¿A Macri le sirve polarizar con Cristina?

Nadie duda en el peronismo -incluso es admitido en silencio por algunos dirigentes kirchneristas- que Cristina Fernández jugó a que Daniel Scioli perdiera las elecciones presidenciales del 2015.

Algunos hasta se animan a ventilar ese estrategia “vox populi” ante la prensa, como el intendente de Ezeiza, Alejandro Granados. “Me dolió la falta de colaboración de Cristina con el candidato del PJ. Scioli era ideal para esta transición. Yo hubiera preferido que Cristina nos hubiera convocado tres meses antes a Olivos y que nos pregunte ¿muchachos, qué hacemos para ganar?”

La senadora sanjuanina Marina Riofrío planteó lo mismo, pero lo hizo directamente ante Cristina Kirchner en la reunión con los senadores peronistas a la que faltaron 13, entre ellos el jefe del bloque, Miguel Angel Pichetto.

Cuando Riofrío, que responde al gobernador sanjuanino Sergio Uñac, quien no reconoce a Cristina como la conductora del peronismo, planteó en la reunión analizar los motivos de la derrota electoral y la ex presidenta le reclamó precisiones, la senadora respondió: “Por ejemplo los que hicieron un acto de cierre de campaña por su cuenta, diferenciándose de nuestro candidato”. Se refería a La Cámpora, que sólo salió a hacer campaña por Scioli luego de la primera vuelta.

La estrategia de Cristina y los camporistas apuntaba a coronar como gobernador bonaerense a Aníbal Fernández, convirtiendo a la provincia de Buenos Aires en un refugio y a la vez en una trinchera. En segundo término, con Axel Kicillof como el Rasputín de Cristina, pensaban que el gobierno de Macri se caería en unos meses porque era necesario que tomara las decisiones económicas antipopulares que el kirchnerismo nunca quiso afrontar (ajuste de tarifas, devaluación, actualización del tipo de cambio, acuerdo con los fondos buitre).

Como corolario de ese análisis, los K pensaban que al acto que Cristina dio semanas atrás en su regreso de El Calafate, en lugar de mostrarla en Comodoro Py y cerca de su primer procesamiento entre varios que podría cargar, sería en Plaza de Mayo albergando a millones de desahuciados. El análisis falló rotundamente.

Ahora bien, aunque sea por un momento y en situaciones judiciales muy complejas, ya sea por el show y la oratoria de la ex mandataria o bien de la confusión y atomización que reina en la oposición, Cristina Fernández se paró frente al gobierno de Mauricio Macri como referente de la oposición.

Es increíble como el correr del tiempo, a veces, invierte las estrategias políticas. A Néstor Kirchner le encantaba polarizar con Macri porque consideraba que eso lo revalorizaba. En el gobierno de Cambiemos hoy piensan exactamente lo mismo pero en sentido inverso.

“Cristina es la mejor rival para Mauricio; es el pasado, es el rostro de la corrupción kirchnerista, es a quien la gente rechazó con su voto. La rechazaron a ella, no a Scioli”, reflexionó un funcionario de la Casa Rosada.

También le sirve y mucho al Gobierno la atomización del peronismo. A nivel nacional, el peronismo se divide entre el nuevo PJ que agrupará, bajo el ala de la fórmula José Luis Gioja-Daniel Scioli, a casi todos los gobernadores peronistas con la excepción de Juan Schiaretti (Córdoba) y Mario Das Neves (Chubut), aunque los senadores que responden a ambos vienen trabajando con el resto de los mandatarios del PJ. Sin embargo, el peronismo recuperará a algunos que se fueron del partido enojados con el kirchnerismo, como el puntano Alberto Rodríguez Saá y el pampeano Carlos Verna.

Del otro lado, Sergio Massa intenta amalgamar un espacio peronista con sectores de centroizquierda. Massa se muestra junto a Margarita Stolbizer con una agenda legislativa común, incorporó recientemente a Julio Raffo (ex Proyecto Sur) y planea hacer lo mismo con el Movimiento Libres del Sur de Victoria Donda, Humberto Tumini y Jorge Ceballos.

