El Scioli de siempre

Carlos Mira

“El lugar más oscuro del infierno está reservado para aquellos que se mantienen neutrales en tiempos de crisis”

Dante Alighieri

 

Daniel Scioli está muy cerca de terminar su carrera política. Y lo más dramático del caso es que ese final ocurrirá sin que Scioli haya hecho nada por evitarlo. Al contrario, casi podría decirse que lo ha precipitado.

Ya es mucha la gente que no tolera su exasperante tibieza. El gobernador cree que una modernísima máquina descomponedora de átomos desemembró a la Argentina y luego volvió a armarla en el Tibet. Pero no es así. El país sigue estando aquí, gobernado por las pasiones y las necesidades de siempre… Lamentablemente.

Su presencia la semana pasada frente a una presidente encolerizada que descargaba frente a él sus lenguaradas de fuego fue un espectáculo penoso. Está claro que Scioli no podía responder allí, porque la señora de Kirchner -justamente- hace uso y abuso de esa treta de poca monta que consiste en insultar a quien no puede contestarle. Pero el gobernador tampoco fue contundente en sus declaraciones posteriores. Dijo, con su acostumbrada paciencia, que a él “también le gustaría que lo defiendan más y que no lo dejen solo” pero ese método ya se va haciendo viejo y los tiempos corren pidiendo definiciones.

No habrá 2015 sin 2013 y nadie puede llegar a octubre de este año especulando sin decir nada y sin mostrarle un claro posicionamiento a la sociedad.

Las técnicas de Scioli, Massa y Solá (“para avanzar en política lo mejor es hacerse el boludo”) no sirven para una hora en donde el país ha puesto en juego pilares esenciales de su vida futura.

Nadie sabe a ciencia cierta cuáles son los cálculos que masculla el gobernador cuando esta solo. Pero es evidente que aún cree que la mayoría de la sociedad es como él, no sereno, sino indeciso.

Si es así, al país todo habría que recordarle que ya una vez cayó víctima de ese error. Al final de Menem también se formó alrededor de Fernando De La Rua la idea de que el radical era una persona moderada, de ánimo templado, en las antípodas de las convulsiones menemistas. Pues no. De la Rua era un gris; un personaje indeciso e inseguro, que no tenía una clara idea de la acción, de los convencimientos y de la defensa de un conjunto determinado de ideas. Siempre aparecía temeroso de perder algo si se expresaba en cualquier sentido con alguna convicción.

Recuerdo una mañana fría de 1992, cuando era senador, y lo llamé temparano por la entonces Radio Libertad. Al notarle la voz tomada cuando lo saludé, le pregunté si estaba resfriado. En el aire se escucharon unos ruidos parecidos a los que emitía Mr Magoo cuando farfullaba cosas inentendibles para sí mismo. Al cabo de unos segundos (que en radio parecen horas) dijo “tengo una especie de resfrío…”. En su eterna indefinición habrá pensado que si decía que estaba resfriado iba a perder el apoyo de los no-resfriados y si decía que no lo estaba perdería el favor de los que sí lo estaban.

En ese sentido la presidente es más coherente: está a la cabeza de un gobierno filomilitar y pretende que los soldados del ejército la obedezcan sin fisuras; no admite tibiezas ni discursos diferentes; mucho menos en el ropaje de los modales.

La señora de Kirchner quiere Aníbales, Kunkeles, Di Tullios (la nueva jefa de bancada que dice, como si fuera un “barra”, que “hay que defender los trapos”), Larroques, Contis (la diputada que dijo que ser educado no servía para nada). La presidente no está dispuesta a bancar a alguien que venga a dárselas de lord británico, indispuesto a meterse en el barro porque se ensuciaría si la defendiera.

Y en alguna medida es la presidente la que interpreta mejor la idiosincracia de la sociedad en ese sentido. Se me dirá que Cristina ha caído mucho más en las encuestas que el gobernador que, aun en La Plata -el epicentro del darma de las inundaciones-, mantiene una imagen favorable del 40% cuando la jefa de Estado cayó al 20 y el intendente Bruera al 25.

Pero al momento de votar el argentino no confía en un timorato. Al contrario, es más proclive en darle el gobierno a un gritón que a un flemático. De la Rua pudo engañarlo pero no creo que haya una segunda oportunidad.

Es posible que el gobernador apueste al contraste. Porque si bien la sociedad no entrega su mando a un indeciso, es cierto también que está cansada del mandoneo y de los sermones magistrales.

Scioli debe creer que mostrándose como la contracara de tanta crispación es suficiente para imponerse. No es así. La sociedad está buscando decisión con educación, firmeza con consenso, claridad en las convicciones con flexibilidad en el diálogo, una capacidad para fijar un norte y al mismo tiempo para convivir.

Se cansó de que tener convicciones signifique que pueda expresarse un solo pensamiento, de que tener decisión sea no admitir un solo consejo, de que tener firmeza sea no dar nunca el brazo a torcer ni admitir nunca un error. Pero por estar ávida de conseguir ese ideal no creo que se resigne a la inaudibilidad de una ameba. Quiere modales, y firmeza; convicciones, y educación; metas, y armonía; seguridad, y convivencia; compromiso, y bonhomía.

Los tiempos políticos corren y nadie que se tiña de neutralidad llegará lejos. Es posible que hasta sea lamentable haber llegado a esto. Es posible que lo deseable fuera un país en donde todos estén cerca de lo neutro; porque lo “neutro” es, por lo pronto, inofensivo para la libertad.

Pero diez años de los Kirchner en el poder han llevado al país a un punto muy lejano a ese lugar. Y, paradójicamente, para volverlo a poner allí no serán útiles los mecanismos de la medianía.