La Justicia “ilegítima y corporativa”, un producto del kirchnerismo

Horacio Minotti

La procuradora General de la Nación, Alejandra Gils Carbó, se puso al frente en los últimos días de la batalla que el Poder Ejecutivo ha emprendido contra el Poder Judicial. Desde ese lugar, ha denunciado que este último es “ilegítimo” y también “corporativo”, jugando con palabras que buscan algún grado de estigmatización, pero que en definitiva no tienen real contenido.

No es la primera que participa de este juego. Casi el mismo día que Gils Carbó inició su campaña, el secretario de Justicia de la Nación Alejandro Julián Álvarez, explicó que el gobierno pretendía saber “cómo piensan los jueces”. Pregunta curiosa, al menos, si uno pretende entenderla con buena voluntad, y peligrosa por cierto, si uno anda un poco más desconfiado. En los últimos meses la Presidente también la emprendió en reiteradas ocasiones contra la Justicia y el jefe de Gabinete calificó a un tribunal federal de la Nación como “de mierd…”.

Lo más notable de esta situación es que esta Justicia horrenda y maléfica no es más que una creación propia del kirchnerismo: la gran mayoría de los jueces que hoy ocupan sus despachos gozan de sus cargos por gracia de este gobierno. Especialmente los designados a partir de la inconstitucional reforma que politizó el Consejo de la Magistratura en 2006.

Veamos los fueros federales de la Capital, los de mayor trascendencia política. En la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal hay catorce magistrados para quince lugares (uno de ellos subroga en una vocalía vacante). De estos, diez fueron designados por los gobiernos kirchneristas. Son: Rodolfo Facio, Rogelio Vicenti, Clara Do Pico, Marcelo Duffy, María Caputi, Luis María Marquez, José López Castiñeira, Sergio Fernández, Guillermo Treacy y Jorge Alemany. Están distribuidos estratégicamente en las cinco salas de la Cámara, de modo de tener mayoría en todas.

En tal fuero, pero en primera instancia, el kirchnerismo designó seis jueces sobre doce: Carlos Furnari, Rita Ailán, Alejandra Biotti, Cecilia Gilardi, Pablo Cayssials y Enrique Lavié Pico. Aunque estos tienen menor relevancia porque los camaristas mencionados modifican sus fallos por ser su alzada.

En el fuero Criminal y Correccional Federal, sobre seis camaristas el kirchnerismo designó tres, pero uno de ellos cumple función en ambas salas, con lo cual en la práctica ocupa cuatro espacios sobre seis. Son Eduardo Freiler, Jorge Ballestero y Eduardo Farah (el que está en las dos salas). Además, en la primera instancia del mismo fuero este gobierno designó a siete de los doce jueces: Ramos, Rafecas, Casanello, Martinez de Giogi, Lijo, Rodriguez y Ercolini. Entre los no designados por el kirchnerismo, es decir, los cinco pre-K, está nada menos que Oyarbide, con lo cual puede suponerse que dicho fuero clave es controlado en su totalidad.

Donde menos ha incidido el gobierno es el fuero en lo Civil y Comercial Federal, justamente el que tiene en sus manos la Ley de Medios. Sobre siete camaristas, sólo dos han sido nombrados por el kirchnerismo: Guarinoni y Gusmán. Pero en primera instancia la ecuación cambia, porque sobre once juzgados ha designado cinco jueces, pero uno de ellos ocupa dos juzgados. ¿Quién? Horacio Alfonso, el juez que declaró constitucional los artículos 45 y 161 de la Ley de Medios. Los otros nombrados por el gobierno fueron Alejandro Nobili, Silvia Bracamonte, Patricia Barbado y Carlos Álvarez.

Si se consideran estos tres fueros, el kirchnerismo ha designado al 57,14% de los magistrados, y si se excluye al Civil y Comercial Federal, nominó al 62,22% de los jueces. Es decir, que si hay una “Justicia de mierd…”, o un “superpoder impune” (como lo llamó la Presidente), es obra y gracia del propio gobierno. Todo ello sin tener en cuenta que además designaron a cuatro de los siete miembros de la Corte Suprema, el 57% del alto tribunal.

El kirchnerismo resulta en estas cuestiones un fenómeno curioso, porque declama como si hubiese asumido ayer, y ya pasó el primer año de su tercer período. Son nueve años en el poder y transcurre el décimo. Todo aquello a lo que adjudican sus males ha nacido de ellos mismos y de nadie más, incluso este Poder Judicial que vituperan a mansalva es, bueno o malo, su propio producto y reflejo. Lo que ven en la Justicia es a ellos mismos.