A Macri le falta el relato

El cuento pareció cerrar y alcanzó una lógica, un sentido y hasta una épica. “Nosotros venimos a defender a los pobres y los humildes; a la producción nacional frente al imperialismo estadounidense; promovemos la independencia económica de la Argentina, vivir con lo nuestro; exigimos a los empresarios que compartan sus inmensas ganancias y que no aumenten los precios que generan la inflación que padecen los más necesitados. Siempre vamos a estar del lado de los trabajadores enfrentando a las corporaciones; es hora de decidir quiénes están con nosotros y quiénes están en contra del pueblo”.

Un relato que separó a los buenos de los malos, que justificó cualquier medida que se adoptara, supuestamente para defender a los más pobres, y cuando alguien cuestionó o criticó alguna medida u accionar, fue etiquetado como del bando contrario, enemigo del pueblo.

No está en discusión si el kirchnerismo era mejor que el macrismo, ni mucho menos. De hecho, gran parte de los males que hoy padece la Argentina se deben a la ineptitud de Cristina Fernández, quien claramente, además de jugar a perder las elecciones en 2015, resultó ser más que ineficiente, tras la muerte de su esposo y antecesor, Néstor Kirchner.

Durante 12 años el kirchnerismo repitió sistemáticamente ese relato. No comunicó a través de los grandes medios de comunicación, porque sabía que ese mensaje iba a ser filtrado y no quería filtros: cadenas nacionales, actos, comunicación directa entre el líder y la gente. Y en el medio, funcionarios, legisladores y blogueros que repetían los mismos conceptos. Continuar leyendo

La decisión

El electorado argentino está bajo la lupa. Mucho se dice de la ciudadanía a la hora de votar por un nuevo presidente de la nación, lo que sucederá el domingo que viene.

Para algunos, el promedio de los argentinos no son exigentes ni mucho menos. Votan a un candidato por su imagen, discurso, entorno familiar, trayectoria y apenas manejan una o dos variables a la hora de elegir a un candidato por sus propuestas o por la expectativa que le genera: la promesa de resolución de sus problemas económicos (empleo, precios, crédito) o bien la realización o promesa de realización de alguna obra que beneficie al votante directamente (una ruta, un puente, un asfalto, el acceso a servicios públicos). No mucho más.

Nada de instituciones, división de poderes, una educación de calidad, mejora de hospitales y centros asistenciales, lucha contra la corrupción. Algunos consultores sostienen, incluso, que ni siquiera la inseguridad y la lucha contra el narcotráfico pesan por sí mismo a la hora del sufragio. Es la visión del “argentino” promedio, acostumbrado al empeoramiento de su calidad de vida y la calidad del Estado que debe cobijarlo.

Los defensores de la mirada del electorado consideran que los ciudadanos de este país son pragmáticos, inteligentes y que ya no compran falsas promesas sino que privilegian los hechos. Que privilegian la estructura (fortaleza del partido que lo sostiene, relaciones con el movimiento sindical y contactos internacionales) y capacidad de un candidato. Que comprenden, por la historia desde el retorno de la democracia hasta hoy que el peronismo es clave para gobernar. Y que está fresca en su memoria la experiencia de Fernando De la Rúa y “Chacho “Alvarez.

Quienes revalidan el voto argentino, admiten que el electorado, por lo general, no creen en los políticos.

Hay sobrados motivos. Primero creían en la plataforma política de un partido, donde accedían al programa de gobierno del candidato. Pero como los políticos no cumplieron (Raúl Alfonsin) con lo que decía la plataforma, dejaron de creer en ella. Después creyeron en los discursos y en la promesa del candidato. Pero como después no la cumplieron, e incluso se jactaron de no haber dicho lo que iban a hacer, sino nadie los votaba (Carlos Menem), dejaron de creerle. Mas tarde creyeron en el mensaje de los políticos a través de los medios y la sociedad decidió depositar en ellos sus esperanzas (la alianza UCR-Frepaso). Pero al ver que sólo era una construcción mediática que en la realidad era totalmente heterogénea y terminó rompiéndose, dejaron de creer en esas campañas en los medios.

Al final, ya no creen ni en las promesas escritas ni en las orales ni en los antecedentes de los políticos ni en las campañas o slogans. Se basan en los hechos y en un pragmatismo extremo: “¿Estoy mejor o peor con este gobierno?¿Puedo estar mejor o peor con este candidato opositor?

El argentino es por sobre todo conservador. ¿Por qué habría de cambiar el color político del gobierno? Ese es el dilema entre los principales candidatos a suceder a Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada. Mientras Daniel Scioli (FPV) dice “para qué cambiar, mejor retoquemos lo que está”, Mauricio Macri (Cambiemos) propone “cambio”, manteniendo algunas conquistas, pero cambio al fin.

Podríamos estar meses debatiendo acerca de lo que es y lo que debería ser la Argentina. Pero la propuesta tiene que ver más con qué parámetros tienen los argentinos hoy a la hora de votar.

En enero de 2015, cuando apareció muerto el fiscal Alberto Nisman, parecía la antesala del fin del kirchnerismo y de todo lo que fuera etiquetado con esa corriente política. Nada de eso ocurrió.

Los argentinos en nombre de los cuales se cuestiona el estado de la República, la instituciones, la falta de ética y transparencia en el Estado, el enriquecimiento ilícito, la falta de división de poderes, el contubernio entre la corporación política y la judicial, la escribanía del Estado en que muchas veces se convierte el Congreso de la Nación, la ausencia adrede de organismos de control fuertes que respiren en la nuca de los funcionarios corruptos, un plan de lucha integral contra el narcotráfico, y un largo etcétera, son los mismos que votaron con un 54% a Cristina Fernández en 2011.

Yendo mas atrás en el tiempo, esos argentinos son los mismos que votaron la reelección de Carlos Menem en 1995 y gozaron de las mieles de la Convertibillidad (1 peso = 1 dólar) viajando por el mundo hasta que el carruaje volvió a convertirse en calabaza

A menos de dos meses del fin del gobierno kirchnerista, no existe un clamor popular contra Cristina Fernández ni mucho menos. Un 30 por ciento del electorado aprueba su gestión.

