A Macri le falta el relato

El cuento pareció cerrar y alcanzó una lógica, un sentido y hasta una épica. “Nosotros venimos a defender a los pobres y los humildes; a la producción nacional frente al imperialismo estadounidense; promovemos la independencia económica de la Argentina, vivir con lo nuestro; exigimos a los empresarios que compartan sus inmensas ganancias y que no aumenten los precios que generan la inflación que padecen los más necesitados. Siempre vamos a estar del lado de los trabajadores enfrentando a las corporaciones; es hora de decidir quiénes están con nosotros y quiénes están en contra del pueblo”.

Un relato que separó a los buenos de los malos, que justificó cualquier medida que se adoptara, supuestamente para defender a los más pobres, y cuando alguien cuestionó o criticó alguna medida u accionar, fue etiquetado como del bando contrario, enemigo del pueblo.

No está en discusión si el kirchnerismo era mejor que el macrismo, ni mucho menos. De hecho, gran parte de los males que hoy padece la Argentina se deben a la ineptitud de Cristina Fernández, quien claramente, además de jugar a perder las elecciones en 2015, resultó ser más que ineficiente, tras la muerte de su esposo y antecesor, Néstor Kirchner.

Durante 12 años el kirchnerismo repitió sistemáticamente ese relato. No comunicó a través de los grandes medios de comunicación, porque sabía que ese mensaje iba a ser filtrado y no quería filtros: cadenas nacionales, actos, comunicación directa entre el líder y la gente. Y en el medio, funcionarios, legisladores y blogueros que repetían los mismos conceptos. Continuar leyendo

La discusión por el empleo

Mientras el Gobierno nacional admite unos 40 mil despidos en el sector privado y estatal, desde la oposición se habla de unos 140 mil despidos en total. Sin estadísticas del INDEC, aún, la discusión de los números del desempleo terminan siendo politizados, pero la delicada situación de fondo existe.

El ministro de Trabajo Jorge Triaca admitió que, en el sector privado, desde diciembre de 2015 a lo que va del 2016 hubo unos 27 mil despidos. Su colega de la cartera de Modernización, Andrés Ibarra, también informó que en lo que va del año hubo 10.921 despidos en el Estado nacional, en lo que consiste la primera etapa del plan de revisión de 63.000 contratos de empleo público. Esto da un nivel de despidos de casi 40 mil trabajadores.

En cambio el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) indicó que entre diciembre de 2015 y marzo de este año hubo 141.542 despidos. De ese total de despidos, el 52 por ciento correspondió a trabajadores del ámbito privado y el 48 por ciento restante a empleados del Estado.

En ese contexto, declaraciones como las del ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, reclamando que “no nos hagan creer en esta sensación térmica de que estamos teniendo pérdidas notables de empleo” no contribuyen en nada. La sociedad ya padeció bastante con dichos similares, como cuando Aníbal Fernández relativizaba todos los hechos de inseguridad, asegurando que sólo se trataba de una “sensación”.

Es que la realidad es insoslayable. Hay una notable caída de consumo, producto del brutal aumento de los productos básicos de la canasta familiar, además de naftas, transportes y servicios públicos. A la sociedad poco ya le importa si la disparada de precios es motivo de la inoperancia kirchnerista, del ajuste macrista o un cocktail explosivo compuesto por ambos. Lo concreto es que la economía doméstica sufrió un duro revés y hay dudas acerca de su recomposición.

Mauricio Macri apuesta todo al segundo semestre. La jugada es riesgosa. Cuando a un importante dirigente peronista se le consultó, en privado, sobre la posibilidad de recrudecimiento del conflicto social si es que el gobierno no obtenía resultados positivos para la economía antes de fin de año, se sumergió en el silencio y desde allí susurró: “No sé”.

Las principales dudas tienen una lógica: las inversiones pueden ser inmediatas pero no los efectos. Una firma puede desembarcar con dinero fresco, pero la organización de su estadía en el país lleva mucho tiempo frente a las necesidades urgentes de la Argentina y recién en 2017 podría llegar a verse algún resultado concreto a nivel de empleo.

Por eso una pista pudo haberla dado, sorpresivamente, la canciller Susana Malcorra días atrás, durante una conferencia de prensa sobre la política exterior del Gobierno. Luego de admitir que las inversiones no ocurren “de un día para el otro”, atribuyendo esa demora a que la actual gestión tuvo que “revertir una situación de aislamiento financiero total” producto de la era kirchnerista, la ministra deslizó que la idea es que “las empresas que están en la Argentina, que tenían proyectos retenidos, los lancen y lo estamos viendo en varios sectores. Por eso Alfonso Prat Gay habla del segundo semestre” .

Es decir, el Gobierno cree que con financiamiento externo para obra pública logrará empezar a mover a la construcción y con ese sector a toda la cadena de proveedores que participan de ese proceso. Y esto, acompañarlo con la concreción de los proyectos empresarios truncos en el 2015. ¿No es muy poco para llevar la inflación a un dígito como promocionó el propio Presidente?

El otro dilema es bajo qué condiciones vendrán las nuevas inversiones. Qué garantías les exigirá el Gobierno a esas empresas para instalarse y operar en la Argentina. Qué harán con las utilidades; si podrán remitir en su totalidad los dólares de rentabilidad a sus casas matrices en otros países o tendrán la obligación de volcar parte de esas ganancias, al empleo y producción nacional.

