El blue es el nuevo riesgo país

Daniel Muchnik

Aunque cree que está haciendo el bien, el gobierno está haciendo el mal. Y hay males de los cuales cuesta salir o evitar. Tienen hasta fines del 2015 para seguir desplegando medidas equivocadas que generen el mal y perjudiquen a distintos sectores.

La Ley de Abastecimiento aprobada en el Parlamento con algunas “ayuditas”  de gente impensable es un asunto a tener en cuenta. Así como las afirmaciones de Kicillof o de algún funcionario de turno sobre las trepadas del dólar blue o las decisiones de una empresa aérea (American Airlines) de levantar bandera blanca y negarse a otorgar facilidades de otras compañías a sus pasajeros por la barrera del cepo cambiario. Un castigo que impide actuar con coherencia en el mundo de los negocios.  No en vano se han ido 40 empresas extranjeras del país en los últimos tres años. Algunas importantes, otras no tanto, pero son empresas que se cansaron de Argentina dejando una estela de mala predisposición para las inversiones.

Cómo será la cosa que Mariano Recalde, el titular de Aerolíneas dice que lo de American le viene fenómeno a Aerolíneas, sin entender la incomodidad de la compañía extranjera y de su denuncia contra esa llaga abierta que es no poder operar por el maldito cepo. Una situación vergonzosa, internacionalmente hablando. Pero lo de Recalde se enlaza con las acciones de Héctor Timerman dispuesto a echar al representante de Washington simplemente porque  propuso, sin megáfono, que Argentina pueda salir del default. Casi un deseo, pero para nada una amenaza. Es la misma actitud: Recalde y Timerman son aislacionistas, para ellos en el mundo Estados Unidos no cuenta en decisiones trascendentales.  Y confunden todo: Estados Unidos con fondos buitres y con justicia norteamericana o con el Departamento de Estado.. “Patria sí, buitres no” es un slogan de un infantilismo político precario, traumático, que veda toda posibilidad de negociar por las buenas, dialogando, tratando de llegar a un acuerdo, evitando la confrontación.

Siempre a la búsqueda de chivos expiatorios en las últimas horas , el ministro de Economía sostuvo que “los ataques especulativos vienen asociados a lo que los buitres mandan a decir a través de representantes de los Estados Unidos”. En síntesis: la responsabilidad de los espasmos del “blue” son causas extrañas, nada que ver con su gestión oficial. La culpa es de los fondos malditos. Sin dudar, el nivel del blue es una cachetada contra la incertidumbre, las idas y vueltas y los aprietes del gobierno y las leyes que impiden todo. Es discutible si debe estar en más de 15 o en 12 pesos o en 10 o lo que sea. Que tenga una brecha tan pronunciada con el dólar oficial, aunque casi todos los expertos consideran que el oficial sufre atraso considerable. Se puede polemizar acerca de ello y de los especuladores que se suben a la carroza en medio de la neblina espesa de las acciones oficiales. Pero el blue está allí; de alguna manera está reemplazando al indicador de “riesgo país” que la gente seguía paso a paso en el 2000 y en el 2001 antes del gran colapso porque mostraba la temperatura del enfermo. Si estaba o no el país en terapia intensiva.

El “blue” lamentablemente no desconcierta. Dice lo que siente la gente que busca protección en medio del temporal. Es el faro para aquellos que buscan producir, necesitan indispensablemente saber la estructura de costos que tendrán, si prenden las máquinas o si lo importan. De lo contrario no conviene tener empresas.

La opción que queda es cerrarlas o dejar de producir. O producir poquito. Este elemento, el “blue”, se agregará, como un convoy a la Ley de Abastecimiento que el gobierno quiere llevar adelante, pese a la definición de inconstitucional de los empresarios. Según CAME, que reúne a empresarios chicos y medianos de todo el país la Ley de Abastecimiento no se aplicará con ellos. Pero pueden sufrir los efectos indirectamente. Si las empresas grandes paralizan las compras de insumos o de mercaderías, van a sufrir no sólo las empresas chicas y medianas sino  también los empleados de las mismas.

Como dice la gente, “esta película ya la vimos”. Las leyes prohibitivas, las que aumentan la vigilancia, las que obligan en un mercado abierto terminan con los estantes de los supermercados vacíos. No hay lógica posible si el Estado decide imponer cómo es el juego en el mercado, que se hace o se deja de hacer.