¿A Macri le sirve polarizar con Cristina?

Nadie duda en el peronismo -incluso es admitido en silencio por algunos dirigentes kirchneristas- que Cristina Fernández jugó a que Daniel Scioli perdiera las elecciones presidenciales del 2015.

Algunos hasta se animan a ventilar ese estrategia “vox populi” ante la prensa, como el intendente de Ezeiza, Alejandro Granados. “Me dolió la falta de colaboración de Cristina con el candidato del PJ. Scioli era ideal para esta transición. Yo hubiera preferido que Cristina nos hubiera convocado tres meses antes a Olivos y que nos pregunte ¿muchachos, qué hacemos para ganar?”

La senadora sanjuanina Marina Riofrío planteó lo mismo, pero lo hizo directamente ante Cristina Kirchner en la reunión con los senadores peronistas a la que faltaron 13, entre ellos el jefe del bloque, Miguel Angel Pichetto.

Cuando Riofrío, que responde al gobernador sanjuanino Sergio Uñac, quien no reconoce a Cristina como la conductora del peronismo, planteó en la reunión analizar los motivos de la derrota electoral y la ex presidenta le reclamó precisiones, la senadora respondió: “Por ejemplo los que hicieron un acto de cierre de campaña por su cuenta, diferenciándose de nuestro candidato”. Se refería a La Cámpora, que sólo salió a hacer campaña por Scioli luego de la primera vuelta.

La estrategia de Cristina y los camporistas apuntaba a coronar como gobernador bonaerense a Aníbal Fernández, convirtiendo a la provincia de Buenos Aires en un refugio y a la vez en una trinchera. En segundo término, con Axel Kicillof como el Rasputín de Cristina, pensaban que el gobierno de Macri se caería en unos meses porque era necesario que tomara las decisiones económicas antipopulares que el kirchnerismo nunca quiso afrontar (ajuste de tarifas, devaluación, actualización del tipo de cambio, acuerdo con los fondos buitre).

Como corolario de ese análisis, los K pensaban que al acto que Cristina dio semanas atrás en su regreso de El Calafate, en lugar de mostrarla en Comodoro Py y cerca de su primer procesamiento entre varios que podría cargar, sería en Plaza de Mayo albergando a millones de desahuciados. El análisis falló rotundamente.

Ahora bien, aunque sea por un momento y en situaciones judiciales muy complejas, ya sea por el show y la oratoria de la ex mandataria o bien de la confusión y atomización que reina en la oposición, Cristina Fernández se paró frente al gobierno de Mauricio Macri como referente de la oposición.

Es increíble como el correr del tiempo, a veces, invierte las estrategias políticas. A Néstor Kirchner le encantaba polarizar con Macri porque consideraba que eso lo revalorizaba. En el gobierno de Cambiemos hoy piensan exactamente lo mismo pero en sentido inverso.

“Cristina es la mejor rival para Mauricio; es el pasado, es el rostro de la corrupción kirchnerista, es a quien la gente rechazó con su voto. La rechazaron a ella, no a Scioli”, reflexionó un funcionario de la Casa Rosada.

También le sirve y mucho al Gobierno la atomización del peronismo. A nivel nacional, el peronismo se divide entre el nuevo PJ que agrupará, bajo el ala de la fórmula José Luis Gioja-Daniel Scioli, a casi todos los gobernadores peronistas con la excepción de Juan Schiaretti (Córdoba) y Mario Das Neves (Chubut), aunque los senadores que responden a ambos vienen trabajando con el resto de los mandatarios del PJ. Sin embargo, el peronismo recuperará a algunos que se fueron del partido enojados con el kirchnerismo, como el puntano Alberto Rodríguez Saá y el pampeano Carlos Verna.

Del otro lado, Sergio Massa intenta amalgamar un espacio peronista con sectores de centroizquierda. Massa se muestra junto a Margarita Stolbizer con una agenda legislativa común, incorporó recientemente a Julio Raffo (ex Proyecto Sur) y planea hacer lo mismo con el Movimiento Libres del Sur de Victoria Donda, Humberto Tumini y Jorge Ceballos.

A nivel bonaerense ocurre algo similar. El massismo prácticamente co-gobierna con María Eugenia Vidal, en especial en la Cámara de Diputados. Sin embargo, el Frente para la Victoria se acaba de romper en dos sectores, uno que responde a La Cámpora y otro que se referencia en el peronismo ortodoxo.

Divide y reinarás sigue siendo la fórmula del éxito para cualquier oficialismo. No obstante, esa pericia debe estar atada, invariablemente, a una situación económica por lo menos estable. Y esa no es la situación actual.

Macri y sus dogmáticos están haciendo lo políticamente correcto para dejar despejado el camino que los conduzca, de la mejor manera, a las elecciones legislativas del 2017, que les permita sumar poder en el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense, básicamente.

Empero, si la promesa de crecimiento de la economía para el segundo semestre o el último trimestre del año, que compromete totalmente a Alfonso Prat-Gay , no se cumple, indefectiblemente será un duro golpe para Macri, su gestión y sus aspiraciones.

En los juegos de azar no es la mejor estrategia. Pero en este caso, todas las fichas están apostadas a un solo casillero. O se gana, o se pierde.

Un truco con cartas políticas

El escenario político y judicial argentino bien podría sintetizarse a través del popular juego de cartas, el truco. Si dos fueran los jugadores que manejaran la Justicia argentina, desde la política, la partida iría mas o menos por estos carriles.

¡Truco! Cantaría el primero de ellos, con la detención del empresario Lázaro Báez por orden del juez federal Sebastián Casanello, en la causa por lavado de dinero, mas conocido a nivel mediático como “la ruta del dinero k”.

¡Quiero retruco! Gritaría el contrincante, dando lugar a la imputación del presidente Mauricio Macri por parte del fiscal Federico Delgado de “omisión maliciosa”, al considerar que el mandatario no hizo figurar en su declaración patrimonial una sociedad offshore en Panamá, un paraíso fiscal, en la que figuraba como director y en la que el titular era su padre Franco Macri.

¡Quiero vale cuatro! Dispararía el primer jugador, con el planteo del fiscal federal Guillermo Marijuan de imputar a la ex presidenta Cristina Fernández en la misma causa por lavado de dinero por la cual está detenido Lázaro Báez.

¿Quién tendrá la carta mas alta a la hora de mostrar los naipes y definir el ganador de la mano?

