Por: Walter Schmidt
“La única manera de que el kirchnerismo como corriente política sobreviva al fin del gobierno de Cristina Fernández es que gané Mauricio Macri. De lo contrario, seremos testigos de la mutación de los kirchneristas a sciolistas”, reflexionó un hábil y sexagenario dirigente, ex funcionario y actual operador peronista.
El kirchnerismo como corriente política peronista, nacida al amparo de su pareja líder, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, teme extinguirse convirtiéndose en un “ismo” más de los que han sido devorados por el todopoderoso Partido Justicialista.
El cafierismo de Antonio Cafiero, el menemismo de Carlos Menem, el duhaldismo de Eduardo Duhalde, fueron corrientes peronistas que protagonizaron distintas etapas de la historia argentina contemporánea. Todos tuvieron poder y fueron gobierno (excepto el cafierismo que desapareció cuando Menem le ganó la interna a Cafiero). ¿Por qué el kirchnerismo debería ser la excepción?
Quienes fantasean con el kirchnerismo como el Segundo Movimiento Nacional Justicialista que tomó la posta del peronismo y suplantó la impronta de Juan Perón y de Evita, por la de Néstor Kirchner y Cristina pero con el mismo alcance “revolucionario”, creen que lo hecho por el gobierno en los últimos doce años será vivenciado por los militantes y seguidores de “El Modelo” como la refundación de la Argentina.
Eso bastaría, dicen, para que los jóvenes que comenzaron a militar en política en esta década, profesen el kirchnerismo como la mutación del peronismo o el aggiornamiento de aqual movimiento nacido en 1945. De esa manera, trascenderá a la conducción de Cristina Fernández y serán los jóvenes de La Cámpora quienes llevarán las banderas K hasta que uno de ellos se convierta en el nuevo líder del Segundo Movimiento Nacional Justicialista.
Olvidan un detalle. Uno de los secretos de la permanencia del peronismo en el poder, la vigencia de sus dirigentes a diferencia de la diáspora sufrida por el radicalismo, es que la dinámica pejotista obliga a la construcción permanente de un líder, un conductor. Primero se elige, se designa a un conductor y después el resto se encolumna detrás de él. Pero siempre hay un conductor que surge espontáneamente o es construido por el propio partido.
De esa construcción de liderazgo peronista deviene el tan de moda “poder de la lapicera”. Cafiero y Menem dirimieron en una interna quién sería el candidato del peronismo en 1989 y ese dirigente se quedó con la Presidencia y con el partido; Duhalde disputó con Menem el poder del PJ en 1999 y se quedó con el partido y luego fue Presidente; Kirchner fue puesto por Duhalde en la Presidencia, pero después embistió contra el lomense para quedarse con el poder y con el partido. ¿Qué creen que hará Scioli, un aplicado alumno peronista, si llega a la Casa Rosada?
Tal vez el estilo del gobernador bonaerense no sea el de la confrontación sino el de la acción, el trabajo avasallador, el control de su gente y la exigencia. Pero esa dinámica le ha servido, por ejemplo, para adoctrinar a Gabriel Mariotto, su vice puesto por Cristina Fernández para controlarlo, esmerilarlo, pero que finalmente se convirtió en un sciolista mas.
La acción desesperada del Gobierno por nombrar en planta permanente a miles de jóvenes de La Cámpora en el Estado, e integrar gran parte de las listas a candidatos a legisladores nacionales y provinciales con esa generación de militantes, busca cambiar esa lógica, para sembrar de kirchneristas los tres poderes. Sin embargo, lejos de ser “células dormidas” que algún día se activarán por orden de Cristina, se trata de dirigentes que volverán a estar “contenidos” por el peronismo ortodoxo.
Lo que el kirchnerismo no tiene en cuenta es que con Scioli, el PJ vuelve a ser protagonista, esto es, gobernadores, intendentes y dirigentes del peronismo ortodoxo, que en su mayoría fueron ninguneados y muchas veces sometidos por los Kirchner. Un partido que nunca fue protagonista sino un mero apéndice de las decisiones de la Casa Rosada, la mayoría de ellas inconsultas.
El estilo de “dejar hacer” de Scioli, devolviéndole el poder a los mandatarios provinciales y a los intendentes, a los PJ provinciales y al Consejo Nacional Justicialista, de la mano de los sindicatos, es un revival de las estructuras que siempre fueron pilares del peronismo, al menos hasta la llegada de los Kirchner.
¿Qué pasaría si los jóvenes dirigentes kirchneristas no están de acuerdo con la política que empleé Scioli en un eventual gobierno? ¿Dejarán el poder o el trabajo que tienen para irse al llano, que nunca conocieron?¿Se rebelarán ante el gobierno que los tiene empleados? ¿Discutirán internamente sus diferencias, aunque estarán en minoría? ¿Pasarán a ser opositores? No es sencillo ni lineal.
Mas allá de la posibilidad que Cristina Fernández pueda ir como candidata y convertirse en diputada nacional. ¿Qué puede hacer pensar que si ella y su esposo apenas pudieron disciplinar a Scioli cuando lo nombraron vicepresidente o gobernador, puedan lograrlo totalmente si es él quien se convierte en Presidente?
Al parecer, mas allá de las diferencias con el menemismo y el duhaldismo, quizás por el mayor protagonismo que tienen los jóvenes en la gestión kirchnerista, la única posibilidad de supervivencia viene de la mano de Macri.
Es poco probable que Scioli se convierta en el jefe de la oposición si el candidato del PRO vence. Así, vacante la conducción del PJ, Cristina Fernández sí tendrá posibilidad de reclamar el partido. De lo contario, es factible que la Presidenta, como vienen adelantando algunos gobernadores, se convierta en una fuente de consulta. Pero nada más.