A nivel bonaerense ocurre algo similar. El massismo prácticamente co-gobierna con María Eugenia Vidal, en especial en la Cámara de Diputados. Sin embargo, el Frente para la Victoria se acaba de romper en dos sectores, uno que responde a La Cámpora y otro que se referencia en el peronismo ortodoxo.

Divide y reinarás sigue siendo la fórmula del éxito para cualquier oficialismo. No obstante, esa pericia debe estar atada, invariablemente, a una situación económica por lo menos estable. Y esa no es la situación actual.

Macri y sus dogmáticos están haciendo lo políticamente correcto para dejar despejado el camino que los conduzca, de la mejor manera, a las elecciones legislativas del 2017, que les permita sumar poder en el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense, básicamente.

Empero, si la promesa de crecimiento de la economía para el segundo semestre o el último trimestre del año, que compromete totalmente a Alfonso Prat-Gay , no se cumple, indefectiblemente será un duro golpe para Macri, su gestión y sus aspiraciones.

En los juegos de azar no es la mejor estrategia. Pero en este caso, todas las fichas están apostadas a un solo casillero. O se gana, o se pierde.

Cristina lo hizo

Al parecer, el plan falló. A la luz de lo ocurrido en las elecciones presidenciales, la estrategia de Cristina Fernández era que su candidato, Daniel Scioli, no llegara a la Casa Rosada. Pero sí conservar cierto poder y albergar a la masa de jóvenes kirchneristas leales en la provincia de Buenos Aires bajo una gobernación de Aníbal Fernández.

De seguro no era la idea original pero, posiblemente, la propia Cristina, líder del kirchnerismo, le haya puesto fecha de vencimiento a esa corriente que gobernó durante 12 años la Argentina.

¿Por qué puede afirmarse que nunca quiso que ganara Scioli? En términos políticos es muy fácil argumentarlo. Un líder político da forma a una estrategia por lo menos un año antes de los comicios. Si el objetivo era “Scioli Presidente”, hubiera encolumnado “a todos y a todas” detrás de su candidato, respetando el manual del peronismo hubiera puesto como candidato a gobernador bonaerense al dirigente que más midiera, y hubiera diseñado con su “heredero” una estrategia de campaña –juntos, peleados, distanciados, etc- para asegurar el triunfo. Nada de eso hizo Cristina Fernández. Continuar leyendo

Cristina nunca quiso que Scioli gane

Corre el mes de mayo de 2015. La Presidenta convoca a Daniel Scioli a la residencia de Olivos.

- CFK: Daniel, quiero que seas mi candidato porque sos el que mejor mide. Quiero que nos reunamos con los equipos para trabajar y diseñar la estrategia de campaña. Tenemos que ganar las elecciones y yo voy a ocupar el rol que mas te favorezca. Yo bajo la línea para que todos se encolumnen detrás  de tu candidatura, lo único que te pido es que conserves algunos de mis colaboradores en el gabinete y en distintos lugares de tu gobierno, cuando ganes.

- DS: Gracias Cristina. Quedate tranquila, juntos vamos a ganar.

Obviamente esta escena es pura ficción, jamás sucedió. Ocurre que, como la prensa y la historia de la relación entre ambos lo refleja, Cristina Fernández nunca quiso a Scioli y, mucho menos, ponerle la banda presidencial el 10 de diciembre de 2015.

Si Scioli vence en el ballotage del 22 de Noviembre, será por exclusivo mérito propio.

Cuatro factores manipulados por la Presidenta, serían los motivos de la derrota electoral de Scioli, en caso que así se produzca:

1) En el afán de conservar el poder hasta el último minuto, a la Presidenta no le importó los niveles de rechazo a su gestión y, en particular, a su estilo desgastado de conducir, bajo la lógica amigo-enemigo, negando la realidad, disfrazando estadísticas y ninguneando a las críticas.

