¿Quién ganó realmente en Brasil?

Fernando H. Cardoso

Las elecciones municipales en Brasil fueron un banquete de análisis, evaluaciones, distorsiones y apuestas. Los resultados electorales fueron muy dispersos. Dan margen para todo. Ganó el Partido de los Trabajadores pues se llevó São Paulo. Perdieron el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva y el PT, pues en el norte y noreste, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y el de Democratas (DEM) ganaron varias capitales y ciudades importantes. Pero también, el PSDB fue ”diezmado’’ en el sureste.

A esto replican los oposicionistas: quien perdió fue Lula, derrotado en Salvador de Bahia, en Campinas de São Paulo, en Manaus de Amazonas, en Fortaleza, la capital de Ceará, etcétera. Si el PSDB era un partido del Sureste, ahora se expandió al Norte y Noreste. El mismo DEM, candidato a la extinción según muchos, derrotó a la política de Lula y su Partido de los Trabajadores (el lulo-petismo) en Salvador, Aracaju en Sergipe y Mossoró en el estado de Rio Grande del Norte. Juntos, el PSDB y el DEM se llevaron siete de las 15 ciudades más grandes de la región. En el bastión del PT en las elecciones presidenciales, la oposición encuentra ahora fuertes bases de apoyo. Lo mismo puede decirse del Norte.

Las evaluaciones de quién venció pueden discutirse a partir de varios criterios: el número de prefecturas (el Partido del Movimiento Democrático Brasileño, PMDB, mantiene la delantera con cerca de 1,000; el PSDB tiene 698 y el PT, 636), el número de votos obtenidos, etcétera.

No obstante, hay dificultades para una evaluación objetiva. Por ejemplo, en Belo Horizonte ganó el Partido Socialista Brasileño (PSB), aliado del PSDB pero, ¿los votos son de los socialistas? o del PSDB de Aécio Neves, el senador de Minas Gerais?

Lo mismo puede decirse de Campinas. Bastaría cambiar el cómputo de esas dos ciudades para modificar la posición relativa de los partidos en la nómina de vencedores.

El PT se puede jactar de haber ganado São Paulo. Pero debe reconocer que su avance en el país fue tímido para quien quería obtener 1.000 prefecturas y tiene en sus manos las redes del poder federal y las llaves de las arcas. Mantiene 16 prefecturas en las ciudades con más de 200,000 habitantes, contra 15 del PSDB (que tenía sólo 10).

El PMDB, sin victorias significativas fuera de Rio de Janeiro, mantuvo, no obstante, una red importante de prefecturas: en las ciudades con más 100,000 habitantes ganó en 45, mientras el PSDB quedó con 48 y el PT, con 54. Son éstos los tres partidos con mayor capilaridad en el electorado brasileño. El PSDB mantuvo su posición siendo oposicionista y, por tanto, con mayores dificultades para obtener recursos financieros y políticos.

El PSB tiene dos éxitos significativos: derrotó al lulo-petismo en Recife de Pernambuco y en Fortaleza. Eso abre márgenes para especular sobre sus posibilidades en las elecciones presidenciales, con una escisión en el bloque que hasta ahora ha apoyado al gobierno de la Presidenta Dilma Rousseff.

La división entre los electores sigue siendo entre gobiernistas y oposicionistas. De ahí la peculiaridad de la situación del PSB que, siendo gobiernista, derrotó al partido hegemónico del gobierno, el PT. ¿Mantendrá ese rumbo? Es difícil responder. Para ocupar posiciones polares en un sistema organizado entre gobierno y oposición es necesario disponer de base social y rumbo político. Si el PSB fuera a disputar con posibilidades de éxito las elecciones presidenciales, el electorado tendría que identificarlo como diferente del lulo-petismo, si no es que opuesto a éste, y tendría que obtener apoyo en amplios sectores sociales en función .. de esas diferencias. Una cosa es ganar votos en las elecciones municipales, otra en las federales.

La misma consideración vale para el PSDB. A pesar de las críticas de que el partido no hace una oposición vigorosa, consiguió mantenerse como abanderado de la oposición. En São Paulo ganó 176 prefecturas, contra 67 del PT, e incluso en la capital, arrastrando el desgaste de la administración local, recibió 40 por ciento de los votos. Eligió candidatos de nueva generación, como los prefectos de Botucatu en São Paulo (el abogado Joao Cury), de Americana en São Paulo (el ex edil y abogado Diego De Nadai), con votaciones muy significativas. En Maceió, Rui Palmeira, diputado federal por Alagoas, ganó en la primera vuelta. En Blumenau, Santa Catarina, el abogado Napoleão Bernardes ganó en la segunda, así como en Pelotas, Rio Grande do Sul, el edil Eduardo Leite. La edil Mariana Carvalho en Porto Velho, capital del estado de Rondonia, sin ser elegida, tuvo una buena votación.

El PSDB renovó los cuadros pero no cometió el error de prescindir de los más experimentados. El antiguo líder del partido Arthur Virgilio, el economista y político Firmino Filho o, para mencionar a uno de los veteranos de São Paulo, en el prefecto de Sorocaba, el ex diputado federal por São Paulo Antonio Pannunzio, son ejemplo de eso.

Ser joven no significa ser portador de un mensaje renovador y ésa es la cuestión estratégica central. El periodista y abogado Carlos Mello, en un artículo publicado en O Globo, afirmó que el PSDB era originariamente ”liberal en la economía, social-demócrata en las políticas públicas y progresista en las costumbres’’.

Ése podría seguir siendo el mensaje del partido, considerando que se le agregue al liberalismo económico el contrapeso de un Estado que actúe en las agencias reguladoras y que es capaz de preservar las instituciones clave para el desarrollo, como la empresa Petroleo Brasileño SA (Petrobras) y los bancos públicos, sin revolcarse en el populismo y la confusión entre lo público y lo privado.

El progresismo en las costumbres implica la defensa de la igualdad de género, el apoyo a las medidas racionales de compensación social y racial, así como unas políticas modernas de control de la violencia y las drogas que no pongan a la población pobre en contra del gobierno. Sin olvidar que el crecimiento del producto interno bruto sólo es satisfactorio cuando respeta al ambiente y beneficia a la mayoría de la población.

Renovar implica comunicarse mejor, usando un lenguaje contemporáneo en los medios audiovisuales y electrónicos. Pero no basta predicar durante el periodo electoral. Es precisa la reiteración cotidiana de las creencias y los valores de los partidos, para reaccionar a la tentativa de los adversarios de estigmatizar al PSDB como el ”partido de los ricos’’, privatista a toda costa y arrogante.

Pregúntenles a los pobres de Maceió, de Teresina en Piauí, de Belem en Pará o de Manaus por cuál partido votaron y verán que la identificación con los partidos se da más por el mensaje y las características de quien lo proclama y a quien se dirige que por las clasificaciones abstractas de los segmentos sociales.

Sin dejar de ser un partido modernizador, el PSDB, como he dicho tantas veces, debe dirigirse a los más pobres, pero también a las clases medias, tanto a las antiguas como a las capas sociales que aumentaron sus ingresos pero que todavía no tienen identificación social propia. Este es el camino de los éxitos futuros.