Estados Unidos ha iniciado una nueva etapa en las relaciones hemisféricas que previsiblemente tendrá influencia en el correr de la década y más allá de los resultados electorales de noviembre del 2016. Es probable que la reciente visita del Presidente de Estados Unidos a Cuba represente, entre otras cuestiones sustantivas, la vuelta de Washington al panamericanismo. También el viaje oficial presidencial a la Argentina reflejaría síntomas de la dimensión renovada de la política exterior norteamericana para la región. Ese enfoque coincide con una Argentina que se abre al mundo con responsabilidad, dejando de lado visiones concentradas en consideraciones poco efectivas en el siglo XXI.
Establecer una relación diplomática seria y madura con Estados Unidos es un punto de partida importante en términos bilaterales como regionales y globales. También que ese criterio guie el accionar diplomático con otros Estados igualmente significativos. La globalización obliga a comportamientos diplomáticos amplios y no excluyentes que respondan a una realidad internacional en permanente estado de trasformación.
La perspectiva de generar una nueva atmósfera entre Washington y Buenos Aires plantea, en definitiva, la voluntad reciproca de encarar el vínculo con una actitud constructiva tendiente a considerar con inteligencia diplomática la asimetría de percepciones y, al mismo tiempo, el complejo abanico de las relaciones bilaterales. También en lo que hace a la región y al mundo.
Existen valores compartidos que facilitan que el relacionamiento con Estados Unidos tenga solidez y permanencia en el tiempo. La democracia, los derechos humanos y la importancia que reviste el pleno ejercicio de las libertades individuales, son un ejemplo. También en términos de estabilidad internacional, en particular en lo que hace a la lucha contra el terrorismo internacional, el narcotráfico y, entre otros, la no proliferación de las armas nucleares y otras armas de destrucción masiva.
Una Argentina que pretende recuperar su ubicación diplomática conforme a la dimensión geográfica que representa, es también del interés norteamericano. Que el séptimo país más grande del planeta esté dispuesto a asumir la responsabilidad que le corresponde a su amplio territorio, marítimo y continental, tiene significación estratégica. En ese contexto, es probable que la visita del Presidente Obama represente la reactivación de mecanismos de consulta diplomática entre Washington y Buenos Aire en distintas áreas tanto de temas bilaterales como regionales y globales.
Era hora que ocurriese. En el mundo actual es beneficioso ampliar la capacidad de dialogo con todas las potencias principales. Es auspicioso que la Argentina haya empezado a ampliar el horizonte de oportunidades para afirmar y ampliar su relacionamiento externo. El interés nacional, público y privado, lo venía reclamando.