En el 2000, el Grupo Metro Internacional, de origen sueco, desembarcó en la Argentina para distribuir el primer diario gratuito en el país. Para ello, contrataron a periodistas y personal argentino, algo mas de 200 empleados. Invertían 1 millón de dólares por mes cuando aún regía la Convertibilidad, el 1 a 1.

Regía en ese entonces la doble indemnización y la prohibición de despidos promovida por el presidente Eduardo Duhalde. La misma ley que impulsa actualmente la oposición al Gobierno.

Cuando estalló la crisis del 2001, los inversores suecos levantaron sus cosas y huyeron literalmente del país, negándose a indemnizar a los trabajadores por la pequeña cifra –si se compara con lo que invirtieron cada mes durante dos años- de 200 mil dólares y dejando a 250 familias sin trabajo. Claro, la firma sueca había necesitado declarar apenas 12 mil dólares para radicarse en la Argentina.

Este episodio hay que tenerlo presente y aprender de sus consecuencias a la hora de presentar a los inversores extranjeros como la panacea para un país como la Argentina.

¿A Macri le sirve polarizar con Cristina?

Nadie duda en el peronismo -incluso es admitido en silencio por algunos dirigentes kirchneristas- que Cristina Fernández jugó a que Daniel Scioli perdiera las elecciones presidenciales del 2015.

Algunos hasta se animan a ventilar ese estrategia “vox populi” ante la prensa, como el intendente de Ezeiza, Alejandro Granados. “Me dolió la falta de colaboración de Cristina con el candidato del PJ. Scioli era ideal para esta transición. Yo hubiera preferido que Cristina nos hubiera convocado tres meses antes a Olivos y que nos pregunte ¿muchachos, qué hacemos para ganar?”

La senadora sanjuanina Marina Riofrío planteó lo mismo, pero lo hizo directamente ante Cristina Kirchner en la reunión con los senadores peronistas a la que faltaron 13, entre ellos el jefe del bloque, Miguel Angel Pichetto.

Cuando Riofrío, que responde al gobernador sanjuanino Sergio Uñac, quien no reconoce a Cristina como la conductora del peronismo, planteó en la reunión analizar los motivos de la derrota electoral y la ex presidenta le reclamó precisiones, la senadora respondió: “Por ejemplo los que hicieron un acto de cierre de campaña por su cuenta, diferenciándose de nuestro candidato”. Se refería a La Cámpora, que sólo salió a hacer campaña por Scioli luego de la primera vuelta.

La estrategia de Cristina y los camporistas apuntaba a coronar como gobernador bonaerense a Aníbal Fernández, convirtiendo a la provincia de Buenos Aires en un refugio y a la vez en una trinchera. En segundo término, con Axel Kicillof como el Rasputín de Cristina, pensaban que el gobierno de Macri se caería en unos meses porque era necesario que tomara las decisiones económicas antipopulares que el kirchnerismo nunca quiso afrontar (ajuste de tarifas, devaluación, actualización del tipo de cambio, acuerdo con los fondos buitre).

Como corolario de ese análisis, los K pensaban que al acto que Cristina dio semanas atrás en su regreso de El Calafate, en lugar de mostrarla en Comodoro Py y cerca de su primer procesamiento entre varios que podría cargar, sería en Plaza de Mayo albergando a millones de desahuciados. El análisis falló rotundamente.

Ahora bien, aunque sea por un momento y en situaciones judiciales muy complejas, ya sea por el show y la oratoria de la ex mandataria o bien de la confusión y atomización que reina en la oposición, Cristina Fernández se paró frente al gobierno de Mauricio Macri como referente de la oposición.

Es increíble como el correr del tiempo, a veces, invierte las estrategias políticas. A Néstor Kirchner le encantaba polarizar con Macri porque consideraba que eso lo revalorizaba. En el gobierno de Cambiemos hoy piensan exactamente lo mismo pero en sentido inverso.

“Cristina es la mejor rival para Mauricio; es el pasado, es el rostro de la corrupción kirchnerista, es a quien la gente rechazó con su voto. La rechazaron a ella, no a Scioli”, reflexionó un funcionario de la Casa Rosada.

También le sirve y mucho al Gobierno la atomización del peronismo. A nivel nacional, el peronismo se divide entre el nuevo PJ que agrupará, bajo el ala de la fórmula José Luis Gioja-Daniel Scioli, a casi todos los gobernadores peronistas con la excepción de Juan Schiaretti (Córdoba) y Mario Das Neves (Chubut), aunque los senadores que responden a ambos vienen trabajando con el resto de los mandatarios del PJ. Sin embargo, el peronismo recuperará a algunos que se fueron del partido enojados con el kirchnerismo, como el puntano Alberto Rodríguez Saá y el pampeano Carlos Verna.

Del otro lado, Sergio Massa intenta amalgamar un espacio peronista con sectores de centroizquierda. Massa se muestra junto a Margarita Stolbizer con una agenda legislativa común, incorporó recientemente a Julio Raffo (ex Proyecto Sur) y planea hacer lo mismo con el Movimiento Libres del Sur de Victoria Donda, Humberto Tumini y Jorge Ceballos.