Siguiendo con la metáfora del truco, la descripta es solo “una mano”. Lo importante es saber quién ganará, al final, la partida y cuál será el premio. Pero para eso falta mucho.

Por lo pronto la judicialización de la política de la que son testigos los argentinos y que se desarrolla intensamente con la imputación de un presidente y de una ex presidente refleja una situación inédita en el país.

A sólo cuatro meses de asumir en el poder, Macri ya tiene su primera imputación por una sociedad offshore.

En general, las sociedades de este tipo en paraísos fiscales se utilizan para eludir impuestos a través de negocios u operaciones en otros países o bien directamente para evadir impuestos en el propio país, la Argentina. De allí, hacia arriba, también comprenden –y es uno de los desafíos de estos tiempos- dinero sucio, de la corrupción, el narcotráfico o cualquier actividad del denominado crimen organizado internacional.

“Esa decisión es extraordinaria” para la democracia, exclamó a la prensa el referente radical Ernesto Sanz, una de las tres patas de este frente oficialista Cambiemos, junto a Macri y Elisa Carrió. Sanz considera que el sólo hecho de que un Presidente a poco de asumir pueda ser imputado, refleja que el gobierno de Macri viene a romper con la injerencia del Poder Ejecutivo en el Poder Judicial.

Sin embargo, el kirchnerismo fue el único que planteó las cosas descarnadamente, aunque el remedio que aplicó fue peor que la enfermedad. El Poder Judicial tiene intereses corporativos y siempre intenta llevar agua (o dinero) para su molino. Al igual que el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, ostenta intereses particulares y está envuelto en un sistema viciado de corrupción.

Pero la forma de combatir esa toxicidad en el Poder Judicial no es combatiéndolo públicamente, amenzándolo o nombrando fiscales y jueces a fines como intentó hacerlo Cristina Kirchner, porque terminó focalizando la estrategia en un cambio de elites: de la elite de jueces propios a la elite de jueces obsecuentes. Lo necesario era una reforma judicial en serio –no como la que intentó realizar- otorgándole pluralidad académica y social, pero también exposición. Porque hoy los jueces, al igual que los empresarios, no son juzgados por la sociedad como sí lo son los políticos.

Lo cierto es que la imputación de Macri no refleja una “nueva” Justicia ni tampoco nuevos tiempos donde todos seamos iguales ante la ley. En realidad, responde a vestigios de la “vieja” Justicia, que está lejos de jubilarse. Dirigentes del PRO consideran que el fiscal Federico Delgado tiene al Presidente como “blanco político”, porque el funcionario del Ministerio Público, al igual que Alejandra Gils Carbó, pertenece a la agrupación kirchnerista Justicia Legítima.

La misma lógica parece abrazar a la cruzada contra la corrupción kirchnerista que terminó imputando a la ex mandataria Cristina Fernández en la causa por lavado de dinero, a partir de la cual está detenido el empresario kirchnerista Lázaro Báez.

En las charlas políticas de café y despachos políticos, circula la parábola acerca del distanciamiento entre Cristina y Báez. Se lo atribuye a un reclamo de dinero por parte de Ella al empleado bancario devenido en empresario patagónico, que pertenecería a “Néstor” y Lázaro se lo habría quedado.

También hay quienes dan rienda suelta a un episodio, que pocos se atreven catalogar como información o ficción, según el cual en el 2015, cuando el kirchnerismo aún era una clara opción de continuidad en el poder, un funcionario judicial le habría propuesto a Báez algún “beneficio judicial” a cambio de “algunos millones de dólares”, algo que nunca se concretó, obviamente, ya con los hechos a la vista.

Lo cierto es que, mas allá de la clara sospecha de megacorrupción kirchnerista, la detención de Lázaro Báez surgió cuando se reveló el “Panamá Papers” involucrando al Presidente. Y la imputación de Cristina Kirchner, cuando el fiscal Delgado imputó a Macri por la sociedad offshore. ¿Casualidad en los tiempos?

“Esto es una guerra entre jueces que quieren quedar bien con Macri y los que siguen siendo leales al kirchnerismo”, describió un dirigente político con buena sintonía en la Justicia.

La teoría del Péndulo. Pasar de un extremo a otro. De la obsecuencia “K” a la obsecuencia “M”. Y después vendrán otras “letras”, a medida que se sucedan los gobiernos, si es que nadie decide, de una vez por todas, atacar el sistema corrupto que abraza los cuatro poderes, si se incluye también a los medios.

Cristina lo hizo

Al parecer, el plan falló. A la luz de lo ocurrido en las elecciones presidenciales, la estrategia de Cristina Fernández era que su candidato, Daniel Scioli, no llegara a la Casa Rosada. Pero sí conservar cierto poder y albergar a la masa de jóvenes kirchneristas leales en la provincia de Buenos Aires bajo una gobernación de Aníbal Fernández.

De seguro no era la idea original pero, posiblemente, la propia Cristina, líder del kirchnerismo, le haya puesto fecha de vencimiento a esa corriente que gobernó durante 12 años la Argentina.

¿Por qué puede afirmarse que nunca quiso que ganara Scioli? En términos políticos es muy fácil argumentarlo. Un líder político da forma a una estrategia por lo menos un año antes de los comicios. Si el objetivo era “Scioli Presidente”, hubiera encolumnado “a todos y a todas” detrás de su candidato, respetando el manual del peronismo hubiera puesto como candidato a gobernador bonaerense al dirigente que más midiera, y hubiera diseñado con su “heredero” una estrategia de campaña –juntos, peleados, distanciados, etc- para asegurar el triunfo. Nada de eso hizo Cristina Fernández. Continuar leyendo

Cristina nunca quiso que Scioli gane

Corre el mes de mayo de 2015. La Presidenta convoca a Daniel Scioli a la residencia de Olivos.

- CFK: Daniel, quiero que seas mi candidato porque sos el que mejor mide. Quiero que nos reunamos con los equipos para trabajar y diseñar la estrategia de campaña. Tenemos que ganar las elecciones y yo voy a ocupar el rol que mas te favorezca. Yo bajo la línea para que todos se encolumnen detrás  de tu candidatura, lo único que te pido es que conserves algunos de mis colaboradores en el gabinete y en distintos lugares de tu gobierno, cuando ganes.

- DS: Gracias Cristina. Quedate tranquila, juntos vamos a ganar.