De la década K, otro tercio totalmente en contra y un tercer tercio que observa cosas buenas y malas.

La oposición, en tanto, encarna no un modelo político-económico y social diferente, sino que a grandes rasgos, propone cambiar el estilo de gobierno y el modo de administrar el tesoro. Scioli y Macri tienen en su mente planes ambiciosos de infraestructura y la idea de atraer inversiones a partir de un nuevo reracionamiento con el mundo y con los organismos financieros de crédito. No hay grandes diferencias.

En ese esquema, el próximo domingo quedará reflejado si el argentino vota con el bolsillo únicamente. Esto es, oficialismo si cree que no hay crisis económica y oposición si percibe que hay en ciernes una crisis. O si por primera vez en mucho tiempo, el argentino decide darle la oportunidad a otra opción política, arriesgar.

Cristina y Scioli, rivales en campaña

“Daniel Scioli es el mejor candidato para gobernar este país a partir de diciembre”, Cristina Fernández.

La frase nunca existió y, paradójicamente, hasta parece increíble que la Presidenta de la Nación pueda hacerla propia alguna vez, al menos de aquí hasta el 25 de octubre próximo, día de la elección general.

¿Por qué es poco factible que Cristina diga eso de Scioli? Se trata de la jefa de un proyecto, cabeza de una fuerza inexpugnable como el peronismo, que debería salir a defender, con uñas y dientes, y promover, con plenas convicciones a su candidato, su delfín.

Pero no. El larguísimo y errático discurso presidencial del jueves pasado dejó en evidencia que Cristina Fernández compite con Scioli, no lo considera ni su heredero ni su prolongación en el poder.

Días atrás, Scioli viajó a Tucumán para respaldar al por entonces candidato a gobernador por el oficiallismo, Juan Manzur, haciendo gala de un peronismo tradicional, pocas veces ejercido por Néstor y Cristina Kirchner.

“Manzur es el mejor candidato para gobernar Tucumán. Es el más preparado y la garantía para cuidar lo logrado”, exclamó Scioli del candidato, anoche, ganador de las elecciones provinciales. ¿Si Scioli dijo eso de “su” candidato, por qué Cristina no hace lo mismo con “su” candidato, Daniel Scioli?

En algún momento, experimentados dirigentes peronistas avalaban que la Presidenta no encumbrara a Scioli, porque eso significaría trasladarle por anticipado todo el poder, ante la posibilidad que llegue a la Casa Rosada, y autovaciándose de poder ella. Comprensible, en lenguaje político.

El libro “La silla del Aguila”, del mexicano Carlos Fuentes, le dedica un tramo importante de esa obra obligada del mundo político a describir cómo el poder puede escurrirse de las manos de un Presidente en el momento en que designa a su “delfín”, a su “sucesor”.

Ahora bien. Tras unas PASO en la que Scioli aventajó por 9 puntos al frente Cambiemos, que lleva como candidato a Mauricio Macri, lo cual si se repite significa un ballottage entre ambos y un futuro incierto para el peronismo-kirchnerismo, y faltando apenas dos meses para las elecciones presidenciales, ¿cuándo se supone que Cristina entronizará a Scioli? Quizás, nunca.

No sólo no defendió ni ordenó salir a defender a su candidato cuando la oposición aprovechó el error de Scioli  de viajar a Italia en medio de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires para atacarlo por todos los flancos, sino que ni siquiera enarbolo el “triunfo” de las PASO llamando a profundizar la tendencia y ganar en primera vuelta, sino que además, sigue gobernando como si su mandato no se terminara en diciembre.

¿O acaso el proyecto de ley que la Presidenta envía al Congreso para prohibir la venta de las acciones del Estado en las empresas energéticas y de servicios públicos, salvo que haya una aprobación de los dos tercios del Poder Legislativo, fue consensuado con Scioli? De ninguna manera.

El compañero de fórmula de Scioli, Carlos Zannini, también dejó en claro que responde a la Presidenta y no al candidato presidencial del Frente para la Victoria. De otra manera no podría explicarse su desaparición en medio de la lógica embestida opositora contra el gobernador bonaerense. ¿Por qué Zannini no salió a poner la cara por Scioli?

Todos estos interrogantes responden, ni mas ni menos, a que Cristina Fernández comete en plena campaña el sincericidio de dejar en claro que Scioli es su candidato por conveniencia, para intentar la supervivencia del kirchnerismo como tal. No por otra cosa.

No obstante, el PJ –gobernadores e intendentes- ya están alineados detrás de Scioli, tenga un perfil ultrakirchnerista o peronista ortodoxo. Como dijo alguna vez el intendente de Tres de Febrero, Hugo Curto, cuando en una reunión privada Florencio Randazzo, por entonces precandidato presidencial, comenzó a hablar loas del modelo y de la necesidad de fortalecer el proyecto nacional y popular: “Florencio, de qué proyecto me hablás, nosotros queremos ganar las elecciones”.

Sin embargo, no es casual que Scioli haya mantenido en los últimos días una maratón de reuniones con intendentes bonaerenses, luego de advertir que en muchos municipios, los jefes comunales obtuvieron mas votos que el candidato presidencial.

En el inicio del año electoral, se esperaba que quien traccionara votos para las arcas de los candidatos a gobernador bonaerense e intendentes fuera Scioli y no al revés. ¿Qué sucedió en el medio? Lo que en un principio pareció ser la “unidad” finalmente entre el PJ tradicional y el kirchnerismo gobernante, no es tan así.

¿Jugarán los intendentes para sí, dejando de lado al candidato presidencial? No parece lógico, aunque ese fue el reflejo de las PASO.

La máxima conductora del kichnerismo, Cristina, hasta ahora ha dado muestras que con el sciolismo tiene apenas algunas cosas en común. Por eso no fue casual que el búnker de Scioli en la noche del “triunfo” en las PASO, en el Luna Park, no contara con el colorido festejo de La Cámpora, sino más bien con dirigentes y militantes K, mezclados con Moria Casán.