A nivel bonaerense ocurre algo similar. El massismo prácticamente co-gobierna con María Eugenia Vidal, en especial en la Cámara de Diputados. Sin embargo, el Frente para la Victoria se acaba de romper en dos sectores, uno que responde a La Cámpora y otro que se referencia en el peronismo ortodoxo.

Divide y reinarás sigue siendo la fórmula del éxito para cualquier oficialismo. No obstante, esa pericia debe estar atada, invariablemente, a una situación económica por lo menos estable. Y esa no es la situación actual.

Macri y sus dogmáticos están haciendo lo políticamente correcto para dejar despejado el camino que los conduzca, de la mejor manera, a las elecciones legislativas del 2017, que les permita sumar poder en el Congreso Nacional y en la Legislatura bonaerense, básicamente.

Empero, si la promesa de crecimiento de la economía para el segundo semestre o el último trimestre del año, que compromete totalmente a Alfonso Prat-Gay , no se cumple, indefectiblemente será un duro golpe para Macri, su gestión y sus aspiraciones.

En los juegos de azar no es la mejor estrategia. Pero en este caso, todas las fichas están apostadas a un solo casillero. O se gana, o se pierde.

Un truco con cartas políticas

El escenario político y judicial argentino bien podría sintetizarse a través del popular juego de cartas, el truco. Si dos fueran los jugadores que manejaran la Justicia argentina, desde la política, la partida iría mas o menos por estos carriles.

¡Truco! Cantaría el primero de ellos, con la detención del empresario Lázaro Báez por orden del juez federal Sebastián Casanello, en la causa por lavado de dinero, mas conocido a nivel mediático como “la ruta del dinero k”.

¡Quiero retruco! Gritaría el contrincante, dando lugar a la imputación del presidente Mauricio Macri por parte del fiscal Federico Delgado de “omisión maliciosa”, al considerar que el mandatario no hizo figurar en su declaración patrimonial una sociedad offshore en Panamá, un paraíso fiscal, en la que figuraba como director y en la que el titular era su padre Franco Macri.

¡Quiero vale cuatro! Dispararía el primer jugador, con el planteo del fiscal federal Guillermo Marijuan de imputar a la ex presidenta Cristina Fernández en la misma causa por lavado de dinero por la cual está detenido Lázaro Báez.

¿Quién tendrá la carta mas alta a la hora de mostrar los naipes y definir el ganador de la mano?

Siguiendo con la metáfora del truco, la descripta es solo “una mano”. Lo importante es saber quién ganará, al final, la partida y cuál será el premio. Pero para eso falta mucho.

Por lo pronto la judicialización de la política de la que son testigos los argentinos y que se desarrolla intensamente con la imputación de un presidente y de una ex presidente refleja una situación inédita en el país.

A sólo cuatro meses de asumir en el poder, Macri ya tiene su primera imputación por una sociedad offshore.

En general, las sociedades de este tipo en paraísos fiscales se utilizan para eludir impuestos a través de negocios u operaciones en otros países o bien directamente para evadir impuestos en el propio país, la Argentina. De allí, hacia arriba, también comprenden –y es uno de los desafíos de estos tiempos- dinero sucio, de la corrupción, el narcotráfico o cualquier actividad del denominado crimen organizado internacional.

“Esa decisión es extraordinaria” para la democracia, exclamó a la prensa el referente radical Ernesto Sanz, una de las tres patas de este frente oficialista Cambiemos, junto a Macri y Elisa Carrió. Sanz considera que el sólo hecho de que un Presidente a poco de asumir pueda ser imputado, refleja que el gobierno de Macri viene a romper con la injerencia del Poder Ejecutivo en el Poder Judicial.

Sin embargo, el kirchnerismo fue el único que planteó las cosas descarnadamente, aunque el remedio que aplicó fue peor que la enfermedad. El Poder Judicial tiene intereses corporativos y siempre intenta llevar agua (o dinero) para su molino. Al igual que el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, ostenta intereses particulares y está envuelto en un sistema viciado de corrupción.

Pero la forma de combatir esa toxicidad en el Poder Judicial no es combatiéndolo públicamente, amenzándolo o nombrando fiscales y jueces a fines como intentó hacerlo Cristina Kirchner, porque terminó focalizando la estrategia en un cambio de elites: de la elite de jueces propios a la elite de jueces obsecuentes. Lo necesario era una reforma judicial en serio –no como la que intentó realizar- otorgándole pluralidad académica y social, pero también exposición. Porque hoy los jueces, al igual que los empresarios, no son juzgados por la sociedad como sí lo son los políticos.

Lo cierto es que la imputación de Macri no refleja una “nueva” Justicia ni tampoco nuevos tiempos donde todos seamos iguales ante la ley. En realidad, responde a vestigios de la “vieja” Justicia, que está lejos de jubilarse. Dirigentes del PRO consideran que el fiscal Federico Delgado tiene al Presidente como “blanco político”, porque el funcionario del Ministerio Público, al igual que Alejandra Gils Carbó, pertenece a la agrupación kirchnerista Justicia Legítima.

