El difícil equilibrio de Massa

“La ancha avenida del medio” que supo profesar Sergio Massa como candidato presidencial durante la campaña electoral del 2015, parece haberse convertido, al menos por algunos momentos, en una “estrecha calle del medio”. No porque haya disminuido la cantidad de sus seguidores sino por lo difícil que le resulta en ocasiones al actual diputado nacional, mantenerse como una alternativa real al macrismo y al peronismo.

Desde que emergió en el 2013 en las elecciones legislativas, ganándole al kirchnerismo en una alianza bonaerense con el PRO, Massa siempre avizoró que debía diferenciarse del Frente para la Victoria (FPV) y del PRO.

Con esa estrategia afrontó las elecciones presidenciales de 2015, pero claramente su posición no contemplaba que la UCR, la segunda estructura política mas importante de la Argentina detrás del peronismo (con gobernadores, intendentes, legisladores nacionales y provinciales) estableciera una alianza con Mauricio Macri y Elisa Carrió (Coalición Cívica), que derivó en Cambiemos, el actual frente gobernante.

El tercer puesto del ex intendente de Tigre, detrás de Macri y de Daniel Scioli, siguió alimentando la idea de la “tercera posición”, pero ante el nuevo tablero político y de poder en la Argentina, cada vez resulta más difícil establecer esa opción.

Si bien en la dialéctica Massa juega a ser “distinto” del gobierno y del FPV, intentando desmarcarse permanentemente, lo cierto es que le cuesta bastante salir de la telaraña en la que quedó atrapado.

La gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, tiene línea directa con Massa y no es extraño que se repitan las llamadas entre ambos por temas de gestión en la provincia de Buenos Aires. ¿Por qué? Porque Massa de alguna manera cogobierna con Vidal. Dada la falta de legisladores propios que tiene Cambiemos en la provincia, el PRO terminó sellando un acuerdo con Massa: apoyó a las leyes del gobierno provincial a cambio de cargos. Así, el presidente de la Cámara de Diputados bonaerense es el massista Jorge Sarghini.

Daniel Arroyo (candidato a vicegobernador de Felipe Sola) y Mario Meoni (ex intendente de Junín que perdió la comuna), estrechos colaboradores del Frente Renovador, son directores del Banco Provincia; el sub es Carlos Vittor contador (ex funcionario del municipio de Tigre y de la ANSES); en tanto como subtesorero aparece Facundo Fernández, apoderado del Frente Renovador y secretario de Economía de San Fernando.

En el Senado provincial, el massismo se quedó con la vicepresidencia segunda, a cargo del cuñado del jefe del Frente Renovador, Sebastián Galmarini; en tanto la Secretaría de Relaciones Institucionales quedó a cargo de Germán López.

Incluso en su momento trascendió que fue Massa quien sentó al camporista José Ottavis ante Vidal, cuando el dirigente kirchnerista aún manejaba el bloque del FPV. Ottavis debió dejar ese rol, producto de la ofensiva del PJ ortodoxo por desplazar a La Campora, pero mantiene intacto su vínculo con el ex intendente de Tigre.

Respecto del gobierno nacional pasa algo similar. Por un lado, miembros del massismo como Adrián Pérez o Francisco Delgado pasaron directamente a ser funcionarios de la administración de Mauricio Macri.

La posición de Massa respecto de la ley antidespidos padeció ese doble estándar que tiene el Frente Renovador con el gobierno nacional. Massa tiene un fluido diálogo con el titular de la Cámara de Diputados y principal operador del gobierno, Emilio Monzó. Y también con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Han sido varias las ocasiones en que Monzó y Frigerio visitaron a Massa en su casa de Tigre para acordar algo, relacionado con alguna ley del Congreso Nacional.

Pero con la ley antidespidos, el jefe del Frente Renovador se topó con la heterogeneidad de la fuerza que formó para la campaña electoral.

“El Frente Renovador tiene tantas diferencias como miembros”, ironizó un integrante del gabinete nacional de Mauricio Macri, días después de que el propio Presidente invitara a Massa a “no votar con el kirchnerismo”, a favor de la ley contra los despidos.

Mas allá de la chicana de Macri, el diputado nacional terminó acordando con el peronismo, porque necesitaba ocultar las discrepancias y reclamos internos que surgieron en torno a la doble indemnización y la suspensión de despidos.

Fue el titular del PJ nacional, el diputado sanjuanino José Luis Gioja, el que lo convocó a él y a otros dirigentes como Diego Bossio, para avanzar en el tratamiento en Diputados de la Ley Antidespidos, sin cambios referentes a la PYMES, como lo pretendía el Frente Renovador. Esa convocatoria a los distintos “peronismos” fue avalada por el bloque del Frente para la Victoria con Héctor Recalde a la cabeza.

