No reconocer la inflación es el principal problema

Alejandro Banzas

El reciente debate llevado a cabo en el programa Con voz propia que conduce el periodista Gustavo Sylvestre en América 24, entre el diputado nacional Roberto Feletti y el presidente del Banco Ciudad, Federico Sturzenegger, produjo un aporte sustantivo, dado que el primero es una voz autorizada de un gobierno bastante “mudo” a la hora de anunciar la filosofía de su comportamiento económico. En efecto, el diputado manifestó que el gobierno no quiere devaluar, ya que no va a permitir que los sectores del poder económico fijen pautas para mantener sus tasas de ganancias, a costa del salario y del consumo. En consecuencia, sustenta que el “cepo cambiario” fue una medida aplicada para contener la fuga de capitales y evitar el impacto de la crisis internacional.

Lo que no entiende Feletti (ni el gobierno) es que el impacto del “cepo” ya acumuló pérdida de reservas por más de u$s 7.200 millones, con menor disponibilidad de liquidez en dólares para el comercio exterior, produciendo no sólo una reducción del volumen de comercio internacional, sino también, generar condiciones de incertidumbre que terminaron impactando en el sector real de la economía. Bastaría observar que el deterioro en el sector de la construcción, en particular el inmobiliario, para darse cuenta que la incertidumbre cambiaria afectó el nivel de actividad y la inversión.

Las empresas hace dos años que vienen perdiendo rentabilidad, y eso se debe al creciente incremento de sus costos en dólares, ante un tipo de cambio sustantivamente por debajo del crecimiento del nivel general de precios, y al agotamiento del mercado externo, dada las mayores restricciones cambiarias. No reconocer la inflación es el principal problema del actual modelo productivo, el cual deteriora el salario, las jubilaciones y la capacidad del ahorro interno, objetivos que según Feletti defiende este gobierno.

En un momento del debate, Feletti le exigía a Sturzenegger anticipar cuánto debería ser la pauta devaluatoria para corregir la asimetría entre el dólar oficial y el “blue”. La realidad indica que ese no debería ser el punto de discusión, sino entender que el desequilibrio macroeconómico y la distorsión de los precios de la economía requieren de un mayor esfuerzo que determinar una mayor aceleración devaluatoria. Si la preocupación del gobierno es mantener el empleo y el salario, deberá poner énfasis en bajar la tasa de inflación, y para ello, deberá contemplar un conjunto de acciones que tiendan a corregir los desequilibrios fiscales y monetarios, el fenomenal desequilibrio del balance comercial del sector energético, y recuperar un mayor stock de reservas, de modo de poder efectuar una salida menos traumática en dos mercados que se alejan cada vez más y que acumulará mayores tensiones, más temprano que tarde.

Nadie quiere ajustes salvajes, ni subas violentas de la tasa de interés, ni macrodevaluaciones, ni recesiones profundas. Pero nadie que le diagnostique un tumor evita una operación por temor a la anestesia, porque de lo contrario, corre el riesgo de morir lenta pero inexorablemente.

Es clave que Feletti y el gobierno en general entiendan que si disminuyen la inflación, menor será la pérdida de competitividad de nuestro tipo de cambio, y en consecuencia, mayor será la posibilidad de que nuestras exportaciones crezcan, y con ello nuestra frontera de posibilidades de producción, creciendo nuestra economía de la mano de la inversión y del empleo.

De continuar desentendiéndose del tema, la apreciación será mayor y con ella la brecha cambiaria, profundizando la sobrefacturación de importaciones, la fuga de divisas, caída de las reservas y el concebido impacto en el empleo y el salario (algo que ya está sucediendo).

Ya en el pasado vimos lo que sucedió cuando el presidente De la Rúa no se atrevió a romper la convertibilidad disponiendo de mayores reservas en el BCRA, lo que hubiera evitado muchos de los costos que debió afrontar por falta de decisión política. Esperemos que este gobierno no caiga en el mismo capricho de no ceder a algunos preconceptos, y comience a aplicar correcciones -que sin costos sustantivos- permitan reencauzar la economía hacia el camino virtuoso y progresista de los primeros años del gobierno kirchnerista.