La misma lógica parece abrazar a la cruzada contra la corrupción kirchnerista que terminó imputando a la ex mandataria Cristina Fernández en la causa por lavado de dinero, a partir de la cual está detenido el empresario kirchnerista Lázaro Báez.

En las charlas políticas de café y despachos políticos, circula la parábola acerca del distanciamiento entre Cristina y Báez. Se lo atribuye a un reclamo de dinero por parte de Ella al empleado bancario devenido en empresario patagónico, que pertenecería a “Néstor” y Lázaro se lo habría quedado.

También hay quienes dan rienda suelta a un episodio, que pocos se atreven catalogar como información o ficción, según el cual en el 2015, cuando el kirchnerismo aún era una clara opción de continuidad en el poder, un funcionario judicial le habría propuesto a Báez algún “beneficio judicial” a cambio de “algunos millones de dólares”, algo que nunca se concretó, obviamente, ya con los hechos a la vista.

Lo cierto es que, mas allá de la clara sospecha de megacorrupción kirchnerista, la detención de Lázaro Báez surgió cuando se reveló el “Panamá Papers” involucrando al Presidente. Y la imputación de Cristina Kirchner, cuando el fiscal Delgado imputó a Macri por la sociedad offshore. ¿Casualidad en los tiempos?

“Esto es una guerra entre jueces que quieren quedar bien con Macri y los que siguen siendo leales al kirchnerismo”, describió un dirigente político con buena sintonía en la Justicia.

La teoría del Péndulo. Pasar de un extremo a otro. De la obsecuencia “K” a la obsecuencia “M”. Y después vendrán otras “letras”, a medida que se sucedan los gobiernos, si es que nadie decide, de una vez por todas, atacar el sistema corrupto que abraza los cuatro poderes, si se incluye también a los medios.

Por una política exterior previsible

Las relaciones internacionales distan mucho de asemejarse a las relaciones políticas internas, partidarias, al menos las que se desarrollaron en la Argentina en las últimas décadas.

El lenguaje diplomático es sutil, moderado, cuidadoso de no ofender a otra nación o entrometerse en los asuntos domésticos de otro país. Debajo de toda esa puesta en escena, obviamente subyacen las negociaciones crudas, duras, de la política internacional. Pero no se exhiben ni ostentan, salvo excepciones.

Hay una condición que convierte a un país en serio: la previsibilidad. Una nación puede ser de izquierda o de derecha, pro-norteamericana o pro-china; con un Estado omnipresente o un Estado vacío. Pero debe ser previsible. Los actores internacionales deben saber hacia dónde apunta su política exterior, cuáles son sus socios, sus aliados, qué se está dispuesto a negociar y qué es innegociable.

Establecidas esas reglas, las de la Realpolitik, la Argentina es un país poco serio. Prueba de ello es que a menos de cuatro meses del cambio de Gobierno, el país dio un giro de 180 grados en su política exterior, que bien lo pueden reflejar tan sólo dos frases respecto del Gobierno del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. La primera pertenece a quien fuera presidente hace apenas 108 días atrás, Cristina Fernández y la segunda, al actual jefe de Estado, Mauricio Macri. Continuar leyendo

Muchas intenciones, pocos resultados

Habían quedado atrás semanas de “rosca política” con un gobierno nacional jugando a convencer de la necesidad de aprobar la ley, con reuniones en simultáneo, a los gobernadores peronistas, los intendentes, el peronismo disidente y los diputados opositores.

Cuando a las 8:35 del miércoles pasado finalmente la Cámara de Diputados votó la “Ley de la normalización de la deuda pública y recuperación del crédito”, después de 19 horas de intenso debate, con unos arrasadores 165 votos a favor y 86 en contra, algo llamó la atención de los presentes y de los periodistas testigos del evento político: No hubo festejo alguno.

En la memoria reciente aparecían festejos de votos considerados claves por los distintos gobiernos, donde por lo general la bancada oficialista se abrazaba, gritaba y saludaba efusivamente al jefe de bloque de turno. Nada de eso ocurrió la semana pasada y, de inmediato, el recinto siguió con el voto en particular de la norma que ahora espera ser tratada en el Senado y convertida en ley, a fin de mes.

“Se acordó que no habría festejos en caso de obtener la aprobación del proyecto, porque no hay nada que festejar”, explicó luego un diputado del oficialista bloque Cambiemos.

Nada que festejar

Mas allá del logro conseguido por el gobierno de Mauricio Macri en Diputados, no hay nada que festejar en sus primeros 100 días de gestión –y en la Casa Rosada así lo pregonan-, porque hay muchas intenciones pero los que gobiernan son los hechos, los resultados.