“¿Massa está con el gobierno o con el Frente para la Victoria?”, se preguntó un experimentado dirigente radical, que añadió una chicana: “¿Como se sentirá Margarita Stolbizer al ver que Sergio vota con el peronismo oficial y disidente?”. Massa y Stolbizer había establecido una agenda parlamentaria que pareció desvanecerse con el debate por una ley que suspendiera los despidos.

Mientras el peronismo se mantenga dividido, el Frente Renovador sigue siendo una opción plural, que excede al pejotismo. Sin embargo, si el PJ se unifica como tal para las elecciones del 2017, y el oficialista Frente Cambiemos hace lo propio, en tanto el kirchnerismo queda como una tercera opción electoral, es muy poco lo que queda para repartir entre el massismo y otras expresiones.

¿Estará cerca la hora en que Sergio Massa vuelva al PJ nacional o termine convirtiéndose en un firme aliado o miembro del frente oficialista?

Cristina y Scioli, rivales en campaña

“Daniel Scioli es el mejor candidato para gobernar este país a partir de diciembre”, Cristina Fernández.

La frase nunca existió y, paradójicamente, hasta parece increíble que la Presidenta de la Nación pueda hacerla propia alguna vez, al menos de aquí hasta el 25 de octubre próximo, día de la elección general.

¿Por qué es poco factible que Cristina diga eso de Scioli? Se trata de la jefa de un proyecto, cabeza de una fuerza inexpugnable como el peronismo, que debería salir a defender, con uñas y dientes, y promover, con plenas convicciones a su candidato, su delfín.

Pero no. El larguísimo y errático discurso presidencial del jueves pasado dejó en evidencia que Cristina Fernández compite con Scioli, no lo considera ni su heredero ni su prolongación en el poder.

Días atrás, Scioli viajó a Tucumán para respaldar al por entonces candidato a gobernador por el oficiallismo, Juan Manzur, haciendo gala de un peronismo tradicional, pocas veces ejercido por Néstor y Cristina Kirchner.

“Manzur es el mejor candidato para gobernar Tucumán. Es el más preparado y la garantía para cuidar lo logrado”, exclamó Scioli del candidato, anoche, ganador de las elecciones provinciales. ¿Si Scioli dijo eso de “su” candidato, por qué Cristina no hace lo mismo con “su” candidato, Daniel Scioli?

En algún momento, experimentados dirigentes peronistas avalaban que la Presidenta no encumbrara a Scioli, porque eso significaría trasladarle por anticipado todo el poder, ante la posibilidad que llegue a la Casa Rosada, y autovaciándose de poder ella. Comprensible, en lenguaje político.

El libro “La silla del Aguila”, del mexicano Carlos Fuentes, le dedica un tramo importante de esa obra obligada del mundo político a describir cómo el poder puede escurrirse de las manos de un Presidente en el momento en que designa a su “delfín”, a su “sucesor”.

Ahora bien. Tras unas PASO en la que Scioli aventajó por 9 puntos al frente Cambiemos, que lleva como candidato a Mauricio Macri, lo cual si se repite significa un ballottage entre ambos y un futuro incierto para el peronismo-kirchnerismo, y faltando apenas dos meses para las elecciones presidenciales, ¿cuándo se supone que Cristina entronizará a Scioli? Quizás, nunca.

No sólo no defendió ni ordenó salir a defender a su candidato cuando la oposición aprovechó el error de Scioli  de viajar a Italia en medio de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires para atacarlo por todos los flancos, sino que ni siquiera enarbolo el “triunfo” de las PASO llamando a profundizar la tendencia y ganar en primera vuelta, sino que además, sigue gobernando como si su mandato no se terminara en diciembre.

¿O acaso el proyecto de ley que la Presidenta envía al Congreso para prohibir la venta de las acciones del Estado en las empresas energéticas y de servicios públicos, salvo que haya una aprobación de los dos tercios del Poder Legislativo, fue consensuado con Scioli? De ninguna manera.

El compañero de fórmula de Scioli, Carlos Zannini, también dejó en claro que responde a la Presidenta y no al candidato presidencial del Frente para la Victoria. De otra manera no podría explicarse su desaparición en medio de la lógica embestida opositora contra el gobernador bonaerense. ¿Por qué Zannini no salió a poner la cara por Scioli?

