La Argentina paralizada

La dirigencia política oficialista y opositora ha desvirtuado el espíritu del proceso electoral en la Argentina y, lejos de desarrollarlo como una expresión de la democracia, lo ha convertido en un salvavidas de plomo que, durante el 2015, no hizo más que paralizar a un país que tiene muchos problemas aún por resolver.

Los argentinos han quedado presos de una contienda electoral necesaria -porque está en juego no sólo la Presidencia de la Nación sino las autoridades provinciales, la mitad del Congreso Nacional, además de las Legislaturas provinciales- pero totalmente innecesaria de la manera en que se lleva a cabo: una campaña interminable que ocupa las tres cuartas partes del año mientras que, el resto de lo que queda del 2015, se irá con la asunción de los nuevos funcionarios.

Oficialistas y opositores han diseñado las elecciones nacionales y distritales según su conveniencia política, sin tener en cuenta a los ciudadanos.

Planteada a los largo de todo el 2015, con inicio formal en abril con las PASO en la provincia de Salta y con elecciones desdobladas en distritos importantes como Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Ciudad de Buenos Aires, hace siete meses que de lo único que se habla es de la campaña, elecciones y candidatos.

El problema reside en que sólo el “micromundo” de la política y de la prensa especializada se alimenta de cada palabra y de cada paso que dan los candidatos. “La gente”, entiéndase como la gran mayoría de la sociedad, no sigue el minuto a minuto de las actividades proselitistas y, por el contrario, observa cómo sus problemas no son solucionados por nadie.

No es ninguna revelación señalar que el Congreso de la Nación está prácticamente paralizado este año porque sus integrantes, muchos de ellos candidatos, han estado haciendo proselitismo en sus respectivas provincias. Si hubo alguna sesión, en modo alguno tuvo que ver con resolver algún problema de fondo que aqueja a la sociedad.

En campaña, los políticos -sean autoridades del gobierno nacional, de las administraciones provinciales o dirigentes opositores- no quieren dar ningún paso en falso que termine afectando el resultado electoral. En esa lógica, es “mejor no hacer nada” o “hacer lo que no tenga ningún riesgo de un efecto negativo” en la imagen de un candidato presidencial o de una fuerza política.

¿Qué consenso puede haber entre fuerzas políticas en medio de una campaña donde debe haber confrontación? ¿Un año no es mucho tiempo para congelar decisiones y soluciones en un país como la Argentina?¿No hay problemas económicos, de salud, educación, inseguridad, medio ambiente, institucionales que solucionar de manera urgente? El país está parado.

Realmente, los representantes del Gobierno nacional, los mandatarios provinciales, oficialistas y opositores congregados en las Legislaturas provinciales y en el Congreso Nacional debieran hacer una fuerte autocrítica acerca del desdoblamiento de las elecciones, motivados en todos los casos por intereses partidarios y sectoriales pero no en el interés de la comunidad.

¿Cuántos millones de pesos le hubiera ahorrado la política a la gente si se unificaban todas las elecciones?¿Cuántas cosas se podría haber hecho con ese dinero? Pero la fiesta sigue.

Y como si la campaña no fuera exageradamente extensa, los dirigentes de todos los colores políticos violan las normas que no permiten mezclar gestión con proselitismo, mientras que los plazos que fija la ley electoral acerca de cuándo empieza la campaña y cuándo termina no los cumple nadie.

Ejemplo. Formalmente, la campaña presidencial luego de la supuesta interrupción desde el 9 de agosto –día de las PASO- se reinició el 20 de setiembre. Falso. En verdad, la campaña nunca se detuvo.

Por si algo faltara, luego que el 25 de octubre en primera vuelta o el 25 de noviembre en ballottage se elija al próximo Presidente, el país continuará paralizado porque comienza el periodo de transición, de traspaso de mando que se concreta el 10 de diciembre.

