado rápido, permitiría una concentración sustantiva del isotopo 235 U. Justamente en previsión del alcance delicado de la cuestión, a principios del 2008, Argentina y Brasil suscribieron un documento de intención para integrar ambas industrias de enriquecimiento de uranio y eventualmente encarar un programa de producción conjunta a escala industrial. Lamentablemente, quedó en el olvido. Dicho mecanismo bilateral, de haberse continuado, hubiese sido un paso técnico y político importante para ambos países y una muestra adicional de confianza a nivel global.

Sin perjuicio de las naturales consideraciones que puede despertar la capacidad instalada de Brasil, dicho país es parte del Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) y del Tratado de Tlatelolco y, en ese contexto,  sujeto a las salvaguardias correspondientes del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Asimismo, se cuenta con un sistema de contabilidad recíproca de materiales nucleares con la Argentina (ABAAC). Sin embargo, no se ha adherido al Protocolo Adicional al TNP como tampoco lo ha hecho la Argentina.

El renacer de la energía nuclear en Brasil y la Argentina con un nuevo ciclo de instalaciones nucleares proyectadas, pone en evidencia la necesidad de reflexionar sobre la conveniencia y oportunidad que ambos países se sumen finalmente al Protocolo Adicional al TNP. Argentina ha expresado no tener dificultades y ha comprometido su adhesión cuando Brasil se encuentre en condiciones.

Quizás ha llegado el momento que ambos gobiernos avancen con determinación en esa dirección. La próxima Conferencia de Examen del TNP, en el 2015, podría ser la ocasión ideal para el anuncio bilateral  formal que se traduciría en un fuerte respaldo a la no proliferación en el mundo y en un nuevo ejemplo de la permanente vocación pacífica que domina el comportamiento de Argentina y Brasil en el ámbito de la tecnología nuclear.

Una diplomacia ambivalente y poco profesional

Concluyeron los dos años de Argentina como Miembro No Permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con un balance pobre y que ha dejado en evidencia a una diplomacia ambivalente y poco profesional en el tratamiento de las principales cuestiones de política internacional. Las posiciones adoptadas en los temas más críticos que hacen a la paz y a la seguridad internacional fueron, cuanto menos, polémicos y han representado, entre otros, un abandono de ciertos valores esenciales de la política exterior. Ninguna de estas actitudes ha favorecido ni contribuido al fomento de la confianza y la credibilidad.

La defensa del principio de integridad territorial, clave en el reclamo de soberanía respecto de las Islas Malvinas, fue descartada en un caso específico al no haber cuestionado la anexión rusa de Crimea, en particular el referéndum de autodeterminación, o los intentos separatistas. Una decisión desilusionante. La defensa universal de los derechos humanos tampoco mantuvo constancia como quedó en claro en numerosas instancias en apoyo al régimen autoritario sirio. Recientemente con respecto a crímenes de lesa humanidad en Corea del Norte, expresó escepticismo sobre la conveniencia del recurso a la Corte Penal Internacional.

En la lucha contra el terrorismo fundamentalista islámico también la Argentina dejó dudas, al haber cuestionado, con ironía en una sesión formal, los riesgos que dichos grupos confesionales armados suponen para la paz y la preservación del derecho internacional humanitario, en particular en Irak y Siria. También al haber desechado en su momento la tradición de presidir el órgano subsidiario del Consejo de Seguridad sobre terrorismo, resolución 1267 (1999). Cuando le correspondió a la Argentina la Presidencia del Consejo de Seguridad, los temas propuestos fueron, en gran medida, insustanciales u obvios como fue el caso de la consideración de una mayor cooperación entre Naciones Unidas y los organismos regionales y subregionales. Un tema que, por otro lado, ya había sido materia de extenso tratamiento previo y que terminó, en definitiva, constituyendo un calco de lo hecho anteriormente por Chile o China ¿Acaso no había otros temas en agenda más urgentes, incluso para el interés latinoamericano?

Tampoco la Argentina aprovechó la ocasión de Miembro No Permanente para fortalecer los criterios que hacen a la necesidad de urgente reforma del Consejo de Seguridad como podría haber sido instalar la idea de representación regional o de mayor coordinación bilateral con algunos países como, en cambio, impulsó con imaginación estratégica Néstor Kirchner con Brasil en la anterior oportunidad que se integró dicho órgano. La coordinación con Chile, que se sumó en el 2014, brilló por su ausencia. Algunas posiciones fueron incluso dispares.