Todos estos interrogantes responden, ni mas ni menos, a que Cristina Fernández comete en plena campaña el sincericidio de dejar en claro que Scioli es su candidato por conveniencia, para intentar la supervivencia del kirchnerismo como tal. No por otra cosa.

No obstante, el PJ –gobernadores e intendentes- ya están alineados detrás de Scioli, tenga un perfil ultrakirchnerista o peronista ortodoxo. Como dijo alguna vez el intendente de Tres de Febrero, Hugo Curto, cuando en una reunión privada Florencio Randazzo, por entonces precandidato presidencial, comenzó a hablar loas del modelo y de la necesidad de fortalecer el proyecto nacional y popular: “Florencio, de qué proyecto me hablás, nosotros queremos ganar las elecciones”.

Sin embargo, no es casual que Scioli haya mantenido en los últimos días una maratón de reuniones con intendentes bonaerenses, luego de advertir que en muchos municipios, los jefes comunales obtuvieron mas votos que el candidato presidencial.

En el inicio del año electoral, se esperaba que quien traccionara votos para las arcas de los candidatos a gobernador bonaerense e intendentes fuera Scioli y no al revés. ¿Qué sucedió en el medio? Lo que en un principio pareció ser la “unidad” finalmente entre el PJ tradicional y el kirchnerismo gobernante, no es tan así.

¿Jugarán los intendentes para sí, dejando de lado al candidato presidencial? No parece lógico, aunque ese fue el reflejo de las PASO.

La máxima conductora del kichnerismo, Cristina, hasta ahora ha dado muestras que con el sciolismo tiene apenas algunas cosas en común. Por eso no fue casual que el búnker de Scioli en la noche del “triunfo” en las PASO, en el Luna Park, no contara con el colorido festejo de La Cámpora, sino más bien con dirigentes y militantes K, mezclados con Moria Casán.

Ni Macri ni Scioli pudieron festejar

La pelea por la Presidencia que vienen polarizando Daniel Scioli y Mauricio Macri no logró plasmarse en ninguna de las dos elecciones provinciales que se celebraron ayer, en Río Negro y en Santa Fe.

Macri sigue sin reflejar su potencial electoral y el kirchnerismo refleja altibajos en los comicios locales.

En Río Negro, el candidato proclamado públicamente sciolista y que contó con el respaldo y campaña de la presidenta Cristina Fernández, fue duramente derrotado, por casi 20 puntos por un Alberto Weretilneck, que despegó a tiempo su candidatura del paraguas a nivel nacional de Sergio Massa y provincializó los comicios.

Además de vencer a Cristina y a Scioli, Weretilneck, quien no había sido elegido gobernador sino vice, y asumió en el Ejecutivo rionegrino tras la muerte de Jorge Soria, también clausuró la cerrera por la gobernación de Pichetto, quien admitió que este fue su útlimo intento.

El reves del kirchnerismo no fue tan contundente en Santa Fe donde Omar Perotti, que siempre aclaró que es peronista y no reparte elogios ni mucho menos hacia el gobierno nacional, hizo un excelente papel al quedar relegado a un tercer lugar en las PASO de abril pasado y sin embargo crecer casi 8 puntos, quedando a menos de dos puntos de los primeros lugares ocupados por Miguel Lifschitz y Miguel Del Sel.

Obviamente un tercer lugar, por más que sea con resultados provisorio y a pocos votos de los primeros puestos, no es motivo de festejo. De ahí el silencio tanto de Scioli como de los integrantes del gobierno nacional.

Del otro lado, quien se quedó sin un festejo que parecía asegurado fue Macri, quien viajó a Santa Fe para levantarle la mano a Del Sel y manifestar que “el cambio es irreversible”, pero terminó criticando al oficialismo santafesino por proclamar un triunfo y asegurando que el verdadero ganador era el ex Midachi.

Macri comenzó a descubrir que no será sencillo replicar con hechos, con elecciones provinciales ganadas, su presunto liderazgo opositor o, en todo caso, sus reales chances de vencer el Frente para la Victoria.

Hasta el momento, el postulante del PRO no pudo capitalizar las elecciones provinciales de Salta, ni de Chaco -donde la candidata Aida Ayala fue vapuleada en la interna- ni de Santa Fe, anoche. Por delante quedan Córdoba, donde hasta ahora las encuestas dan claro ganador al delasotista Juan Schiaretti y la Ciudad e Buenos Aires, que le daría un respiro.

Está claro que los comicios provinciales no son trasladables a la experiencia nacional. En 2011, el kirchnerismo predió los comicios distritales en Córdoba, Santa Fe y Capital Federal. Sin embargo, Cristina Fernández terminó vapuleando a los candidatos presidenciales opositores Hermes Binner, el propio Macri que se bajó y Eduardo Duhalde, sacando el 54,11 por ciento de los votos.