¿Qué habría sido mejor para Scioli? Que la mandataria lo designara a comienzos de año como su sucesor, que bajara inmediatamente su perfil y que evaluara junto al candidato, qué decisiones de gobierno podían perjudicar o beneficiar la campaña. ¿Cuál hubiese sido el problema de perder poder al designar un delfín, si Cristina suele repetir hasta el hartazgo que esto no es cuestión de nombres sino de un proyecto?

2) La designación de Aníbal Fernández como precandidato a gobernador, a diferencia de la designación a dedo como hizo con Scioli, fue un golpe cuasi letal para las aspiraciones del oficialismo. Mas allá de la interna con la dupla Julián Domínguez-Fernando Espinoza, claramente Cristina Fernández no designó al candidato que mejor medía o que era más potable, sino todo lo contrario. De repente, cuando estaba totalmente afuera de las grandes ligas, la Presidenta subió a la competencia bonaerense a Aníbal. Ella perdió la provincia de Buenos Aires, principal bastión peronista, no Aníbal Fernández.

¿Qué hubiese sido mejor para Scioli? Que Cristina designara a Julián Domínguez o a Diego Bossio, que si bien no medían mas que Scioli, tenían una imagen de desconocimiento que podía trabajarse porque la imagen negativa era bajísima. Incluso analizar la posibilidad de Martín Insaurralde, si era necesario. Pero los “mejores” candidatos fueron presa del desinterés de la Jefa de Estado por triunfar.

3) Las peleas internas en el oficialismo. La intención de la Presidenta de no ayudar a Scioli para que gane quedó evidenciada en la feroz interna que se desató tras los magros resultados electorales del 25 de octubre, pero que en realidad, en un tono mas bajo, venían de antes.

La agrupación La Campora, ya en las PASO, se ausentó del bunker de Scioli y en la campaña en la Ciudad, hacía proselitismo por la candidatura a diputado de Axel Kicillof, no de la presidencial de Scioli. ¿A quien responde La Campora?¿No la conduce Máximo Kirchner o la propia Cristina? Por eso, La Cámpora jugó a que Scioli no gane.

Luego las declaraciones casi cotidianas surgieron de una “zona liberada” que dictaminó la Presidenta. En un gobierno que se jactó de su personalismo, Cristina no hizo nada por unificar las voces en apoyo a Scioli y dejó que cada uno dijera lo que pensaba. ¿Si ella no baja la línea para que no haya grietas, no quiere que no le importa el triunfo de su candidato? Así es.

¿Qué hubiera sido mejor para Scioli? Que la Presidenta ordenara a la agrupación La Campora, al kirchnerismo de paladar negro y a todos los funcionarios de gobierno, encolumnarse detrás de la candidatura de Scioli. Llamando a votar por él, sin matices,  en cada rincón.

4) La gestión y los discursos. Cristina Fernández continuó con su gestión de gobierno como si le quedaran por delante cuatro años más de mandato, pero nunca gestionó, al menos en 2015, en función de las elecciones presidenciales y con el objetivo de que el “proyecto” continuara. Las decisiones en torno al cepo cambiario, las designaciones interesadas en el Poder Judicial con la idea de blindar futuras denuncias por corrupción en su contra y en contra de su gabinete, así como el penoso escándalo en Diputados de hace unos días por la designación de miembros de la Auditoría General de la Nación, no hacen mas que reflejar que a Fernández de Kirchner poco le importaba cómo afectaría todo ello en la campaña de su candidato.

Los discursos tienen un capítulo aparte. No mencionar una sola vez por el apellido a Scioli pero tampoco nombrar a Mauricio Macri, su principal rival, no hace mas que perjudicar al primero y beneficiar al segundo. Suena algo ridículo que Cristina Fernández quiera darse un baño de institucionalidad en el último tramo de la campaña electoral, cuando Scioli viene de atrás, y así no mencionar ni agraviar a Macri, cuando durante años se caracterizó por confrontar con nombre y apellido simplemente, con quien pensaba distinto u osaba a cuestionarla. Muy raro.