A la cuestionable tendencia de matizar posiciones históricas de política exterior, se podría agregar una reciente versión preocupante del Palacio San Martín que indicaría que la Argentina presentaría en las próximas semanas la candidatura al Consejo de Seguridad para dentro de 15 años en lugar, como lo venía haciendo desde la constitución de las Naciones Unidas, de intervalos regulares de cada seis o siete años. De confirmarse dicha intención, sería una decisión lamentable que dejaría por un período prolongado a los próximos gobiernos sin una herramienta clave de política internacional. También afectaría muchas de las posibles estrategias futuras de Argentina en Naciones Unidas y en otros organismos especializados del sistema internacional. Es de esperar que los desatinos del comportamiento diplomático multilateral no lleguen a tanto.

Argentina no estuvo a la altura de las circunstancias

La Cumbre del Cambio Climático en Lima (COP20) esquiva el fracaso con un acuerdo débil para mantener viva las perspectivas y esperanzas en la Conferencia de Naciones Unidas (COP21) que, en diciembre del 2015, debería adoptar un acuerdo de reducción de gases efecto invernadero que sustituya al obsoleto Protocolo de Kioto. La disminución del calentamiento global no puede ser más apremiante, tal como lo advirtieron el Papa Francisco y el Secretario General de Naciones Unidas  por cuanto el aumento de las temperaturas puede producir a los largo del siglo efectos ambientales y humanitarios devastadores.

Sobre la base de lo acordado, todos los países deberán presentar compromisos individuales ante Naciones Unidas para octubre del 2015. Esto implicaría que cada uno debería empezar a trabajar en distintos frentes que incluye frenar la deforestación, aumentar el desarrollo de energías limpias o reducir el uso de combustibles fósiles. Más allá de  acciones concretas, la negociación del futuro tratado en Paris se ha convertido en una controversia económica y financiera que divide y enfrenta a grupos de países.

A diferencia del fracaso de hace cinco años en la Cumbre de Copenhague, la falta de resultados suficientes en Perú no es únicamente atribuible a la posición de Estados Unidos o de China, los dos países de mayor contaminación. En esta ocasión, en cambio, la responsabilidad estuvo más compartida en particular por parte de los que han utilizado la Conferencia de Naciones Unidas como tribuna de diferencias políticas o económicas.

La Argentina, el segundo país más contaminante de Sudamérica según el Banco Mundial, tampoco estuvo a la altura de las circunstancias. El discurso del vicepresidente Amado Boudou, como jefe de la delegación, ha sido desilusionante y parece ignorar que la Argentina tiene un grave problema  por el nivel de emisiones efecto invernadero. La intervención ha sido más de coqueteo político con algunos países en desarrollo que una presentación técnica y constructiva con miras a concluir un acuerdo jurídicamente vinculante. No hubo ninguna idea ambiental aprovechable.

No es entendible que la Argentina continúe con la tendencia de mirar para otro lado en lugar de insistir en la adopción de medidas, económicamente convenientes, de mitigación o adaptación. Tampoco que  en las negociaciones se mantenga asociada a planteos excesivamente rígidos, con un marcado énfasis político, como es el caso de Bolivia, Cuba, Nicaragua, Venezuela o, entre otros, Siria e Irán.

Asimismo, es poco serio que se pretenda escudar detrás de aquellos económicamente más limitados como Haití o algunos países africanos para eludir de contribuir en alguna medida a solucionar el problema global cuando es uno de los países en desarrollo con mayores volúmenes de emisiones por habitante como consecuencia, entre otros, que el 90% de la energía primaria que  consume proviene básicamente de hidrocarburos.

Es evidente que quienes más contaminan deberán asumir la carga principal como es el caso de Estados Unidos, China, India Japón y Rusia, que representan alrededor del 60% de las emisiones de carbono del mundo. Sin embargo, es igualmente obvio que ante la emergencia que enfrenta el planeta cada uno de los 195 países deberá asumir la cuota de responsabilidad que les corresponda.