Unos dirán que: 1) el gobierno de Macri comenzó a desandar “la grieta” entre los argentinos, con “diálogo” y contacto normal con la prensa; 2) que empezó a sincerar la economía y a solucionar los problemas que el kirchnerismo dejó producto de la inoperancia de un ministro de Economía como Axel Kicillof que ahora en la Cámara de Diputados parece tener solución para todo; 3) que desnudó e intenta corregir el alto nivel de gasto público focalizado en el aumento de la planta de empleados públicos así como en los subsidios energéticos abismales; 4) que el macrismo empezó el camino para terminar el aislamiento con el mundo con las visitas de empresarios y mandatarios de Francia, Italia y en los próximos días de Estados Unidos, lo que provocaba que la Argentina no tuviera crédito y si accedía a alguno era a tasas exorbitantes; 5) que la inflación dejó de ser un tema tabú, al igual que el Indec, y el Ejecutivo ahora trabaja para hacerlo creíble; 6) que debió incrementar las tarifas de servicios públicos porque el gobierno anterior directamente las congeló y generó la desinversión que derivó, por ejemplo, en los cortes de luz; 7) que Macri llegó decidido a combatir la corrupción y por eso se están ventilando casos de evasión como el del Cristóbal López o de lavado de dinero que involucra a Lázaro Báez y a la ex presidenta Cristina Fernández; 8) que el gobierno tuvo que salir a acordar rápidamente con los fondos buitre para “volver al mundo y al crédito” porque el kirchnerismo no quiso, no pudo o no supo, y terminó provocándole al país una importante pérdida de cientos millones de dólares.

Los detractores sostendrán que: 1) en apenas 100 días el gobierno de Macri provocó una importante devaluación que había negado en la campaña y que disparó el dólar a 15 pesos; 2) que benefició con la baja de impuestos a los sectores mas pudientes como el campo o las mineras; 3) que gobernó por decreto y amagó con designar a dos miembros de la Corte Suprema y a una docena de embajadores políticos en “comisión”, de espaldas al Congreso; 4) que provocó la suba descomunal de la carne y de productos de primera necesidad, incrementando aún mas la inflación, a la cual no combate sino que opta por enfriar el consumo; 5) que no tuvo empacho en incrementar sin anestesia las tarifas de luz y ahora irá por el gas y otros servicios; 6) que Macri inició el camino de las “relaciones carnales” que supo tener el menemismo con los Estados Unidos, lo que generó la sorpresiva visita de Barack Obama al país y las versiones sobre la elaboración de un acuerdo de comercio de la región con Washington, como el ALCA, que los gobiernos sudamericanos se ocuparon de enterrar en el 2005 en Mar del Plata porque el único beneficiario era el gobierno norteamericano; 7) que el gobierno está blindado mediáticamente y por eso sólo replican las denuncias contra Cristóbal López o Lázaro Báez pero no así el aumento de los precios o los casos de inseguridad en el aérea metropolitana; 8) que se están multiplicando los despidos no sólo en el Estado sino también en sectores privados como la construcción, las automotrices y los metalúrgicos.

Pero mas allá de las verdades compartidas o en el enfrentamiento político constante, producto de la puja por el poder, lo cierto es que los argentinos tenemos sobrados argumentos para estar inmersos en un estado de “hartazgo” de la política y de los políticos, que no necesariamente se manifiesta detrás de la bronca o de marchas multitudinarias sino, en oportunidades, de la indiferencia.

Tal vez ese haya sido el disparador para que la mayoría votara a Mauricio Macri, no por sus propuestas ni sus promesas, sino porque necesitaba un cambio de estilo.

Sin embargo, lo que reclama la Argentina, después de 33 años de retorno a la democracia intensos y con altibajos que se reflejaron en varias crisis políticas y económicas, es consenso y previsibilidad.

¿Cómo es posible que los 100 principales referentes políticos, económicos, académicos y sociales, oficialistas, opositores, de derecha, de izquierda, independientes, de ong’s no se reúnan para diseñar un programa integral en materia de la Justicia, la Educación, el modelo Económico, la Salud, la infraestructura, la Vivienda y el Medio Ambiente, que comience a ser aplicado en el 2020?

Esos cien referentes tendrían la foto grupal que los presentaría como “los patriotas” que un día forjaron una nueva Argentina y que quedarán en la historia.

En el plano interno, como todo comenzaría en el 2020, no dificultaría sus ambiciones políticas inmediatas. Tendrían mucho lugar para peleas internas, para parecer diferentes, formular promesas que nunca cumplirán, alimentar sus egos, elaborar jugadas de ajedrez político, financiarse con campañas electorales intensas, etc, etc. Pero ese plan integral sería intocable y quedaría plasmado en la Constitución Nacional.

De esa manera, el país dejaría de sufrir lo que sufre, cada vez que hay un cambio de gobierno -y el de Macri, es el sexto-, es decir, borrar lo que se hizo antes, estigmatizándolo y sin importar lo que estaba bien y lo que estaba mal, y que cada Presidente se sienta el refundador de la patria, haciendo lo que mejor le parezca. ¿O el peronismo no tuvo suficiente con dos presidentes que levantaron las banderas de Perón y Evita y llevaron adelante dos gestiones de gobierno totalmente antagónicas, como Carlos Menem y Néstor Kirchner?¿O si se quiere, los diferentes gobiernos de Raúl Alfonsin y Fernando de la Rúa?

Que lindo suena la definición de “políticas de Estado” y que sencillo sería llevarlas adelante si hubiera una clase política a la altura de las circunstancias: “normas generales avaladas por el más alto nivel de conducción política del Estado y respaldadas por un amplio consenso social o político, para que un determinado sector o actividad pueda alcanzar sus objetivos con un horizonte de cierta estabilidad y permanencia en el tiempo. Se fundamenta en los intereses superiores de la Nación y no en la coyuntura ni en metas de corto plazo”.