Queda claro, entonces, que Cristina Fernández nunca quiso que Daniel Scioli gane la elección presidencial. Y tiene posibilidades de irse a El Calafate “con el deber cumplido”.

¿Sobrevivirá el kirchnerismo?

“La única manera de que el kirchnerismo como corriente política sobreviva al fin del gobierno de Cristina Fernández es que gané Mauricio Macri. De lo contrario, seremos testigos de la mutación de los kirchneristas a sciolistas”, reflexionó un hábil y sexagenario dirigente, ex funcionario y actual operador peronista.

El kirchnerismo como corriente política peronista, nacida al amparo de su pareja líder, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, teme extinguirse convirtiéndose en un “ismo” más de los que han sido devorados por el todopoderoso Partido Justicialista.

El cafierismo de Antonio Cafiero, el menemismo de Carlos Menem, el duhaldismo de Eduardo Duhalde, fueron corrientes peronistas que protagonizaron distintas etapas de la historia argentina contemporánea. Todos tuvieron poder y fueron gobierno (excepto el cafierismo que desapareció cuando Menem le ganó la interna a Cafiero). ¿Por qué el kirchnerismo debería ser la excepción?

Quienes fantasean con el kirchnerismo como el Segundo Movimiento Nacional Justicialista que tomó la posta del peronismo y suplantó la impronta de Juan Perón y de Evita, por la de Néstor Kirchner y  Cristina pero con el mismo alcance “revolucionario”, creen que lo hecho por el gobierno en los últimos doce años será vivenciado por los militantes y seguidores de “El Modelo” como la refundación de la Argentina.

Eso bastaría, dicen, para que los jóvenes que comenzaron a militar en política en esta década, profesen el kirchnerismo como la mutación del peronismo o el aggiornamiento de aqual movimiento nacido en 1945. De esa manera, trascenderá a la conducción de Cristina Fernández y serán los jóvenes de La Cámpora quienes llevarán las banderas K hasta que uno de ellos se convierta en el nuevo líder del Segundo Movimiento Nacional Justicialista.

Olvidan un detalle. Uno de los secretos de la permanencia del peronismo en el poder, la vigencia de sus dirigentes a diferencia de la diáspora sufrida por el radicalismo, es que la dinámica pejotista obliga a la construcción permanente de un líder, un conductor. Primero se elige, se designa a un conductor y después el resto se encolumna detrás de él. Pero siempre hay un conductor que surge espontáneamente o es construido por el propio partido.

De esa construcción de liderazgo peronista deviene el tan de moda “poder de la lapicera”. Cafiero y Menem dirimieron en una interna quién sería el candidato del peronismo en 1989 y ese dirigente se quedó con la Presidencia y con el partido; Duhalde disputó con Menem el poder del PJ en 1999 y se quedó con el partido y luego fue Presidente; Kirchner fue puesto por Duhalde en la Presidencia, pero después embistió contra el lomense para quedarse con el poder y con el partido. ¿Qué creen que hará Scioli, un aplicado alumno peronista, si llega a la Casa Rosada?

Tal vez el estilo del gobernador bonaerense no sea el de la confrontación sino el de la acción, el trabajo avasallador, el control de su gente y la exigencia. Pero esa dinámica le ha servido, por ejemplo, para adoctrinar a Gabriel Mariotto, su vice puesto por Cristina Fernández para controlarlo, esmerilarlo, pero que finalmente se convirtió en un sciolista mas.

