El desafío educativo en un año electoral

Edgardo Zablotsky

El viernes 5 de diciembre fue el último día de clases en las escuelas secundarias porteñas pero menos del 40% de los alumnos terminaron ese día el ciclo lectivo 2014. Al resto le quedaron materias sin aprobar, a rendir en diciembre o en los próximos días de febrero. El panorama a nivel nacional es aún peor; la crisis educativa es innegable. Esta nota propone enfrentarla centrándonos en el principal factor que podemos controlar dentro del ámbito escolar: el rol de los maestros. Es claro que para tener buena educación necesitamos buenos maestros pero, recordando a María Luisa Bemberg, de eso no se habla. ¿Por qué será?

Probablemente en aquella famosa sentencia de Winston Churchill tengamos la respuesta: “Un político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones, no en las próximas elecciones”. La importancia de los maestros. Veamos a modo de ejemplo el estudio llevado a cabo por la Bill & Melinda Gates Foundation sobre una escuela que comenzó a funcionar en 2009 en Nueva York, la cual contrató docentes de alta calidad ofreciendo salarios que doblaban lo que se cobraba en las escuelas públicas de la ciudad. El estudio demostró que luego de cuatro años, en comparación con estudiantes de una escuela pública cercana de similar composición étnica, nivel socioeconómico y resultados en exámenes estandarizados al inicio de la experiencia, las diferencias eran significativas: los niños cursando octavo grado que participaron del programa mostraron en los exámenes de matemáticas una diferencia de un año y medio de conocimientos respecto del grupo de control, más de medio año en ciencia y casi otro medio año en lengua.

Si bien el ejemplo es contundente, se podría cuestionar que es tan sólo un caso particular. Por ello resultan de gran interés las conclusiones de un reciente estudio colaborativo del Banco Mundial y siete países de Latinoamérica y el Caribe: Brasil, Colombia, Honduras, Jamaica, México, Perú y la República Dominicana. El trabajo es posiblemente el de mayor envergadura llevado a cabo sobre el rol del docente, realizándose más de 15.0000 visitas imprevistas a aulas de más de 3.000 escuelas públicas entre 2009 y 2013.

En alusión a este estudio, el 26 de julio pasado The Economist señaló que una de sus principales conclusiones es que “la principal razón para el fracaso escolar de América Latina es simple. La región produce en serie un gran número de maestros a partir de candidatos poco calificados. Se los entrena mal y se les paga poco (entre 10% y 50% menos que otras profesiones). Por lo tanto es lógico que enseñen mal”.

Comparemos esta foto con la de un maestro en Finlandia, el cual gana un salario digno, similar al de cualquier otro graduado universitario y es socialmente muy respetado. Las diferencias en los requisitos son homólogas a la distancia entre Finlandia y Latinoamérica. Ser docente en Finlandia requiere llevar a cabo estudios universitarios: tres años de Licenciatura y dos de Maestría. Para poder acceder a dicha educación se exige un promedio en el colegio secundario de por lo menos nueve puntos y además superar un estricto proceso de selección, mediante el cual tan sólo son admitidos el 10% de los postulantes.

¿Cuál de las dos fotos es más adecuada para describir la realidad de un maestro en la Argentina? La respuesta es obvia.

Mejores salarios, una mucho mejor preparación y un proceso de selección estricto para ingresar a la carrera docente son los tres pilares indispensables para recuperar el rol del maestro en nuestra sociedad. En este año electoral, ¿algún candidato se atreverá a proponerlo en lugar de hablar generalidades o todos evaluarán que el costo político de hacerlo es demasiado alto?