Un hombre de fútbol y de poder

Alexander Martín Güvenel

Julio Humberto Grondona nació el 18 de septiembre de 1931 en Avellaneda y fue un hombre de fútbol y poder. A diferencia de otros dirigentes con influencia en el medio local y también en la FIFA, él sabía mucho del deporte que conducía y también sabía mucho acerca de los resortes del poder. Con esos dos elementos se manejó, como había anticipado, hasta el último día de su vida. Presidió la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) desde el 6 de abril de 1979 hasta ayer, cuando un aneurisma en la arteria aorta terminó con su vida. Era también miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA desde 1998, siendo su actual vicepresidente. Su vida estuvo ligada al fútbol, los negocios y el poder desde que fundó, en 1956, con tan sólo 25 años, Arsenal de Sarandí, club que presidió durante casi 20 años para luego ser titular de su otro gran amor futbolístico, el Club Atlético Independiente, con el que obtuvo dos títulos Nacionales (tal la denominación de la época).

Designado por el vicealmirante Carlos Alberto Lacoste, quien comandaba el fútbol en tiempos de la última dictadura militar, convivió con 13 presidentes de la nación durante su larga estadía como mandamás del fútbol argentino. Ya desde antes de su asunción supo ganarse el favor de sus pares mezclando habilidades de liderazgo con ostentación de poder que por momentos llevó hasta límites cercanos a la extorsión. Entendió desde sus comienzos como dirigente del fútbol que dinero y poder son dos caras de una misma moneda y nunca la soltó de su mano. Seguramente, por el cargo que ejercía, fue condicionado en su tarea pero se las rebuscó para ubicarse en una posición de superioridad –o al menos paridad- frente a sus interlocutores, logrando que todos los poderosos del país le tuvieran un respeto cuasi reverencial. Quizás allí radique la mayor contradicción de los argentinos con Julio Grondona. Ferozmente criticado y repudiado fuera de sus áreas de influencia por el oscuro y personalista manejo que hacía del fútbol argentino, bastaba que cualquiera de estos críticos ingresaran en su círculo de confianza para que cambiaran radicalmente de postura. Ha sucedido con dirigentes, políticos, jugadores de fútbol, directores técnicos y también con periodistas.

Durante su presidencia, la selección argentina obtuvo un Campeonato Mundial (México ’86) dos medallas de oro en Juegos Olímpicos (Atenas 2004 y Pekín 2008), la Copa FIFA Confederaciones en 1992 y dos Copas América (1991 y 1993), además de 6 Mundiales juveniles, dos de los cuales fueron de la mano de sus estrellas más mimadas, Diego Armando Maradona y Lionel Messi. Con el primero mantuvo una relación de amor-odio muy similar a las que suele tener el Pelusa con quienes fueron parte importante de su vida, aunque es cierto que el último tiempo los encontró fuertemente distanciados desde que Don Julio decidió apartarlo de la conducción del seleccionado argentino luego de la histórica derrota por 4-0 frente a Alemania por los cuartos de final del Mundial de Sudáfrica 2010. Con el otro gran astro del fútbol argentino mantuvo una relación afectuosa y cordial cimentada desde los comienzos de la carrera de Leo por la decisión de Grondona, previa sugerencia de Hugo Tocalli, de hacer jugar al “nuevo Maradona” para Argentina y evitar así que la selección española se quedara con esa joya del fútbol argentino que había crecido en las inferiores del Barcelona.

Acostumbrado como estaba a las presiones y al manejo del poder, encontró en la frase “Todo Pasa” su leit motiv y ésta lo acompañó desde fines de la década del ’90, con el anillo que le regaló su fiel ladero Noray Nakis y que Grondona llevaba en el dedo meñique de su mano izquierda, hasta el fallecimiento de su esposa Nélida Pariani el 16 de junio de 2012. Luego de ese triste acontecimiento decidió sacárselo al considerar que, al menos en su vida, había perdido sentido aquella frase. Su esposa fue su gran amor y único remanso a las tensiones por el cargo que ejercía y las funciones que desempeñaba, muchas de las cuales compartía con varios integrantes de su familia. Su fallecimiento fue un golpe del que nunca se recuperó.

Con más de 35 años al frente de la AFA es muy difícil separar a Julio Grondona de las vicisitudes por las que pasó nuestro fútbol: el auge de la violencia y el crecimiento de las barras bravas, las muertes violentas ligadas al fútbol que sumaron más de 150 durante su gestión, los negocios poco transparentes de empresas relacionadas con la AFA, el crecimiento de su fortuna personal, la televisación del fútbol y la contemporánea sociedad con el gobierno de Cristina Kirchner a través de Fútbol para Todos. Paradójicamente, los problemas del fútbol argentino lo fortalecieron e hicieron que los eslabones más débiles de la cadena se hicieran más dependientes de su poder, por eso siempre eligió el camino de la fuga hacia adelante en la búsqueda de soluciones.

Su mayor “virtud” fue la de conservar la sartén por el mango, preservar su poder y tener siempre un fuerte apoyo en el cual asentarse. Las escasas y tibias oposiciones que surgieron durante su mandato fueron silenciosa e implacablemente sofocadas. La fórmula de clubes pobres y AFA rica, junto con su reconocida capacidad de conocer todos los aspectos que rodean el negocio del fútbol, fueron su principal sostén. Se alimentó de las debilidades (demasiado evidentes por lo general) de los dirigentes de los clubes para posicionarse en una posición ventajosa. Sacar los pies de su enorme plato significaba pasar al ostracismo, situarse en los bordes del fútbol argentino.

Cabe preguntarse qué hubiera sido, para bien y para mal, del fútbol argentino de no haber estado Julio Grondona en el máximo vértice del poder durante los últimos 35 años. Como todo contra fáctico es imposible de responder por lo cual sería mejor enfocarse en lo que viene. Si como decía el historiador y político inglés Lord Acton “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente” sería bueno que esta institución político-deportiva que rige los destinos del más popular de los juegos en nuestro país pueda dotarse de los mecanismos que le permitan ser una institución moderna, democrática, transparente y pluralista porque más allá del personaje en cuestión, el fútbol es para la mayoría de nosotros algo demasiado importante como para dejarlo en manos de una sola persona.