Es penoso que, en una cuestión tan trascendental para la humanidad, la diplomacia de la Argentina siga en una vereda ambivalente. Le corresponderá al futuro gobierno, quizás en una de las primeras tareas diplomáticas en la Conferencia de Naciones Unidas en Paris, lidiar con la falta de coherencia de Argentina para dar respuesta a los desafíos del cambio climático. El tema no es menor ya que el 75% del territorio nacional enfrenta vulnerabilidades que requieren urgente atención y, consecuentemente, una actitud de mayor responsabilidad y compromiso para contribuir a alcanzar un acuerdo multilateral que reduzca los efectos del calentamiento global.

El objetivo social más urgente

El hambre en el mundo ha registrado una disminución aunque sigue siendo un problema muy grave y urgente que afecta a 842 millones de personas según el informe 2014 del Instituto Internacional de Investigación sobre la Alimentación de la FAO (IFPRI). El estudio destaca que uno de cada ocho habitantes del planeta ha padecido hambre crónica en el período 2011-1013. Las situaciones de hambruna más apremiantes y endémicas tienen lugar en Eritrea y Burundi con el 60% de la población en condiciones dramáticas.

En otros 14 países, mayoritariamente en África Subsahariana, la situación es considerada alarmante. Ese mismo calificativo lo obtuvo Haití con un aumento del 4,5% al 5,3% de personas que sufren hambre. Los cuadros de hambrunas más apremiantes se encuentran en África aunque el mayor número global de personas que padecen ese flagelo se ubica en Asia con 526 millones. Laos es el caso más serio.

El estudio de la FAO sobre Seguridad Alimentaria en el Mundo destaca que la situación del hambre y el acceso a alimentos proyecta una tendencia positiva para los próximos años. De hecho, sobre la base de distintas comprobaciones, afirma que el cuadro general ha mejorado de manera sensible en la última década. Cien millones de personas han dejado de padecer hambre, principalmente en África.

En América Latina 24 millones han superado esa condición aunque aún existen 37 millones que todavía enfrentan subalimentación crónica principalmente en Bolivia, Brasil y Haití. Las sequias también generan situaciones críticas en América Central, principalmente en Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador.

El informa del IFPRI señala que uno de los programas más exitosos para combatir el hambre ha tenido lugar en Brasil. La política “Hambre Cero”, lanzada en el 2003, ha logrado reducir la pobreza extrema en un 75%. La Argentina mantiene índices comparativos de los más alentadores de América Latina. Sin embargo, es lamentable comprobar que teniendo la capacidad potencial de alimentar a 400 millones de personas al producir el 1,61% de la carne y el 1,51% de los cereales que se consumen en el mundo, el 18% de los niños y adolescentes argentinos hayan experimentado inseguridad alimentaria en 2013. Diversos estudios especializados reflejan un panorama de subalimentación aún más crítico en distintas zonas del país. El capítulo La Basura del libro “Hambre” de Martin Caparros es por demás elocuente.

Más allá de la metodología empleada para determinar el número de la población que sufre el drama de la subalimentacion, la sola existencia en la Argentina de datos de hambre y desnutrición es un escándalo ético que es prioritario erradicar. Ningún objetivo social puede ser más urgente.

Preocupa a Obama el futuro del Reino Unido

La reciente visita del Presidente de Estados Unidos a Europa ha tenido un acento inédito al incursionar en algunas incógnitas sobre el futuro del Reino Unido. Por un lado, ha destacado insistentemente la importancia que reviste para Washington que el aliado histórico principal no deje de ser miembro pleno de la Unión Europea. Por otro, se mostró contrario a la independencia de Escocia que desmembraría una parte significativa de la Gran Bretaña conocida.

El énfasis pone de manifiesto la importancia que revisten ambas cuestiones en el pensamiento estratégico norteamericano. Ambos temas, que se resolverán por consulta popular, son percibidos como afectando la fortaleza y credibilidad de Londres como potencia europea y, en particular, el papel que ha ejercido de articulador pro americano en Europa. Ningún otro lo podría reemplazar con el mismo carácter, ni siquiera Francia.

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China expande sus vínculos en América Latina

China está expandiendo con una nueva vitalidad los vínculos con América Latina y el Caribe. El año pasado, el presidente Xi Jingping, en su primer viaje al hemisferio, visitó México, Trinidad y Tobago y Costa Rica. En enero se inauguró el Foro China-América Latina. En la actualidad el Canciller Wang Yi, como antesala de una nueva gira presidencial, realiza visitas a Cuba, Venezuela, Brasil y la Argentina.