Scioli y Macri van por los “ni”

A sólo cuatro meses de las elecciones presidenciales de octubre, que marcarán el principio del fin de la era Kirchner para dar lugar a otro apellido como ilustre habitante de la Casa Rosada, el escenario electoral se encuentra claramente polarizado entre Daniel Scioli y Mauricio Macri.

Si se toma al total de los votantes a nivel nacional como si fuera un torta, en términos de elección presidencial la percepción sería la de “tres tercios”: un tercio kirchnerista, un tercio antikirchnerista y un tercer tercio “ni”.

En ese tercio están centradas las expectativas electorales tanto de Scioli como de Macri, o sea del Frente para la Victoria y del frente Cambiemos.

La decisión de la presidenta Cristina Fernández de competir en las elecciones generales con la fórmula Scioli-Carlos Zannini obligó al PRO a jugarse por una fórmula pura, como la compuesta por Macri-Gabriela Michetti.

Mientras que para el peronismo, la decisión de Cristina es acertada y lo que hace es, por primera vez en mucho tiempo, mostrar “unidad” entre el PJ y el kirchnerismo, para el PRO esa movida los beneficia. Ambos sectores piensan lo mismo: planteado con esos nombres y de esa manera, queda mas que claro quién es la “continuidad” y quién es el “cambio”. Lo que no queda para nada claro es qué quiere la sociedad.

¿Es real que ese tercio “ni” quiere realmente un cambio?¿O en verdad quiere continuar con las mismas políticas, pero con algunos cambios de estilo? Hay dudas. La mayoría de las encuestas describen a ese segmento “ni” como quienes consideran que el Gobierno hizo muchas cosas bien pero cometió errores; que hizo mal las cosas aunque tuvo algunos aciertos; que prefiere cierta continuidad con algunas correcciones; que opta por cambios aunque manteniendo algunas políticas.

Lo concreto es que, faltando apenas 40 días para las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), los dos principales candidatos ya fueron elegidos de antemano y sólo se expondrán a una suerte de “gran encuesta vinculante” en la que sabrán, Scioli y Macri, con cuantos votos cuenta cada uno.

Scioli no presentará rivales, será candidato único, por lo cual los votos que tendrá serán los del FPV; en tanto Macri disputará una interna con Ernesto Sanz (UCR) y con Elisa Carrió (Coalición Cívica) por lo que los votos que obtenga serán menos que los que obtendrá el frente Cambiemos. Por eso, en caso que Scioli obtenga mas votos que Macri, la diferencia podría ser mucho mayor, teniendo en cuenta que el postulante del PRO divide votos. Pero si quien saca mas votos es Macri que Scioli, el jefe de Gobierno porteño tendrá mas para crecer habida cuenta que habría que añadirle los votos conseguidos por Sanz y Carrió. En uno u otro escenario, para el debate posterior quedarán las especulaciones en el sentido de si los votos radicales y de la Coalición se encolumnarán detrás de Macri o no, dada la volatilidad del sufragio.

En la pelea por el tercer lugar han quedado los precandidatos de Una Nueva Alternativa (UNA) José Manuel de la Sota y Sergio Massa, así como la candidata de Progresistas, Margarita Stolbizer. La perspectiva de esos dos sectores podría llegar a ser “testimonial” si Scioli y Macri confirman una polarización contundente en las PASO. Ahora bien, si uno de ellos se impone por mas de cinco o seis puntos sobre el otro, esos dos sectores mas los votos de otros postulantes como Adolfo Rodríguez Saá, pasarán a convertirse en la presa a cazar por el kirchnerismo y el macrismo para triunfar en primera vuelta en octubre.

Las próximas elecciones en la Ciudad de Buenos Aires y en Córdoba son importantes para los habitantes de ambos distritos. Pueden incluso llevar cierto optimismo a los competidores nacionales pero en nada influirán a la hora de las internas presidenciales de Agosto.

Allí el votante dejará de lado el “chip provincial” utilizado en los comicios locales de Mendoza, Santa Fe, Córdoba y Capital Federal (aproximadamente el 23 por ciento del padrón nacional) para colocarse el “chip nacional” y echar mano a otra u otras variables para elegir al próximo presidente.

Ni Macri ni Scioli pudieron festejar

La pelea por la Presidencia que vienen polarizando Daniel Scioli y Mauricio Macri no logró plasmarse en ninguna de las dos elecciones provinciales que se celebraron ayer, en Río Negro y en Santa Fe.

Macri sigue sin reflejar su potencial electoral y el kirchnerismo refleja altibajos en los comicios locales.

En Río Negro, el candidato proclamado públicamente sciolista y que contó con el respaldo y campaña de la presidenta Cristina Fernández, fue duramente derrotado, por casi 20 puntos por un Alberto Weretilneck, que despegó a tiempo su candidatura del paraguas a nivel nacional de Sergio Massa y provincializó los comicios.

Además de vencer a Cristina y a Scioli, Weretilneck, quien no había sido elegido gobernador sino vice, y asumió en el Ejecutivo rionegrino tras la muerte de Jorge Soria, también clausuró la cerrera por la gobernación de Pichetto, quien admitió que este fue su útlimo intento.

El reves del kirchnerismo no fue tan contundente en Santa Fe donde Omar Perotti, que siempre aclaró que es peronista y no reparte elogios ni mucho menos hacia el gobierno nacional, hizo un excelente papel al quedar relegado a un tercer lugar en las PASO de abril pasado y sin embargo crecer casi 8 puntos, quedando a menos de dos puntos de los primeros lugares ocupados por Miguel Lifschitz y Miguel Del Sel.

Obviamente un tercer lugar, por más que sea con resultados provisorio y a pocos votos de los primeros puestos, no es motivo de festejo. De ahí el silencio tanto de Scioli como de los integrantes del gobierno nacional.