Claro, y el 10 de diciembre, el nuevo gobierno tiene que tomar funciones, acomodarse, designar a los funcionarios del gabinete nacional pero también a los de segunda, tercera y séptima línea.

Y el 2015 concluirá como el año en que un país fue vaciado de decisiones, carente de alguna de las tantas soluciones que se requieren y, literalmente, inactivo, por la campaña electoral. Eso sí, con gobierno nuevo.

Cristina y Scioli, rivales en campaña

“Daniel Scioli es el mejor candidato para gobernar este país a partir de diciembre”, Cristina Fernández.

La frase nunca existió y, paradójicamente, hasta parece increíble que la Presidenta de la Nación pueda hacerla propia alguna vez, al menos de aquí hasta el 25 de octubre próximo, día de la elección general.

¿Por qué es poco factible que Cristina diga eso de Scioli? Se trata de la jefa de un proyecto, cabeza de una fuerza inexpugnable como el peronismo, que debería salir a defender, con uñas y dientes, y promover, con plenas convicciones a su candidato, su delfín.

Pero no. El larguísimo y errático discurso presidencial del jueves pasado dejó en evidencia que Cristina Fernández compite con Scioli, no lo considera ni su heredero ni su prolongación en el poder.

Días atrás, Scioli viajó a Tucumán para respaldar al por entonces candidato a gobernador por el oficiallismo, Juan Manzur, haciendo gala de un peronismo tradicional, pocas veces ejercido por Néstor y Cristina Kirchner.

“Manzur es el mejor candidato para gobernar Tucumán. Es el más preparado y la garantía para cuidar lo logrado”, exclamó Scioli del candidato, anoche, ganador de las elecciones provinciales. ¿Si Scioli dijo eso de “su” candidato, por qué Cristina no hace lo mismo con “su” candidato, Daniel Scioli?

En algún momento, experimentados dirigentes peronistas avalaban que la Presidenta no encumbrara a Scioli, porque eso significaría trasladarle por anticipado todo el poder, ante la posibilidad que llegue a la Casa Rosada, y autovaciándose de poder ella. Comprensible, en lenguaje político.

El libro “La silla del Aguila”, del mexicano Carlos Fuentes, le dedica un tramo importante de esa obra obligada del mundo político a describir cómo el poder puede escurrirse de las manos de un Presidente en el momento en que designa a su “delfín”, a su “sucesor”.

Ahora bien. Tras unas PASO en la que Scioli aventajó por 9 puntos al frente Cambiemos, que lleva como candidato a Mauricio Macri, lo cual si se repite significa un ballottage entre ambos y un futuro incierto para el peronismo-kirchnerismo, y faltando apenas dos meses para las elecciones presidenciales, ¿cuándo se supone que Cristina entronizará a Scioli? Quizás, nunca.

No sólo no defendió ni ordenó salir a defender a su candidato cuando la oposición aprovechó el error de Scioli  de viajar a Italia en medio de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires para atacarlo por todos los flancos, sino que ni siquiera enarbolo el “triunfo” de las PASO llamando a profundizar la tendencia y ganar en primera vuelta, sino que además, sigue gobernando como si su mandato no se terminara en diciembre.

¿O acaso el proyecto de ley que la Presidenta envía al Congreso para prohibir la venta de las acciones del Estado en las empresas energéticas y de servicios públicos, salvo que haya una aprobación de los dos tercios del Poder Legislativo, fue consensuado con Scioli? De ninguna manera.

El compañero de fórmula de Scioli, Carlos Zannini, también dejó en claro que responde a la Presidenta y no al candidato presidencial del Frente para la Victoria. De otra manera no podría explicarse su desaparición en medio de la lógica embestida opositora contra el gobernador bonaerense. ¿Por qué Zannini no salió a poner la cara por Scioli?

Todos estos interrogantes responden, ni mas ni menos, a que Cristina Fernández comete en plena campaña el sincericidio de dejar en claro que Scioli es su candidato por conveniencia, para intentar la supervivencia del kirchnerismo como tal. No por otra cosa.

