El dolor de ya no ser

Fernando Morales

Nuestro querido e incomparable país ha asombrado invariablemente con su extensión, su diversidad climática, sus paisajes y su cultura a cada visitante ocasional o inmigrante permanente que se hubiera aventurado a traspasar sus extensas fronteras.

Asimismo, día tras día asombra a miles de habitantes del resto del mundo, los que al interiorizarse de nuestra realidad cotidiana no llegan a entender qué es lo que nos pasa, pero que siguen reconociendo en la tierra del Che, Perón y Eva una referencia mística de difícil explicación.

Tal vez por ello una vez más un foro internacional puesto a decidir la conformación de su conducción proclamó a viva voz y por unanimidad “Argentina” a la hora de ungir a la nueva presidencia de la entidad (en este caso, la Federación Internacional Marítima y Naval).

Si bien el reconocimiento es siempre al País y no a las personas, me cupo el imprevisto honor de ocupar precisamente el sillón presidencial por ser el orgulloso representante de nuestro país y a pesar de que ese día y a esa hora debería yo haber estado en otro lado, nadie me creería si dijera que no lo hice con alegría, orgullo y satisfacción; máxime pensando que apenas 9 años atrás me sentaba en el mismo foro como oyente.

Ubicado en el “Trono” comencé mi tarea sin demora concediendo la palabra a los distintos expositores de países como BrasilChilePerúEspañaCuracaoRepública DominicanaColombia, etcétera, etcétera.

Ingenieros, militares, marinos mercantes, funcionarios públicos y estudiosos de cada país fueron desgranando la relación entre el desarrollo económico y el transporte marítimo o entre la actividad industrial y el crecimiento de sus astilleros, o el turismo y el desarrollo de los cruceros de placer o la dicotomía entre industria y contaminación marina (sólo por hacer un breve racconto de los temas tratados).

Fue en ese momento donde mi ego, alegría, orgullo y autoestima comenzaron a enmudecer frente a las demoledoras cifras e índices que cada disertante aportaba y que los obligaba, ante cada oportunidad en que la realidad argentina nos ubicaba fuera de la escala superioo inferior de los cientos y cientos de gráficos que exhibían, a expresar “ con perdón del señor presidente”.

Con pocas excepciones los datos nos ubicaban por debajo del mínimo en todo lo relativo a crecimiento, inversión, desarrollo o actividad y por encima del máximo en inflación, desequilibrio y no sé cuantas cosas más.

Por momentos llegué a sentir lo que siente un ansioso paciente cuando a espaldas de su médico revisa los valores obtenidos en su análisis de sangre y trata de interpretarlos contrastándolos con los valores de referencia que el mismo laboratorio entrega.

Y es en este punto en donde, tal vez inspirado por el “poder” emanado de esta transitoria presidencia protempore, me animo a interpretar lo que muchos lectores estarán pensando y aun sin escucharlos me atrevo a responder “sí, es posible”. Es posible que los datos brindados por cada país sean tendenciosos, es posible que mis rudimentarios conocimientos de macroeconomía sean tan pobres que no me dejaran ver las trampas que encerraban las cifras expuestas por nuestros vecinos y no tan vecinos y que incluso se trate de una maniobra internacional para atentar contra el círculo virtuoso de la economía argentina.

Es posible también que todo lo expresado, escrito y proyectado tenga otra explicación o que los períodos abarcados no me hubieran permitido entender que la realidad de una economía global no se mide en meses ni en años sino en alguna otra unidad de medida que no conozco. Todo ello puede ser posible…. O no.

Lo cierto es que nunca antes me había pasado recibir tantos pedidos de “Perdón” por gente que no me hizo nada y tampoco me había pasado sentir (alterando la letra del tango) “El orgullo de haber sido y el dolor de ya no ser…”.