Del otro lado, quien se quedó sin un festejo que parecía asegurado fue Macri, quien viajó a Santa Fe para levantarle la mano a Del Sel y manifestar que “el cambio es irreversible”, pero terminó criticando al oficialismo santafesino por proclamar un triunfo y asegurando que el verdadero ganador era el ex Midachi.

Macri comenzó a descubrir que no será sencillo replicar con hechos, con elecciones provinciales ganadas, su presunto liderazgo opositor o, en todo caso, sus reales chances de vencer el Frente para la Victoria.

Hasta el momento, el postulante del PRO no pudo capitalizar las elecciones provinciales de Salta, ni de Chaco -donde la candidata Aida Ayala fue vapuleada en la interna- ni de Santa Fe, anoche. Por delante quedan Córdoba, donde hasta ahora las encuestas dan claro ganador al delasotista Juan Schiaretti y la Ciudad e Buenos Aires, que le daría un respiro.

Está claro que los comicios provinciales no son trasladables a la experiencia nacional. En 2011, el kirchnerismo predió los comicios distritales en Córdoba, Santa Fe y Capital Federal. Sin embargo, Cristina Fernández terminó vapuleando a los candidatos presidenciales opositores Hermes Binner, el propio Macri que se bajó y Eduardo Duhalde, sacando el 54,11 por ciento de los votos.

“La elección presidencial es otra cosa, pero si tu principal rival, Scioli, marcha primero en las encuestas, tenés que demostrar que podés ganarle“, razonó un sexagenario dirigente peronista, con varias batallas electorales a cuestas.

Casi fuera de la discusión o, como aseveró el fin de semana, “estamos terceros”, Sergio Massa estuvo ausente del fin de semana de elecciones, y su candidato, Oscar “Cachi” Martínez apenas reunió el 3,66 por ciento de los votos, mientras que en Río Negro Weretilneck, que se había declarado massista tiempo atrás, se desligó del Frente Renovador cuando se enteró de la caída en las encuestas del ex intendente de Tigre.

¿Sobrevivirá el kirchnerismo?

“La única manera de que el kirchnerismo como corriente política sobreviva al fin del gobierno de Cristina Fernández es que gané Mauricio Macri. De lo contrario, seremos testigos de la mutación de los kirchneristas a sciolistas”, reflexionó un hábil y sexagenario dirigente, ex funcionario y actual operador peronista.

El kirchnerismo como corriente política peronista, nacida al amparo de su pareja líder, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, teme extinguirse convirtiéndose en un “ismo” más de los que han sido devorados por el todopoderoso Partido Justicialista.

El cafierismo de Antonio Cafiero, el menemismo de Carlos Menem, el duhaldismo de Eduardo Duhalde, fueron corrientes peronistas que protagonizaron distintas etapas de la historia argentina contemporánea. Todos tuvieron poder y fueron gobierno (excepto el cafierismo que desapareció cuando Menem le ganó la interna a Cafiero). ¿Por qué el kirchnerismo debería ser la excepción?

Quienes fantasean con el kirchnerismo como el Segundo Movimiento Nacional Justicialista que tomó la posta del peronismo y suplantó la impronta de Juan Perón y de Evita, por la de Néstor Kirchner y  Cristina pero con el mismo alcance “revolucionario”, creen que lo hecho por el gobierno en los últimos doce años será vivenciado por los militantes y seguidores de “El Modelo” como la refundación de la Argentina.

Eso bastaría, dicen, para que los jóvenes que comenzaron a militar en política en esta década, profesen el kirchnerismo como la mutación del peronismo o el aggiornamiento de aqual movimiento nacido en 1945. De esa manera, trascenderá a la conducción de Cristina Fernández y serán los jóvenes de La Cámpora quienes llevarán las banderas K hasta que uno de ellos se convierta en el nuevo líder del Segundo Movimiento Nacional Justicialista.

Olvidan un detalle. Uno de los secretos de la permanencia del peronismo en el poder, la vigencia de sus dirigentes a diferencia de la diáspora sufrida por el radicalismo, es que la dinámica pejotista obliga a la construcción permanente de un líder, un conductor. Primero se elige, se designa a un conductor y después el resto se encolumna detrás de él. Pero siempre hay un conductor que surge espontáneamente o es construido por el propio partido.

De esa construcción de liderazgo peronista deviene el tan de moda “poder de la lapicera”. Cafiero y Menem dirimieron en una interna quién sería el candidato del peronismo en 1989 y ese dirigente se quedó con la Presidencia y con el partido; Duhalde disputó con Menem el poder del PJ en 1999 y se quedó con el partido y luego fue Presidente; Kirchner fue puesto por Duhalde en la Presidencia, pero después embistió contra el lomense para quedarse con el poder y con el partido. ¿Qué creen que hará Scioli, un aplicado alumno peronista, si llega a la Casa Rosada?

Tal vez el estilo del gobernador bonaerense no sea el de la confrontación sino el de la acción, el trabajo avasallador, el control de su gente y la exigencia. Pero esa dinámica le ha servido, por ejemplo, para adoctrinar a Gabriel Mariotto, su vice puesto por Cristina Fernández para controlarlo, esmerilarlo, pero que finalmente se convirtió en un sciolista mas.

La acción desesperada del Gobierno por nombrar en planta permanente a miles de jóvenes de La Cámpora en el Estado, e integrar gran parte de las listas a candidatos a legisladores nacionales y provinciales con esa generación de militantes, busca cambiar esa lógica, para sembrar de kirchneristas los tres poderes. Sin embargo, lejos de ser “células dormidas” que algún día se activarán por orden de Cristina, se trata de dirigentes que volverán a estar “contenidos” por el peronismo ortodoxo.

Lo que el kirchnerismo no tiene en cuenta es que con Scioli, el PJ vuelve a ser protagonista, esto es, gobernadores, intendentes y dirigentes del peronismo ortodoxo, que en su mayoría fueron ninguneados y muchas veces sometidos por los Kirchner. Un partido que nunca fue protagonista sino un mero apéndice de las decisiones de la Casa Rosada, la mayoría de ellas inconsultas.