No obstante, el PJ –gobernadores e intendentes- ya están alineados detrás de Scioli, tenga un perfil ultrakirchnerista o peronista ortodoxo. Como dijo alguna vez el intendente de Tres de Febrero, Hugo Curto, cuando en una reunión privada Florencio Randazzo, por entonces precandidato presidencial, comenzó a hablar loas del modelo y de la necesidad de fortalecer el proyecto nacional y popular: “Florencio, de qué proyecto me hablás, nosotros queremos ganar las elecciones”.

Sin embargo, no es casual que Scioli haya mantenido en los últimos días una maratón de reuniones con intendentes bonaerenses, luego de advertir que en muchos municipios, los jefes comunales obtuvieron mas votos que el candidato presidencial.

En el inicio del año electoral, se esperaba que quien traccionara votos para las arcas de los candidatos a gobernador bonaerense e intendentes fuera Scioli y no al revés. ¿Qué sucedió en el medio? Lo que en un principio pareció ser la “unidad” finalmente entre el PJ tradicional y el kirchnerismo gobernante, no es tan así.

¿Jugarán los intendentes para sí, dejando de lado al candidato presidencial? No parece lógico, aunque ese fue el reflejo de las PASO.

La máxima conductora del kichnerismo, Cristina, hasta ahora ha dado muestras que con el sciolismo tiene apenas algunas cosas en común. Por eso no fue casual que el búnker de Scioli en la noche del “triunfo” en las PASO, en el Luna Park, no contara con el colorido festejo de La Cámpora, sino más bien con dirigentes y militantes K, mezclados con Moria Casán.

La campaña vacía

A 28 días de las elecciones primarias, ¿es posible que la Argentina llegue a elegir a un Presidente que no se sepa qué va a hacer con los principales problemas que aquejan a los argentinos, como la inseguridad, el desempleo, el narcotráfico o la corrupción?

Daniel Scioli (Frente para la Victoria) no explica cómo va a erradicar el narcotráfico que ha crecido peligrosamente en la Argentina al decir del propio Papa Francisco ni tampoco cuál va a ser su política exterior; Mauricio Macri (PRO) no dice de qué manera va a erradicar el cepo cambiario y la inflación tan rápidamente como alguna vez sugirió ni tampoco cuáles serán sus primeras medidas para luchar contra la inseguridad.

A cuatro semanas de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), que definirá cuántos votos tiene el oficialismo y cuántos la oposición, el electorado votará a ciegas en lo que a propuestas se refiere. La mayoría votará, en cambio, sensaciones, suposiciones, interpretaciones o fantasías sobre la vida o apariencia de uno u otro candidato a la Casa Rosada, pero nadie sabe qué harán si llegan al máximo poder político de la Argentina.

La polarización de la elección presidencial 2015 muestra a los dos protagonistas vacíos de propuestas, no porque nos las tengan, sino porque es “políticamente incorrecto” desde el punto de vista de la estrategia diseñada por los equipos de campaña, explicar cómo solucionarán los problemas que aquejan a los argentinos.

Apenas hubo algún cruce entre Scioli y Macri en torno a la continuidad o no de políticas del kirchnerismo como la estatización de YPF, de Aerolíneas Argentinas y de los fondos de la Anses, así como la Asignación Universal por Hijo (AUH), los planes sociales, el programa Fútbol para Todos (FPT) o la planta de Estado Nacional.

Mientras, el resto de los candidatos que corren detrás como Sergio Massa y José Manuel de la Sota de Una Nueva Alternativa (UNA), o Margarita Stolbizer (Progresistas), son lo que mas propuestas plantean en torno a la Educación, la Salud, la Seguridad con la reforma del Código Penal o el ataque a la corrupción.

Está claro que la necesidad de captar votos y de meterse en la pelea presidencial los obliga a Massa, De la Sota y Stolbizer a especular menor, porque es mucho mas lo que tienen para perder.