“La elección presidencial es otra cosa, pero si tu principal rival, Scioli, marcha primero en las encuestas, tenés que demostrar que podés ganarle“, razonó un sexagenario dirigente peronista, con varias batallas electorales a cuestas.

Casi fuera de la discusión o, como aseveró el fin de semana, “estamos terceros”, Sergio Massa estuvo ausente del fin de semana de elecciones, y su candidato, Oscar “Cachi” Martínez apenas reunió el 3,66 por ciento de los votos, mientras que en Río Negro Weretilneck, que se había declarado massista tiempo atrás, se desligó del Frente Renovador cuando se enteró de la caída en las encuestas del ex intendente de Tigre.

¿Sobrevivirá el kirchnerismo?

“La única manera de que el kirchnerismo como corriente política sobreviva al fin del gobierno de Cristina Fernández es que gané Mauricio Macri. De lo contrario, seremos testigos de la mutación de los kirchneristas a sciolistas”, reflexionó un hábil y sexagenario dirigente, ex funcionario y actual operador peronista.

El kirchnerismo como corriente política peronista, nacida al amparo de su pareja líder, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, teme extinguirse convirtiéndose en un “ismo” más de los que han sido devorados por el todopoderoso Partido Justicialista.

El cafierismo de Antonio Cafiero, el menemismo de Carlos Menem, el duhaldismo de Eduardo Duhalde, fueron corrientes peronistas que protagonizaron distintas etapas de la historia argentina contemporánea. Todos tuvieron poder y fueron gobierno (excepto el cafierismo que desapareció cuando Menem le ganó la interna a Cafiero). ¿Por qué el kirchnerismo debería ser la excepción?

Quienes fantasean con el kirchnerismo como el Segundo Movimiento Nacional Justicialista que tomó la posta del peronismo y suplantó la impronta de Juan Perón y de Evita, por la de Néstor Kirchner y  Cristina pero con el mismo alcance “revolucionario”, creen que lo hecho por el gobierno en los últimos doce años será vivenciado por los militantes y seguidores de “El Modelo” como la refundación de la Argentina.

Eso bastaría, dicen, para que los jóvenes que comenzaron a militar en política en esta década, profesen el kirchnerismo como la mutación del peronismo o el aggiornamiento de aqual movimiento nacido en 1945. De esa manera, trascenderá a la conducción de Cristina Fernández y serán los jóvenes de La Cámpora quienes llevarán las banderas K hasta que uno de ellos se convierta en el nuevo líder del Segundo Movimiento Nacional Justicialista.

Olvidan un detalle. Uno de los secretos de la permanencia del peronismo en el poder, la vigencia de sus dirigentes a diferencia de la diáspora sufrida por el radicalismo, es que la dinámica pejotista obliga a la construcción permanente de un líder, un conductor. Primero se elige, se designa a un conductor y después el resto se encolumna detrás de él. Pero siempre hay un conductor que surge espontáneamente o es construido por el propio partido.

De esa construcción de liderazgo peronista deviene el tan de moda “poder de la lapicera”. Cafiero y Menem dirimieron en una interna quién sería el candidato del peronismo en 1989 y ese dirigente se quedó con la Presidencia y con el partido; Duhalde disputó con Menem el poder del PJ en 1999 y se quedó con el partido y luego fue Presidente; Kirchner fue puesto por Duhalde en la Presidencia, pero después embistió contra el lomense para quedarse con el poder y con el partido. ¿Qué creen que hará Scioli, un aplicado alumno peronista, si llega a la Casa Rosada?

Tal vez el estilo del gobernador bonaerense no sea el de la confrontación sino el de la acción, el trabajo avasallador, el control de su gente y la exigencia. Pero esa dinámica le ha servido, por ejemplo, para adoctrinar a Gabriel Mariotto, su vice puesto por Cristina Fernández para controlarlo, esmerilarlo, pero que finalmente se convirtió en un sciolista mas.

La acción desesperada del Gobierno por nombrar en planta permanente a miles de jóvenes de La Cámpora en el Estado, e integrar gran parte de las listas a candidatos a legisladores nacionales y provinciales con esa generación de militantes, busca cambiar esa lógica, para sembrar de kirchneristas los tres poderes. Sin embargo, lejos de ser “células dormidas” que algún día se activarán por orden de Cristina, se trata de dirigentes que volverán a estar “contenidos” por el peronismo ortodoxo.