El estilo de “dejar hacer” de Scioli, devolviéndole el poder a los mandatarios provinciales y a los intendentes, a los PJ provinciales y al Consejo Nacional Justicialista, de la mano de los sindicatos, es un revival de las estructuras que siempre fueron pilares del peronismo, al menos hasta la llegada de los Kirchner.

¿Qué pasaría si los jóvenes dirigentes kirchneristas no están de acuerdo con la política que empleé Scioli en un eventual gobierno? ¿Dejarán el poder o el trabajo que tienen para irse al llano, que nunca conocieron?¿Se rebelarán ante el gobierno que los tiene empleados? ¿Discutirán internamente sus diferencias, aunque estarán en minoría? ¿Pasarán a ser opositores? No es sencillo ni lineal.

Mas allá de la posibilidad que Cristina Fernández pueda ir como candidata y convertirse en diputada nacional. ¿Qué puede hacer pensar que si ella y su esposo apenas pudieron disciplinar a Scioli cuando lo nombraron vicepresidente o gobernador, puedan lograrlo totalmente si es él quien se convierte en Presidente?

Al parecer, mas allá de las diferencias con el menemismo y el duhaldismo, quizás por el mayor protagonismo que tienen los jóvenes en la gestión kirchnerista, la única posibilidad de supervivencia viene de la mano de Macri.

Es poco probable que Scioli se convierta en el jefe de la oposición si el candidato del PRO vence. Así, vacante la conducción del PJ, Cristina Fernández sí tendrá posibilidad de reclamar el partido. De lo contario, es factible que la Presidenta, como vienen adelantando algunos gobernadores, se convierta en una fuente de consulta. Pero nada más.

La liga de gobernadores, con Scioli

Los gobernadores peronistas están probándose los nuevos trajes “sciolistas” para guardar en el placard, por un tiempo, los que usaron durante 12 años bajo la gestión de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.

Los mandatarios provinciales del PJ, cuyo poder territorial no es para nada desdeñable y que durante más de una década pusieron al servicio del kirchnerismo, comenzaron a profesar en privado un sciolismo de la primera hora, convencidos de que el bonaerense puede asegurarles a muchos de ellos su continuidad en el cargo y a otros el triunfo de sus delfines en el poder distrital o bien un lugar en el gabinete nacional si triunfa el Frente para la Victoria.

“Los gobernadores no van a hacer nada demasiado público hasta las PASO, pero después van a jugar a fondo con el ganador, casi descartado, con Scioli”, razonó un operador político peronista, de permanente contacto con los mandatarios de las provincias peronistas.

La lógica de los gobernadores es la misma, a escala pequeña, que la de los intendentes del conurbano bonaerense: ganar sin importar con quien ni con qué modelo.

El bonus track de la actitud de los mandatarios es que el perfil de Scioli es “dejar hacer”, es decir, no digitar ni invadir el espacio político de cada gobernador en su provincia, sino incluir a todos. Practica que hace una docena de años no ocurre porque el estilo K era interventor, digitando cada movimiento político en las provincias, incluso armando corrientes opositoras al mandatario de turno que no se abrazaba al liderazgo de Kirchner o de Cristina, mas tarde.

Por eso no llama la atención que el candidato a vicepresidente que Scioli proponga para competir en las PASO del Frente para la Victoria pueda ser un gobernador, por caso, el sanjuanino José Luis Gioja, que ya adelantó que no pretende ir por la reelección en su provincia.”Necesitamos más que nunca de su sabiduría y experiencia para seguir transformando al país”, dijo Scioli de Gioja.

¿Podrá Cristina Fernández oponerse a la propuesta para vice de un gobernador reconocido por todo el Justicialismo? Claro que puede, pero el costo político no es menor para la mandataria.

Inevitablemente, la Presidenta comenzará a perder poder, de manera considerable, el 10 de agosto, un día después que Scioli sea consagrado “el candidato” presidencial por el oficialismo. La fila de gobernadores e intendentes que comenzarán a respaldar a Scioli promete ser larga.

La luz roja en la Casa Rosada la encendió el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, reelecto la semana pasada, al advertir a Infobae que el rol de la presidenta Cristina Fernández estará lejos del de la líder del Proyecto: “Cuando termine su mandato, ella dará su opinión si alguien la llama y le consulta, pero no más que eso. Yo no creo que ella ande empujando a nadie”. Y, por las dudas, dejó en claro que no habrá “un doble comando” sino que “cuando alguien es electo Presidente, es el que conduce”.

El temor de la Presidenta es que vuelva a escena la “liga de gobernadores”, ese frente político pejotista que reaparece cuando hay que fortalecer a un gobierno o, como en este caso, cuando hay que empezar a definir una nueva etapa política y un nuevo liderazgo.

Mas allá de la intención de la Presidenta y de su fiel cancerbero, Carlos Zannini, para equilibrar la pelea de las PASO entre Scioli y Florencio Randazzo, lo cierto es que los gobernadores, con la anticipación que caracteriza al peronismo, ya empezaron hace tiempo a jugar para Scioli.

Gioja fue claro hace unas semanas al reunir al PJ sanjuanino y afirmar sobre Scioli que “nos gusta su propuesta, su forma de ser” y “no lo ocultaremos”.

Dos de los mandatarios que anticiparon su respaldo al bonaerense fueron Francisco “Paco” Perez (Mendoza) y Martín Buzzi (Chubut). Pérez señaló que “Scioli es el candidato a presidente sin ninguna duda” y el chubutense afirmó que “claramente hay un espacio político definido ideológicamente, que es el Frente Para la Victoria, claramente identificado con Daniel Scioli”.

La semana pasada, el gobernador José Alperovich (Tucumán) y su candidato a sucederlo, Juan Manzur, organizaron un acto para Scioli con más de 30 mil personas. Una demostración similar hizo Jorge Capitanich (Chaco) durante una visita del bonaerense.

El riojano Luis Beder Herrera enfatizó que ”vamos a acompañar a Daniel Scioli sin pedirle nada a cambio, solo que aplique ese proyecto que prometió a La Rioja y a la Nación, porque es la esperanza”, mientras la catamarqueña Lucía Corpacci le dio varias veces la bienvenida a Scioli en su tierra, porque apuesta a que le sume los votos que le faltan para ser reeelecta en esa provincia.

