Por: Walter Schmidt
Corre el mes de mayo de 2015. La Presidenta convoca a Daniel Scioli a la residencia de Olivos.
- CFK: Daniel, quiero que seas mi candidato porque sos el que mejor mide. Quiero que nos reunamos con los equipos para trabajar y diseñar la estrategia de campaña. Tenemos que ganar las elecciones y yo voy a ocupar el rol que mas te favorezca. Yo bajo la línea para que todos se encolumnen detrás de tu candidatura, lo único que te pido es que conserves algunos de mis colaboradores en el gabinete y en distintos lugares de tu gobierno, cuando ganes.
- DS: Gracias Cristina. Quedate tranquila, juntos vamos a ganar.
Obviamente esta escena es pura ficción, jamás sucedió. Ocurre que, como la prensa y la historia de la relación entre ambos lo refleja, Cristina Fernández nunca quiso a Scioli y, mucho menos, ponerle la banda presidencial el 10 de diciembre de 2015.
Si Scioli vence en el ballotage del 22 de Noviembre, será por exclusivo mérito propio.
Cuatro factores manipulados por la Presidenta, serían los motivos de la derrota electoral de Scioli, en caso que así se produzca:
1) En el afán de conservar el poder hasta el último minuto, a la Presidenta no le importó los niveles de rechazo a su gestión y, en particular, a su estilo desgastado de conducir, bajo la lógica amigo-enemigo, negando la realidad, disfrazando estadísticas y ninguneando a las críticas.
¿Qué habría sido mejor para Scioli? Que la mandataria lo designara a comienzos de año como su sucesor, que bajara inmediatamente su perfil y que evaluara junto al candidato, qué decisiones de gobierno podían perjudicar o beneficiar la campaña. ¿Cuál hubiese sido el problema de perder poder al designar un delfín, si Cristina suele repetir hasta el hartazgo que esto no es cuestión de nombres sino de un proyecto?
2) La designación de Aníbal Fernández como precandidato a gobernador, a diferencia de la designación a dedo como hizo con Scioli, fue un golpe cuasi letal para las aspiraciones del oficialismo. Mas allá de la interna con la dupla Julián Domínguez-Fernando Espinoza, claramente Cristina Fernández no designó al candidato que mejor medía o que era más potable, sino todo lo contrario. De repente, cuando estaba totalmente afuera de las grandes ligas, la Presidenta subió a la competencia bonaerense a Aníbal. Ella perdió la provincia de Buenos Aires, principal bastión peronista, no Aníbal Fernández.
¿Qué hubiese sido mejor para Scioli? Que Cristina designara a Julián Domínguez o a Diego Bossio, que si bien no medían mas que Scioli, tenían una imagen de desconocimiento que podía trabajarse porque la imagen negativa era bajísima. Incluso analizar la posibilidad de Martín Insaurralde, si era necesario. Pero los “mejores” candidatos fueron presa del desinterés de la Jefa de Estado por triunfar.
3) Las peleas internas en el oficialismo. La intención de la Presidenta de no ayudar a Scioli para que gane quedó evidenciada en la feroz interna que se desató tras los magros resultados electorales del 25 de octubre, pero que en realidad, en un tono mas bajo, venían de antes.
La agrupación La Campora, ya en las PASO, se ausentó del bunker de Scioli y en la campaña en la Ciudad, hacía proselitismo por la candidatura a diputado de Axel Kicillof, no de la presidencial de Scioli. ¿A quien responde La Campora?¿No la conduce Máximo Kirchner o la propia Cristina? Por eso, La Cámpora jugó a que Scioli no gane.
Luego las declaraciones casi cotidianas surgieron de una “zona liberada” que dictaminó la Presidenta. En un gobierno que se jactó de su personalismo, Cristina no hizo nada por unificar las voces en apoyo a Scioli y dejó que cada uno dijera lo que pensaba. ¿Si ella no baja la línea para que no haya grietas, no quiere que no le importa el triunfo de su candidato? Así es.
¿Qué hubiera sido mejor para Scioli? Que la Presidenta ordenara a la agrupación La Campora, al kirchnerismo de paladar negro y a todos los funcionarios de gobierno, encolumnarse detrás de la candidatura de Scioli. Llamando a votar por él, sin matices, en cada rincón.
4) La gestión y los discursos. Cristina Fernández continuó con su gestión de gobierno como si le quedaran por delante cuatro años más de mandato, pero nunca gestionó, al menos en 2015, en función de las elecciones presidenciales y con el objetivo de que el “proyecto” continuara. Las decisiones en torno al cepo cambiario, las designaciones interesadas en el Poder Judicial con la idea de blindar futuras denuncias por corrupción en su contra y en contra de su gabinete, así como el penoso escándalo en Diputados de hace unos días por la designación de miembros de la Auditoría General de la Nación, no hacen mas que reflejar que a Fernández de Kirchner poco le importaba cómo afectaría todo ello en la campaña de su candidato.
Los discursos tienen un capítulo aparte. No mencionar una sola vez por el apellido a Scioli pero tampoco nombrar a Mauricio Macri, su principal rival, no hace mas que perjudicar al primero y beneficiar al segundo. Suena algo ridículo que Cristina Fernández quiera darse un baño de institucionalidad en el último tramo de la campaña electoral, cuando Scioli viene de atrás, y así no mencionar ni agraviar a Macri, cuando durante años se caracterizó por confrontar con nombre y apellido simplemente, con quien pensaba distinto u osaba a cuestionarla. Muy raro.
Queda claro, entonces, que Cristina Fernández nunca quiso que Daniel Scioli gane la elección presidencial. Y tiene posibilidades de irse a El Calafate “con el deber cumplido”.