Gestión y política: un divorcio inviable

Christian Joanidis

El concepto de gestión es enormemente amplio y se refiere a todo lo que hay que hacer para que algo funcione. El concepto en sí mismo encierra una idea y es que toda transformación se realiza haciendo. Idea que va a contracorriente de quienes creen que todo se logra con un relato. 

La gestión es una palabra de moda en el ambiente empresarial y en el mundo en general, pero la política argentina tradicionalmente la ha evitado: existe la convicción de que el votante se deja arrastrar por campañas emotivas y olvida la realidad. 

Sin embargo, el PRO ha hecho de la gestión su bandera y se ha ocupado durante estos ocho años de gobierno en la Ciudad de Buenos Aires de demostrarle a todo el país que la gestión es la única forma de solucionar los problemas que tenemos. Y como en tantos otros casos no se trata de ensalzar al PRO, sino de demostrar que un tuerto ve más que un ciego. El enfoque en la gestión no es un gran invento, no es una creación, es simplemente la aplicación del más evidente sentido común: las cosas no se solucionan solas, es necesario intervenir.

La ventaja de un enfoque como éste, el de ocuparse de la gestión de manera sistemática, trae como consecuencia una planificación clara y con una dirección nítida. El gobierno de la ciudad ha invertido mucho dinero y energía en mejorar el transporte público, porque entiende que es uno de los mayores sufrimientos de los porteños. Luego ha atacado el tema de la seguridad, no sólo formando la policía metropolitana, sino dándole además el lugar que le corresponde. Ha sido consistente a lo largo de los años y se ha adentrado con constancia en estas dos sendas. En ambos casos las soluciones que han implementado, si bien no son novedosas, sí tienen el mérito de ser el fruto de un cuidado ejercicio de planificación. En el pasado la Ciudad se gobernó desde las medidas aisladas y muchas veces oportunistas, algo que el PRO ha cambiado para bien.

Si la gestión da frutos, si los frutos se ven y son apreciados por los votantes, ¿por qué no hacen lo mismo todos distritos? Es importante aclarar que la gestión debe ser llevada adelante por profesionales preparados y muchos jefes comunales y gobernadores se afanan más en darle el puesto a los amigos que a las personas capaces. Esta es una verdad evidente en el mundo empresario: se debe buscar a la persona acorde para el puesto. Pareciera que no es tan evidente en el mundo de la política, donde existe en general una disociación entre capacidad y posición que resulta por momentos inverosímil. Por lo que la primera dificultad salta a la vista: no hay personas capaces ocupando las posiciones relevantes dentro del gobierno.

La otra cuestión es que pareciera haber una epidemia de pereza intelectual entre la clase dirigente, por lo que siempre se aplica la solución que requiere menos esfuerzos intelectuales y físicos. Es mucho más fácil crear las llamadas “policías locales” en la Provicia de Buenos Aires que dedicarse a refundar la policía bonaerense. Lo primero no requiere gestión, no requiere planificación. Lo segundo es un increíble esfuerzo que requiere de personas preparadas y con la voluntad de adentrase en un terreno cenagoso.

También es cierto que hacer implica equivocarse, mientras que haciendo anuncios rimbombantes nadie comete errores: en la teoría todo es maravilloso. Y equivocarse implica que haya personas sensatas que salgan a hacer críticas y las personalidades temerosas y poco seguras de sí mismas le temen a las críticas. Esta última es una cuestión de liderazgo que quienes trabajamos en gestión hemos visto muy frecuentemente. Quien sabe lo que hace, quien está seguro de su conocimiento y capacidad siente las críticas como una oportunidad para mejorar.

Gestionar no es una tarea fácil, claro que no. Pero todavía se torna más difícil cuando se carece de las condiciones de liderazgo necesarias para llevar adelante a un equipo. Y tal vez sucede que nuestra actual clase dirigente, en su mayoría, lejos de ser los líderes que necesitamos, se han dedicado a buscar la posición que tienen sólo para su propio beneficio.

Y aunque gestionar sea un ejercicio sigiloso y cuyos frutos tardan en aparecer, es ciertamente la única forma de gobernar para el largo plazo, lejos del oportunismo y le mediocridad. Hoy, en el mundo en que vivimos, para quienes ocupan puestos ejecutivos en el gobierno, ciertamente que gestionar es gobernar. El resto, es improvisación y oportunismo.