Hasta el momento, la campaña preelectoral estuvo caracterizado por un falso dilema: “continuidad”, el kirchnerismo, o “cambio”, el macrismo. ¿Por qué es falsa? Porque ni Scioli representa la plena continuidad del proyecto kirchnerista ni Macri cambiará todo lo actuado hasta ahora, sobre todo cuando se habla de planes sociales como la AUH, o algunas estatizaciones como los fondos de la Anses, Aerolíneas e YPF.

Suena bien el slogan la “continuidad” versus el “cambio”, pero todo es superfluo como los argumentos con los que hasta ahora cuentan los votantes para elegir por uno u otro candidato.

El gurú de Macri, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, le ha aconsejado a su candidato a principio del año, cuando el actual Jefe de gobierno porteó se había comprometido a eliminar impuestos y a acabar con la inflación y el cepo cambiario inmediatamente, ahorrarse las propuestas.

Durán Barba hizo hincapié en las elecciones brasileñas en las que asesoró a Marina Silva y puso cómo ejemplo qué ella planteó una serie de propuestas de gobierno que fueron muy criticadas por lo que debió poner sus energías en aclararlas y terminó desgastándose y diluyendo sus posibilidades electorales. Macri le hizo caso.

Lo de Scioli tiene otro perfil porque tratándose del candidato del gobierno, el electorado sabe qué hizo y qué no hizo el kirchnerismo en estos 12 años como para avalarlo o no. Sí está claro que el actual gobernador bonaerense debería estar preocupado por atraer el voto de los argentinos que consideran que el Frente para la Victoria no hizo suficiente para combatir el narcotráfico, la inseguridad, la inflación y la falta de energía. Pero de eso no se habla.

Es de esperar que para octubre, la sociedad esté votando programas de gobierno, además de nombres, pero tal vez sea demasiado tarde. El voto “a ciegas” que emitirá el 9 de agosto próximo, seguramente posicionará al candidato oficialista y a un rival opositor –posiblemente Macri, si es que Massa no da una sorpresa- y serán ellos dos los que concentren, sin haberse comprometido a mejorar nada de la Argentina que viene, el voto de octubre.

Scioli y Macri van por los “ni”

A sólo cuatro meses de las elecciones presidenciales de octubre, que marcarán el principio del fin de la era Kirchner para dar lugar a otro apellido como ilustre habitante de la Casa Rosada, el escenario electoral se encuentra claramente polarizado entre Daniel Scioli y Mauricio Macri.

Si se toma al total de los votantes a nivel nacional como si fuera un torta, en términos de elección presidencial la percepción sería la de “tres tercios”: un tercio kirchnerista, un tercio antikirchnerista y un tercer tercio “ni”.

En ese tercio están centradas las expectativas electorales tanto de Scioli como de Macri, o sea del Frente para la Victoria y del frente Cambiemos.

La decisión de la presidenta Cristina Fernández de competir en las elecciones generales con la fórmula Scioli-Carlos Zannini obligó al PRO a jugarse por una fórmula pura, como la compuesta por Macri-Gabriela Michetti.

Mientras que para el peronismo, la decisión de Cristina es acertada y lo que hace es, por primera vez en mucho tiempo, mostrar “unidad” entre el PJ y el kirchnerismo, para el PRO esa movida los beneficia. Ambos sectores piensan lo mismo: planteado con esos nombres y de esa manera, queda mas que claro quién es la “continuidad” y quién es el “cambio”. Lo que no queda para nada claro es qué quiere la sociedad.

¿Es real que ese tercio “ni” quiere realmente un cambio?¿O en verdad quiere continuar con las mismas políticas, pero con algunos cambios de estilo? Hay dudas. La mayoría de las encuestas describen a ese segmento “ni” como quienes consideran que el Gobierno hizo muchas cosas bien pero cometió errores; que hizo mal las cosas aunque tuvo algunos aciertos; que prefiere cierta continuidad con algunas correcciones; que opta por cambios aunque manteniendo algunas políticas.