Diez días con aciertos y errores

En diez días de gestión el presidente Mauricio Macri fue mas allá que Cristina Fernández, el último símbolo de la década kirchnerista: abrió la Casa Rosada al periodismo con conferencias de prensa y anuncios por parte de funcionarios de segunda línea; recibió a gobernadores, referentes y legisladores de la oposición; firmó 29 decretos de necesidad y urgencia; y designó en comisión a dos miembros de la Corte Suprema de Justicia.

Tanto las manifestaciones antikirchneristas de los últimos tiempos como el contenido del frente Cambiemos den la campaña electoral que culminó con la entronización de Macri en la Casa Rosada, no planteaba cuestiones de fondo, otro modelo, sino mas bien asuntos relacionados con las “formas” y el “estilo” caudillezco que caracterizó a los Kirchner.

En los primeros días del nuevo gobierno, el “cambio” apuntó precisamente a eso. Contactó y diálogo con la prensa, con la oposición, desdramatizar la política, consensuar políticas con los sectores productivos –industriales, el campo, los sindicatos- y no mucho mas. Pero a la vista de una ex presidente como Cristina Fernández para quien todo se dirimía entre amigos y enemigos, denunciadora serial de desestabilizaciones y contubernios en su contra, la diferencia resulta considerable.

Sin embargo después, de una manera u otra, la nueva administración demostró algunos vicios de la política argentina. En primer lugar, bajo la necesidad de evitar llevar a la discusión parlamentaria algunos temas espinosos, el Gobierno prefirió designar en comisión a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz en “comisión” vía DNU para que luego, en marzo, fueran tratados sus pliegos en la Comisión de Acuerdos del Senado.

De la misma manera, tenía pensado designar a una serie de embajadores claves, en “comisión”, como Martín Lousteau (EEUU), Diego Guelar (China), Carlos Magariños (Brasil),  Marcelo Stubrin (Colombia), José Octavio Bordón (Chile) o Guillermo Montenegro (Uruguay). La “ansiedad” de Macri para comenzar a trabajar cuanto antes, hizo que todos esos nombres, los de los jueces de la Corte y de los embajadores, corrieran peligro en el Senado.

La “inexperiencia política” omitió para el Gobierno que esas decisiones serían consideradas un desaire por “la política”, mas allá incluso de los senadores del Frente para la Victoria. Por el solo hecho de haber relegado a la Comisión de Acuerdos, todas las designaciones corrían peligro de ser rechazadas. Entonces, ¿Rosatti volvería a su estudio o Lousteau debería regresar de Washington y retomar su banca en Diputados? Hubiera sido un papelón.

Afortunadamente, Macri ya avisó en campaña que no era “infalible” e iba a “cometer errores”, que luego empezó a desandar. Aunque no se creía que los errores llegarán tan temprano.

Por eso resultó clave que postergará hasta febrero la jura de los dos ministros de la Corte, para dar lugar al proceso de objeciones y audiencias públicas. Simultáneamente, comenzó a tender líneas con los senadores de la oposición e incluso se animó a deslizar que es probable que finalmente convoque a sesiones extraordinarias para tratar los pliegos de militares y diplomáticos. De esa manera, también dio marcha atrás con las designaciones en comisión de los embajadores.

La firma de decretos es una cuestión netamente política. El ministro de Justicia, Germán Garavano, justificó la utilización de 29 DNU y la no discusión en el Congreso, de una manera muy peligrosa: “Los DNU que se van a dictar son básicamente reparativos de estas situaciones, no de cambio total”. Es un argumento similar al que el kirchnerismo utilizó durante mucho tiempo. Valiéndose de la “mayoría automática” en la Cámara de Diputados y del Senado, evitó consensuar muchas decisiones que ahora, justa o injustamente, el gobierno de Macri deshace.

¿Habrá en algún momento políticas de Estado en las cuales oficialismo y oposición se pongan de acuerdo y establezcan programas o legislación a largo plazo, que no deban ser revisadas por el gobierno entrante y así sucesivamente? Ese es uno de los desafíos de presidente Macri. No sólo cambiar la formar sino establecer otras en base al consenso y al largo plazo, saliendo de la lógica electoralista y cortoplacista de la Argentina de los últimos 30 años.

Dos problemas para el flamante Gobierno

El flamante presidente Mauricio Macri inició su gestión con la idea de no perder tiempo alguno. Sabe que a partir de ahora el reloj empieza a marcar el tiempo de descuento hacia el momento en el cual la “luna de miel” del nuevo Gobierno con la sociedad y los medios se diluya, transformándose en un vínculo entre gobernantes y gobernados, entre el soberano y el pueblo.

Los dos problemas inmediatos que el Ejecutivo debe afrontar son la resolución del complejo entramado económico que le dejó el kirchnerismo y cómo obtener el respaldo de un Congreso en apariencia adverso al macrismo para avanzar con proyectos de ley que serán claves para el primer semestre de la nueva administración.

Macri está decidido a utilizar los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) de aquí hasta el 1° de marzo (cuando comienza el periodo ordinario de labor en la Cámara de Diputados y el Senado) para allanar rápidamente el camino pedregoso que el gobierno debe encarar.