Lo que el kirchnerismo no tiene en cuenta es que con Scioli, el PJ vuelve a ser protagonista, esto es, gobernadores, intendentes y dirigentes del peronismo ortodoxo, que en su mayoría fueron ninguneados y muchas veces sometidos por los Kirchner. Un partido que nunca fue protagonista sino un mero apéndice de las decisiones de la Casa Rosada, la mayoría de ellas inconsultas.

El estilo de “dejar hacer” de Scioli, devolviéndole el poder a los mandatarios provinciales y a los intendentes, a los PJ provinciales y al Consejo Nacional Justicialista, de la mano de los sindicatos, es un revival de las estructuras que siempre fueron pilares del peronismo, al menos hasta la llegada de los Kirchner.

¿Qué pasaría si los jóvenes dirigentes kirchneristas no están de acuerdo con la política que empleé Scioli en un eventual gobierno? ¿Dejarán el poder o el trabajo que tienen para irse al llano, que nunca conocieron?¿Se rebelarán ante el gobierno que los tiene empleados? ¿Discutirán internamente sus diferencias, aunque estarán en minoría? ¿Pasarán a ser opositores? No es sencillo ni lineal.

Mas allá de la posibilidad que Cristina Fernández pueda ir como candidata y convertirse en diputada nacional. ¿Qué puede hacer pensar que si ella y su esposo apenas pudieron disciplinar a Scioli cuando lo nombraron vicepresidente o gobernador, puedan lograrlo totalmente si es él quien se convierte en Presidente?

Al parecer, mas allá de las diferencias con el menemismo y el duhaldismo, quizás por el mayor protagonismo que tienen los jóvenes en la gestión kirchnerista, la única posibilidad de supervivencia viene de la mano de Macri.

Es poco probable que Scioli se convierta en el jefe de la oposición si el candidato del PRO vence. Así, vacante la conducción del PJ, Cristina Fernández sí tendrá posibilidad de reclamar el partido. De lo contario, es factible que la Presidenta, como vienen adelantando algunos gobernadores, se convierta en una fuente de consulta. Pero nada más.

La liga de gobernadores, con Scioli

Los gobernadores peronistas están probándose los nuevos trajes “sciolistas” para guardar en el placard, por un tiempo, los que usaron durante 12 años bajo la gestión de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.

Los mandatarios provinciales del PJ, cuyo poder territorial no es para nada desdeñable y que durante más de una década pusieron al servicio del kirchnerismo, comenzaron a profesar en privado un sciolismo de la primera hora, convencidos de que el bonaerense puede asegurarles a muchos de ellos su continuidad en el cargo y a otros el triunfo de sus delfines en el poder distrital o bien un lugar en el gabinete nacional si triunfa el Frente para la Victoria.

“Los gobernadores no van a hacer nada demasiado público hasta las PASO, pero después van a jugar a fondo con el ganador, casi descartado, con Scioli”, razonó un operador político peronista, de permanente contacto con los mandatarios de las provincias peronistas.

La lógica de los gobernadores es la misma, a escala pequeña, que la de los intendentes del conurbano bonaerense: ganar sin importar con quien ni con qué modelo.

El bonus track de la actitud de los mandatarios es que el perfil de Scioli es “dejar hacer”, es decir, no digitar ni invadir el espacio político de cada gobernador en su provincia, sino incluir a todos. Practica que hace una docena de años no ocurre porque el estilo K era interventor, digitando cada movimiento político en las provincias, incluso armando corrientes opositoras al mandatario de turno que no se abrazaba al liderazgo de Kirchner o de Cristina, mas tarde.

Por eso no llama la atención que el candidato a vicepresidente que Scioli proponga para competir en las PASO del Frente para la Victoria pueda ser un gobernador, por caso, el sanjuanino José Luis Gioja, que ya adelantó que no pretende ir por la reelección en su provincia.”Necesitamos más que nunca de su sabiduría y experiencia para seguir transformando al país”, dijo Scioli de Gioja.

¿Podrá Cristina Fernández oponerse a la propuesta para vice de un gobernador reconocido por todo el Justicialismo? Claro que puede, pero el costo político no es menor para la mandataria.

Inevitablemente, la Presidenta comenzará a perder poder, de manera considerable, el 10 de agosto, un día después que Scioli sea consagrado “el candidato” presidencial por el oficialismo. La fila de gobernadores e intendentes que comenzarán a respaldar a Scioli promete ser larga.

