El kirchnerismo ya es pasado

Fue un domingo que todavía me cuesta procesar. He visto a muchas personas de mi entorno que se han movido para fiscalizar. Fue algo histórico, por fin las personas empezaron a entender que el futuro depende de lo que cada uno de nosotros haga para crearlo y sostenerlo. Fiscalizaron y de esa forma se metieron en política. Estudiantes, profesores, gerentes, dueños de empresas, trabajadores, todos ellos se embarraron y salieron de su comodidad para trabajar por la república.

Fueron doce años de oscurantismo, doce años de destruir la embrionaria república que los argentinos habíamos construidos en democracia, doce años que nos enseñaron que la prepotencia y el sectarismo no pueden volver al poder. Así como los Gobiernos militares, con todo el dolor que trajeron al país, nos enseñaron involuntariamente la importancia de la democracia, el kirchnerismo nos enseñó la de la república. Fue seguramente un período doloroso, pero a la vez necesario para que los argentinos podamos hacer este aprendizaje.

No puedo disimular mi alegría. Desde hace ya bastante tiempo mis columnas giraron prácticamente en torno a un único tema: la necesidad de construir una república, dejando de lado todo lo que el kirchnerismo representa. Hoy puedo decir con tranquilidad que los argentinos ya tomamos la trascendente decisión de volver al camino de la república, ese camino que habíamos abandonado, tentados por una bonanza económica casi azarosa. Continuar leyendo

Sergio Massa: sólo palabras fuertes

Fue fortuito, alguien me recordó a Hamlet el otro día. Una conversación casual, una rememoración de aquella obra que leí hace ya muchos años y que hasta vi en el cine cuando se estrenó la adaptación de Kenneth Branagh. Ese personaje de Shakespeare siempre me resultó fascinante por la fuerza que tiene, por sus discursos maravillosos, intensos, llenos de palabras fuertes: Hamlet habla como un héroe. Pero en los hechos no hace nada. Toda la obra transcurre con sus maquinaciones y su combate retórico contra el asesino de su padre. Su misión es vengar a su progenitor asesinado, lo dice, pero demora la acción. Y cuando finalmente lo logra, cuando la venganza se concreta, termina, en su afán por lograr su objetivo, no sólo muerto, sino que entrega el reino que debía proteger al enemigo, lo deja indefenso y sin líder. Ha muerto el rey (el asesino de su padre), ha muerto incluso él mismo, triunfa el enemigo invasor.

En estas elecciones presidenciales estamos eligiendo entre dos proyectos de país completamente distintos: por un lado, tenemos al populismo y, por el otro, a la república. El primero no es más que una expresión moderada de autoritarismo y tiene muchos puntos de contacto con el concepto clásico de tiranía: la concentración de todas las facultades en una sola voluntad política y la representación de esa voluntad política que se plasma en el líder o tirano. La república, por el contrario, es la forma más avanzada de gobierno hasta el momento, en donde la división de poderes y la pluralidad de voces ejercen un control natural del sistema político, lo que reduce al mínimo las arbitrariedades y garantiza los derechos de los ciudadanos. Continuar leyendo

Hundidos en el presente

El problema que tenemos los argentinos es que estamos hundidos en el presente o en el corto plazo, que no es más que un presente extendido.

Los debates que se dan hoy en nuestra sociedad pasan por cuestiones económicas de corto plazo como el cepo al dólar y la devaluación. Incluso discutimos sobre cuestiones institucionales básicas, como la transparencia de los comicios. Llevamos más de treinta años de democracia, hemos celebrado nuestro bicentenario y nuestros debates continúan en la senda de lo embrionario, de aquello que los países más avanzados han definido y resuelto hace ya varios años.

Que estemos discutiendo sobre cómo hacer que las elecciones sean transparentes es un debate que nos regresa al momento en que se promulga la ley Sáenz Peña, más de cien años atrás. No digo que el debate no sea necesario, lo es, porque lo que pasó en Tucumán revela con contundencia que nuestro país es un gran reino lleno de feudos y eso se tiene que terminar. La Argentina, cien años después de que se declarara el voto secreto y obligatorio para romper con el régimen de fraude sistemático al que estaba sometida, se encuentra hoy nuevamente con barones del conurbano y gobernadores eternos. Continuar leyendo

La hora de las obras

Las inundaciones parecen ya una historia del pasado y los argentinos somos víctimas de una memoria floja: Si el problema pasó, nunca existió. Desmemoria que nos ha costado más de lo que creemos.

Parece absurdo tener que decirlo, pero las obras se hacen antes de que surjan los problemas. Una vez que las lluvias llegaron, una vez que los cortes de luz comenzaron, no hay más nada para hacer, solo resignarse. Me resulta tristemente gracioso escuchar al actual gobernador de la provincia de Buenos Aires hablar de obras realizadas y de obras a realizar. Una vez más la realidad es más dura que cualquier relato y pone de manifiesto otro aspecto más de la inoperancia de Daniel Scioli, que paradójicamente quiere gobernar el país. Y a esa inoperancia se suma además cierta falta de sensibilidad al afirmar que, si no hubieran hecho obras, la situación sería peor. O incluso llegar a decir que hay que trasladar a las personas a otro lugar, al mejor estilo de intercambio de poblaciones de la primer posguerra.

