Década sin herederos pero con secuelas

El problema es la hipocresía, hija pródiga de la cobardía y el cálculo.

“Muy bien, señores. El que esté con esos intereses se saca la camiseta peronista y se va”, dijo Juan Domingo Perón a los diputados de la Juventud Peronista en 1974.

Treinta años después esa juventud creyó que llegaba su oportunidad de ejercer el poder. Pero accedió al Gobierno traccionada por un peronismo ocasional. Porque el modelo kirchnerista de poder, a falta de sustancia propia, se inoculó las consignas del “entrismo” y las usó para justificar ideológicamente su proyecto familiar de matriz económica.

Terminada la gestión kirchnerista, aquella vieja juventud que pretendió corregir los éxitos de Perón se va del poder sin herencia ni transferencia de autoridad, subsumida en un peronismo que la eyecta nuevamente. Una década de pura espuma.

El kirchnerismo usó sin convicción las banderas de una corriente política que hace 40 años quiso usar al peronismo sin compartir su doctrina. Era la fórmula perfecta de la nada y fue un éxito. Continuar leyendo

Buitres: una nueva épica a costa de la Argentina

Está claro que el Gobierno Nacional no va a permitir que La Argentina gane si él no puede ganar.

Si no puede mostrar una victoria, se encargará al menos de que nadie más pueda, ni siquiera el país. La victoria será solo para sus enemigos a la carta, porque eso habilita al oficialismo a exhibir una derrota épica.

Metido por su propia decisión arrogante en una restructuración de deuda vendida por ellos mismos como “la más exitosa de la historia”, prefirió la soberbia a la habilidad y quedó entrampado en una red de cláusulas y slogans. Quizá comprando el discurso que él mismo vende para consumo interno, pensó que el conflicto era solo entre La Argentina y los buitres sin ver en qué maraña de intereses geopolíticos metía al país como excusa.

Si, como dijo la Sra. Presidente, hay que buscar otro nombre que no sea default para la situación argentina frente a sus compromisos financieros externos, propongo la palabra boicot.

Un boicot desde el propio gobierno nacional a cualquier solución del conflicto que no pasara por sus manos o que no le permitiera mostrar una victoria en la barricada imaginaria, esa  ficción de gesta detrás de la que el oficialismo suele parapetar su impericia (por ser módicos).

Boicot ha sido la insania de volver a  de ofrecer a último momento y como opción salvadora las mismas condiciones que fueron rechazadas desde el principio y que derivaron en el juicio y en la sentencia firme que desestima, justamente, esa oferta salvadora.

Boicot ha sido que a lo largo de toda la negociación las primeras figuras del Ejecutivo Nacional se comportaran públicamente y desde atriles oficiales como militantes en pleno fervor, agitando rabias contra esos buitres con los que nuestros abogados tenían que negociar.

Boicot ha sido la presencia del ministro de Economía en la reunión final y su discurso que empieza con la palabra “buitres” mientras se desarrollaban gestiones entre privados para destrabar el problema.

Boicot ha sido la contradicción de un Ejecutivo dudosamente orgulloso de ser un pagador serial mientras insistió con solicitadas, retóricas, idas, vueltas, llegadas tarde, amenazas y promesas.

¿Puede el Gobierno Nacional explicar sin la palabra boicot por qué todo el tiempo hizo pública su “estrategia de negociación” judicial? ¿Mentía para consumo interno o estaba avivando el avispero?

Al gobierno nacional le sirve que el país descienda al nivel de los holdouts porque al oficialismo no le conviene perder al Gran Enemigo Externo a esta altura. Ya en retirada y con tropa dispersa, no le quedan enemigos internos más o menos serios. En estas escenas finales, el Gobierno ha perdido el fundamento de su dinámica y no encuentra en su gestión hechos trascendentes que inflamen el pecho de su militancia. Forzado por la realidad y estafado por su propia ingenuidad, después de arriar todas sus banderas ante Repsol y el Club de París (inútilmente), ya no convoca. Un modelo de conducción basado en épicas efímeras y consecutivas a falta de sustancia, necesita mejorar al menos la sustancia de sus enemigos.

El oficialismo fue capaz de perder a propósito al solo efecto de ser una víctima. El gobierno sin enemigos usa al patrimonio nacional como señuelo de campaña y como bomba para su reemplazo. 

En las circunstancias políticas actuales, no se explica el silencio de la oposición parlamentaria y de los “presidenciables”. No se explica por qué, tratándose de una política de Estado, el Congreso de la Nación no pide que el Ejecutivo le devuelva la facultad de negociar la deuda pública y por qué el Ejecutivo, con tanta “voluntad de diálogo”, no la ofrece.