Obviamente esta escena es pura ficción, jamás sucedió. Ocurre que, como la prensa y la historia de la relación entre ambos lo refleja, Cristina Fernández nunca quiso a Scioli y, mucho menos, ponerle la banda presidencial el 10 de diciembre de 2015.

Si Scioli vence en el ballotage del 22 de Noviembre, será por exclusivo mérito propio.

Cuatro factores manipulados por la Presidenta, serían los motivos de la derrota electoral de Scioli, en caso que así se produzca:

1) En el afán de conservar el poder hasta el último minuto, a la Presidenta no le importó los niveles de rechazo a su gestión y, en particular, a su estilo desgastado de conducir, bajo la lógica amigo-enemigo, negando la realidad, disfrazando estadísticas y ninguneando a las críticas.

¿Qué habría sido mejor para Scioli? Que la mandataria lo designara a comienzos de año como su sucesor, que bajara inmediatamente su perfil y que evaluara junto al candidato, qué decisiones de gobierno podían perjudicar o beneficiar la campaña. ¿Cuál hubiese sido el problema de perder poder al designar un delfín, si Cristina suele repetir hasta el hartazgo que esto no es cuestión de nombres sino de un proyecto?

2) La designación de Aníbal Fernández como precandidato a gobernador, a diferencia de la designación a dedo como hizo con Scioli, fue un golpe cuasi letal para las aspiraciones del oficialismo. Mas allá de la interna con la dupla Julián Domínguez-Fernando Espinoza, claramente Cristina Fernández no designó al candidato que mejor medía o que era más potable, sino todo lo contrario. De repente, cuando estaba totalmente afuera de las grandes ligas, la Presidenta subió a la competencia bonaerense a Aníbal. Ella perdió la provincia de Buenos Aires, principal bastión peronista, no Aníbal Fernández.

¿Qué hubiese sido mejor para Scioli? Que Cristina designara a Julián Domínguez o a Diego Bossio, que si bien no medían mas que Scioli, tenían una imagen de desconocimiento que podía trabajarse porque la imagen negativa era bajísima. Incluso analizar la posibilidad de Martín Insaurralde, si era necesario. Pero los “mejores” candidatos fueron presa del desinterés de la Jefa de Estado por triunfar.

3) Las peleas internas en el oficialismo. La intención de la Presidenta de no ayudar a Scioli para que gane quedó evidenciada en la feroz interna que se desató tras los magros resultados electorales del 25 de octubre, pero que en realidad, en un tono mas bajo, venían de antes.

La agrupación La Campora, ya en las PASO, se ausentó del bunker de Scioli y en la campaña en la Ciudad, hacía proselitismo por la candidatura a diputado de Axel Kicillof, no de la presidencial de Scioli. ¿A quien responde La Campora?¿No la conduce Máximo Kirchner o la propia Cristina? Por eso, La Cámpora jugó a que Scioli no gane.

Luego las declaraciones casi cotidianas surgieron de una “zona liberada” que dictaminó la Presidenta. En un gobierno que se jactó de su personalismo, Cristina no hizo nada por unificar las voces en apoyo a Scioli y dejó que cada uno dijera lo que pensaba. ¿Si ella no baja la línea para que no haya grietas, no quiere que no le importa el triunfo de su candidato? Así es.

¿Qué hubiera sido mejor para Scioli? Que la Presidenta ordenara a la agrupación La Campora, al kirchnerismo de paladar negro y a todos los funcionarios de gobierno, encolumnarse detrás de la candidatura de Scioli. Llamando a votar por él, sin matices,  en cada rincón.

4) La gestión y los discursos. Cristina Fernández continuó con su gestión de gobierno como si le quedaran por delante cuatro años más de mandato, pero nunca gestionó, al menos en 2015, en función de las elecciones presidenciales y con el objetivo de que el “proyecto” continuara. Las decisiones en torno al cepo cambiario, las designaciones interesadas en el Poder Judicial con la idea de blindar futuras denuncias por corrupción en su contra y en contra de su gabinete, así como el penoso escándalo en Diputados de hace unos días por la designación de miembros de la Auditoría General de la Nación, no hacen mas que reflejar que a Fernández de Kirchner poco le importaba cómo afectaría todo ello en la campaña de su candidato.

Los discursos tienen un capítulo aparte. No mencionar una sola vez por el apellido a Scioli pero tampoco nombrar a Mauricio Macri, su principal rival, no hace mas que perjudicar al primero y beneficiar al segundo. Suena algo ridículo que Cristina Fernández quiera darse un baño de institucionalidad en el último tramo de la campaña electoral, cuando Scioli viene de atrás, y así no mencionar ni agraviar a Macri, cuando durante años se caracterizó por confrontar con nombre y apellido simplemente, con quien pensaba distinto u osaba a cuestionarla. Muy raro.

Queda claro, entonces, que Cristina Fernández nunca quiso que Daniel Scioli gane la elección presidencial. Y tiene posibilidades de irse a El Calafate “con el deber cumplido”.

Problemas y esperanzas de Macri y Scioli

En apenas tres semanas, la Argentina tomara un nuevo rumbo político, económico y social, marcando el fin de una época. Desde el retorno a la Democracia (1983) está es la segunda oportunidad en la cual el país vive un fin de ciclo. En 1999 se despedía el menemismo, una década de gobierno que marcó la ola privatizadora en la Argentina, a tono con el Consenso de Washington y la década de los ’90, mezcla de neoliberalismo y populismo. El 2015 será el fin del kirchnerismo, doce años de gobierno marcados por un auge del progresismo mezclado nuevamente con el populismo.

Las elecciones del 25 de octubre de 2015 significaron una clara derrota para el peronismo, mas allá de que su candidato, Daniel Scioli, aventajó por 2,5 puntos a su rival del frente Cambiemos, Mauricio Macri y de que ambos disputarán por primera vez en la historia argentina, un ballotage.

La figura de un gobierno que intenta ocultar bajo la alfombra hasta el 10 de diciembre –cuando termina su mandato- una delicada situación económica y fiscal, sumado al estilo pseudoautoritario de Cristina Fernández “ayudaron” a que ese resultado se viviera como una derrota, habida cuenta que la sensación en la opinión pública, alimentada por los cuestionados encuestadores, era que Scioli estaba a muy poco de ganar en primera vuelta. ¿Qué tan bueno y revolucionario fue el gobierno kirchnerista que Mauricio Macri, supuestamente en las antípodas, tiene chances de suceder a Cristina?