Hace cerca de un año, si la memoria no me traiciona, fue en el funeral del abuelo de un amigo muy cercano de la infancia, cuando me encontré con este otro amigo músico que vive en Luján desde hace años. En aquel entonces me dijo: “Es terrible lo que pasa con esto de las inundaciones, tenés que escribir sobre eso, porque no se están haciendo obras”. Yo en su momento no tenía información concreta sobre la situación de la provincia a este respecto, pero hoy las cosas se hacen más evidentes y todos los diarios y los canales serios han puesto de manifiesto la situación actual que se vive en la tierra de Scioli. Mi anécdota atestigua además que esto de las inundaciones no es algo nuevo, algo desconocido, sino que una vez más se trata de un Gobierno que es indiferentes a los males que sufre la población y se ocupa de anuncios vacíos en lugar de generar obras concretas. Continuar leyendo

Ni derecha, ni izquierda: república

La polarización de las cuestiones es algo natural. Comienzan a surgir en la sociedad las ideas y van decantando, lo que da como resultado que solo algunas de ellas se nos presenten como alternativas reales. Esto suele suceder prácticamente ante cualquier toma de decisión: se presenta un  problema, van sugiriendo soluciones y de todas estas sugerencias se selecciona una cantidad limitada de alternativas, que son las que en definitiva se van a analizar y entre las que se va a decidir. Es una cuestión de limitación humana: me cuesta imaginar a un grupo de gente eligiendo entre más de tres o cuatro alternativas reales.

Este mismo proceso se da a nivel nacional e incluso mundial. Después de la Primera Guerra Mundial todo el mundo se había polarizado en torno a dos opciones: capitalismo o comunismo. La derecha y la izquierda. Eran extremos nítidos: con solo escuchar hablar a alguien era muy fácil saber de qué lado estaba. Como siempre, había un enorme colorido entre una opción y otra, pero era innegable que esas dos eran las madres de todas las alternativas.

A veces nos cuesta dimensionar cuánto nos marcan, a todos, los hechos de la historia mundial. Los conceptos de izquierda y derecha han calado tan hondo que hoy, casi treinta años después de la caída del muro y el desguace del comunismo, esta polarización sigue vigente en los discursos. Muchos votantes rechazan a Mauricio Macri porque es de derecha y tienen afinidad con el Gobierno porque lo consideran de izquierda. Ambas afirmaciones no son más que la mezcla de nombres actuales con conceptos perimidos. Continuar leyendo

Sobre los preconceptos del delito

A todos nos preocupa el delito, al punto que se ha convertido en un reclamo del electorado en general para estas presidenciales: bien supieron leer esto los candidatos que están centrando sus campañas en los temas vinculados a la seguridad. Y entre tanto ir y venir me crucé en estos días con un artículo en otro medio que hablaba sobre la inseguridad. No era de ningún personaje político, sino más bien de un experto en el tema y por eso me llamó la atención que trabajara precisamente sobre la base de algunos preconceptos equivocados. Lo más llamativo es, sin embargo, que estos mismos errores los veo reflejados en la opinión generalizada de políticos, periodistas y público en general, lo que me motivó a escribir esta columna.

El primer gran error es el de desvincular la delincuencia de la pobreza. Lo quiero dejar claro desde un principio, en la Argentina son dos realidades íntimamente relacionadas. El argumento principal es que mientras en otros países del mundo existe tanta pobreza como acá, la delincuencia no tiene los mismos niveles. Incluso se suele hablar del fenómeno de Estados Unidos, en donde en los momentos en que atravesaba su pico de delincuencia no era precisamente el de una crisis económica.

Paralelos de este tipo dejan de ser válidos desde el momento en que los fenómenos sociales complejos están inevitablemente enmarcados en una cultura y en un momento histórico. Así como sería absurdo analizar el comportamiento delictivo en la Edad Media y a partir de ello querer extrapolar soluciones para la Buenos Aires de hoy, también es absurdo analizar el delito en otros países y querer extrapolar soluciones para la Argentina: son paisajes sociales completamente distintos. Continuar leyendo

El éxito de la Metropolitana y el fracaso en seguridad de Scioli

Uno de los principales desafíos que enfrentará el próximo presidente de la Argentina es el de la delincuencia y en particular el del narcotráfico. Los argentinos somos cada vez más conscientes de la gravedad de la situación y a este respecto los candidatos deberían tener realmente mucho para decir.