Si la liga de gobernadores se atreve a ir un paso mas allá, hasta podría condicionar la lapicera kirchnerista que, inconsulta, digitó la estrategia política de la última década. Como antecedente, vale la reunión que los mandatarios provinciales mantuvieron con la Presidenta el mes pasado. Por primera vez en mucho tiempo, plantearon un serie de pedidos a Cristina Fernández, entre ellos, menos precandidatos presidenciales y a gobernador bonaerense, así como el respaldo de la Jefa de Estado a los distintos candidatos.

Conciente que su poder de fuego ya no es el mismo, la Presidenta aceptó “las sugerencias” y las puso en práctica inmediatamente, alejando las dudas de que jugaba a perder para seguir manteniendo el poder en el peronismo.

El kirchnerismo busca blindarse para después de diciembre

“Venimos a construir una Justicia independiente en la Argentina… y está probado en la Corte Suprema que se está constituyendo en nuestro país”. (Néstor Kirchner- Encuentro de la Militancia, 11 de Marzo de 2004)

Si alguien intentara analizar los primeros seis meses del gobierno de Néstor Kirchner y los últimos seis meses de la administración de Cristina Fernández de Kirchner encontraría, al menos, una importante contradicción o en todo caso, una decepción por la manipulación de una institución clave: la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Partiendo de la base de la inexistencia en los hechos de la división de poderes (el Ejecutivo usa al Legislativo como una escribanía y el Poder Judicial, cuando no es aliado del Ejecutivo, actúa en disputa con aquel, como una corporación) el gobierno de turno siempre ha querido tener una Corte “adicta”, mas allá de los modos y de las estrategias. Y el kirchnerismo, que pareció en un principio ser una excepción a la regla, termina siendo más de lo mismo.

En Junio de 2003, cercado por una Corte que había avalado lo peor de la década menemista, de espaldas a la Constitución Nacional y por ende a la ciudadanía, Kirchner hizo un llamado cuasi dramático al Poder Legislativo.

“Pedimos con toda humildad, pero con coraje y firmeza, que los señores legisladores, que el Congreso de la Nación, marquen un hito hacia la nueva Argentina preservando a las instituciones de los hombres que no están a la altura de las circunstancias”, aseveró en esa oportunidad el entonces mandatario. El santacruceño, todavía un presidente desconocido para la gente que había llegado al poder con apenas el 23% de los votos, era presionado por el titular del Alto Tribunal, el menemista Julio Nazareno, que tenía en sus manos la viabilidad de multimillonarios juicios por el corralito del gobierno de De la Rúa. Amenazaba con una catástrofe para el débil gobierno K.

Así comenzaría un proceso mezcla de destituciones por parte del Congreso y de renuncias que alejaría de la Corte a los ministros peor catalogados, no por su capacidad, sino por su accionar en los 90: Nazareno, Eduardo Moliné O’Connor, Antonio Boggiano, Adolfo Vázquez y Guillermo López.

El de Kirchner parecía ser un gobierno que, en lo que respecta a la Corte, retomaba la línea de Raúl Alfonsin, que en 1983, con el retorno de la democracia y la renuncia de los cinco ministros del Máximo Tribunal que se habían desempeñado durante la dictadura militar, nombre a Genaro Carrió (especialista en Filosofía del Derecho y Derecho Público), José Severo Caballero (especialista en Derecho Penal), Augusto César Belluscio (especialista en Derecho de Familia), Carlos Fayt (especialista en Derecho Constitucional y en Derecho Político) y Enrique Petrachi (especialista en Derecho Público y en Filosofía del Derecho).

Tras la mayoría menemista del tribunal que avaló, por ejemplo, las privatizaciones indiscriminadas de los 90, pareció que retornaba la senda de un tribunal independiente  y plural con Carmen Argibay, Elena Highton de Nolasco, Raúl Zaffaroni y Ricardo Lorenzetti, que se sumaban a Petracchi, Fayt y Juan Carlos Maqueda.

“Dijimos que este país necesita justicia y los doctores que van a la Corte Suprema de la Nación Argentina son absolutamente independientes, apenas los conozco, hicimos una Justicia independiente y está en marcha”, exclamaba Kirchner a mediados del 2004, cuando la nueva Corte estaba funcionando en pleno y era elogiada por los distintos sectores y fuerzas de la vida política local.

De hecho, durante mucho tiempo y hasta hace unos años, la integración del Supremo Tribunal era considerado uno de los logros de la “Década ganada”. Hasta el entonces ministro del Interior, Aníbal Fernández, sostenía en julio de 2004: ”Hoy me siento tranquilo de que las decisiones que va a ir tomando son de un tribunal de última instancia al máximo nivel”.

Mas aún, el santacruceño, a través del Decreto 222/03, fijó autolimitaciones a la atribución del Poder Ejecutivo para la selección y designación de nuevos integrantes de la Corte Suprema de Justicia, ordenó la publicidad de sus antecedentes, instauró la posibilidad de que los ciudadanos pudieran presentar objeciones a su candidatura y dispuso la realización de audiencias públicas para que los propuestos pudieran responder preguntas.

Hasta la por entonces primera dama y senadora, Cristina Fernández de Kirchner, aportó al gobierno su proyecto, de inmediato convertido en ley, por el cual reducía de nueve a cinco los miembros de la Corte y volver así a la composición que había tenido el cuerpo hasta 1990, cuando el ex presidente Carlos Menem amplió su integración y conformó lo que luego sería la “mayoría automática”.

Era una nueva etapa. Hasta que todo ocurrió de nuevo, al igual que durante el menemismo.

Con la muerte de Kirchner y el desgaste propio de dos mandatos, comenzaron a multiplicarse las denuncias y causas por corrupción que afectaron al gobierno nacional: empezando por la Presidenta, su vicepresidente Amado Boudou, Máximo Kirchner, Lázaro Baez, Ricardo Jaime, etc., etc.