La acción desesperada del Gobierno por nombrar en planta permanente a miles de jóvenes de La Cámpora en el Estado, e integrar gran parte de las listas a candidatos a legisladores nacionales y provinciales con esa generación de militantes, busca cambiar esa lógica, para sembrar de kirchneristas los tres poderes. Sin embargo, lejos de ser “células dormidas” que algún día se activarán por orden de Cristina, se trata de dirigentes que volverán a estar “contenidos” por el peronismo ortodoxo.

Lo que el kirchnerismo no tiene en cuenta es que con Scioli, el PJ vuelve a ser protagonista, esto es, gobernadores, intendentes y dirigentes del peronismo ortodoxo, que en su mayoría fueron ninguneados y muchas veces sometidos por los Kirchner. Un partido que nunca fue protagonista sino un mero apéndice de las decisiones de la Casa Rosada, la mayoría de ellas inconsultas.

El estilo de “dejar hacer” de Scioli, devolviéndole el poder a los mandatarios provinciales y a los intendentes, a los PJ provinciales y al Consejo Nacional Justicialista, de la mano de los sindicatos, es un revival de las estructuras que siempre fueron pilares del peronismo, al menos hasta la llegada de los Kirchner.

¿Qué pasaría si los jóvenes dirigentes kirchneristas no están de acuerdo con la política que empleé Scioli en un eventual gobierno? ¿Dejarán el poder o el trabajo que tienen para irse al llano, que nunca conocieron?¿Se rebelarán ante el gobierno que los tiene empleados? ¿Discutirán internamente sus diferencias, aunque estarán en minoría? ¿Pasarán a ser opositores? No es sencillo ni lineal.

Mas allá de la posibilidad que Cristina Fernández pueda ir como candidata y convertirse en diputada nacional. ¿Qué puede hacer pensar que si ella y su esposo apenas pudieron disciplinar a Scioli cuando lo nombraron vicepresidente o gobernador, puedan lograrlo totalmente si es él quien se convierte en Presidente?

Al parecer, mas allá de las diferencias con el menemismo y el duhaldismo, quizás por el mayor protagonismo que tienen los jóvenes en la gestión kirchnerista, la única posibilidad de supervivencia viene de la mano de Macri.

Es poco probable que Scioli se convierta en el jefe de la oposición si el candidato del PRO vence. Así, vacante la conducción del PJ, Cristina Fernández sí tendrá posibilidad de reclamar el partido. De lo contario, es factible que la Presidenta, como vienen adelantando algunos gobernadores, se convierta en una fuente de consulta. Pero nada más.

Telaraña kirchnerista

La posible candidatura de Cristina Fernández a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires o al PARLASUR, guarda bajo llaves un interrogante que preocupa al peronismo. ¿Su nombre en la boleta le suma o le resta votos al candidato presidencial oficialista?

Pero no solo la posible candidatura de la mandataria transmite inquietud en gobernadores e intendentes del PJ. Axel Kicillof o Eduardo “Wado” de Pedro como probables compañeros de fórmula de Daniel Scioli, ¿traccionan votos a la candidatura del gobernador bonaerense en su carrera hacia la Casa Rosada o los ahuyentan?

De seguro, si el postulante del Frente para la Victoria termina siendo Florencio Randazzo, para sorpresa de todos, la mandataria traccionará mas votos que su delfín. Ahora bien, si como marcan las encuestas el candidato del oficialismo es Scioli, la duda se acrecienta.

Está claro que el antikirchnerismo y la franja del electorado “ni” podría llegar a digerir a Scioli, a partir de sus permanentes cotocircuitos con Néstor y Cristina Kirchner, su impureza K y su amplio relacionamiento con todo el arco peronista y con los opositores. Lo que no avalaría de ninguna manera es que Cristina fuera en la misma boleta.

El combo para Scioli podría complicarse aún mas si la Presidenta decide que Kicillof o De Pedro vayan por la vicepresidencia. Automáticamente, el salvavidas de plomo lucirá en el cuello de Scioli.