Hace unos días Daniel Scioli, con esa retórica que asombra por su osadía, volvió a hablar de seguridad, deshaciéndose en halagos para con las policías locales. Lo he dicho varias veces: las policías locales no son una mejora, son un retroceso. En primer lugar, porque se suman a una fuerza ya muy cuestionada como es la bonaerense: para ponerlo en concreto, es más de lo mismo. El hecho de que sean locales, a diferencia de lo que sostiene el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, no trae ningún beneficio. Suele decir que la policía local conoce el lugar, pero conocer el lugar no le da al policía que está en la calle ningún tipo de ventaja. De hecho, este tipo de conocimiento puede servir para diseñar acciones preventivas, incluso para realizar algún tipo de operativo especial: a nada de esto se dedicarán, sin embargo, las policías locales. Continuar leyendo

El candidato del aparato

No hay mérito en subsistir o perdurar en el tiempo. Estar en la fila esperando, durante muchos años, a que toque el turno no puede ser el único argumento para llegar a la Presidencia de la Nación. El kirchnerismo parece resignarse cada vez más al hecho casi consumado de que Scioli será su candidato. Un candidato que ellos desprecian, pero que parece ser el único que puede brindar no sólo un salvoconducto para los protagonistas de esta década ganada, sino también un triunfo con lo justo.

Pero las encuestas que lo muestran ganador no logran darle méritos para ocupar el sillón de Rivadavia. Todos recordamos el aprieto en el que lo puso en aquel entonces el Ejecutivo cuando amenazó con no transferirle los fondos para pagar sueldos. Buenos Aires es todavía una provincia que no logra sostenerse con sus propios ingresos, a pesar de la gran cantidad de impuestos que recauda. La gestión evidentemente no fue el fuerte del Gobernador en estos años.

Pero tampoco lo fue la seguridad, que a fuerza de propaganda y medidas tan estridentes como ineficaces, se intentó imponer como un tema al que se le ha brindado la mayor de las atenciones. Todos lo sabemos: cruzando la General Paz el delito aumenta.

Salvo algún que otro municipio aislado, la Provincia no ha evolucionado en la última década. Nadie en su sano juicio felicita al piloto por no haber estrellado la nave: es lo que se espera, que la nave no se estrelle.

En la reciente entrevista que le hizo Joaquín Morales Solá a Scioli quedó de manifiesto que la situación de la Provincia no es sólo una cuestión de contexto, sino de conducción. Hace unos años tuve un entrenamiento de prensa. Hicimos una simulación de conferencia de prensa en una situación de crisis. El único grupo que logró salvar la situación fue aquel que se dedicó a imponer su idea en lugar de contestar a las preguntas de los periodistas. La moraleja fue que no importa lo que te pregunten, vos tenés que decir aquello que querés que la gente escuche. A Daniel Scioli seguramente le dieron el mismo entrenamiento, pero no tuvo siquiera un ápice de sutileza al momento de aplicar la estrategia: Morales Solá le dijo de manera directa que “no estaba respondiendo la pregunta”. Y aquí no es cuestión de interpretación, por más adoración que uno sienta por Scioli, lo cierto es que se esforzaba por no dar respuestas. Pero llegó un punto en el que el esfuerzo se notaba demasiado y parecía ya sordo a cualquier interpelación del periodista.

Es notorio también que no recuerde ninguna gran idea del Gobernador. Pareciera moverse en una vacuidad casi absoluta. Ni siquiera ha heredado del kirchnerismo ese don de hablar de izquierda mientras se actúa por derecha. Tanto la Presidente como algunos miembros del gabinete utilizan la palabra para transmitir alguna idea: contradictoria, inconsistente, pero idea al fin. Scioli parece no estar contaminado con ninguna ideología, es antiséptico.

Demuestra que se trata de una cuestión de conducción el hecho de que desde el inicio de su carrera ha sido un mar se sonrisas para con todos, incluso para quienes lo han maltratado públicamente, como lo hizo el kirchnerismo en tantas oportunidades. Y en todos los casos, ante las agresiones y los atropellos, Scioli reaccionó con una lealtad casi impensada. Sostenerse paciente a pesar de las provocaciones pueda ser una estrategia calculada, pero nunca puede esta estrategia durar una década. No espero de ningún gobernador que depende de las arcas nacionales una rebeldía brutal y caudillezca, pero sí al menos cierta marca, cierto ponerse de pie y mirar con firmeza. Otros gobernadores lo han hecho.

Pero a pesar de todo esto, Scioli logra erigirse como un candidato plausible en las próximas elecciones. Es el milagro del aparato y de la operación política. Un aparato que está enquistado en la Provincia de Buenos Aires y que se nutre de la conveniencia de los intendentes que marchan con resolución bajo el ala de aquel que les pueda garantizar la eterna permanencia. También La Cámpora se fue plegando con sutileza a su nuevo paladín: pura conveniencia. A esto se suman los operadores políticos del oficialismo que ven alguna esperanza de continuidad, no del modelo, sino de su propia carrera.

Así es como entre operadores y aparato han pujado y pugnado para que Scioli hoy se encuentre en el podio, alimentando las esperanzas de quienes de otra forma deberían batirse en retirada, dispersos y con temor a ser juzgados por sus crímenes de corrupción. Pero la última palabra la tendremos nosotros en las urnas.