Por: Walter Schmidt
“En diez años no se puede resolver todo”, exclamó, a modo de excusa, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner al hablar un tiempo atrás en un acto, rodeada de cientos de jóvenes de La Cámpora que la vivaban. Eso sí, dijo no tener dudas de que “de la juventud vienen todas fuerzas de transformación”. Aunque, evidentemente, esas fuerzas no vienen de quienes tienen el poder para transformar.
La denominada Generación “Y” de la Argentina (los nacidos entre 1981 y 2000) está en serios problemas y se transformará en una pesada herencia del kirchnerismo para el próximo gobierno que asuma en diciembre de 2015.
Pobres, sin educación ni trabajo, un sector importante de la juventud es de los más golpeados de la sociedad argentina, pese a la denominada “Década ganada” del gobierno kirchnerista. De todas maneras, está claro que más ingresos no significan mas educación y trabajo.
El 42,6% de los chicos del Gran Buenos Aires, menores de 18 años viven en la pobreza.
Son más de 1,3 millones de menores de 18 años que no acceden a bienes básicos, con unos 290.000 son indigentes. Pero aún, en todo el país, el índice es de 38,8%.
Los datos resultan de un informe de la Universidad Católica Argentina (UCA), una casa de estudios reconocida por el Vaticano, cuyo “canciller” es el Arzobispo de Buenos Aires, actualmente el cardenal Mario Poli, sucesor de Jorge Bergoglio, convertido hoy en el Papa Francisco. La UCA es el Papa.
El problema es que se prevé que la tendencia de crecimiento de la pobreza infantil continúe este año, a raíz de la inflación que para algunos resulta irreversible que se ubique en torno al 40 por ciento.
¿Existe algún país en el mundo que pueda crecer y mejorar la vida de sus habitantes con un 40 por ciento de inflación? Una buena pregunta para el ministro de Economía estrella del gobierno, Axel Kicillof. No existe.
De manual, el “Refutador de críticas al gobierno”, el Jefe de Gabinete Jorge Capitanich, echó mano a un recurso muy audaz para alguien que utiliza los números para rebatir los guarismos de la UCA, de la inflación o la inseguridad.
Como el Indec, que ya de por sí no es creíble para la opinión pública, no ha difundido desde hace tiempo el índice de pobreza, Capitanich intentó minar de sospecha el informe de la UCA, a pura verborragia y tecnicismos que intentan decir algo, sin decir realmente nada.
El indec es un fiel reflejo de la lógica del gobierno de Cristina Fernández: si no hay estadísticas, el problema no existe. No hay inflación; nadie es víctima de delitos ni hay muertes; no hay pobres.
Otra arista de la situación de la Generación “Y” argentina también la planteó el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, relacionada con la deserción escolar. El informe asegura que el 19 % de los adolescentes en los primeros años del nivel medio y el 41 % en los últimos años no asisten a la escuela o están atrasados respecto de su edad.
Pero el trabajo de la UCA no hace mas que complementar otros estudios recientes como el realizado por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), que indica que en la provincia de Buenos Aires, el 16% de los jóvenes entre los 15 y los 19 años no estudia ni trabaja.
Sin embargo, un nuevo dato contribuye a la “sensación”, como se ha dicho alguna vez desde el kirchnerismo sobre la inseguridad, de que la sociedad argentina está ante la presencia de varias generaciones perdidas. En el universo de los “ni-ni” (ni estudia-ni trabaja), el 75 por ciento son mujeres, y la mitad de ellas (un 52 por ciento) son madres.
La década ganada agrega una nueva postal a su álbum: a la foto de los chicos del paco, y la de los jóvenes que no tienen cultura de trabajo porque su familia vive del asistencialismo que no es lo mismo que la dignidad que otorga una tarea remunerada, se suma de las miles de jóvenes embarazadas en la adolescencia.
¿Cuál es el plan? Tal vez detrás de miles y miles de jóvenes que no trabajan, no estudian, y son padres y madres tempranos de media docena de niños, exista una idea revolucionaria que el resto de los mortales que vive en la Argentina no logró comprender.