Terminar con el centralismo político

El Papa Francisco sostuvo que “el problema de la política es que está devastada por la corrupción”. La percepción del Sumo Pontífice tiene un contundente eco en nuestra realidad local que encuentra al vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, en el banquillo de acusados y procesado por ser amigo de lo ajeno y lo público. Vale aclarar que el caso es sólo ilustrativo ya que en el índice de percepción de corrupción realizado por Transparencia Internacional Argentina sacó 34 puntos en una escala de 0 a 100 y quedó 106 de un total de 177 países auditados. Amado es ilustrativo del problema que enfrentamos.

Sobre este tema ha surgido un nuevo mantra. Una respuesta que muchos utilizan como una muletilla para responder cómo debe enfrentarse este asunto:“Necesitamos una CONADEP de la corrupción”.

La propuesta no es nueva, pero ha sido revivida por los dirigentes de FAUNEN, que pretenden que un grupo de notables reciban e investiguen las denuncias. Quien viene insistiendo hace años con este proyecto es el radical Ernesto Sanz, que ya la anunció como parte de su programa presidencial cuando amenazaba con candidatearse en el 2011. Por citar otro caso, en 1998 “Chacho” Álvarez señalaba que “Raúl Zaffaroni, Nilda Garré y Diana Conti”, entre otros, ya estaban investigando las fechorías del entonces presidente Carlos Ménem que no llegó a nada.

La vieja frase atribuida a Juan Domingo Perón -”para que algo no funcione nada mejor que formar una comisión” (que en realidad era de Napoleón, quien se la robó a Juana de Arco) quizás sirva como punto de partida para pensar esta solución. Veamos qué tal ha funcionado:

Algunas comisiones han sido exitosas. La Comisión liderada por Lisandro de la Torre entre 1934 y 1935 investigó la industria de la carne y el monopolio frigorífico dejando al descubierto maniobras de defraudación del Estado por parte del frigorífico Anglo. En 1940 otra Comisión a cargo de Alfredo Palacios, a instancias de una denuncia del Senador Benjamín Villafañe investigó y demostró los negociados tras la adquisición de unas tierras por parte del Estado en El Palomar que enriqueció a varios diputados nacionales durante la presidencia de Ortiz. A raíz de esto, los diputados Kaiser y Aguirrezabala fueron condenados por la Justicia pero lograron evitar la prisión exiliándose. Irónicamente, los corruptos lograron retornar al país en 1948 con un indulto de Perón.

Otras comisiones no fueron tan exitosas. Vale recordar la que investigó los contratos petroleros durante la presidencia de Illia que sólo emitió un dictamen. O la Comisión Especial que investigó un cheque librado por Isabelita con fondos presidenciales para compensar a hermanas de Evita por su sucesión que derivó el tema a la Justicia Penal y quedó en la nada.

Independientemente de las buenas intenciones, las comisiones no resuelven los problemas de fondo que están relacionados con la falta de transparencia (recordemos que el kirchnerismo ha boicoteado la sanción de la Ley de Acceso a la Información Pública) y la falta de incentivos y protecciones para que los ciudadanos puedan asistir a la Justicia en la lucha anticorrupción. Si bien valoro la intención de quienes proponen que la solución venga de mano de los políticos, creo que es fundamental que una comisión investigadora se vea complementada con reformas que permitan a quienes denuncian o aportan datos obtener un monto de los bienes recuperados y la debida protección.

Tenemos que empoderar a los ciudadanos para que ayuden a sacar al parásito de la corrupción del Estado. Terminemos con el centralismo político cuyo paradigma establece que los problemas sólo pueden ser resueltos por políticos en espacios políticos. Es hora de confiar en todos los argentinos.

El hombre que pudo ser presidente

27 de abril de 2003, concluía la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Carlos Saúl Ménem ganaba con la fórmula “Frente por la Lealtad – Ucedé” con el 24,45% de los votos. Detrás del caudillo noventista la fórmula “Frente para la Victoria” se alzaba con Néstor Kirchner con el 22,24% de los votos y tras de ellos Ricardo López Murphy llegaba con el 16,37% de los votos.