Lo concreto es que, faltando apenas 40 días para las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), los dos principales candidatos ya fueron elegidos de antemano y sólo se expondrán a una suerte de “gran encuesta vinculante” en la que sabrán, Scioli y Macri, con cuantos votos cuenta cada uno.

Scioli no presentará rivales, será candidato único, por lo cual los votos que tendrá serán los del FPV; en tanto Macri disputará una interna con Ernesto Sanz (UCR) y con Elisa Carrió (Coalición Cívica) por lo que los votos que obtenga serán menos que los que obtendrá el frente Cambiemos. Por eso, en caso que Scioli obtenga mas votos que Macri, la diferencia podría ser mucho mayor, teniendo en cuenta que el postulante del PRO divide votos. Pero si quien saca mas votos es Macri que Scioli, el jefe de Gobierno porteño tendrá mas para crecer habida cuenta que habría que añadirle los votos conseguidos por Sanz y Carrió. En uno u otro escenario, para el debate posterior quedarán las especulaciones en el sentido de si los votos radicales y de la Coalición se encolumnarán detrás de Macri o no, dada la volatilidad del sufragio.

En la pelea por el tercer lugar han quedado los precandidatos de Una Nueva Alternativa (UNA) José Manuel de la Sota y Sergio Massa, así como la candidata de Progresistas, Margarita Stolbizer. La perspectiva de esos dos sectores podría llegar a ser “testimonial” si Scioli y Macri confirman una polarización contundente en las PASO. Ahora bien, si uno de ellos se impone por mas de cinco o seis puntos sobre el otro, esos dos sectores mas los votos de otros postulantes como Adolfo Rodríguez Saá, pasarán a convertirse en la presa a cazar por el kirchnerismo y el macrismo para triunfar en primera vuelta en octubre.

Las próximas elecciones en la Ciudad de Buenos Aires y en Córdoba son importantes para los habitantes de ambos distritos. Pueden incluso llevar cierto optimismo a los competidores nacionales pero en nada influirán a la hora de las internas presidenciales de Agosto.

Allí el votante dejará de lado el “chip provincial” utilizado en los comicios locales de Mendoza, Santa Fe, Córdoba y Capital Federal (aproximadamente el 23 por ciento del padrón nacional) para colocarse el “chip nacional” y echar mano a otra u otras variables para elegir al próximo presidente.

Macri arrancó primero en la campaña

“Hoy Mauricio empezó realmente la campaña presidencial y arrancó en punta”, reflexionó un encumbrado asesor macrista, en medio del alborotado festejo del PRO en Costa Salguero.

Macri golpeó primero en esta disputa de a tres por el sillón de Rivadavia que han propuesto junto a Daniel Scioli (FPV) y Sergio Massa (FR) y que tendrá su primera final en Agosto, con las PASO de los postulantes presidenciales y la segunda en octubre, en las elecciones generales.

Macri aprobó la última materia que le faltaba para recibirse como el líder del PRO: la de imponer un candidato y que este triunfe, pese a que a primera vista Horacio Rodríguez Larreta corría muy detrás de Gabriela Michetti.

“No tenía otra salida que apostar a Horacio, no solo porque es la continuidad sino porque Gabriela proponía un neomacrismo peligroso”, sostiene un funcionario del gabinete de la Ciudad, para justificar que Macri haya apostado públicamente por Rodríguez Larreta en detrimento de Michetti.

Con la resolución de la interna del PRO en la Ciudad a su favor, Macri termina con una serie de problemas hacia dentro, que también comprendían a la provincia de Córdoba, donde el viernes pasado consiguió presentar la fórmula a la gobernación que pretendía: el radical Oscar Aguad, acompañado por el macrista Héctor Baldassi. A ello se suma Luis Juez candidato a senador y Ramón Mestre, que irá por la reelección de la intendencia de la capital cordobesa.

