Sin lugar para los tibios

Alexander Martín Güvenel

Los cierres de listas para la conformación de alianzas electorales y la elección de candidatos suelen traer aparejados un grado de tensión extremo. Aún así, tanto lo que sucedió en las elecciones legislativas del año 2013 –cuando hasta último momento se trabajó sobre un entendimiento tripartito entre Macri, Scioli y Massa que finalmente no llegó a materializarse- como lo que sucede en las presidenciales de este año es de un dramatismo inédito.

La “ancha avenida del medio”, por la cual Sergio Massa apeló a construir un espacio de poder y edificar una candidatura presidencial, se parece cada vez más a la 9 de julio un domingo por la mañana. El intendente de Olavarría José Eseverri es tan sólo el último pase de una lista que tiene los nombres de Zúccaro, Otacehe, Guzmán y Giustozzi entre otros y que parece engrosarse a cada instante. Seguramente, el diputado nacional y ex intendente de Tigre está pagando las consecuencias de la polarización y de haber construido una fuerza política con dirigentes cuyo único objetivo siempre fue cuidar el pago chico (fuente de vida y negocios para ellos y su familia). “Prefiero quedarme con los intendentes con valores y no con los que tienen precio” es ahora su frase de cabecera pero estaba a la vista de todos que muchos de los que se sumaron a su novel fuerza sólo veían un panorama político con una Presidente debilitada y un Massa arrogante y arrollador. Debería ser objeto de estudio el por qué los intendentes del conurbano son los únicos políticos que no muestran ambiciones de crecer en sus carreras. Tengo una hipótesis basada en numerosos testimonios pero lamentablemente no la puedo demostrar en sede judicial.

El entendimiento logrado en las elecciones legislativas de 2013 entre Massa y Macri para no competir sino más bien colaborar en la provincia de Buenos Aires podría haber sido el inicio de un trabajo conjunto. Sin embargo, esa alianza fue víctima de su propio éxito. Efectivamente el haber derrotado al candidato bonaerense del Frente para la Victoria -Martín Insaurralde- hizo que el ex intendente de Tigre desviara un camino que parecía naturalmente destinado a gobernar la provincia más populosa del país. Un dirigente de apenas 43 años cuyo último antecedente de gestión es la intendencia de un partido de zona norte del conurbano se embarcó en conseguir la presidencia de la mano de un Frente Renovador creado para sostener esa aspiración. Algo similar le había sucedido a Francisco De Narváez luego del sonoro triunfo que obtuvo acompañado por Felipe Solá y Mauricio Macri sobre Néstor Kirchner allá por el año 2009. El “Colorado” incluso llegó a soñar con la presidencia y comenzó a pensar cómo sortear su nacimiento en suelo colombiano. Evidentemente ganarle al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires tiene un efecto nocivo en los triunfadores.

Dentro del PRO conviven dos corrientes con visiones estratégicas diferentes. De un lado se encuentran aquellos que, de la mano del ministro de Gobierno Emilio Monzó, son permeables a la conformación de alianzas políticas que le permitan al aún joven partido y a su candidato estrella tener una cobertura territorial y política amplia; y por el otro, encabezados por el consultor ecuatoriano Jaime Duran Barba y el secretario general del gobierno, Marcos Peña, impulsan una estrategia purista basados en dos pilares fundamentales: en primer lugar, la creencia de que en estas elecciones la ciudadanía se va a volcar por un cambio y que ellos expresan cabalmente ese cambio; y en segundo lugar, la convicción de que cualquier alianza con fuerzas que remiten a gobiernos del pasado desperfila a su fuerza política. En los últimos tiempos ambos sectores han obtenido victorias, pero lo más relevante es que parecen ser complementarios, dado que unos se orientan a construir una base de poder sobre la cual poder conducir un gobierno nacional y los otros intentan escudriñar al electorado para poder orientar hacia allí la campaña.

Por su parte, varios referentes del kirchnerismo están metidos de lleno en una tarea de desgaste sobre el Frente Renovador. Tal vez tengan la convicción de que el macrismo es un mejor rival para enfrentar. Para retratar los pases tienen siempre a mano a los fotógrafos oficiales que reflejan de un lado rostros derrotados por una estrategia fallida, y del otro, funcionarios con caras de satisfacción por la venganza consumada. La tarea es desembozada al punto que el senador Juan Manuel Abal Medina sostuvo que “si se arrepiente Massa, el peronismo lo va a recibir”.

Al parecer, el PRO de Mauricio Macri ya tiene sus cartas jugadas y todas aquellas definiciones que aún faltan tomar (como la elección de su candidato/a a vice) son internas a su partido. En cambio la posición de Sergio Massa es sumamente compleja. Entre las alquimias que se le presentan está la de seguir con su candidatura presidencial hasta el final aunque ya no cuente con recursos económicos para sostenerla y hasta se haya quedado sin candidato a gobernador en la provincia más importante del país (salvo por la desconocida Mónica López) armando para ello unas PASO con José Manuel De La Sota; “bajar” a la provincia de Buenos Aires sin candidato presidencial (lista corta) o con un candidato perdidoso como “El Gallego”; retornar al Frente para la Victoria (muy improbable); o bien abandonar toda candidatura para esperar un próximo turno con mejores posibilidades. La espera se acorta, los tiempos se acercan y lo que queda claro es que no debe ser fácil en este momento estar en los zapatos de Sergio Massa.