Los discursos en cadena nacional de la Presidenta, la omnipresencia en el Estado y en la mesa de decisiones de los jóvenes de la agrupación La Cámpora y un candidato a gobernador bonaerense como Aníbal Fernández, que no sumaba sino que le restaba votos a Scioli, provocaron que Macri, pese a quedar abajo, se subiera a una ola triunfalista que durante una semana pobló los medios de comunicaciones como si se tratara de un Presidente electo.

En verdad, la sorpresa fue la de María Eugenia Vidal, acólita de Macri, que venció al otrora todopoderoso aparato peronista de la provincia de Buenos Aires, le ganó a Aníbal Fernández y se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo de gobernadora de esa provincia que equivale al 40 por ciento del electorado nacional.

Ante ese panorama, la tercera fuerza en discordia, el Frente Renovador de Sergio Massa, decidió capitalizar los 5 millones de votos que obtuvo a la hora de decidir a quién apoyar –Scioli o Macri- en el ballottage. Pese a dar un mensaje encriptado, intentando no optar por uno u otro, Massa no pudo contener su parecer: “No quiero que gane Scioli”, aseveró.

Los problemas de Scioli son: el 64% por ciento no lo votó y puede deducirse que una amplia mayoría de esos votantes lo hizo contra el gobierno al que él representa, lo que implicaría que tiene un techo de votos muy cercano; la presidenta Cristina Fernández ni lo menciona en sus discursos y alimenta la confrontación, por ejemplo, oponiéndose al 82 por ciento móvil cuando su candidato acaba de prometerlo, para ponerse a tono con las promesas que votó el público massista.

La esperanzas de Scioli residen en:  considerar que muchos bonaerenses fueron a votar en contra de Aníbal Fernández, que ya no está en la lista, y que no tuvieron en cuenta al candidato presidencial. Ahora es él o Macri; también considera el postulante oficialista que Macri es una figura rechazada por muchos sectores que incluso no son oficialistas, por lo que peronistas disidentes e incluso votantes de izquierda no acompañarían al candidato del frente Cambiemos.

Los problemas de Macri son: su figura, ya que. María Eugenia Vidal sacó mas votos que él en la Provincia y necesita equiparar ese voto para que no vaya a Scioli; también necesita hacerse de los votos de Felipe Solá, en los que también hay mucho peronismo que podría tener cierta resistencia a ir con Macri.

Las ventajas de Macri: sale a hacer campaña como un triunfador junto a María Eugenia Vidal, la estrella política del momento que lo primero que argumenta es que necesita que Macri sea presidente, para poder trabajar de la mejor manera desde la provincia con la Nación; cuenta con el acompañamiento de los intendentes electos de varios municipios bonaerenses, que por primera vez vencieron y desalojaron del poder a los “Barones del Conurbano”, los viejos intendentes peronistas acostumbrados a las mas oscuras prácticas políticas; Macri logró entusiasmar a sus socios del radicalismo –Ernesto Sanz- y de la Coalición Cívica –Elisa Carrió- que por primera vez en mucho tiempo se ven con posibilidades de llegar a la Casa Rosada, aunque sea como parte de un gobierno de Macri.

En tres semanas, Scioli y Macri deberán ir por quienes no los votaron. El voto blanco, al que convocó la izquierda, no hace mas que favorecer a quien ganó, aunque ajustadamente, los comicios. Los votos en blanco no se cuentan en el ballotage.

Atención. Una teoría esgrimida en los últimos días, cambiaría el panorama electoral y los vientos de cambio macrista. Si los 24 millones de votos que se emitieron el domingo 25 de octubre se redujeran a 20 millones, producto del voto en blanco, Scioli necesitaría apenas, poco mas de un millón de votos –un 20 por ciento de quienes votaron a Massa- para ser Presidente. Todavía falta mucho y el final es abierto. Por eso ninguno de los candidatos debe darse por triunfador o por vencido.

Cristina y Scioli, rivales en campaña

“Daniel Scioli es el mejor candidato para gobernar este país a partir de diciembre”, Cristina Fernández.

La frase nunca existió y, paradójicamente, hasta parece increíble que la Presidenta de la Nación pueda hacerla propia alguna vez, al menos de aquí hasta el 25 de octubre próximo, día de la elección general.

¿Por qué es poco factible que Cristina diga eso de Scioli? Se trata de la jefa de un proyecto, cabeza de una fuerza inexpugnable como el peronismo, que debería salir a defender, con uñas y dientes, y promover, con plenas convicciones a su candidato, su delfín.

Pero no. El larguísimo y errático discurso presidencial del jueves pasado dejó en evidencia que Cristina Fernández compite con Scioli, no lo considera ni su heredero ni su prolongación en el poder.

Días atrás, Scioli viajó a Tucumán para respaldar al por entonces candidato a gobernador por el oficiallismo, Juan Manzur, haciendo gala de un peronismo tradicional, pocas veces ejercido por Néstor y Cristina Kirchner.

“Manzur es el mejor candidato para gobernar Tucumán. Es el más preparado y la garantía para cuidar lo logrado”, exclamó Scioli del candidato, anoche, ganador de las elecciones provinciales. ¿Si Scioli dijo eso de “su” candidato, por qué Cristina no hace lo mismo con “su” candidato, Daniel Scioli?

En algún momento, experimentados dirigentes peronistas avalaban que la Presidenta no encumbrara a Scioli, porque eso significaría trasladarle por anticipado todo el poder, ante la posibilidad que llegue a la Casa Rosada, y autovaciándose de poder ella. Comprensible, en lenguaje político.

El libro “La silla del Aguila”, del mexicano Carlos Fuentes, le dedica un tramo importante de esa obra obligada del mundo político a describir cómo el poder puede escurrirse de las manos de un Presidente en el momento en que designa a su “delfín”, a su “sucesor”.

Ahora bien. Tras unas PASO en la que Scioli aventajó por 9 puntos al frente Cambiemos, que lleva como candidato a Mauricio Macri, lo cual si se repite significa un ballottage entre ambos y un futuro incierto para el peronismo-kirchnerismo, y faltando apenas dos meses para las elecciones presidenciales, ¿cuándo se supone que Cristina entronizará a Scioli? Quizás, nunca.