La luz roja en la Casa Rosada la encendió el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, reelecto la semana pasada, al advertir a Infobae que el rol de la presidenta Cristina Fernández estará lejos del de la líder del Proyecto: “Cuando termine su mandato, ella dará su opinión si alguien la llama y le consulta, pero no más que eso. Yo no creo que ella ande empujando a nadie”. Y, por las dudas, dejó en claro que no habrá “un doble comando” sino que “cuando alguien es electo Presidente, es el que conduce”.

El temor de la Presidenta es que vuelva a escena la “liga de gobernadores”, ese frente político pejotista que reaparece cuando hay que fortalecer a un gobierno o, como en este caso, cuando hay que empezar a definir una nueva etapa política y un nuevo liderazgo.

Mas allá de la intención de la Presidenta y de su fiel cancerbero, Carlos Zannini, para equilibrar la pelea de las PASO entre Scioli y Florencio Randazzo, lo cierto es que los gobernadores, con la anticipación que caracteriza al peronismo, ya empezaron hace tiempo a jugar para Scioli.

Gioja fue claro hace unas semanas al reunir al PJ sanjuanino y afirmar sobre Scioli que “nos gusta su propuesta, su forma de ser” y “no lo ocultaremos”.

Dos de los mandatarios que anticiparon su respaldo al bonaerense fueron Francisco “Paco” Perez (Mendoza) y Martín Buzzi (Chubut). Pérez señaló que “Scioli es el candidato a presidente sin ninguna duda” y el chubutense afirmó que “claramente hay un espacio político definido ideológicamente, que es el Frente Para la Victoria, claramente identificado con Daniel Scioli”.

La semana pasada, el gobernador José Alperovich (Tucumán) y su candidato a sucederlo, Juan Manzur, organizaron un acto para Scioli con más de 30 mil personas. Una demostración similar hizo Jorge Capitanich (Chaco) durante una visita del bonaerense.

El riojano Luis Beder Herrera enfatizó que ”vamos a acompañar a Daniel Scioli sin pedirle nada a cambio, solo que aplique ese proyecto que prometió a La Rioja y a la Nación, porque es la esperanza”, mientras la catamarqueña Lucía Corpacci le dio varias veces la bienvenida a Scioli en su tierra, porque apuesta a que le sume los votos que le faltan para ser reeelecta en esa provincia.

Si la liga de gobernadores se atreve a ir un paso mas allá, hasta podría condicionar la lapicera kirchnerista que, inconsulta, digitó la estrategia política de la última década. Como antecedente, vale la reunión que los mandatarios provinciales mantuvieron con la Presidenta el mes pasado. Por primera vez en mucho tiempo, plantearon un serie de pedidos a Cristina Fernández, entre ellos, menos precandidatos presidenciales y a gobernador bonaerense, así como el respaldo de la Jefa de Estado a los distintos candidatos.

Conciente que su poder de fuego ya no es el mismo, la Presidenta aceptó “las sugerencias” y las puso en práctica inmediatamente, alejando las dudas de que jugaba a perder para seguir manteniendo el poder en el peronismo.

Semejanzas del menemismo y el kirchnerismo

El gobierno ya no tiene posibilidad alguna de conseguir un nuevo mandato para su líder por imposibilidad de la Constitución Nacional que no le permite una tercera presidencia. Pero el verdadero problema es que en el oficialismo no confían en el mejor candidato presidencial para la sucesión, quien fuera vicepresidente en el inicio de la actual gestión. Es más, lo consideran un rival mas que un dirigente propio. La oposición, en tanto, armó un frente electoral competitivo y sube en las encuestas de opinión a través e promesas y denuncias de corrupción. El modelo parece desvanecerse junto con su líder y, al parecer, esa corriente peronista va a ser un “ismo” mas en la historia contemporánea del PJ.

El relato corresponde a fines de 1999. El presidente Carlos Menem, pese a reiterados intentos, no había logrado forzar un tercer mandato, vía reforma constitucional. El por entonces mejor candidato del peronismo era Eduardo Duhalde, que no tenía el apoyo de Menem y, mas aún, se había convertido en enemigo del Presidente. De la vereda de enfrente, el radicalismo de Raúl Alfonsin y Fernando de la Rúa se unía en un frente electora con el Frepaso de Carlos “Chacho” Alvarez para dar nacimiento a la Alianza. ¿Puede traspolarse aquél escenario al actual?

Muchos podrán decir que hay paralelismos. Cristina Fernández es quien no tiene tercer mandato, el mejor candidato del oficialismo y ex vicepresidente de Néstor Kirchner, es Daniel Scioli, en quien el kirchnerismo y la Presidenta no confía. Así lo ha dejado en claro recientemente el diputado Carlos Kunkel, un hombre del círculo íntimo presidencial, quien ubicó a Scioli entre los peronistas con algunos “matices de liberalismo moderado”. En tanto en la oposición, se lanzó el flamante frente electoral compuesto por el radicalismo y Mauricio Macri (PRO).

