Para las transnacionales el mundo es una offshore

Dardo Gasparre

Mientras nosotros, pobres vasallos de países populistas marginales, tenemos que recurrir a la modesta offshore panameña para evitar que el Estado decida que los dólares que tenemos en el banco valen un tercio de lo que valían ayer y nos impida venderlos o determine que debemos vendérselos a la mitad de su valor, las trasnacionales han resuelto el problema con mucha mayor inteligencia, obvio.

Particularmente las empresas norteamericanas; a través del instrumento más potente del capitalismo moderno, la hipocresía, han logrado convertir a cualquier país en un paraíso fiscal y a cualquier afiliada, en una offshore. Se enfrentan ahora no contra el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) amigo, sino contra el propio presidente Barack Obama, en una lucha que imaginan ganada porque el republicanismo del Congreso y la estolidez de los postulantes a sucederlo lo garantizan.

Usan para ello diversos recursos. Uno de ellos es vender su empresa norteamericana a alguna pequeña empresa en Europa, Canadá o China, o fusionarse con ella y transformarla en su domicilio fiscal, por lo que pagan la tasa del país de nuevo domicilio. Tal es el caso de Pfizer, que intentó fusionarse con una pequeña empresa irlandesa, país cuya tasa de impuestos es tres veces menor que la de Estados Unidos. Este mecanismo que se conoce como de Investment Approach elude impuestos sin infringir la ley norteamericana.

Google recurrió en su momento a lo que se llamó el “sándwich doble irlandés-alemán” para traspasar ganancias de una jurisdicción de alta tasa a un país de menor tributación. También todo legal. Hacía desaparecer una subsidiaria de la vista de la Internal Revenue Service (IRS) norteamericana y la convertía en no gravada. No daré los detalles para no caer en instigación al delito.

La inefable Apple sigue su litigio con el fisco norteamericano por un esquema montado en Irlanda por el que, por tener una subsidiaria con residencia en ese país, no estaba gravada en Estados Unidos, pero, por no cumplir con los requisitos de residencia de la ley irlandesa, tampoco era contribuyente irlandesa. Conveniente trabalenguas por el que una investigación del Congreso la acusó de evadir-eludir 15 mil millones de dólares en 3 años.

Starbucks, cuyos negocios en Gran Bretaña son florecientes, pierde plata en ese país como fruto de una combinación de precios de transferencia, regalías y otros cruces de servicios e intereses intercompañías que en Argentina serían considerados delitos. Siempre en busca de la escasa o nula tributación.

Luego están los tratamientos especiales que algunos países europeos garantizan a las grandes empresas para su radicación. Irlanda es famosa por estos acuerdos. Una especie de paraíso fiscal a medida. Apple es la más favorecida también en este caso. Ahorró 30 mil millones en impuestos de este modo.

Luxemburgo tiene su acuerdo especial con McDonald’s, lo que le ha ganado la furia no sólo de Estados Unidos sino de la Unión Europea, como bien explica Michael Hiltzik, autor y columnista de Los Angeles Times, quien agrega los casos de Fiat y Amazon.

Forbes Magazine publicó en 2014 una nota explicando la maniobra de Burger King, financiada por la compra de acciones preferidas por Warren Buffett para adquirir una empresa canadiense y cambiar su sede fiscal a ese país. El propósito central era la exitosa reducción de impuestos que se obtuvo de ese modo, que Barack Obama calificó de antipatriótico, en un dejo infantil.

Financial Times publicó en enero de 2015 un artículo sobre similar fusión de dos gigantes farmacéuticos, Valeant y Allergan, con el respaldo de grandes fondos de inversión y de Goldman Sachs y Morgan Stanley, uno de cuyos propósitos más evidentes era también el ahorro vía el esquema de investment.

Ninguno de estos casos ha concluido aún, pero las empresas alegan siempre lo mismo: “Somos grandes empleadores en Estados Unidos y contribuimos con gran cantidad de empleos”. Recuerdan a muchas empresas argentinas.

El planeamiento fiscal está penado en Estados Unidos. Con ese método se alteran los precios de transferencia, las regalías y hasta la base física de las operaciones. Una multinacional puede decidir fabricar en un país u otro, según le convenga y atribuir todo el valor agregado de su marca al país donde fabrica. Y allí es más difícil atacar el método o hasta verlo. La fuente fiscal es el país de fabricación, pero la mayoría de las ganancias provienen de la marca o el know-how, no de la producción.

Se pueden imaginar las inmensas posibilidades que ofrece el mundo asiático para estos esquemas, al no ser aún totalmente transparente. Esas posibilidades están siendo también ampliamente aprovechadas. Los formatos de subsidiarias, sucursales, asociadas, contratos de producción y sociedades locales hacen muy difícil que todo resulte visible para el fisco norteamericano, además de una legislación que se ha quedado muy desactualizada y que los republicanos no han ayudado a actualizar.

Entra ahora el sistema de diferimiento fiscal de la ley norteamericana, que también ayuda a dejar fuera del país los fondos ganados en el exterior (Cash Boxes), que al no retornar no pagan impuestos y son reemplazados financieramente por créditos en Estados Unidos.

Y para cuando haya tiempo dejamos el sistema de offshore interno, que son las fundaciones como las de Bill Gates y Warren Buffett, que además de saltear impuestos a las ganancias evitan el tan temido Estate Tax.

Ante ese panorama, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) propone ahora un plan (Base Erosion and Profit Shifting) para eliminar todos estos agujeros fiscales que sostiene que evaden hasta 240 mil millones de dólares de los distintos fiscos. Pero para ello se tiene que enfrentar con algunos propios y algunos extraños. Entre los extraños está Estados Unidos, que quiere cambiar unilateralmente su ley y además pone un impuesto acumulado por el pasado y uno permanente para el futuro que terminen con los paraísos fiscales virtuales inventados por las transnacionales norteamericanas. Dependerá mucho del nuevo presidente.

Entre los propios está Irlanda, que se ha transformado para las corporaciones en un país de escasa tributación, gracias a su ajuste. Un pecado mortal en el nuevo orden mundial. No hacen falta panameñas en el Primer Mundo, una offshore global.