No fue casual la reunión del Presidente con referentes opositores como Daniel Scioli, Sergio Massa, Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Saá. ¿Qué buscaba? Por un lado marcar el retorno de “la política”, la búsqueda de consensos, la negociación, el intercambio de favores. Pero por otro lado el mandatario sondeó a los dirigentes acerca de algunos temas sobre los que pretende avanzar en el corto plazo: la lucha contra el narcotráfico y la pobreza, la reforma política, el levantamiento del cepo, entre otros.

Macri quiso asegurarse que, ya sea vía DNU o proyecto de ley el próximo año, va a contar con ellos para su apoyo.

La reunión con los gobernadores bonaerense se encuadró en ese misma perspectiva. La propuesta es, fijemos consensos en temas generales de exclusiva gestión, a nivel país, como el narcotráfico, la “pobreza cero”, un plan de infraestructura, y después confrontemos en otras cuestiones de carácter político-ideológico.

Detrás de esa idea, Macri busca también que los gobernadores, a partir de un remozado vínculo con la Nación que dice que escuchará y responderá a las necesidades de los 24 distritos, apoyen los proyectos de ley a través de diputados y senadores que mas que a un partido responden directamente a los mandatarios provinciales. De esa manera, Macri evita tener que negociar todo con el FPV o el Frente Renovador de Massa, y habla directamente con los gobernadores.

¿Por qué antes no se hacía si parece tan sencillo? Los Kirchner siempre tuvieron un liderazgo radial en el que todos giraban derredor de Néstor Kirchner primero y luego de Cristina Fernández. Kirchner se sentaba sobre la caja de recursos de la Nación e iba repartiendo fondos a cambio siempre de algo: un voto en el Congreso, un acompañamiento de una medida nacional, etc.

Macri necesita lo mismo pero lo plantea de otro modo. “Pongámonos de acuerdo en cómo resolver estos temas federales, plasmemos ese acuerdo en un apoyo a nivel legislativo y el logro será de todos. Después nos peleamos en otras cuestiones políticas, pero las políticas estado ya están encaminadas”, explica un dirigente la lógica del Jefe de Estado.

Lo mismo pretende hacer con empresarios y sindicalistas, aunque en ese caso sabe que cada sector quiere llevar agua para su molino, que no siempre es el de la sociedad en su mayoría.

Macri deberá dar muestras de haber comprendido qué ha ocurrido con la dirigencia empresarial en la Argentina en la década kirchnerista y evitar que vuelva a convertirse en el principal factor de poder que pone y saca ministros, ayuda a avanzar u obstaculiza medidas económicas y marca la agenda. El kirchnerismo como pocas corrientes políticas, con formas y estilos muy cuestionables, dejó al desnudo las miserias de los empresarios vernáculos.  El nuevo Presidente debería valerse de ese antecedente para no permitir que le marquen la cancha.

Con el sindicalismo debería ocurrir lo mismo aunque su cercanía con el camionero Hugo Moyano, le facilita su ingreso al lodazal sindical. Ahora bien, ¿cómo se entiende que Moyano haya sido socio de Kirchner y ahora se perfile para ese vínculo con Macri? Obviamente que el titular de la CGT Azopardo tiene su interés sectorial, pero ¿y Kirchner y Macri?

Marzo o abril podría ser la fecha límite del romance de Macri con los medios y la sociedad. En ese entonces, empezarán a estar claro las expectativas inflacionarias y los acuerdos salariales, así como el destino de los proyectos de ley que la Casa Rosada pretenderá aprobar para poder gestionar. En Argentina, cuatro meses es una eternidad.

Cristina lo hizo

Al parecer, el plan falló. A la luz de lo ocurrido en las elecciones presidenciales, la estrategia de Cristina Fernández era que su candidato, Daniel Scioli, no llegara a la Casa Rosada. Pero sí conservar cierto poder y albergar a la masa de jóvenes kirchneristas leales en la provincia de Buenos Aires bajo una gobernación de Aníbal Fernández.

De seguro no era la idea original pero, posiblemente, la propia Cristina, líder del kirchnerismo, le haya puesto fecha de vencimiento a esa corriente que gobernó durante 12 años la Argentina.

¿Por qué puede afirmarse que nunca quiso que ganara Scioli? En términos políticos es muy fácil argumentarlo. Un líder político da forma a una estrategia por lo menos un año antes de los comicios. Si el objetivo era “Scioli Presidente”, hubiera encolumnado “a todos y a todas” detrás de su candidato, respetando el manual del peronismo hubiera puesto como candidato a gobernador bonaerense al dirigente que más midiera, y hubiera diseñado con su “heredero” una estrategia de campaña –juntos, peleados, distanciados, etc- para asegurar el triunfo. Nada de eso hizo Cristina Fernández. Continuar leyendo

Cristina nunca quiso que Scioli gane

Corre el mes de mayo de 2015. La Presidenta convoca a Daniel Scioli a la residencia de Olivos.

- CFK: Daniel, quiero que seas mi candidato porque sos el que mejor mide. Quiero que nos reunamos con los equipos para trabajar y diseñar la estrategia de campaña. Tenemos que ganar las elecciones y yo voy a ocupar el rol que mas te favorezca. Yo bajo la línea para que todos se encolumnen detrás  de tu candidatura, lo único que te pido es que conserves algunos de mis colaboradores en el gabinete y en distintos lugares de tu gobierno, cuando ganes.

