Acerca de los “climas inapropiados”

Graciela Adriana Lara

Supongamos que fuimos invitados a un cumpleaños infantil, a realizarse en un saloncito. Nos pusimos bonitos, compramos un regalo acorde a la edad y sexo del homenajeado, asistimos a la hora indicada. Y nos encontramos con un panorama así:

Niños gritando y corriendo. Escribiendo sobre las mesas y paredes, destrozando los muebles, cortinajes y adornos. Desobedeciendo las consignas propuestas por la animadora de la fiestita, contratada por los papás. “Y ahora, vamos al pelotero”. “No queremos, no queremos”. “Y ahora, vamos a la mesa, que vienen los panchos”. Menos, quieren. Le revolean los panchos al pobre panchero, lo insultan, lo desprecian. Ensucian todo el lugar. Cuando aparece “el personaje elegido”: un Spiderman delgado y adolescente, se entretienen riéndose de él y pateándolo. Es el caos; el niño cumpleañero mete su cara dentro de una torta que debe haber salido una fortuna y feliz, al parecer, arroja pedazos embadurnando a los invitados.

Podemos suponer las reacciones de los adultos presentes, también, ya que estamos. Y agregar las que a nosotros nos hubieran parecido correctas, las que nosotros hubiéramos adoptado ante la situación que nos parece que generó … ”un clima inapropiado” para un cumpleaños.

Quizás la animadora, frustrada y humillada, continuará gritando, micrófono en mano, consignas al aire, hasta que la fiestita de pesadilla termine y pueda irse a su casa con los pesos que le pagarán al final dentro del bolsillo, cansada hasta la muerte. El personal del salón, impávido, contemplará la escena sin intervenir: los padres pagan y los daños están incluidos en el servicio. Son los habituales. El pobre Spiderman, que estudia Ingeniería y hace esto como changa, evalúa los nuevos moretones de sus piernas flacas y decide, como siempre, que será su última fiestita y que odia a los niños. Posiblemente, en la puerta, los padres del cumpleañero, embelesados, repartan las bolsitas con golosinas y souvenires y afirmen: “Por suerte, salió todo bien”, como unos enajenados.

Usted, lector, seguramente no vería nada normal en estas reacciones y hubiera procedido diferente si hubiera sido animador, dueño del saloncito o padre dentro de ese ficticio cumpleaños.  Porque si usted hubiera sido un invitado, la hubiera pasado tremendamente mal. Hubiera vivido, por lo menos, una situación incómoda. Posiblemente, se hubiera retirado del lugar con alguna excusa.  ¿Qué es lo que pensaría acerca de lo que sucedió allí? ¿Cómo juzgaría la conducta y las reacciones de los adultos ante lo que a todas luces es un comportamiento absolutamente inadecuado para una fiestita? Seguramente, usted tiene muy en claro cómo hubiera sido su proceder para que ese mismo cumpleaños se hubiera desarrollado en un ”clima apropiado” y no como un aquelarre.

Cuando los chicos rompen todo, desobedecen, andan a los gritos, pelean entre ellos, insultan y faltan el respeto a los adultos en su casa, en el seno de sus familias, cada padre, cada madre, cada responsable, reacciona de la manera que le parece correcta. Todos estamos de acuerdo con que eso está mal y hay que modificarlo por el bien de todos, para poder seguir viviendo sin perder la razón. Habrá quien piense que hay que buscar los motivos que llevaron a los chicos a comportarse de esa manera y solucionar el problema. Habrá quien vaya al psicólogo, quien se siente a conversar, quien se desagarre las vestiduras y no haga nada, quien vaya a su iglesia, quien grite, quien llore, quien pegue, quien llame a otros adultos, quien llame a la policía. Habrá quien se vaya, quien traslade la situación a otros para que la resuelvan. Habrá quien la agrave y se comporte del mismo modo que los chicos, o peor. Los humanos, somos tan variados como ocurrentes en nuestras reacciones.

Habrá quien le eche la culpa a los chicos. Y quien le eche la culpa a los adultos.

Habrá chusmeríos y rumores acerca de lo que sucede en “esa casa”. Al igual que, si nuestro ficticio cumpleaños hubiera existido, circularían chismes de todo tipo.

¿Qué sucedería si los mismos comportamientos inadecuados que describimos ocurrieran en una escuela, adentro de un aula? ¿A quiénes culparíamos si asistiéramos como espectadores invisibles a una ficticia clase en donde un docente imaginario fuera insultado y desobedecido constantemente, donde imperara el caos, el desorden, el destrozo y la violencia física y verbal? ¿Cuáles serían las reacciones que esperaríamos del docente ficticio ante eso que, evidentemente, está impidiendo que los chicos aprendan y que él pueda enseñar? También estaríamos ante un ”clima inapropiado”.

Al igual que en las situaciones anteriores: habrá quien le eche la culpa a los chicos por maleducados. A los padres de los chicos, que no los supieron educar.  Al docente, porque no tiene autoridad dentro de la clase. A la escuela, que no pone orden y ayuda al docente (o lo despide y pone otro que sepa qué hacer). Al siglo XXI. A los tiempos modernos. A internet. A los mensajes satánicos de la música escuchada al revés. A la comida chatarra, ya que estamos. Es muy fácil echar culpas.

Por suerte, todas las que describí son situaciones ficticias, que raramente ocurren. Si sucedieran con frecuencia, lo que me parecería correcto es que con urgencia hubiera equipos de especialistas trabajando en elaborar herramientas útiles para que padres y comunidades educativas resolvieran juntos los problemas climáticos.

Los del saloncito, que se embromen. Se puede volver a hacer cumpleaños en las casas, a la antigua, qué tanta vuelta con eso. Pero los papás y los docentes no tendrían que embromarse, esos no están haciendo ningún negocio. Están ocupándose de la educación de los futuros ciudadanos del país. De sus reacciones ante los problemas que impidan que se lleve adelante un aprendizaje pleno dependerá que exista un futuro pacífico construido por ciudadanos instruidos y solidarios. Así que, pensándolo bien… a pesar de que nuestras invenciones quizás, tal vez, remotamente, puedan suceder únicamente en casos excepcionales… no estaría de más que los equipos de especialistas abandonaran el plano de la ficción y comenzaran a trabajar en algo nuevo para ayudar a enfrentar estos  problemas con algo más que los acuerdos de convivencia que están en vigencia en las escuelas. Digo, por si estos no fueran suficientes en algún momento cercano… Mejor prevenir que lamentar, decían las abuelas. Y cuando desmejora el clima, mejor tener paraguas en la cartera.