El ministro de Economía es el mejor candidato que tiene La Cámpora para una incursión electoral. Aunque, está claro, para ir como “segundo de”, porque carece de aceptación, imagen e intención de voto suficiente para competir como postulante presidencial en las PASO del Frente para la Victoria.

¿Kicillof como vice de Scioli, sería piantavotos? En las elecciones generales de octubre, probablemente. Basta con remarcar la reciente demostración de la ignorancia del ministro respecto del trabajo periodístico.

Luego de cometer el error de afirmar que “no” tenía el número de pobres porque sería algo “estigmatizante”, ensayó una rídicula e inverosímil defensa que denota el desconocimiento de la labor de la prensa.

“Quiero denunciar esta maniobra y tendencia y forma de actuar: me hacen una entrevista de una hora y después toman una frase suelta, de una pregunta lateral, y con eso arman una agenda de lo que ellos quieren tratar”. Alguien debería explicarle al ministro que cualquier periodista titula con una frase un artículo periodístico, al que desde ya sacará del contexto de una nota general, sin alterar el espíritu de lo que quiso decir el entrevistado. No es tan difícil.

Entre el rechazo que genera Kicillof en un sector del electorado y el manejo discrecional que haría en el contacto con los medios si fuera candidato a vice de Scioli, claramente sería un factor de fuga antes que de tracción de votos para el actual gobernador.

Tal vez distinta sea la actitud del camporista De Pedro, si le toca cumplir con ese rol. Claro está que la agrupación a la que representa tiene peor imagen aún, por su destrato a los medios que no son oficialistas, lo cual tampoco sería un aporte a la carrera presidencial del oficialismo.

Quizás a a los fines de la interna, tanto el ministro de Economía como el joven Secretario General de la Presidencia sumen, a raíz de su identificación con “el modelo” para el público kirchnerista. Pero en las elecciones generales, las necesidades son otras.

Lo mejor que le puede pasar a Scioli es que la Presidenta le permita deisgnar a su compañero de fórmula y a su candidato a la gobernación bonaerense que compita con el resto. Sin importar, incluso, que la lista de legisladores nacionales sea diseñada por Cristina sin consenso alguno.

Pero si el mandatario provincial tiene que “lidiar” con un vice “piantavotos” y la presidenta como candidata a legisladora, será muy empinada la pendiente que Scioli deberá sortear, sobre todo si hay un ballottage con Mauricio Macri.

La generación “Y” argentina, pesada herencia del kirchnerismo

“En diez años no se puede resolver todo”, exclamó, a modo de excusa, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner al hablar un tiempo atrás en un acto, rodeada de cientos de jóvenes de La Cámpora que la vivaban. Eso sí, dijo no tener dudas de que “de la juventud vienen todas fuerzas de transformación”. Aunque, evidentemente, esas fuerzas no vienen de quienes tienen el poder para transformar.

La denominada Generación “Y” de la Argentina (los nacidos entre 1981 y 2000) está en serios problemas y se transformará en una pesada herencia del kirchnerismo para el próximo gobierno que asuma en diciembre de 2015. Continuar leyendo

Boudou: el caballo de Troya de la oposición

El apotegma asegura que “mientras mas tiempo permanezca Boudou en el gobierno, mas chances tiene la oposición de ganar las elecciones en 2015”.

La oposición al gobierno de Cristina Fernández compuesta por macristas, radicales, massistas, socialistas y la izquierda ha dado con el talón de Aquiles de la Casa Rosada: su vicepresidente.

Los dos procesamientos de Boudou –el primero por la causa Ciccone y el segundo, por documentación falsa de un vehículo de su propiedad, causa cuya raíz es un acto despecho de su ex esposa- lo convierten en el blanco fácil del antikirchnerismo en el comienzo de una larga campaña electoral hacia los comicios del próximo año.

