¿Desfile o manifestación?

Fernando Morales

Para aquellos que suelen confundir la sana crítica, la opinión divergente o la mera observación de un error como una acabada muestra de actitudes destituyentes, golpismo extremo, fachismo, reivindicación de la dictadura y algún que otro epíteto más, les tengo un regalo.

Voy a reconocer urbi et orbi que difícilmente alguna gestión gubernamental hizo más por los veteranos de Malvinas que ésta. Y me refiero al período comprendido entre 2003 y 2013.

Tal vez por lo fresco que estaban los acontecimientos, la gestión radical iniciada en 1983 ocultó la gesta de Malvinas y a sus participantes bajo un verdadero “manto de neblina”, tal como reza el himno malvinero.

Durante el gobierno de Menem, se inició el reconocimiento de las pensiones de guerra con un monto equivalente a 300 pesos/dólar; cada 2 de abril se efectuaban actos recordatorios que en general contaron con su presencia mientras que al mismo tiempo se estableció la muy cuestionada por algunos sectores política de seducción a los ocupantes de las Islas Malvinas, que obviamente duró lo que duró su gobierno; en un todo de acuerdo con la tradición política argentina que consiste precisamente en no tener políticas de Estado en ningún área sensible de la Nación.

La gestión K ha venido recomponiendo no sólo el nivel remunerativo de los veteranos de guerra, sino que además amplió el alcance de las pensiones al personal superior y subalterno de las Fuerzas Armadas y de Seguridad en situación de retiro, avanzó en diversos planes de asistencia de salud, se mejoraron las prestaciones del PAMI para veteranos y al mismo tiempo casi todas las provincias y la Ciudad de Buenos Aires mejoraron también las prestaciones socioeconómicas de tal suerte que hoy los veteranos de guerra tienen una situación salarial bastante digna.

Pero aun así la actual gestión gubernamental sigue (a pesar de que se declame lo contrario) sin poder superar una suerte de trauma que todos los gobiernos democráticos de los últimos 30 años tienen en torno a los miles de argentinos y un puñado de argentinas que pusieron su vida al servicio de la Patria en 1982.

Probablemente por haber sido llevados a la guerra por cuenta y orden de un gobierno de facto, tal vez porque el doble rol de generales haciendo política hizo que de la mano de la derrota militar, la Nación recuperara la democracia, lo que ató definitivamente la gesta malvinera al fin de la dictadura; o simplemente porque nadie sabe bien cómo abordar la problemática de los veteranos atinando solamente a procurar que estén lo mejor pagos posible, los que volvimos de la Islas no somos precisamente algo que a los políticos les guste ver más allá de lo estrictamente necesario; y menos gusta vernos en masa. (Al fin y al cabo para el tradicional exitismo vernáculo, la guerra se perdió y eso no vende.)

Desde hace muchos años en el colectivo imaginario de todo veterano se viene agigantando el deseo simple y naturalmente lógico de desfilar en forma más o menos organizada frente al pueblo; luciendo con orgullo sus distintivos y condecoraciones y recibiendo, por qué no, un merecido aplauso por parte de la sociedad por la que, en el fondo y más allá del proceso militar, pusieron en juego su vida.

Podrá sonar extemporáneo, en medio de los preparativos para las PASO, recién declarada inconstitucional la reforma judicial, entre choques de trenes y muertes injustificables de inocentes pasajeros, en tiempos de cepo al dólar, cuestionamientos a Colón y fútbol para todos y todas.

Pero sabe qué pasa estimado lector… 31 años en la historia de la humanidad es algo menor aún que una gota de agua en el Océano Atlántico. 31 años en el devenir de una joven nación como la nuestra es algo así como el 15% de su existencia. Pero 31 años en la vida de una persona es muchísimo tiempo como para seguir pidiendo paciencia. Créame, se merecen de una vez ese bendito reconocimiento.

Hace un par de años el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires organizó un desfile para los veteranos de la ciudad; Nilda Garré por entonces ministra de Defensa, negó todo tipo de apoyo castrense, levantó la guardia de honor del cenotafio y ninguneo tanto el acto, que el propio jefe de Gobierno de la Ciudad en lugar de estar presente mandó una esquelita aduciendo que “cuestiones de agenda” (en un día feriado) le impedían acompañarnos ese día… (¿Hace falta decir algo más, o quedó claro?) Se ve que nuestra presencia no es ni PRO ni progre.

Malvinas, Ciro y Los Persas 

Así las cosas, este 20 de junio a las 11:00, un grupo de entusiastas veteranos capitaneados por el ex soldado conscripto Esteban Tríes (un veterano con mayúsculas), quien a su vez fue alentado por el cantante Andrés Ciro (líder del grupo musical Ciro y Los Persas), un persona que tiene un especial feeling de ida y vuelta con muchos veteranos, marcharán por Av. del Libertador hasta el cenotafio de Retiro (el que sigue sin guardia de honor por esas cosas de la política) para intentar cumplir ese viejo y totalmente merecido sueño de ser aplaudidos por sus compatriotas.

Qué bueno sería que en medio de tanta revisión histórica, en épocas que se ascienden varios grados a “héroes y heroínas” de guerras ocurridas en los siglos XIX y XX, nuestras autoridades tomaran debida nota de esta iniciativa y que ese día las bandas militares de las tres fuerzas armadas de la Patria les abran camino con el sonar marcial de sus tambores. Qué bueno sería que el Gobierno de la Ciudad, que tan diligentemente organizó una carrera automovilística en la misma avenida por la que marcharán nuestros héroes, organizara un operativo de tránsito que les permita circular con seguridad. Qué bueno sería que los medios, afines o no al relato, unieran sus fuerzas y trasmitieran en forma conjunta el paso tal vez no muy prusiano, pero emotivo, de miles de argentinos con merecidas medallas colgando en sus pechos justo a la altura de sus corazones, los que -no lo dude amigo lector- latirán a paso redoblado ese día.

Y finalmente, qué lindo sería si nuestros dirigentes y dirigentas… se pusieran de acuerdo y les dieran la sorpresa de esperarlos a la salida de alguna curva del recorrido, y estuvieran allí, de pie, todos juntos… Ella, Mauricio, Lilita, Francisco, Pino, Ricardito, etc. dejando de lado sus diferencias, sus intereses y sus apetencias, sus internas y entuertos, haciendo al menos por una vez en su vida el papel de gentiles aplaudidores de aquellos que seguramente lo merecen de verdad.

Sé que pido un imposible, la sensibilidad social de la dirigencia no es un valor que cotice mucho por estos días; pero a usted amigo lector sí puedo pedirle algo. Si por alguna casualidad el próximo jueves su tránsito por Av. del Libertador se ve entorpecido, no crea que lo sorprendió una marcha o una manifestación. ¡Es un desfile! Apague un momento el motor, haga descender un instante a sus hijos del auto y salude su paso. Rendir honores a quienes arriesgaron su vida por nuestra tierra por ahora no tributa impuestos, no engorda ni aumenta el colesterol: por el contrario seguirá su viaje con la satisfacción de haber hecho lo correcto.