Aquella Corte independiente pronto terminó siendo una molestia para la Casa Rosada. Lorenzetti se transformó en el enemigo número uno por encarnar la “resistencia” judicial a cuestiones emblemáticas para el kirchnerismo como la Ley de Medios o el plan de “Democratización de la Justicia”. Pero lo que mas aterra al kirchnerismo es la falta de blindaje para después del 10 de diciembre.

El tropiezo sufrido al intentar designar a un cortesano afín como Roberto Carlés luego se repitió cuando Lorenzetti se adelantó a la jugada del gobierno para ampliar con un simple proyecto legislativo el número de miembros de la Corte y luego llenar esas vacantes, aunque mas no sea de manera transitoria, con conjueces K. La decisión de la Corte, por impulso de Lorenzetti, de declarar inconstitucional que se utilicen a conjueces para desempeñarse temporariamente como miembro del Alto Tribunal, desbarató momentáneamente la movida de Cristina.

¿Qué sigue? La embestida contra Carlos Fayt. Es razonable pensar que un hombre de 97 años como Fayt bien podría jubilarse y dejarle el lugar a alguien con nuevos bríos. Pero no es razonable que el gobierno nada haya dicho de Fayt en los últimos 5 años y sin embargo se acuerde y ponga en duda su capacidad cuando faltan seis meses para marcharse.

En el kirchnerismo alberga la desmesurada confianza de que seguirá en el poder mas allá de diciembre o, en su defecto, que conservará en el Congreso el número de legisladores necesarios como para tener mucho que ver en la designación de los futuros miembros de la Corte. Sabe que cualquier juez o presidente opositor puede utilizar, tal como lo hizo la Alianza UCR-Frepaso con Menem, a Cristina Fernández como el origen de todos los males y actos corruptos de la Argentina después de diciembre.

Macri arrancó primero en la campaña

“Hoy Mauricio empezó realmente la campaña presidencial y arrancó en punta”, reflexionó un encumbrado asesor macrista, en medio del alborotado festejo del PRO en Costa Salguero.

Macri golpeó primero en esta disputa de a tres por el sillón de Rivadavia que han propuesto junto a Daniel Scioli (FPV) y Sergio Massa (FR) y que tendrá su primera final en Agosto, con las PASO de los postulantes presidenciales y la segunda en octubre, en las elecciones generales.

Macri aprobó la última materia que le faltaba para recibirse como el líder del PRO: la de imponer un candidato y que este triunfe, pese a que a primera vista Horacio Rodríguez Larreta corría muy detrás de Gabriela Michetti.

“No tenía otra salida que apostar a Horacio, no solo porque es la continuidad sino porque Gabriela proponía un neomacrismo peligroso”, sostiene un funcionario del gabinete de la Ciudad, para justificar que Macri haya apostado públicamente por Rodríguez Larreta en detrimento de Michetti.

Con la resolución de la interna del PRO en la Ciudad a su favor, Macri termina con una serie de problemas hacia dentro, que también comprendían a la provincia de Córdoba, donde el viernes pasado consiguió presentar la fórmula a la gobernación que pretendía: el radical Oscar Aguad, acompañado por el macrista Héctor Baldassi. A ello se suma Luis Juez candidato a senador y Ramón Mestre, que irá por la reelección de la intendencia de la capital cordobesa.

Con la Ciudad y Córdoba resueltas; Santa Fe encaminado con su candidato Miguel del Sel, si es que el escrutinio final no da ninguna sorpresa de mal gusto; y Mendoza casi ganado junto a los socios radicales que llevan a Alfredo Cornejo a la gobernación, Macri se liberó de los problemas internos para encarar la campaña presidencial. Y lo hizo nada menos que con un volumen de votos en la Ciudad, apenas unos puntos por debajo de un triunfo en primera vuelta el 5 de julio próximo.

Podría decirse que, en el primer tramo de la maratón que tiene como meta la Casa Rosada, Macri terminó primero.

Tras asimilar el aforismo político de que “a veces hay que tragarse algunos sapos”, Scioli puso el rostro para acompañar a Mariano Recalde, a quien algunos funcionarios como Aníbal Fernández sindicaron como el joven que había logrado recuperar el segundo lugar en la ciudad para el Frente para la Victoria, cuando en realidad el kirchnerismo salió tercero.

Pero el problema del kirchnerismo no muere en un festejo demasiado anticipado. El problema de las huestes de Cristina Fernández es que es probable que el 19 por ciento obtenido por el partido sea el techo y que nadie de otra fuerza traslade sus votos a Recalde.

La perspectiva de ECO, en cambio, es que Martín Lousteau puede seguir creciendo a expensas del voto de Gabriela Michetti, por ejemplo. Aunque con repetir la performance de ayer, Lousteau estaría compitiendo en un ballottage con un ganador casi seguro, más allá de la diferencia de votos, como Rodríguez Larreta.

Mientras, el otro presidenciable, Massa, dejó en soledad a su candidato, Guillermo Nielsen, que no alcanzó el 1,5 por ciento de los votos, y negó al candidato presidencial del Frente Renovador de un delfín en la Ciudad. Para colmo, Massa había apostado su poco capital porteño a que Michetti le ganara a Rodríguez Larreta y así socavar la candidatura de Macri. Tampoco ese ardid le salió bien.

Lousteau y Zamora, dos agradables sorpresas

Con su segundo lugar, Lousteau dio la primera sorpresa. Basó su campaña en la discusión y la crítica constructiva con el PRO, en función de propuestas o gestión, nunca en términos ni ideológicos ni personales-despectivos. Aprovechó su capacidad pedagógica para llegar a los porteños e incursionó en recursos tecnológicos como un video en Internet sobre el estado de algunos hospitales porteños después de recorrer la ciudad en la bicicleta tan marketinera de la gestión PRO.

Pausado, paciente y racional, Lousteau le dio nuevos aires a la disputa política.