Sin poner el acento en la diferencia de coyunturas y el peso específico de aquellos y estos protagonistas políticos, las similitudes son inevitables.

Pero hay mas. El menemismo al igual que el kirchnerismo, fueron procesos políticos de mas de una década que tomaron el país inmerso en profundas crisis económicas y que debieron afrontar, sobre el final, duras sospechas por parte de la sociedad tras un crimen con connotaciones políticas y mafiosas. En enero de 1997, Menem fue apuntado por el dedo acusador de la opinión pública por el crimen del reportero gráfico José Luis Cabezas; en enero pero de 2015, Cristina Fernández padeció el mismo dedo acusador con la muerte del fiscal Alberto Nisman.

Los índices también golpearon el final de ciclo de ambas gestiones. En el último tramo del menemismo, en las encuestas que evaluaban al gobierno de Menem, el 44 por ciento calificaba al gobierno de malo y muy malo; pero el 31 por ciento consideraba que era regular y algo mas del 12 por ciento que era bueno o muy bueno.

Los números, en un hipotético ensayo comparativo benefician un poco más al kirchnerismo. La última encuesta de Poliarquía arroja que el 35 por ciento considera mala la gestión de Cristina Fernández y el 21 mala con algunos logros; pero el 30 cree que es buena con errores y el 13 muy buena.

Quizás, en lo que respecta a la situación económica de los dos gobiernos peronistas –o al menos en nombre del Peronismo- que administraron  la Argentina desde el retorno de la democracia, el kirchnerismo aventaje al menemismo: el mismo sondeo da cuenta que el 42 por ciento de los encuestados manifiesta que su situación económica es positiva, el mismo porcentaje que es regular y el 15 por ciento que es mala.

Mas allá de los aspectos largamente negativos que pueda desarrollarse acerca de la década de los 90, esa aceptación que aún tenía la administración menemista en 1998 se reflejó años después cuando, pese a todo, Menem ganó las elecciones presidenciales del 2003 por 24,45 por ciento frente al 22,24 de Kirchner. Aunque al riojano no le alcanzó para volver a la Casa Rosada, habida cuenta de que en el balotaje iba a ser arrasado por el santacruceño.

¿Podría pasar lo mismo con Cristina Fernández si el próximo presidente realiza una pésima gestión, volver en el 2019? Es muy aventurero. Lo único cierto es que, según Poliarquía, el 45 por ciento de los argentinos pretende que el próximo gobierno cambie algunas cosas y continúe otras; el 24 quiere que se prosiga con todas las políticas. Ambos sectores, podrían encerrar un 69 por ciento. Sólo el 30 manifiesta la necesidad de un cambio radical de las políticas.

De ser así, ¿El votante está pidiendo cambios de fondo o solamente está reclamando un cambio de estilo, menos confrontativo y verticalista y con una mayor búsqueda de consenso?

17 de octubre, ¿de cuál peronismo?

“El conductor político es un hombre, que hace por reflejo lo que el pueblo quiere”(…) “El conductor siempre trabaja para los demás. Jamás para él”. (Juan Domingo Perón-Revista Crisis 1974)

El próximo viernes el Día de la Lealtad peronista cumplirá 69 años. ¿Existe el peronismo como tal, aquel movimiento ideado por Juan Domingo Perón y eternizado por Evita? ¿O sólo tienen vigencia las corrientes políticas que en nombre de Perón y Evita montaron gobiernos personalistas y promesas electorales, incapaces de solucionar los problemas estructurales de la Argentina?

Está claro que el peronismo sigue vigente a través de los “ismos” que van protagonizando la historia hasta el día de hoy como el menemismo, el duhaldismo y ahora el kirchnerismo. Sin embargo, el peronismo en el que pensó Perón no ha tenido un correlato fiel en estas tres corrientes que mandaron en la Argentina en las últimas tres décadas.

“El peronismo es una cáscara vacía”, disparó en 2012 el entonces titular de la CGT, Hugo Moyano, cuando pegó el portazo del redil del kirchnerismo. Al margen de los motivos que lo llevaron a romper con el gobierno, sus palabras fueron escuchadas como una verdad por una parte de la dirigencia del PJ.

