La elección del domingo tuvo varios ganadores y, por supuesto, importantes derrotados. Mauricio Macri, María Eugenia Vidal, el mismo Sergio Massa pueden adjudicarse diferentes triunfos. Del otro lado, Cristina Kirchner, Daniel Scioli y Aníbal Fernández encarnan claramente la cara de la derrota. Sin embargo, hubo un ganador que los ha trascendido a todos, y es quizás el gran responsable del triunfo de quienes a la postre resultaron victoriosos. Esta vez no fueron los estrategas, ni los grandes analistas, mucho menos las encuestas, quienes definieron la elección.
El responsable del resultado del domingo se llama Tucumán. La resistencia estoica del pueblo tucumano al fraude electoral en su provincia, puesta de manifiesto en todos esos días y sus noches de autoconvocatoria en la plaza Independencia, fue la bisagra que marcó un antes y un después en el control del escrutinio. Lamentablemente, no les alcanzó a los hermanos tucumanos para evitar lo sucedido en aquella elección a gobernador de su provincia. Se podría decir que sufrir ese resultado fue el costo que hubo —en rigor, que tuvieron— que pagar para que no se continuara con la cultura del fraude que marcó la mecánica del sufragio en todos estos últimos años en nuestro país. Continuar leyendo