Tras la victoria en primera vuelta que no le alcanzaba para ser el vencedor definitivo, Ménem optó por abandonar la contienda, dejando afuera a López Murphy de la pelea por la segunda vuelta y regalándole así la victoria a Néstor Kirchner.

El artículo 151 del código electoral sotiene que: “En la segunda vuelta participarán solamente las dos fórmulas más votadas en la primera, resultando electa la que obtenga mayor número de votos afirmativos válidamente emitidos.”

La fórmula es casi idéntica que la contenida en el Artículo 96 de la Constitución Nacional que establece: “La segunda vuelta electoral, si correspondiere, se realizará entre las dos fórmulas de candidatos más votadas, dentro de los treinta días de celebrada la anterior”.

La diferencia entre el código electoral y la Constitución Nacional es que mientras el código remite de manera directa a las dos listas que hubieran sacado más votos de todas las que compitieron. El ganador debe salir entre una de las dos más votadas permitiendo un ganador en caso de renuncia de alguna de las listas impidiendo una ratificación democrática.

La Carta Magna en cambio postula que sólo se gana obteniendo cierta diferencia ante el segundo y en caso de no cumplirse esa condición se procede hacia una segunda vuelta que se conformará con las dos fórmulas más votadas. O sea que el único criterio válido para reconocer un ganador en primera vuelta es que cumpla con las mayorías previstas.

La fórmula constitucional, tras la renuncia de Ménem, tomaría a Néstor Kirchner y a Ricardo López Murphy como las dos listas con más votos y por ende en condiciones de disputar la segunda vuelta. Situación excluida por el código electoral, siendo por ende inconstitucional tal solución en mi opínión.

Lopez Murphy pucherito

El criterio de “correspondencia” que establece la Constitución Nacional se da a partir de la falta de cumplimiento de los requisitos establecidos en los artículos 97 y 98. Es decir, que si no se cumple alguna de las dos previsiones contenidas en estos artículos, debe interpretarse que corresponde una segunda vuelta.

En aquel entonces los voceros de Recrear jugaban con la idea de promover la inconstitucionalidad del artículo 152 (el cual establece que ante la falta de ratificación de alguna de las dos partes no ratifica su voluntad de competir gana la otra) y artículo 155 (que no le encuentro relación con el caso) del Código Nacional Electoral generando así una segunda vuelta con la participación de López Murphy. Lo estratégicamente conveniente hubiera sido objetar los artículos 151 y 152.

Uno de los dirigentes que participó de la campaña me comentó que no se avanzó porque habían salido terceros y se optó por evitar politizar una cuestión que podría haber deslegitimado al que ganara en aquel difícil momento de la Argentina.

Si bien nunca podremos saber cómo pudo haber salido la presentación judicial o cómo hubiera reaccionado el electorado ni cómo se hubieran distribuido los votantes, de lo que sí podemos estar seguros es de que hubo una posibilidad concreta de pelear por la presidencia y que, en nombre de la institucionalidad, algunos dejaron sus pretensiones en la puerta de la Casa Rosada procurando evitar un conflicto.

Más allá de poder entender la decisión de Ricardo y su equipo quien, además, difícilmente pudo anticipar que su performance electoral nunca sería la misma lo que no puedo entender es cómo ningún grupo de ciudadanos presentó esta petición ante la Justicia.

El Derecho de poder elegir candidatos presidenciales que cumplan con las prescripciones de la Constitución Nacional le corresponde a todo ciudadano argentino. En principio, cualquier votante (y con más claridad cualquier asociación de votantes) pudo reclamar judicialmente la posibilidad de tenerlo al bulldog en la segunda vuelta.

De haberse concretado la posibilidad, es de esperar que parte de los votos de Ménem junto a los votos de Carrió y los de otros candidatos radicales se hubieran concentrado en Ricardo dándole serias chances de ganar.

Si bien no podemos reescribir el pasado podemos aprender de las experiencias y tomar mejores decisiones a futuro. Hacia delante tenemos el desafío de pensar el poskirchnerismo. Personalmente considero que Ricardo es una persona sumamente valiosa que debe ser parte del frente republicano que debemos conformar entre Unión PRO y UNEN en las elecciones presidenciales del 2015.