No sólo no defendió ni ordenó salir a defender a su candidato cuando la oposición aprovechó el error de Scioli  de viajar a Italia en medio de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires para atacarlo por todos los flancos, sino que ni siquiera enarbolo el “triunfo” de las PASO llamando a profundizar la tendencia y ganar en primera vuelta, sino que además, sigue gobernando como si su mandato no se terminara en diciembre.

¿O acaso el proyecto de ley que la Presidenta envía al Congreso para prohibir la venta de las acciones del Estado en las empresas energéticas y de servicios públicos, salvo que haya una aprobación de los dos tercios del Poder Legislativo, fue consensuado con Scioli? De ninguna manera.

El compañero de fórmula de Scioli, Carlos Zannini, también dejó en claro que responde a la Presidenta y no al candidato presidencial del Frente para la Victoria. De otra manera no podría explicarse su desaparición en medio de la lógica embestida opositora contra el gobernador bonaerense. ¿Por qué Zannini no salió a poner la cara por Scioli?

Todos estos interrogantes responden, ni mas ni menos, a que Cristina Fernández comete en plena campaña el sincericidio de dejar en claro que Scioli es su candidato por conveniencia, para intentar la supervivencia del kirchnerismo como tal. No por otra cosa.

No obstante, el PJ –gobernadores e intendentes- ya están alineados detrás de Scioli, tenga un perfil ultrakirchnerista o peronista ortodoxo. Como dijo alguna vez el intendente de Tres de Febrero, Hugo Curto, cuando en una reunión privada Florencio Randazzo, por entonces precandidato presidencial, comenzó a hablar loas del modelo y de la necesidad de fortalecer el proyecto nacional y popular: “Florencio, de qué proyecto me hablás, nosotros queremos ganar las elecciones”.

Sin embargo, no es casual que Scioli haya mantenido en los últimos días una maratón de reuniones con intendentes bonaerenses, luego de advertir que en muchos municipios, los jefes comunales obtuvieron mas votos que el candidato presidencial.

En el inicio del año electoral, se esperaba que quien traccionara votos para las arcas de los candidatos a gobernador bonaerense e intendentes fuera Scioli y no al revés. ¿Qué sucedió en el medio? Lo que en un principio pareció ser la “unidad” finalmente entre el PJ tradicional y el kirchnerismo gobernante, no es tan así.

¿Jugarán los intendentes para sí, dejando de lado al candidato presidencial? No parece lógico, aunque ese fue el reflejo de las PASO.

La máxima conductora del kichnerismo, Cristina, hasta ahora ha dado muestras que con el sciolismo tiene apenas algunas cosas en común. Por eso no fue casual que el búnker de Scioli en la noche del “triunfo” en las PASO, en el Luna Park, no contara con el colorido festejo de La Cámpora, sino más bien con dirigentes y militantes K, mezclados con Moria Casán.

Un inundado, un voto

La campaña electoral se sumergió las últimas semanas en las aguas turbulentas de las inundaciones, que dejaron expuestas las miserias de la política y la solidaridad de los argentinos como dos caras contrapuestas de una lamentable realidad.

Por acción u omisión, los candidatos presidenciales Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa salieron a hacer proselitismo con los damnificados, disfrazados de hombres “solidarios” y de “gestión”.

Scioli traicionó su esencia, la de saber leer lo que la sociedad reclama en un determinado momento. Buena parte del capital político del candidato del Frente para la Victoria es su vínculo con “la gente”, que en una suerte entelequia, aprueba mucho más su figura que su gestión bonaerense.

En cada hecho trágico de relevancia mediática, Scioli no ha dudado y fue al lugar. Soporto los insultos lógicos de víctimas y damnificados, pero al final terminó abrazado con ellos, en algunas ocasiones dando respuesta, aunque tardía, a los reclamos, y recibiendo el agradecimiento de quienes antes lo habían agredido verbalmente.

Esta vez le falló el olfato. En otro momento, su viaje a Italia ya sea por el mantenimiento del muñón derecho, por descanso o placer, hubiera pasado desapercibido. Pero, a diferencia de cuando era el diputado de Carlos Menem, el Secretario de Turismo de Eduard Duhalde o el vicepresidente/gobernador de Néstor Kirchner, ahora el protagonista es él, está en el centro del escenario político y debería refinar aún mas su paladar para decidir qué movimiento es políticamente incorrecta y cual no.

Scioli es, además, su propio jefe: la presidenta Cristina Fernández lo dejó solo cuando las críticas opositoras arreciaban. Ella ordenó un silencio de radio a los funcionarios y dejó la “zona liberada” para que los dardos hacia su candidato presidencial no tuvieran ningún filtro. Hizo callar a Carlos Zannini, nada más y nada menos que compañero de fórmula de Scioli, desaparecido en todo el conflicto por las inundaciones y que en lugar de mostrarse ayudando a los damnificados, se ocultó. También mando a Aníbal Fernández, en su doble rolde jefe de Gabinete y candidato a gobernador, a hacerse el distraído sobre el periplo de Scioli a Europa.

Una fuente de la Casa Rosada intentó ensayar que la situación de Scioli era “indefendible”, argumento totalmente falso, teniendo en cuenta la lista de ocasiones “indefendibles” en que el coro de funcionarios y dirigentes kirchneristas salieron a defender por orden de Cristina a Máximo Kirchner, Axel Kicillof o Amado Boudou, por citar solo algunos ejemplos.

Está claro, y de eso no hay lugar a duda, que Scioli regresó oportunamente de su viaje porque todos están en campaña y él no podía dejar abierta la posibilidad de que un error suyo se tradujera en una merma del 38,4% que obtuvo en las PASO.

Mauricio Macri también hizo cuentas con el 30% que consiguió Cambiemos en las internas, y por eso brindó una conferencia de prensa para lamentar el panorama de las inundaciones y criticar la gestión kirchnerista por las obras nunca hechas.

Macri contrapuso lo que él hizo en la Ciudad –como los túneles aliviadores del arroyo Maldonado- para mostrarse ejecutivo en comparación de una provincia sin las obras hechas. Además,  mandó a su aspirante a la gobernación, la todoterreno María Eugenia Vidal, a mojarse los pies en las zonas damnificadas.