No puede ser sano que la oposición se siente a mirar como el oficialismo juega a la “gallina” mientras acelera de frente para ver quién se corre primero. Aunque el Ejecutivo ya tenga decidido dar un volantazo a último momento o no, el juego mismo es una pérdida irrecuperable de dignidad.

Hoy la prioridad de la política es evitar que CFK encuentre su nueva épica a costas de la Argentina.

No entrar en la lista

El Senado acaba de aprobar la ley de inmunidad recíproca para bancos centrales internacionales y, por su generosa amplitud, los activos de los bancos centrales extranjeros pueden quedar fuera de la jurisdicción de la Justicia argentina.

La primera duda que surge es qué tipo de reciprocidad puede existir respecto de inmunidad entre bancos centrales tan desproporcionadamente desiguales como el argentino y, digamos, el chino.

Pero con esta ley el ejecutivo da muestras de coherencia en varios aspectos.

El primer lugar lo ocupa la urgencia internacional con la que el Ejecutivo “corre” a nuestro parlamento. Ahí está, fresco aún, el apuro oficial por aprobar el Memorándum de Entendimiento con Irán por la causa AMIA. De ese apuro solo ha quedado un enorme papelón geopolítico. El único resultado visible de ese acuerdo parece haber sido que EE.UU. logró correr un poco a Irán del centro del Eje del Mal e Irán logra un socio de buenas perspectivas para sus relaciones con el vecino Irak. Mientras, nuestra Justicia y nuestro Poder Legislativo solo pueden exhibir el orgullo de haber sido una útil profilaxis.

En segundo lugar, el gobierno nacional vuelve a manejar la legislación argentina como si fuera una solicitada de buena voluntad unilateral. Esta ley establece que esa inmunidad se prevé recíproca, es decir, que gozarán de ella los bancos centrales que también la otorguen al nuestro. Pero, ¿podemos imaginar a Brasil legislando para excluir a su Poder Judicial como jurisdicción válida?

En tercer puesto, cumple con su línea histórica al vaciar de autoridad al Poder Judicial de la Nación. Pensemos en las facultades otorgadas al ex juez español Baltasar Garzón para investigar el desempeño de nuestros tribunales en juicios por crímenes durante la última dictadura.

Algunas incoherencias abonan la incredulidad

Con la ley de inmunidad, la Justicia argentina solo puede actuar en caso de que el banco extranjero tenga una “actividad ajena a sus funciones”. Pero, claro, el problema está en distinguir cuándo actúa fuera de sus funciones sin una investigación judicial previa. Esto recuerda, como un gemelo a otro, la normativa internacional por la “transparencia financiera” según la cual solo se puede pedir información bancaria de un paraíso fiscal si se conoce de antemano… la información que se solicita. Esta similitud abona un sub ítem de coherencia gubernamental: el tratado Chevón-YPF lo firmaron empresas desprendidas de éstas pero radicadas en sendos paraísos fiscales y, claro, con jurisdicción en esos mismos Estados ante cualquier conflicto, con esta manía ornitológica de andar alimentando pichones de buitre.

Por la ley aprobada los bancos centrales extranjeros que adscriban a sus normativas, tienen la “autoridad” de auto excluirse de sus beneficios por tratados, acuerdos o declaraciones explícitas sobre causas previas. Es decir que aprobamos una ley que les da a bancos centrales extranjeros la facultar de no ser alcanzados por ella. ¿Y si la reciprocidad llega hasta ese punto, de qué nos serviría tal cláusula si el fin casi confeso de esta ley es proteger de embargos los activos del Banco Central Argentino en el exterior? Bastaría con que un banco central se excluyera (digamos nuevamente chino), para que los activos argentinos en ese país corrieran la suerte judicial que otro país quisiera (por ejemplo el socio chino, EE.UU.).

Viendo en perspectiva la “coherencia” entre esta ley con otros desastres internacionales, su apurado tratamiento y las recientes “casi promesas” sobre nuestra inclusión internacional, uno puede pensar que si la Ley de Inmunidad Recíproca para Bancos Centrales Extranjeros fuera la llave de entrada al BRICS, por esta puerta trasera entrarían China y Rusia.

O peor, constatar que una vez aprobada la ley, Brasil y Rusia ponen en duda el ingreso argentino a los BRICS. “No está en agenda”, dicen. “No ha entrado en la lista” le decían a Fierro en el fuerte de frontera.

La diplomacia nacional en la era K parece consistir en dos pilares: pagar y tropezarnos con los pantalones en los tobillos. En un Mundial de diplomacia, seríamos la pelota. Para colmo, una pelota que nadie parece estar dispuesto a patear, siquiera.