Un sistema contra el delito

Christian Joanidis

Existe la falsa creencia de que más policía puede solucionar el problema del delito. Incluso los políticos hacen uso de esta creencia y por eso se fotografían con las últimas promociones de policías, porque pareciera que nos alegra saber que en la calle hay más efectivos combatiendo la delincuencia. Pero por más absurdo que parezca las fuerzas de seguridad son el eslabón menos importante de este sistema que está dedicado a combatir el delito. 

El primer eslabón y el más importante es el de la prevención, pero es a su vez el más descuidado y el menos visible. Una escuela de fútbol en un barrio marginal no le sirve a nadie para salir en los diarios y en general todos lo percibimos como una nimiedad, pero ese tipo de acciones “triviales” son las que hacen que nuestros jóvenes crezcan sanos y lejos de la delincuencia. En este sentido los curas villeros hacen un trabajo maravilloso, porque son de los pocos que en nuestro país han comprendido que antes que buscar a los delincuentes y encarcelarlos, tenemos que asegurarnos que las personas lleven una vida digna.

Una vez que la etapa preventiva falla entra en juego la policía que, como suelo decirles a mis alumnos de seguridad, existe porque hay un problema y ciertamente no es parte de la solución. La policía incluso tiene dos niveles de actuación, uno evidente, que son los patrulleros en la calle y otro menos evidente, que son todas las operaciones e investigaciones que se realizan. Nuevamente los gobiernos suelen poner el énfasis en la parte más visible, dejando de lado la menos visible. Un dato claro que tengo muy presente es que a la mayoría de los delincuentes se los captura dentro de las horas siguientes de cometido el delito, lo que quiere decir que hay más trabajo de la policía en la calle, que de la investigación policial. Pero la policía de la calle sólo atrapa a los delincuentes menos importantes, los de verdad, los que llevan los negocios, sólo se atrapan con investigaciones.

Las fuerzas de seguridad son sólo otro eslabón, porque luego viene el sistema judicial. Incluso hoy estamos viendo que muchos de los problemas de seguridad no vienen por la falta de acción de la policía, sino por la obsolescencia de dicho sistema. Vemos delincuentes prácticamente consagrados que son liberados por los jueces y procesos judiciales que demoran años y años para resolver alguna cuestión.

Pero los jueces actúan sobre la base de la legislación vigente, lo que nos lleva al siguiente eslabón, que son las leyes. Porque si nos quejamos de las salidas transitorias, entonces hay que eliminarlas, impedir que los jueces las otorguen, en lugar de pedirles que las apliquen con mayor criterio. Hoy tenemos un nuevo código procesal, lo que no me queda del todo claro es si es el código procesal que necesitamos. El proceso judicial debe ser lo suficientemente rápido y expeditivo como para que el culpable quede preso y el inocente sea liberado, ¿logrará esto el nuevo código procesal?

Por último, al final de toda esta cadena está el sistema carcelario, que hoy sólo se ha transformado en un muro que protege a unos ciudadanos de otros ciudadanos, porque aunque solemos olvidarlo, los delincuentes siguen siendo ciudadanos. Es cierto que el sistema carcelario tiene como función reinsertar a la persona en la sociedad, función que hoy no sólo no logra cumplir, sino que ni siquiera  tiene el diseño apropiado para cumplirla. Pero si sólo es una barrera entre los que han delinquido y los que no, construida sobre todo para proteger a los que no han delinquido, al menos debe salvaguardar la dignidad de quienes han perdido la libertad. Esto no quiere decir que haya que pagarles aguinaldo y vacaciones, ni que haya que darles salidas transitorias, sino simplemente que hay que garantizar condiciones mínimas en las cárceles. La calidad de persona no se pierde por haber delinquido.

Al escribir este artículo no tuve la intención de hacer un análisis exhaustivo sobre nuestro sistema para combatir la delincuencia, simplemente quise desterrar un mito: más policía no soluciona el problema del delito porque, como se puede ver, las fuerzas de seguridad son sólo un eslabón y no necesariamente el más fuerte, dentro de todo este sistema contra el delito. El problema de la Argentina es que este sistema en su conjunto está desarticulado, necesita ser repensado por completo. Pero siempre es más fácil mostrar más policía en la calle en lugar de concentrarse en trabajar sobre lo realmente importante: porque como siempre, lo esencial es invisible a los ojos.