El desempeño electoral de Vidal fue la sorpresa de los comicios, la imagen fresca en una provincia hundida por la vieja política. Pero las fotos de la vicejefa de gobierno porteño, con un rostro en varias ocasiones demasiado a tono con la tragedia, tomando un mate mientras se hundía en el lodazal, despertaron también muchas críticas no sólo del sector K sino también de la ciudadanía, cansada del oportunismo político.

Ocurre que hoy las redes sociales permiten dejar en evidencia a los dirigentes, algo que antes solo estaba limitado a los medios masivos de comunicación. Y cualquier “error” o foto “producida” puede ser descubierta, viralizada y de inmediato sumar miles de cuestionamientos.

Massa, en tanto, no se quedó atrás y eligió el municipio de Mercedes, muy cerca de Luján, comandado por uno de los intendentes del Frente Renovador, Carlos Selva, para hacer campaña. Desde allí criticó tanto a Scioli como a Macri y se mostró con la gente que recibía donaciones para los damnificados.

Sin embargo, la Asamblea de los Inundados de Tigre amagó el sábado con un escrache frente a la casa de Scioli en Villa La Ñata (Benavidez, partido de Tigre) , que finalmente fue impedido por fuerzas de seguridad. Esa misma asamblea le viene reclamando a Massa, aunque el actual intendente es un delfín suyo, Julio Zamora, por las inundaciones que sufren barrios precarios como el que se ubica detrás del country Isla del Sol, donde vive el candidato presidencial por UNA.

Según el libro “Massa, una biografía no autorizada” de Diego Genoud, la proliferación de countries y barrios cerrados afectó a muchos barrios precarios que empezaron a inundarse como nunca antes. “Sus denuncias en el municipio ni siquiera llegaron al despacho del intendente. La única vez que Sergio se puso las botas y escuchó a los afectados por las inundaciones fue el 1 de Noviembre de 2014, cuando en la provincia de Buenos Aires hubo tres muertos”.

Pese a las distintas puestas en escena, los especialistas políticos consideran que el drama de estas inundaciones “difícilmente afecte” la intención de voto de alguno de los tres postulantes, habida cuenta que faltan más de dos meses para las elecciones generales. Mucho tiempo para olvidar lo ocurrido.

La guerra de los vice

El cierre para la presentación de las listas de las fórmulas presidenciales y precandidatos a diputados y senadores nacionales, gobernadores en 11 provincias y al Parlasur, dejó expuesta la realidad de cada una de las fuerzas políticas por la manera en que designaron a los aspirantes a la Vicepresidencia de la Nación.

En primer lugar, el máximo exponente de ese cargo, el actual vicepresidente Amado Boudou, a partir del 11 de diciembre será un ciudadano mas, sin fueros que le sirvan de paraguas ante el granizo de imputaciones judiciales –la mayoría de ellas vinculadas a casos de corrupción- que caerán sobre sus espaldas.

Boudou tiene doble procesamiento –causa Ciccone y por los papeles irregulares de un auto Honda- pero está en lenta marcha la denuncia en su contra por enriquecimiento ilícito, la acusación mas evidente y que será todo un desafío para el vicepresidente, ya que los bienes a su nombre y a nombre de sociedades atadas a él, de ninguna manera –según la denuncia- podrían haber sido adquiridas con los sueldos percibidos como titular de Anses, ministro de Economía y finalmente vicepresidente.

Quienes aspiran a sucederlo, fueron designados en distintas circunstancias, lo que de alguna manera refleja el rol que cada uno de ellos tendrá en las PASO de agosto, en las elecciones de octubre y, uno de ellos, a partir del 10 de diciembre, ocupando el segundo cargo mas relevante de la Nación.

En el caso del oficialismo, el Frente para la Victoria, el candidato presidencial Daniel Scioli no eligió a su compañero de fórmula sino que, diplomáticamente, Cristina Fernández se lo impuso, como era de esperar y en ejercicio de su poder. Mas allá que desde el sciolismo insistieron en que fue Scioli quien eligió a Carlos Zannini, está claro que la decisión sobre la designación del “Chino” surgió de la jefa de Estado.

La estrategia de designarle un compañero de fórmula a Scioli y presentarlo como que quien la eligió es el actual gobernador no es nueva, ocurrió dos veces antes del nombramiento de Zannini. En el 2007, cuando Kirchner eligió a Scioli para la gobernación bonaerense, le ofreció la candidatura a vice a Alberto Balestrini, para que luego Scioli relatara un supuesto ofrecimiento. Mas evidente aún fue el caso de Gabriel Mariotto, a quien Cristina nombró en el 2011 y se lo notificó a Scioli, que estuvo un día entero sin confirmarlo, como una manera de manifestar su desagrado por el compañero de fórmula. En el caso de Zannini, idem.

Pero lo que muestra la designación de Zannini es el interés del kirchnerismo y de Cristina Fernández por “asegurar” que el proyecto K no se desvíe si Scioli llega a la Casa Rosada. Con la presencia del vice y con el Congreso nacional y algunos funcionarios de segunda y tercera línea en el Estado copados por La Cámpora, el kirchnerismo pretende establecer un “cepo” alrededor de Scioli.

La designación de Gabriela Michetti como vice de Mauricio Macri, quien si bien irá a internas contra Ernesto Sanz (UCR) y Elisa Carrió (Coalición Cívica) la ventaja a su favor es contundente, se dio en otro contexto. Si bien el secretario de Gobierno porteño Marcos Peña cumplía con los requisitos de un dirigente del PRO puro, leal y muy cercano en la confianza de Macri, la designación de Zannini junto a Scioli obligó a los hombres de Bolivar 1 a elegir a alguien que, además, pudiera sumar votos propios.

Michetti no llegaba con los antecedentes de “lealtad” a Macri, ya que había rechazado dos ofrecimientos de su jefe político: como candidata a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires en 2013 y como postulante a vice a principio de año, decisión que la llevó a competir en la interna por la jefatura de gobierno porteño y, ante el desaire, Macri apoyó a Horacio Rodríguez Larreta, quien la derrotó.

Sin embargo, Michetti tiene un nivel de conocimiento nacional a diferencia de Peña, lo que ante el complejo escenario “triunfalista” y de fortaleza del kirchnerismo, obligó al PRO a elegirla como acompañante de Macri.

Distinta fue la situación del vice de Sergio Massa. Hasta el año pasado, el ex intendente de Tigre, vencedor de las elecciones legislativas del 2013 podía optar entre los principales dirigentes del país para designar a su compañero de fórmula. Sin embargo, una serie de “errores”, como él mismo definió, tanto en el armado político, como en la lectura del escenario electoral y en la comunicación, lo llevaron a caer en las encuestas a un cómodo tercer lugar.