Para colmo de males, todavía resta la mediatización de otra causa que es mucho mas palpable, pero también escandalosa para el público masivo como es la que pesa sobre Boudou por supuesto enriquecimiento ilícito. ¿Por qué es una causa masiva? Porque a medida que trascienda, se irán conociendo la cantidad de bienes que el vicepresidente tiene a su nombre o a nombre de terceros “asociados” a él, tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en otros puntos del país y del exterior, pero en particular en su ciudad natal, Mar del Plata.

Dos mitos contribuyen a comprender conductas, actitudes del protagonista de esta trama, que deriva en una compleja situación política e institucional para el país.

En el primer mito hay testigos que dan cuenta de un personaje -nadie asegura que sea Boudou- que a poco de asumir en un importante organismo del Estado –tampoco podrían afirmar ciento por ciento que es el Anses- salió corriendo a una importante concesionaria de autos y motos – no hay documentación que avale que sea BMW- y allí adquirió en efectivo, portando un bolso repleto de dinero como el que utilizan los narcotraficantes en las películas norteamericanas, dos motos de alta cilindrada.

El segundo mito habla de un ex Presidente, con un marcado liderazgo peronista e impronta personalista. El dirigente sureño le escapaba a cualquier “inconveniente” con su esposa, también política, como le escapa a las peleas matrimoniales cualquier hombre casado durante mas de 20 años. El Presidente prefería mirar para otro lado antes que tener que lidiar con su cónyuge, también de carácter fuerte.
Lo cierto es que un hombre, miembro de la corte presidencial de aquél entonces, relata que en una oportunidad le hicieron llegar al Presidente una carpeta. Dentro, había papeles que confirmaban la existencia de cuentas bancarias, con abultados montos de dinero, a nombre del mismo hombrecillo sonriente que compró dos grandes motos. Entonces el Presidente, para no tener que discutir con su consorte, se limitó a decir: “Por ahora solo observémoslo, no tiene poder”.

Volviendo al caso del vicepresidente de la nación, es inminente que ocurra algo: o bien Boudou da un paso al costado a través de una licencia o directamente de su renuncia, o el peronismo y en particular los aspirantes presidenciales como Daniel Scioli y Florencio Randazzo, comenzarán a agitar las aguas del PJ.

Al margen de la poca “simpatía” que los dirigentes peronistas –no lo chicos de La Cámpora ni los ultrakirchneristas- le tienen a Boudou por sus orígenes pero también por considerarlo un “paracaidista”, ellos saben que con Amado en la foto de campaña, el único resultado posible para el 2015 es la derrota.

La semana pasada llamó la atención que Boudou presidiera la sesión en el Senado, convirtiéndose en carne de cañón de los legisladores opositores. Está claro que la decisión fue de Cristina Fernández. Pero la duda fluye: la Presidenta dio esa orden, ¿cómo un gesto de respaldo a Boudou o para ir preparando el camino y que el vicepresidente vea lo que le espera si no decide dar un paso al costado?

La Presidenta ha ido hasta las últimas consecuencias en muchas situaciones de gestión o de respaldo a funcionarios suyos y del ex mandatario Néstor Kirchner pero siempre, antes de estrellarse contra el muro, clavó los frenos y dio media vuelta. Por citar algunos casos, no dudó en devaluar el verano pasado; de retirar el pliego de César Milani; de avanzar en el acuerdo con Irán por el atentado contra la AMIA; o de soltarle la mano a Felisa Miceli, ex ministra de Economía de Kirchner.

Nadie podría dudar que Cristina Fernández sabe que Amado Boudou, el hombre que eligió ella para la vicepresidencia porque Néstor Kirchner lo hubiera resistido, tiene los días contados. No sólo porque su permanencia en el cargo beneficiará la campaña electoral de la oposición y perjudicará a los candidatos a presidente, gobernadores, diputados y senadores nacionales del peronismo. Sino porque su propio gobierno cerraría un ciclo manchado por la corrupción en lo mas alto del Poder Ejecutivo. Y nadie cree que Cristina quiera tirar todo –lo poco o lo mucho que hizo en 11 años- por la borda.