La segunda sorpresa fue el eterno dirigente de izquierda Luis Zamora. Prácticamente no se lo vio en ningún programa de TV, ni en radio ni en medios gráficos, así como tampoco se percibieron afiches suyos empapelando alguna calle porteña. Una de las pocas imágenes de Zamora fue repartiendo volantes son su propuesta en la calle Florida o en alguna otra intersección medianamente transitada.

El anti-candidato mediático fue uno de los dos dirigentes de izquierda –la otra fue Myriam Bregman del Frente de Izquierda (FIT)- que logró romper la barrera del 1,5 por ciento de los votos. No sería extraño que Zamora aumente considerablemente su intención de voto, ahora que el electorado porteño cree que el PRO, de la mano de Rodríguez Larreta, se encaminará hacia un inevitable triunfo en julio.

La esperanza amarilla

Mauricio Macri se ha convertido en la sorpresa política de las últimas horas al pasar, por primera vez desde el inicio temprano de la campaña pre-electoral, al primer lugar de preferencias de los votantes de acuerdo a dos sondeos de las encuestadoras mas serias que quedan en el mercado.

Tanto las consultoras Managment & Fit como Poliarquía han coincidido, con diferencias en los guarismos, en que Macri se ha posicionado respecto de los otros dos dirigentes peronistas en el primer lugar de las preferencia de los votantes, llevando alarma a los bunkers de Scioli y de Massa. Mientras M & F otorga un rango de Macri 28, Scioli 24 y Massa 19, Poliarquía acorta las ventajas entre uno y otro pero mantiene el mismo orden.

El caso Nisman, tanto la denuncia del fiscal contra la presidenta Cristina Fernández como su muerte, claramente fue capitalizado por el líder del PRO ante el oficialismo y ante Massa, su inmediato contrincante.

¿Qué significa esto? En primer lugar, las distancias entre los candidatos siguen siendo mínimas y pueden revertirse de aquí a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) que se celebrarán en agosto. Pero el efecto de la “pole position” de Macri por primera vez puede aumentar los márgenes.

El ecuatoriano asesor del PRO, Jaime Durán Barba, parece no haberse equivocado cuando le recomendó al jefe de Gobierno porteño que focalizara su discurso en una alternativa, no solo al gobierno de los Kirchner sino al peronismo. Por eso, Macri se cansó de denunciar que el peronismo ya tuvo muchas décadas en el poder e hizo las cosas mal, que es necesario un cambio de rostros, darle la oportunidad a otros.

¿Estará dispuesto a votar el electorado nacional por un cambio?¿O se impondrá finalmente el voto conservador argentino, de cambiar pero no mucho?¿Qué pasará con el voto peronista, hoy dividido entre oficialistas y opositores?

Los distintos sondeos podrían terminan polarizando las elecciones entre Macri y Scioli. Ocurre que Massa, competidor directo del referente del PRO por el liderazgo opositor, tiene la desventaja del armado territorial que no le permite consolidar su imagen en algunos distritos claves y, en esa disputa, Macri mantiene una leve ventaja.

Los sondeos de opinión no llegaron a contemplar el efecto que puede causar, sobre todo en la provincia de Santa Fe, uno de los cuatro principales distritos electorales del país, la flamante incorporación al proyecto “Macri 2015” de Carlos “el Lole” Reutemann.

Reutemann aún tiene ascendente en tierra santafesina y en el electorado peronista y agropecuario. Su respaldo a Macri no sólo implica casi un cheque en blanco para que Miguel del Sel sea el próximo gobernador de Santa Fe de la mano del PRO y secundado por un dirigente radical; también aportará votos a nivel nacional ya que seguro formará parte de la boleta “Macri Presidente, Reutemann senador nacional”. El “Lole” era un dirigente que Massa quería, incluso, como su compañero de fórmula.

Pero el efecto Macri podría ser similar al de una bola de nieve. En Mendoza irá en alianza con el radical Alfredo Cornejo, en un acuerdo que selló el actual titular de la UCR Nacional, Ernesto Sanz. En Córdoba establecerá una alianza con Luis Juez y un sector del radicalismo encabezado por Oscar Aguad para que, junto al macrista Héctor Baldassi, intente arrebatarle la gobernación al candidato de José Manuel de la Sota o generar una ola macrista en esa provincia.

En Capital Federal, el triunfo del PRO es prácticamente inobjetable, aunque la duda es si el sucesor será del riñón del macrismo, con Horacio Rodríguez Larreta o si finalmente Gabriela Michetti impondrá la fuerza de los votos. Mientras que en la provincia de Buenos Aires, la principal deficiencia del macrismo, la idea sería mantener a María Eugenia Vidal pero sustentada en la imagen que Macri tiene en territorio bonaerense.

A la luz de los últimos movimientos, el crecimiento de Macri podría llegar a forzar dos situaciones: a) que el radicalismo finalmente se incline por una alianza con el PRO, al igual que ya lo selló Elisa Carrió o bien que otorgue libertad de acción y, quizás, pueda conformar una fórmula presidencial con algún dirigente de peso del partido centenario como Ernesto Sanz; b) Que Scioli comience a diseñar una estrategia para, en caso de ir a un balotaje con Macri, captar el voto peronista, desmarcándose, una vez que gane las internas del Frente para la Victoria, del kirchnerismo de paladar negro.

Scioli tiene todavía una carta importante, que es el peronismo y su estructura nacional, siempre y cuando logre hilvanar el ala kirchnerista con el peronismo ortodoxo, en gran parte antikirchnerista, pero que, pragmático, irá detrás de quien tenga chances de llegar al poder y mantener su status quo.

De consolidarse la tendencia marcada por las últimas encuestas, será necesario seguir de cerca los pasos tanto de Massa como del resto del Frente Amplio Unen (Pino Solanas, Hermes Binner, Margarita Stolbizer) porque en sus movimientos podrían residir el  crecimiento o no del jefe de gobierno porteño como “el candidato opositor” en las instancias decisivas de las elecciones.

¿La esperanza amarilla o la ola naranja? Hacia ese callejón parece encaminarse, sólo por ahora, la alternativa electoral.