Ese panorama cambió la visión de muchos dirigentes que se “peleaban” en otro tiempo por ser el vice de Massa. El propio Roberto Lavagna se negó a acompañar el titular del Frente Renovador en las PASO de Agosto.

Massa empezó a tener inconvenientes para encontrar una figura que le aportara votos y tuviera un alto nivel de conocimiento. La imposibilidad de encontrar ambos valores en una misma persona lo llevó a ofrecerle la vice al electo intendente de Salta, Gustavo Saénz.

Saénz, que sólo le aporta a Massa la representación de una parte del Norte argentina pero nada más, sabe que si no llega a la Presidencia igual podrá asumir la conducción de la capital salteña a partir de diciembre.

Algo similar ocurrió con la elección del compañero de fórmula de Margarita Stolbizer en el frente Progresistas. La jefa del partido GEN ofreció la candidatura a vice al saliente gobernador de Santa Fe, el socialista Antonio Bonfatti; al sindicalista de la CTA Autónoma, Pablo Micheli; y al titular de la Coalición Cívica, Pablo Javkin, con igual resultado: todos la rechazaron.

Finalmente, “Margarita” encontró a su compañero de ruta en el sindicalista cordobés Miguel Angel Olaviaga, subsecretario adjunto de la Federación Argentina de empleados de Comercio y Servicios (FAECYS) que a nivel nacional preside Armando Cavalieri.

Si el Frente para la Victoria gana en octubre, el vicepresidente será una cuña del kirchnerismo en un gobierno sciolista; si vence Macri, Michetti será una extensión del poder presidencial del PRO;  si ganara Massa, Saénz sería un apéndice del titular del Ejecutivo; y si triunfara Stolbizer, la dirigente tendría un brazo sindical de origen peronista en la vicepresidencia.

La liga de gobernadores, con Scioli

Los gobernadores peronistas están probándose los nuevos trajes “sciolistas” para guardar en el placard, por un tiempo, los que usaron durante 12 años bajo la gestión de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.

Los mandatarios provinciales del PJ, cuyo poder territorial no es para nada desdeñable y que durante más de una década pusieron al servicio del kirchnerismo, comenzaron a profesar en privado un sciolismo de la primera hora, convencidos de que el bonaerense puede asegurarles a muchos de ellos su continuidad en el cargo y a otros el triunfo de sus delfines en el poder distrital o bien un lugar en el gabinete nacional si triunfa el Frente para la Victoria.

“Los gobernadores no van a hacer nada demasiado público hasta las PASO, pero después van a jugar a fondo con el ganador, casi descartado, con Scioli”, razonó un operador político peronista, de permanente contacto con los mandatarios de las provincias peronistas.

La lógica de los gobernadores es la misma, a escala pequeña, que la de los intendentes del conurbano bonaerense: ganar sin importar con quien ni con qué modelo.

El bonus track de la actitud de los mandatarios es que el perfil de Scioli es “dejar hacer”, es decir, no digitar ni invadir el espacio político de cada gobernador en su provincia, sino incluir a todos. Practica que hace una docena de años no ocurre porque el estilo K era interventor, digitando cada movimiento político en las provincias, incluso armando corrientes opositoras al mandatario de turno que no se abrazaba al liderazgo de Kirchner o de Cristina, mas tarde.

Por eso no llama la atención que el candidato a vicepresidente que Scioli proponga para competir en las PASO del Frente para la Victoria pueda ser un gobernador, por caso, el sanjuanino José Luis Gioja, que ya adelantó que no pretende ir por la reelección en su provincia.”Necesitamos más que nunca de su sabiduría y experiencia para seguir transformando al país”, dijo Scioli de Gioja.

¿Podrá Cristina Fernández oponerse a la propuesta para vice de un gobernador reconocido por todo el Justicialismo? Claro que puede, pero el costo político no es menor para la mandataria.

Inevitablemente, la Presidenta comenzará a perder poder, de manera considerable, el 10 de agosto, un día después que Scioli sea consagrado “el candidato” presidencial por el oficialismo. La fila de gobernadores e intendentes que comenzarán a respaldar a Scioli promete ser larga.

La luz roja en la Casa Rosada la encendió el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, reelecto la semana pasada, al advertir a Infobae que el rol de la presidenta Cristina Fernández estará lejos del de la líder del Proyecto: “Cuando termine su mandato, ella dará su opinión si alguien la llama y le consulta, pero no más que eso. Yo no creo que ella ande empujando a nadie”. Y, por las dudas, dejó en claro que no habrá “un doble comando” sino que “cuando alguien es electo Presidente, es el que conduce”.

El temor de la Presidenta es que vuelva a escena la “liga de gobernadores”, ese frente político pejotista que reaparece cuando hay que fortalecer a un gobierno o, como en este caso, cuando hay que empezar a definir una nueva etapa política y un nuevo liderazgo.

Mas allá de la intención de la Presidenta y de su fiel cancerbero, Carlos Zannini, para equilibrar la pelea de las PASO entre Scioli y Florencio Randazzo, lo cierto es que los gobernadores, con la anticipación que caracteriza al peronismo, ya empezaron hace tiempo a jugar para Scioli.

Gioja fue claro hace unas semanas al reunir al PJ sanjuanino y afirmar sobre Scioli que “nos gusta su propuesta, su forma de ser” y “no lo ocultaremos”.

Dos de los mandatarios que anticiparon su respaldo al bonaerense fueron Francisco “Paco” Perez (Mendoza) y Martín Buzzi (Chubut). Pérez señaló que “Scioli es el candidato a presidente sin ninguna duda” y el chubutense afirmó que “claramente hay un espacio político definido ideológicamente, que es el Frente Para la Victoria, claramente identificado con Daniel Scioli”.

La semana pasada, el gobernador José Alperovich (Tucumán) y su candidato a sucederlo, Juan Manzur, organizaron un acto para Scioli con más de 30 mil personas. Una demostración similar hizo Jorge Capitanich (Chaco) durante una visita del bonaerense.

