Cuba, una isla envejecida

Iván García Quintero

Las cifras inquietan. Desde hace más de 30 años las mujeres cubanas, como promedio, dejan menos de una hija al concluir su etapa reproductiva. Una población sin reemplazo envejece. Y decrece. Por lo que Cuba ha comenzado a restar habitantes en términos absolutos.

A esa conclusión llegó un informe presentado por la Oficina Nacional de Estadísticas en 2011. A ello agregue que tres de los hombres fuertes del país, Fidel Castro, su hermano Raúl y José Machado Ventura suman 250 años.

Para añadir más dramatismo, anualmente emigran más de 20 mil personas en edades comprendidas entre 10 y 45 años. Una solución del gobierno para contrarrestar el envejecimiento y decrecimiento poblacional ha sido elevar la edad de jubilación: a 60 años las mujeres y 65 los hombres.

El salario que devenga un jubilado en Cuba, entre 150 y 300 pesos (6 y 12 dólares), no alcanza a cubrir siquiera el 25% de sus necesidades. Si un ciudadano pretende desayunar y hacer dos comidas decentes al día, como mínimo necesita 2.600 pesos mensuales (unos 100 dólares).

A ello se suma el grave problema de la vivienda. El 62% de las viviendas en Cuba están en regular o mal estado constructivo. Tres o cuatro generaciones diferentes deben cohabitar bajo el mismo techo. Cuando se necesita espacio en una casa, el desplazado suele ser el anciano. La mejor opción es que los abuelos duerman con sus nietos. La más difícil que la familia decida recluirlo en algún ruinoso asilo estatal.

No hay peor antesala de la muerte para un anciano que residir en un hospicio del Estado. Falta de higiene, malos tratos y peor comida.

Ya en 2012 murieron más personas de las que nacieron. La débil economía no le garantiza una vida decorosa a los 2 millones de personas con 60 años o más. Si hoy el promedio de edad es de 38 años, en el 2025 aumentará a 44. Casi el 26% de la población tendrá más de 60 años. Y en 2030, 3,3 millones superarán los 60 años.

Actualmente, el grupo de cubanos mayores de 60 años es de 17,8%. Superan al segmento de niños de 0 a14, que es de 17,3%. Lo ideal sería promulgar políticas que motiven a las mujeres a tener dos o más hijos.

En naciones europeas donde existe el Estado del Bienestar, les pagan un estipendio a las madres con varios hijos. Pero las arcas públicas criollas están en mínimos.

Desde que Raúl Castro heredó el poder de su hermano, la construcción de obras sociales o de ocio que no generan ganancias en divisas ha disminuido casi a cero. Solo se invierte en edificaciones que recauden moneda dura, como el turismo, o estratégicas como las petroquímicas o el trasvase de agua en la región oriental.

Por tanto, no se debe esperar que en una sesión del monocorde parlamento nacional se anuncie un incentivo monetario destinado a estimular a las mujeres para que tengan más de un hijo. El acelerado envejecimiento en Cuba será  un fenómeno con el cual debe bregar un futuro gobierno.

Por ley de la vida, en 2025 los Castro deben estar ya descansando en un mausoleo o serán dos ancianos achacosos cercanos a la centuria. El próximo presidente, además de aspirar a un crecimiento económico espectacular, tendrá que renegociar la deuda externa del país e intentar diseñar una sociedad coherente, inclusiva y democrática.

Toda esa labor debe emprenderse con un capital humano envejecido. Y un segmento creciente de mujeres, profesionales o no, que debido a las carencias materiales aplazan la formación de una familia. Convencerlas de que Cuba necesita rejuvenecerse y aumentar el número de niñas será una necesaria tarea.

Está por ver si dentro de diez años, marcharse a la Florida seguirá siendo la prioridad de muchos cubanos. Esperemos que no. De lo contrario, el último que apague el Morro.