Hundidos en el presente

Christian Joanidis

El problema que tenemos los argentinos es que estamos hundidos en el presente o en el corto plazo, que no es más que un presente extendido.

Los debates que se dan hoy en nuestra sociedad pasan por cuestiones económicas de corto plazo como el cepo al dólar y la devaluación. Incluso discutimos sobre cuestiones institucionales básicas, como la transparencia de los comicios. Llevamos más de treinta años de democracia, hemos celebrado nuestro bicentenario y nuestros debates continúan en la senda de lo embrionario, de aquello que los países más avanzados han definido y resuelto hace ya varios años.

Que estemos discutiendo sobre cómo hacer que las elecciones sean transparentes es un debate que nos regresa al momento en que se promulga la ley Sáenz Peña, más de cien años atrás. No digo que el debate no sea necesario, lo es, porque lo que pasó en Tucumán revela con contundencia que nuestro país es un gran reino lleno de feudos y eso se tiene que terminar. La Argentina, cien años después de que se declarara el voto secreto y obligatorio para romper con el régimen de fraude sistemático al que estaba sometida, se encuentra hoy nuevamente con barones del conurbano y gobernadores eternos.

Volver a un debate que tuvimos hace cien años nos demuestra que todavía no estamos preparados para mirar más allá. Recuerdo una frase que dice: “Todos vivimos en el fango, pero algunos miran a las estrellas”. Nosotros no logramos levantar la cabeza para mirar las estrellas. Son debates necesarios, porque discutir nuestro sistema electoral y ponerle un fin al fraude que se viene perpetrando en los feudos de la Argentina es una necesidad para la democracia, para la república y para las instituciones. Pero son debates que tendrían que estar superados para posibilitar una discusión sobre los mecanismos necesarios para que nuestra república funcione mejor: nuevas vías de institucionalización para garantizar los derechos de las personas.

Nuestro sistema electoral es obsoleto, injusto y antirrepublicano. Porque si los partidos políticos y las personas de bien que quieren a la república tenemos que estar buscando la trampa cada vez que hay elecciones, entonces este no es el juego de las instituciones, sino el juego del más “vivo”, un juego que lleva tanto tiempo en la Argentina que ya parece que lo tenemos en los genes. Y es justamente esta malformación genética de nuestro pueblo la que a veces nos hace tolerar estas cosas y echarle la culpa al que sufre el fraude, porque no tuvo la astucia de cuidarse. No se trata de ser astuto, sino de que las instituciones funcionen. Si hay fraude, falla la base de la república.

El cepo al dólar es una medida transitoria, aberrante desde el punto de vista económico, pero transitoria. Hoy el debate económico está basado en este único escollo. Absurdamente, el Gobierno nacional sigue marcando la agenda de la oposición, como lo hizo durante estos últimos doce años. Así como el cepo, hay innumerables problemas en esta área, la mayoría de ellos coyunturales.

El debate sobre esos problemas es fundamental: discutir sobre la inflación o los subsidios es algo que hoy necesitamos. Pero es increíble lo corto que es nuestro horizonte, porque estamos pensando solo en cómo salir de este laberinto económico en el que nos encontramos y no estamos pudiendo ni siquiera comenzar a analizar qué tipo de economía necesitamos. Tenemos un Gobierno que habla de industrializar, cuando la industria en la Argentina es más un mito que una realidad, porque por cuestiones geográficas, culturales y de disponibilidad de capital no tenemos hoy ninguna ventaja para convertirnos en un país industrial. Mucho menos si tenemos en cuenta que Brasil está tan cerca y tiene muchas más capacidades que nosotros.

Durante una década el Gobierno se prendió a las ubres del campo para sostener su estructura y su propaganda. Hoy se habla del campo, es un tema de debate, pero necesitamos ir más allá. No basta con un modelo agroexportador, que era casualmente lo que teníamos hace cien años. Otra vez, el debate vuelve al pasado, nos lleva varios escalones para atrás y hoy estamos discutiendo que la Argentina tiene que volver a apoyar al campo.

Catorce años después del 2001 estamos otra vez en una situación en la que sentimos que tenemos que volver a empezar. Es cierto, esto no es el 2001. Entre aquel año trágico y hoy la única diferencia es que hay cierto bienestar en la población: después de catorce años solo eso tenemos, un poco más de bienestar.

Hoy estamos hundidos en el presente, porque todo lo que estamos pensando, todo lo que estamos discutiendo, no es más que el principio de lo mucho que queda por hacer. Todo se refiere al día de hoy o a lo sumo al día de mañana. Tales son nuestros problemas, tan fundamentales, que no nos queda tiempo para levantar la mirada y pensar en lo que tiene que venir un poco más adelante. Los candidatos presidenciales se encuentran enfocados en todos los problemas de corto plazo que nos va a dejar la administración actual y es muy probable que durante los próximos cuatro años lo único que pueda hacer el nuevo Gobierno sea poner un poco de orden al caos que dejó esta “década ganada”.

El kirchnerismo ha destruido todo lo que ha tocado y por si eso fuera poco, ahora deja todo un país hundido en el presente, imposibilitado de mirar al futuro.