¿Por qué? Sencillamente porque el partido como tal, el Consejo Nacional Justicialista, ha dejado desde el 2003 de ser el partido del gobierno para ser un aliado de la Casa Rosada, sin poder de decisión, sin voz, sin debate, ni dinámica partidaria. Es un sello que integra el Frente para la Victoria.

Mas aún, en los primeros años ni Néstor Kirchner y menos Cristina Fernández, aludían a Perón y Evita o entonaban la mística marcha peronista. Recién en los últimos años, en cuentagotas, la mística pejotista pareció regresar.

El último capítulo protagónico del peronismo fue el Congreso de Parque Norte del 26 de Marzo de 2004 con el enfrentamiento entre Cristina Fernández y Chiche Duhalde, que marcó la ruptura entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde.

Desde el 10 de Julio de 1988, cuando Carlos Menem venció a Antonio Cafiero, que el peronismo no es testigo de una interna presidencial en la que el partido vota y elige a su candidato. En el 2003 hubo tres candidatos presidenciales peronistas: Menem, Kirchner y Adolfo Rodríguez Saa. Para las elecciones del 2015, tres de los principales aspirantes peronistas a la Casa Rosada van por distintas fuerzas: Daniel Scioli, Sergio Massa y José Manuel de la Sota.

Esta situación, en parte, sucede porque el peronismo se debe un debate y un aggiornamiento. De lo contrario, paulatinamente, tomará el camino de desmembramiento que comenzó desde el 2001 la Unión Cívica Radical.

No es posible que lo único que el pseudo peronismo de las últimas décadas aplicó, como si de eso se tratara la doctrina justicialista, fuera el clientelismo como única receta. ¿Es necesario recordar que Perón y Evita, en base a algunas propuestas del socialismo de Alfredo Palacios, no sólo hicieron respetar el derecho de los trabajadores sino que convirtieron al trabajo en un valor en sí mismo, por considerar que dignifica a las personas? Entonces, ¿por qué estas dos décadas de clientelismo, de menemistas y kirchneristas, desandando la cultura del trabajo?

Cualquier especialista sabe que los planes sociales y la ayuda a los mas necesitados debe ser transitoria y el gobierno debe ir reemplazándolos por puestos de trabajo, hasta que no quede ningún plan destinado a un jefe de familia o a un joven en condiciones de trabajar.

En nombre del peronismo se privatizaron los fondos de jubilados en AFJP y luego se volvieron a estatizar; se privatizó y se volvió a estatizar YPF; se establecieron “relaciones carnales” con Estados Unidos y se promovió la confrontación permanente con Washington; se prometió “mano dura” contra los delincuentes y se optó por una visión garantista incapaz de elaborar un plan integral para combatir la inseguridad.

La única coherencia es la larga lista de dirigentes actuaron tanto en el menemismo como en el kirchnerismo: Carlos Menem (es senador, votó muchas veces con el Frente para la Victoria y elogio el gobierno de Cristina Fernández), Néstor Kirchner (afirmó que Menem era “el mejor presidente desde de Perón”), Eduardo Duhalde, Aníbal Fernández, Roberto Lavagna, Felipe Sola, Oscar Parrilli, Miguel Angel Pichetto, Sergio Massa, Florencio Randazzo, Alberto Fernández, Carlos Reutemann, Carlos Tomada, José Pampuro, Daniel Scioli, etc, etc.

A tal punto el peronismo está desdibujado, que el año pasado el partido debió renovar de urgencia sus autoridades a nivel nacional y a nivel bonaerense, porque corrió el riesgo de perder la personería. ¿No es increíble?

Por eso no es casual que el debate interno, privado, enfrente hoy en el oficialismo a los peronistas ortodoxos con los ultrakirchneristas. Intendentes y gobernadores peronistas temen que la desidia de Cristina Fernández por establecer una estrategia electoral, haga rodar las cabezas de varios jefes territoriales del PJ. En tanto los ultrakirchneristas sólo están interesados en conservar poder mas allá de 2015.

Unos quieren encolumnarse detrás de Scioli, simplemente por ser el dirigente del oficialismo mejor posicionado para los comicios del 2015; otros pretenden que la Presidenta impulse un candidato ultrakirchnerista que desbanque a Scioli.

Lo concreto es que si el kirchnerismo logra establecerse como una alternativa política desde la oposición, luego del recambio de gobierno en 2015, el peronismo tradicional corre el riesgo de profundizar su desmembramiento. Para ese entonces, las siglas del PJ y la UCR serán sólo capítulos de la historia argentina.

Este panorama convierte al 17 de Octubre en una fecha desfasada del presente. El kirchnerismo se ha ocupado de que quede poco y nada del Partido Justicialista como tal.