¿Hay tres opciones progresistas?

A una semana de las elecciones presidenciales, la estrategia de los candidatos del Frente para la Victoria y de Cambiemos busca convencernos, a través de diversos artilugios discursivos o mediáticos, de que a los ciudadanos que soñamos con un país con igualdad de oportunidades, transparencia institucional y pleno goce de derechos no nos queda otra opción que elegir entre: “El relato de la década ganada” o “La hora del cambio republicano”.

Si por un momento creyéramos legítima esta dicotomía, aquellos que defendemos la educación pública y laica porque es una causa nacional tendríamos que optar entre dos candidatos que se formaron en universidades privadas, que comulgaron con el arancelamiento y las restricciones al ingreso en las universidades nacionales y que apoyaron la ley de educación superior menemista, que intentó desarticular y vaciar la educación pública.

Si los progresistas debiéramos optar por el mal menor, como insinúan, nos veríamos obligados a elegir entre dos candidatos que nacieron y crecieron en familias ricas y privilegiadas, que fueron firmes impulsores de las reformas neoliberales de los noventa, las mismas que destruyeron a la industria nacional y dejaron una herencia de pobreza estructural que aún se sostiene en torno al 30% de la población. Continuar leyendo

Lo que se juega en el ballottage del domingo

Las democracias de occidente han ido variando en los últimos años sus sistemas electorales para resolver diferentes situaciones que los viejos sistemas no contemplaban. Entre estos factores podemos mencionar la crisis de los partidos políticos históricos y la consecuente emergencia de nuevas fuerzas, la inclusión de minorías en la representación parlamentaria, la gobernabilidad cuando se producen escenarios de fuerte dispersión de las opciones que toma la ciudadanía, o la representación de regiones alejadas de los centros de poder.

Lo que se busca en el fondo con estas reformas es estabilizar los sistemas democráticos independientemente de los vaivenes económicos o sociales que atraviesan a las sociedades nacionales o locales.

En la moderna Constitución de la ciudad de Buenos Aires, a diferencia de la mayoría de los distritos provinciales del país, se contempla la figura del ballottage para resolver quién debe ocupar la Jefatura de Gobierno y la regla es que quien sea jefe de Gobierno debe recibir al menos la mitad más uno de los votos del total de los electores. Está claro que el objetivo de esta normativa es que quien conduzca el Poder Ejecutivo de la ciudad empiece su gestión con un amplio, aunque relativo, apoyo ciudadano. La primera opción de los votantes ya está reflejada en la composición de la legislatura porteña. Continuar leyendo