El affaire Nisman

Daniel Muchnik

Conmoción, bronca, impotencia, miedo. Esta es la descripción de lo que siente una parte importante de la sociedad argentina, no sólo la que está politizada, también la que sigue paso a paso el ritmo cardíaco del país.

Es una sensación extraña, que se siente en la boca del estómago: en la Argentina puede pasar cualquier cosa. Más: cualquier cosa que ocurra no debería sorprender, ni aterrar. Es como vivir en un estado de imprevisibilidad total. Se parece mucho a las sensaciones de los que viven en medio de una guerra donde se les prometió el triunfo pero avanza la derrota, kilómetro a kilómetro, inexorablemente.

Hay demasiadas situaciones extrañas en torno a la muerte del fiscal Nisman. Las autoridades se apuraron en calificar su fallecimiento como un suicidio. Pero muchísimos no creen lo que se les dice, quizás por veteranía de haber vivido otros hechos o por relacionar esta muerte con otras no muy lejanas. Conviene preguntarse ¿por qué será así? Por desconfianza mayúscula. Sin duda por sentirse engañados infinidad de veces. Algunos porque suponen que Nisman fue una víctima en una guerra entre bandas. Otros porque con su denuncia se jugaban demasiados intereses.

¿Es todo tan claro? Suponiendo que Nisman se hubiera presentado ante el Parlamento ese lunes, los legisladores oficialistas estaban preparados para desnaturalizar sus acusaciones. Es posible que lo hubieran frenado, porque el oficialismo es mayoría en ese ámbito. Pero no podían haber tapado el escándalo. Si Nisman presentaba pruebas incontrastables sobre los lados espurios del acuerdo con Irán, sin duda no era un ocultamiento más por parte del Gobierno sino que repercutiría en demasía en un mundo alterado ya por la crisis económica y las locuras asesinas de los yidahistas. Un mundo que sabe acerca del autoritarismo del cristinismo, de sus mentiras estadísticas, de su abuso de impunidad, de la ruptura del respeto al equilibrio de poderes, de las acusaciones de corrupción, de su lamentable política exterior. Habrían sido obscuras las repercusiones en el mundo real, más allá de nuestras fronteras, muchisimo más que en la Argentina.

Suponiendo que hubieran sido ciertas las pruebas de Nisman, ¿qué demostrarían? Que el Gobierno vulneró las actitudes de Washington y de Israel de acusaciones contra las responsabilidades de Irán en la bajada de línea ideológica en el atentado fatal contra la sede de la AMIA. Ni la CIA ni el Mossad son poca cosa, sus conclusiones pesan en el planeta sobremanera. Quizás no actuaron los iraníes directamente en aquella matanza sino grupos que dependen ideológica, estratégica y económicamente de ellos. En síntesis , si las pruebas lo gritaban sería la confirmación de negocios del Gobierno y como contrapartida ocultamiento y dispensas de persecución a través de Interpol de los responsables.

Veremos cómo se encamina la aclaración sobre la muerte de Nisman, cómo y de qué manera se corre el telón y qué sucede con las pruebas. Con Nisman trabajaba mucha gente. No había una sola copia de sus CD y sus documentos. Muchos estaban enterados del capital informativo del fiscal. Se espera que estén en resguardo, por temor a ciertas requisas o a ciertas maldades, entorpeciendo el sentido de las investigaciones. Hay que cuidar, pase lo que pase, al equipo que secundaba a Nisman.

El Club Político Argentino, entidad de la que formo parte, en un comunicado ha pedido medidas claras, de especial estrategia para llegar a la verdad: que la comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados convoque a los principales colaboradores de Nisman en sesión secreta para conocer los fundamentos probatorios . Y que la Procuración General garantice el mantenimiento incólume del equipo de trabajo de la fiscalía y la protección de las personas que lo conforman. Reclama el Club que se nombre, en reemplazo de Nisman, un fiscal que sea garantía de independencia, de búsqueda imparcial de la verdad.

Después de todo quedan muchas anécdotas y evidencias. La Presidente de la Nación no usó papel membretado de la Casa de Gobierno para ofrecer su punto de vista frente al suceso. Recurrió a Facebook, a una red social, con lo cual minimizó y bastardeó la principal voz del oficialismo. Lo lamentable, además, fue que dio rienda suelta a suspicacias y rumores preguntándose por acciones y reacciones del fiscal en su vuelta presurosa a Buenos Aires. Acometió, además, contra la libertad de expresión, acusando al Grupo Clarín de haber creado un ” clima ” adverso al Gobierno. Horas después habló de que “se desvía, se miente, se tapa, se confunde”. De acusada y arrinconada pasó a acusadora.