Alejarse del clientelismo y de las encuestas

Claudio Presman

Una lógica invade el razonamiento de la dirigencia política con responsabilidad ejecutiva: la resignación a no poder construir una sociedad igualitaria con políticas públicas inclusivas, sustentables en el tiempo y que no sean meros parches.

Esa renuncia a pensar para poder imaginar una sociedad en la que la brecha entre ricos y pobres termine de cerrarse -y no de consolidarse como ocurrió en la última década- es un denominador común de quiénes se definen como abanderados del modelo nacional y popular pero también de aquellos que enarbolan la gestión eficiente como única ideología.

Una suerte de guerra sin cuartel ha establecido el macrismo contra las personas que trabajan cuidando coches a cambio de una propina, que los ha llevado al extremo de proponer quitar los planes a quienes cortan las calles. Nótese esta convicción que proviene del prejuicio: sólo los pobres despojados de trabajo (los que tienen planes) pueden ser sancionados cuándo protesten interrumpiendo el tránsito.

Esa matriz de pensamiento no es muy diferente de la de prominentes diputados del kirchnerismo, que por estos días proponen limitar las protestas que se desarrollan en la vía pública. Nada nuevo bajo el sol: cuándo los ajustes se profundizan, cuándo las contradicciones entre relato y realidad se hacen evidentes y cuándo la falta de política pública es notoria, la única ocurrencia es reprimir y prohibir.

Pero no se han quedado ahí: en los últimos días hemos visto como el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires abría la puerta a debatir la propuesta del kirchnerista Mario Ishi para instalar el servicio militar obligatorio. En otras palabras: no hay trabajo y por ende hay un sistema injusto y desigual que hay que esconder, entonces se prohíben las protestas y en la ciudad se criminaliza al que pide propina; pero como eso no es suficiente, metemos a los chicos de 18 a 19 años en un cuartel para que corran, barran y limpien. Esta sería la síntesis de las convicción del trípode que forman el gobierno Nacional, el bonarense y el de la Ciudad de Buenos Aires.

Cuánto mejor sería que los tres Ejecutivos en conjunto puedan desarrollar políticas públicas que fomenten una mejor educación, que fortalezcan los lazos solidarios, que se impulse el trabajo, el desarrollo de las pequeñas empresas y la creatividad de los emprendedores, que puedan pensar a largo plazo la problemática del área metropolitana. Que esos tres Estados unidos puedan edificar políticas inclusivas en serio, alejadas del clientelismo y sin tener los ojos puestos en las encuestas.