- DS: Gracias Cristina. Quedate tranquila, juntos vamos a ganar.

Obviamente esta escena es pura ficción, jamás sucedió. Ocurre que, como la prensa y la historia de la relación entre ambos lo refleja, Cristina Fernández nunca quiso a Scioli y, mucho menos, ponerle la banda presidencial el 10 de diciembre de 2015.

Si Scioli vence en el ballotage del 22 de Noviembre, será por exclusivo mérito propio.

Cuatro factores manipulados por la Presidenta, serían los motivos de la derrota electoral de Scioli, en caso que así se produzca:

1) En el afán de conservar el poder hasta el último minuto, a la Presidenta no le importó los niveles de rechazo a su gestión y, en particular, a su estilo desgastado de conducir, bajo la lógica amigo-enemigo, negando la realidad, disfrazando estadísticas y ninguneando a las críticas.

¿Qué habría sido mejor para Scioli? Que la mandataria lo designara a comienzos de año como su sucesor, que bajara inmediatamente su perfil y que evaluara junto al candidato, qué decisiones de gobierno podían perjudicar o beneficiar la campaña. ¿Cuál hubiese sido el problema de perder poder al designar un delfín, si Cristina suele repetir hasta el hartazgo que esto no es cuestión de nombres sino de un proyecto?

2) La designación de Aníbal Fernández como precandidato a gobernador, a diferencia de la designación a dedo como hizo con Scioli, fue un golpe cuasi letal para las aspiraciones del oficialismo. Mas allá de la interna con la dupla Julián Domínguez-Fernando Espinoza, claramente Cristina Fernández no designó al candidato que mejor medía o que era más potable, sino todo lo contrario. De repente, cuando estaba totalmente afuera de las grandes ligas, la Presidenta subió a la competencia bonaerense a Aníbal. Ella perdió la provincia de Buenos Aires, principal bastión peronista, no Aníbal Fernández.

¿Qué hubiese sido mejor para Scioli? Que Cristina designara a Julián Domínguez o a Diego Bossio, que si bien no medían mas que Scioli, tenían una imagen de desconocimiento que podía trabajarse porque la imagen negativa era bajísima. Incluso analizar la posibilidad de Martín Insaurralde, si era necesario. Pero los “mejores” candidatos fueron presa del desinterés de la Jefa de Estado por triunfar.

3) Las peleas internas en el oficialismo. La intención de la Presidenta de no ayudar a Scioli para que gane quedó evidenciada en la feroz interna que se desató tras los magros resultados electorales del 25 de octubre, pero que en realidad, en un tono mas bajo, venían de antes.

La agrupación La Campora, ya en las PASO, se ausentó del bunker de Scioli y en la campaña en la Ciudad, hacía proselitismo por la candidatura a diputado de Axel Kicillof, no de la presidencial de Scioli. ¿A quien responde La Campora?¿No la conduce Máximo Kirchner o la propia Cristina? Por eso, La Cámpora jugó a que Scioli no gane.

Luego las declaraciones casi cotidianas surgieron de una “zona liberada” que dictaminó la Presidenta. En un gobierno que se jactó de su personalismo, Cristina no hizo nada por unificar las voces en apoyo a Scioli y dejó que cada uno dijera lo que pensaba. ¿Si ella no baja la línea para que no haya grietas, no quiere que no le importa el triunfo de su candidato? Así es.

¿Qué hubiera sido mejor para Scioli? Que la Presidenta ordenara a la agrupación La Campora, al kirchnerismo de paladar negro y a todos los funcionarios de gobierno, encolumnarse detrás de la candidatura de Scioli. Llamando a votar por él, sin matices,  en cada rincón.

4) La gestión y los discursos. Cristina Fernández continuó con su gestión de gobierno como si le quedaran por delante cuatro años más de mandato, pero nunca gestionó, al menos en 2015, en función de las elecciones presidenciales y con el objetivo de que el “proyecto” continuara. Las decisiones en torno al cepo cambiario, las designaciones interesadas en el Poder Judicial con la idea de blindar futuras denuncias por corrupción en su contra y en contra de su gabinete, así como el penoso escándalo en Diputados de hace unos días por la designación de miembros de la Auditoría General de la Nación, no hacen mas que reflejar que a Fernández de Kirchner poco le importaba cómo afectaría todo ello en la campaña de su candidato.

Los discursos tienen un capítulo aparte. No mencionar una sola vez por el apellido a Scioli pero tampoco nombrar a Mauricio Macri, su principal rival, no hace mas que perjudicar al primero y beneficiar al segundo. Suena algo ridículo que Cristina Fernández quiera darse un baño de institucionalidad en el último tramo de la campaña electoral, cuando Scioli viene de atrás, y así no mencionar ni agraviar a Macri, cuando durante años se caracterizó por confrontar con nombre y apellido simplemente, con quien pensaba distinto u osaba a cuestionarla. Muy raro.

Queda claro, entonces, que Cristina Fernández nunca quiso que Daniel Scioli gane la elección presidencial. Y tiene posibilidades de irse a El Calafate “con el deber cumplido”.