Con la Ciudad y Córdoba resueltas; Santa Fe encaminado con su candidato Miguel del Sel, si es que el escrutinio final no da ninguna sorpresa de mal gusto; y Mendoza casi ganado junto a los socios radicales que llevan a Alfredo Cornejo a la gobernación, Macri se liberó de los problemas internos para encarar la campaña presidencial. Y lo hizo nada menos que con un volumen de votos en la Ciudad, apenas unos puntos por debajo de un triunfo en primera vuelta el 5 de julio próximo.

Podría decirse que, en el primer tramo de la maratón que tiene como meta la Casa Rosada, Macri terminó primero.

Tras asimilar el aforismo político de que “a veces hay que tragarse algunos sapos”, Scioli puso el rostro para acompañar a Mariano Recalde, a quien algunos funcionarios como Aníbal Fernández sindicaron como el joven que había logrado recuperar el segundo lugar en la ciudad para el Frente para la Victoria, cuando en realidad el kirchnerismo salió tercero.

Pero el problema del kirchnerismo no muere en un festejo demasiado anticipado. El problema de las huestes de Cristina Fernández es que es probable que el 19 por ciento obtenido por el partido sea el techo y que nadie de otra fuerza traslade sus votos a Recalde.

La perspectiva de ECO, en cambio, es que Martín Lousteau puede seguir creciendo a expensas del voto de Gabriela Michetti, por ejemplo. Aunque con repetir la performance de ayer, Lousteau estaría compitiendo en un ballottage con un ganador casi seguro, más allá de la diferencia de votos, como Rodríguez Larreta.

Mientras, el otro presidenciable, Massa, dejó en soledad a su candidato, Guillermo Nielsen, que no alcanzó el 1,5 por ciento de los votos, y negó al candidato presidencial del Frente Renovador de un delfín en la Ciudad. Para colmo, Massa había apostado su poco capital porteño a que Michetti le ganara a Rodríguez Larreta y así socavar la candidatura de Macri. Tampoco ese ardid le salió bien.

Lousteau y Zamora, dos agradables sorpresas

Con su segundo lugar, Lousteau dio la primera sorpresa. Basó su campaña en la discusión y la crítica constructiva con el PRO, en función de propuestas o gestión, nunca en términos ni ideológicos ni personales-despectivos. Aprovechó su capacidad pedagógica para llegar a los porteños e incursionó en recursos tecnológicos como un video en Internet sobre el estado de algunos hospitales porteños después de recorrer la ciudad en la bicicleta tan marketinera de la gestión PRO.

Pausado, paciente y racional, Lousteau le dio nuevos aires a la disputa política.

La segunda sorpresa fue el eterno dirigente de izquierda Luis Zamora. Prácticamente no se lo vio en ningún programa de TV, ni en radio ni en medios gráficos, así como tampoco se percibieron afiches suyos empapelando alguna calle porteña. Una de las pocas imágenes de Zamora fue repartiendo volantes son su propuesta en la calle Florida o en alguna otra intersección medianamente transitada.

El anti-candidato mediático fue uno de los dos dirigentes de izquierda –la otra fue Myriam Bregman del Frente de Izquierda (FIT)- que logró romper la barrera del 1,5 por ciento de los votos. No sería extraño que Zamora aumente considerablemente su intención de voto, ahora que el electorado porteño cree que el PRO, de la mano de Rodríguez Larreta, se encaminará hacia un inevitable triunfo en julio.

No hay lugar para Macri y Massa

“Ya no hay lugar para los dos, porque esta es mi parada”
(Vicentico, “La Nada”).

La disputa entre Mauricio Macri (PRO) y Sergio Massa (Frente Renovador) continúa vigente, pese a que el jefe de Gobierno porteño le ha sacado una importante ventaja al ex intendente de Tigre y ha empezado a polarizar con el principal candidato presidencial por el kirchnerismo, Daniel Scioli.