La prioridad de China en la Alianza del Pacífico, con acuerdos de libre comercio con Chile, Perú y Costa Rica, se extiende al Mercosur, aunque dicho bloque le ha impuesto barreras arancelarias. Tanto Argentina como Brasil aspiran a que el intercambio comercial no se reduzca a materias primas y aspiran que incluya productos con valor agregado. El 72% de las exportaciones regionales a China son bienes primarios. Ello implica que solo el 12% de las exportaciones de América Latina a China incluyen productos de baja, media o alta tecnología.

El comercio entre China y América Latina se duplicó en la última década y en el 2013 alcanzó los 261 mil millones de dólares. China se ha convertido en el principal destino de las exportaciones del Brasil (19%), Perú, Chile y Venezuela. Para Argentina es el segundo mercado. Las principales adquisiciones, en términos de volúmenes, se concentran en el petróleo de Venezuela y Ecuador, cobre de Chile, mineral de hierro de Brasil y soja de Argentina.

El 13% de las inversiones chinas en el exterior han ido a América Latina. La asistencia financiera de Beijing es igualmente importante y ha superado largamente los préstamos otorgados por el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, en particular en la financiación de proyectos de infraestructura. En el período 2005-2013 ha efectuado desembolsos por más de cien mil millones de dólares, en particular a Venezuela como adelanto de compras de petróleo.

La Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe (CEPAL) ha proyectado que para el año 2016 China superará a la Unión Europea como socio comercial. En este contexto, los estímulos chinos para que la economía mantenga en el 2014 un crecimiento superior al 7%, suponen un respiro para América Latina.

En el campo cultural la agresividad China es igualmente importante. En los últimos años se han abierto 32  institutos Confucio en América Latina. La televisión estatal china tiene, desde el 2007, un canal en español. En el 2011 se inauguró una versión en castellano del People Daily. Todos síntomas que la presencia de China en América Latina, recién empieza.

Miradas cristalinas

El tratamiento de la cuestión de Crimea en Naciones Unidas ha divido aguas con un alcance que hace décadas no se percibía en los ámbitos multilaterales. Los distintos centros de poder conocen con mayor precisión en qué vereda se ubican los distintos países. La resolución aprobada por la Asamblea General es casi una radiografía. En contra de la acción de Rusia sobre Ucrania se han manifestado 100. A favor 11, de los cuales cinco son latinoamericanos. En el limbo de la abstención 58 (Argentina, Brasil, El Salvador y Uruguay) y 24 optaron por no participar en la votación.

De los quince miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, solo Rusia votó en contra con tres abstenciones (Argentina, China y Ruanda). Los restantes once integrantes lo hicieron a favor, que incluye a Chile.
El balance de muchos votos, por consideraciones geopolíticas, no sorprende salvo en el caso latinoamericano. Tampoco la abstención de Brasil por la prioridad estratégica que otorga a la integración a los BRICS y por ser próxima sede de una reunión Cumbre tras el mundial de futbol en la que participaría Vladimir Putin.

Los casos más llamativos han sido los de Argentina y Uruguay. Ninguno de los dos necesitaba, en principio, quedar tan en evidencia ya que el Mercosur votaba dividido (Paraguay a favor). En particular en una cuestión de principio en la que habían anunciado estar a favor. Montevideo podría haber decidido ser más consecuente con Rusia para compensar el favor a la Casa Blanca con la próxima recepción de cinco presos de Guantánamo. También para seguir los lineamientos de Brasilia.

La actitud más difícil de entender es la abstención de Argentina. Primero por haber votado a favor de una resolución básicamente idéntica en el Consejo de Seguridad. Segundo, por tratarse de argumentos que le vienen al dedo por Malvinas al ser un respaldo al principio de integridad territorial e imponer un límite al de la autodeterminación además de insistir en el dialogo político para la solución de controversias. Tercero, por necesitar un clima más propicio en algunas negociaciones urgentes como podría ser las del Club de Paris.

La duda es si la tendencia de Argentina de mirar al mundo de reojo, en lugar de hacerlo de frente, es lo más apropiado. Los ejemplos de Chile y otros países que hoy integran el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, parecerían aconsejar lo contrario y que la contribución a la compleja realidad del mundo se asume con actitudes responsables y miradas cristalinas.