El riojano Luis Beder Herrera enfatizó que ”vamos a acompañar a Daniel Scioli sin pedirle nada a cambio, solo que aplique ese proyecto que prometió a La Rioja y a la Nación, porque es la esperanza”, mientras la catamarqueña Lucía Corpacci le dio varias veces la bienvenida a Scioli en su tierra, porque apuesta a que le sume los votos que le faltan para ser reeelecta en esa provincia.

Si la liga de gobernadores se atreve a ir un paso mas allá, hasta podría condicionar la lapicera kirchnerista que, inconsulta, digitó la estrategia política de la última década. Como antecedente, vale la reunión que los mandatarios provinciales mantuvieron con la Presidenta el mes pasado. Por primera vez en mucho tiempo, plantearon un serie de pedidos a Cristina Fernández, entre ellos, menos precandidatos presidenciales y a gobernador bonaerense, así como el respaldo de la Jefa de Estado a los distintos candidatos.

Conciente que su poder de fuego ya no es el mismo, la Presidenta aceptó “las sugerencias” y las puso en práctica inmediatamente, alejando las dudas de que jugaba a perder para seguir manteniendo el poder en el peronismo.

CFK y el dilema Insaurralde

La presidenta Cristina Fernández se enfrenta por partida doble a una decisión que puede marcar a fuego el futuro del Frente para la Victoria: inclinarse por candidatos kirchneristas que no traccionan muchos votos corriendo el riesgo de perder la Nación y la provincia de Buenos Aires o avalar el pragmatismo peronista y abrazar a los candidatos que mejor miden en el amplio oficialismo.

“Puede gustar o no, pero la dupla Scioli presidente, Insaurralde gobernador es la mejor, lejos, y nosotros queremos ganar”, razonó un intendente de uno de los principales municipios del Conurbano bonaerense.

Bajo la mirada cristinista, el caso de Martín Insaurralde tiene matices similares al de Daniel Scioli. Se trata de un dirigente que construyó una imagen en la provincia, en gran parte basada en su esposa Jssica Cirio y en sus incursiones farandulezcas de la mano de Marcelo Tinelli, que le es propia y no depende ni del Gobierno, ni del kirchnerismo.

Si bien es un dirigente “construido” por la propia Presidenta cuando decidió ponerlo a la cabeza de la lista de candidatos a diputados nacionales por la provincia allá por 2013, en momentos en que el oficialismo pretendía evitar o al menos no perder por goleada con Sergio Massa, a esta altura, aún vacío de propuestas políticas, Insaurralde cuenta con votos propios, cuya volatilidad es discutible.

El problema de Cristina Fernández reside en sus limitaciones de conducción. Néstor Kirchner no sólo llevó a Scioli como vicepresidente sino que lo utilizó para hacerse de la provincia de Buenos Aires, pero siempre conduciéndolo y no permitiendo que se le cruzara por la cabeza irse del Frente para la Victoria. Cuando la relación se tensaba, Kirchner bajaba y ensayaba un gesto conciliador para que Scioli nuevamente se alineara con el resto de la tropa.

Cristina, en cambio, no quiere conducir a ese tipo de dirigentes “ni”; mas aún, exige pleitesía de todos, y el que no está de acuerdo, que se vaya. Como admitió días atrás la Presidenta, cuando relataba que la llevó a tomar la decisión de operarse de la cabeza, con los riesgos que implicaba: jugar a todo o nada. Pero en la política no prima la opción entre “blanco” o “negro” sino que hay grises, matices o, como suelede decirse en clave peronista, a veces “es necesario tragarse algunos sapos”.

Paradójicamente, los momentos en que mas argumentos tuvo Scioli para romper con el kirchnerismo fueron tras la muerte de Néstor Kirchner y en su fría relación con la Presidenta. Trazando un paralelo, Insaurralde fue mas allá y, sin ninguna conducción por parte de Cristina, quien lo dejó a la deriva después de la derrota electoral del 2013 y ni siquiera lo invitó a tomar el té en Olivos para “conservarlo en el redil K”, el lomense hizo su camino y coqueteó con quien era la nueva estrella política, Sergio Massa.

Cuando Massa comenzó a descender en las encuestas y el escenario electoral se polarizó entre Scioli y Mauricio Macri, Insaurralde decidió y prefirió quedarse en el FPV y candidatearse a gobernador bajo el ala sciolista. ¿No es acaso una especulación política válida? ¿El peronismo no se ha caracterizado por priorizar a los dirigentes que tienen votos, mas allá de su estilo? Esa es la contradicción que debe resolver Cristina Fernández.

Semanas atrás, durante una reunión del otro precandidato presidencial fuerte del kirchnerismo, Florencio Randazzo, con intendentes peronistas y luego de que el ministro explicara la importancia de continuar el proyecto kirchnerista, uno de los caciques del conurbano bonaerense lo paró en seco: “Florencio, qué venis a hablarme del proyecto, a nosotros nos interesa ganar”.

La decisión de Insaurralde de competir por la gobernación fue duramente cuestionada por el kirchnerismo, que le recordó su protagonismo en el programa “Bailando por un sueño” o le sugirieron ir por la reelección en Lomas de Zamora. Rápido, el actual intendente se comparó con Scioli al señalar que, al igual que el gobernador, ahora es criticado por los K pero cuando vean que es el candidato que mas mide, lo aceptarán.

La desconfianza de Cristina Fernández en Scioli y hasta en el propio Randazzo, lleva a la Presidenta a buscar encorsetar al gobernador bonaerense, el candidato K mejor posicionado, buscándole un compañero de fórmula ultrakirchnerista, Axel Kicillof o Eduardo de Pedro.

Sin embargo, un problema similar se le plantea en la provincia de Buenos Aires. Insaurralde, según distintos sondeos, estaría por arriba de otros postulantes, todos ellos ultrakirchneristas, como Julián Domínguez, Diego Bossio o Patricio Mussi. Demás esta decir que, representando casi el 40 por ciento del electorado nacional, la provincia de Buenos Aires es clave para cualquier dirigente que aspire a la Casa Rosada.

¿Apostará Cristina a una fórmula “Scioli presidente, Insaurralde gobernador” si fuera la mejor posicionado en intención de votos? ¿Echaría a Insaurralde del Frente para la Victoria, obligándolo a ir por afuera o, quizás, como candidato de Macri?

Néstor Kirchner tal vez hubiera apostado al tándem Scioli-Insaurralde, si lo acercaba más a un triunfo, haciendo todo por encorsetarlos y para que el kirchnerismo sobreviva.