Las Paso de Mendoza y Santa Fe, resultaron un espaldarazo importante para las expectativas nacionales de Macri, quien fue el gran vencedor de la jornada de anoche, consiguiendo un importante envión para su carrera presidencial con la performance de Miguel del Sel en Santa Fe, que se encamina a ser el próximo gobernador de esa provincia.

La última encuesta de Poliarquía le da a Macri unos 27 puntos sobre 20 de Massa. Mas allá de las diferencias según el encuestador, el PRO se benefició con el acuerdo con la UCR y ha logrado despegarse del Frente Renovador. Lo que de alguna manera se vio reflejado en las elecciones internas de Mendoza y Santa Fe, donde el tigrense apenas arañó el 7 por ciento de los votos en “la bota” argentina con sus precandidatos Eduardo Buzzi y Oscar “Cachi” Martínez.

Massa no está muerto ni mucho menos. Su motor es el territorio bonaerense y sabe que unos 30 puntos en la principal provincia del país le significan unos 15 puntos a nivel nacional. Eso lo hace estar muy vivo. Tal vez hoy no le alcance para un ballottage pero conserva el suficiente caudal de votos para que Macri no gane en octubre.

La pelea Macri versus Massa, mas allá de quien esté en mejor lugar que el otro, es funcional al Frente para la Victoria. ¿Por qué? No sólo porque el “veranito” que goza el oficialismo consolida su posición electoral. ¿Es imposible pensar que un Scioli, a quien un sector de la sociedad no considera kirchnerista ni el hijo prodigo de Cristina Fernández, pueda ganar en primera vuelta con una oposición dividida? No.

Mas aún. Un macrista o un massista podría razonar. No es necesario unir a la oposición. Si Macri o Massa llegan a un ballottage con Scioli, automáticamente el voto antikirchnerista votará al que represente a la oposición y listo. No es así.

El voto antikirchnerista ronda un 30 por ciento. Otro 30 por ciento pertenece a ciudadanos que creen que el gobierno hizo las cosas bien pero cometió errores, o que hizo las cosas mal pero tuvo aciertos. No son anti k. En ese segmento, un Scioli menos kirchnerista y mas peronista como se espera verlo después de las PASO, con la necesidad de atraer el voto de los “independientes”, podría pelearle tanto a Macri como a Massa esa franja del electorado.

Ante lo expuesto, la conclusión es obvia: no hay lugar para que convivan con su candidatura presidencial Macri y Massa, si es que la oposición quiere aumentar sus chances de ganarle al oficialismo en octubre.

Es lógico pensar que una oposición unidad pueda resultar una expresión demasiado heterogénea, aunque no así si el esquema es como el que pretenden armar el PRO y la UCR. Fórmulas puras de uno y otro partido que compiten entre sí bajo el mantra peronista, “el que gana conduce y el que pierde acompaña”. Eso sí, intercalando las listas de candidatos a legisladores nacionales y provinciales para que cada fuerza gane sus bancas.

¿Será posible? El radicalismo y Massa lo aceptarían. No así Macri, que cree que tiene chances de vencer primero a Massa, quedándose con el electorado opositor y después al kirchnerismo.

Si el jefe del PRO consigue esta semana sellar la fórmula Oscar Aguad-Héctor Baldassi con apoyo del Frente Cívico de Luis Juez en Córdoba y consigue en las PASO porteñas su delfin Horacio Rodríguez Larreta derrota a la rebelde Gabriela Michetti, Macri habrá salido fortalecido y será imposible que revea la posibilidad de un frente bajo el mismo techo con Massa.

Si en cambio Macri sufre un importante revés en la interna porteña y se complica el armado cordobés, quizas algún asesor o el propio Jaime Duran Barba le aconseje analizar al menos, la posibilidad de confluir con su competidor del Frente Renovador.