Ya no existe “ser gorila”

El peronismo ya no existe. Al menos como ideología. Lo que alguna vez fue un programa de gobierno signado por las luchas y conquistas del campo nacional y popular han quedado superadas y son historia. Se agotó en la coyuntura y dejó de ser una ideología para pasar a ser una herencia cultural, una estética del poder, un discurso vaciado de contenido propio. ¿Cómo se puede ser gorila si ya no existe aquello contra lo cual uno dice enfrentarse?

Cuando el fundador del movimiento justicialista, Juan Domingo Perón, dijo que “peronistas son todos” dejó entrever en su respuesta la indeterminación que llevó a que el espacio sea capaz de albergar a la Triple A, a Montoneros, a Menem, a Kirchner y a otros personajes incompatibles entre sí. La razón por la que estas incompatibilidades fueron superadas es porque el peronismo abandonó su condición de dogma para pasar a ser una plataforma de lanzamiento hacia el poder.

Si bien las ideologías evolucionan, tal como lo han hecho el socialismo y el liberalismo, el peronismo sufrió mutaciones de otra índole por haber abandonado los principios y la visión dogmática para volverse un discurso dinámico de poder en donde la simbología sustituye a las cuestiones de fondo. Cualquier discurso puede disfrazarse de peronista remitiendo a tal o cual ícono o frase. Hay un peronismo para cada época.

Los grandes políticos que ha dado el peronismo han sido aquellos capaces de articular un programa con el discurso, sin importar demasiado el contenido. Así se ha sintetizado cualquier ideología con el peronismo. Pero en su praxis remite a una lógica en la que el método de construcción de poder se realiza a costa de la libertad del ciudadano o del trabajador. Consiste en centralizar la toma de decisiones en el Estado y estructuras complementarias, aumentar la posibilidad de “cambiarle la suerte” al ciudadano e insertar a los beneficiarios de forma directa o indirecta dentro del propio esquema de poder. Así el Estado pasa a ser un instrumento de construcción partidaria y se lo desnaturaliza. Como agravante, se confunde a la gente haciéndole creer que los conductores son los únicos capaces de garantizar la continuidad de “las conquistas”. Dependencia y empobrecimiento cultural.

Muerto el peronismo dogmático nos queda todavía su método: desinformación, falta de transparencia, concentración de poder y discrecionalidad apoyándose en una visión oscurantista del poder a la que la legislación internacional y los avances tecnológicos van limitando día a día. Una parte del peronismo ha muerto y anticipo que la otra morirá más pronto que tarde. Si todavía nos bancamos el circo es porque no aparece una alternativa que demuestre la solidez necesaria para ser merecedora de la confianza popular.

Se viene un cambio en la política, un conflicto entre aquellos que quieren terminar con las viejas estructuras de poder y los que se aferran a ellas. No es un tema ideológico, no es un tema generacional, tiene que ver con la forma en que concebimos al resto de las personas y pensamos al rol del Estado.

Celebro que en pocos años el debate pase a ser exclusivamente de propuestas, de ideas, de buscar de qué forma se puede mejorar la vida de todos los argentinos y abandone de una vez por todas la sarasa, el chamullo, el humo y las frases vacías de contenido.

Hasta entonces, Viva Perón.

Volvió el liberalismo

“Si no es con nosotros, ¿con quién? Si no es ahora, ¿cuándo?”. Con este lema alcanzó la victoria la agrupación universitaria UPAU en 1985 en diversas universidades públicas del país. La agrupación fundada por el ex legislador porteño Carlos Maslatón, con quien hoy encabezo la lista de candidatos a diputados nacionales junto a Delfina Frers llevando a Alberto Rodríguez Saá como candidato a senador en la CABA, rompió con la hegemonía de los radicales y otras expresiones de izquierda en diversos centros de estudiantes.

La UPAU pasó a integrar la UCeDé (Unión de Centro Democrático) constituyéndose como una de las fuerzas jóvenes del partido que condujo el ingeniero Álvaro Alsogaray en defensa de las ideas liberales (mi homenaje por su reciente centésimo cumpleaños). La UCeDé llegó a ser la tercera fuerza política del país a principios de los 90 y supo contener a grandes cuadros en sus filas. Lamentablemente, la cuestionada asociación con Carlos Menem llevó al partido a su virtual disolución.

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