Cuba sigue siendo el chico malo de la clase

Iván García Quintero

O es una estrategia de alto vuelo de los tanques pensantes de Latinoamérica, para intentar encarrilar al régimen autoritario vigente en Cuba desde hace 55 años. O concederle a los Castro un trato de alfombra roja es una muestra más de la miopía política que prevalece entre la mayoría de los 33 mandatarios democráticamente elegidos en el continente.

Premiar a un autócrata con presidencias, sean en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU o en la CELAC, se antoja una recompensa política y diplomática demasiado presuntuosa para un gobierno que no ha hecho sus deberes en materia de derechos humanos.

La Habana sigue manteniendo una interpretación muy particular en el tema de la democracia y los derechos humanos. Para el régimen cubano, la democracia se circunscribe a permitir libertad de religión, acceso a educación, salud pública, deporte o cultura. Y a no permitir libertades de corte político.

Desde finales de los años 40 del siglo XX, en Cuba no se efectúan elecciones libres para elegir un presidente. Probablemente tengan su cuota de razón aquellos políticos que aseguran que con aislamientos y sanciones poco se resuelve.

Cincuenta y dos años de embargo comercial y financiero de Estados Unidos han sido el escudo perfecto para izar una bandera de nacionalismo barato y camuflar el desastre y la pésima gestión económica de los hermanos de Birán.

Cuando Cuba era el paria del continente, excluido de todos sus foros, por orden de Fidel Castro los servicios especiales establecieron una subversión a gran escala en varias naciones de América Latina. A ello se suma que el antimperialismo existente en la isla despierta simpatías en algunos presidentes latinoamericanos.

Por razones oscuras, sabias o simplemente como una barrera de contención, en la Cumbre de la CELAC, efectuada en Santiago de Chile el 28 de  enero de 2013, Raúl Castro fue designado presidente pro témpore hasta finales de enero de 2014, cuando traspasará su mandato a Costa Rica.

Como golpe de efecto, el 14 de enero, días antes de la celebración de la Cumbre en Chile, el régimen puso en marcha una apertura migratoria, que permitió viajar al extranjero a un segmento amplio de cubanos sin el beneplácito estatal.

Entre los que pudieron viajar había conocidos opositores. También como aval a Chile, Castro II llevó sus propuestas de transformaciones económicas que se vienen aplicando desde 2008 y una invitación a los empresarios a invertir en Cuba en un nuevo marco jurídico.

Las urgencias financieras de la isla y las dádivas arancelarias que ofrece el régimen verde olivo, pudieran ser una golosina para hombres de negocios de un continente en pleno crecimiento y que busca explorar nuevos caminos. Y Cuba se les antoja apetecible y virgen.

El argumento que ofrecen los funcionarios castristas es simple: aprovechen, después que desaparezca el embargo no podrían competir con Estados Unidos. Ya se sabe que cuando se habla de negocios y dinero, los políticos y empresarios suelen dejar a un lado el tema de la democracia y libertades. Dicen que no es su problema.

Por tanto, tomando el pulso de opinión a los políticos de los 33 países del continente, la evaluación hacia el régimen del General Raúl Castro es positiva. Se valora lo que se ve.

Y en la práctica, los demócratas de América observan a los disidentes viajando y hablando en cualquier tribuna del mundo. Y valoran bien las aperturas microeconómicas y familiares.

Acorde con esa línea de pensamiento, los políticos comprometidos con la democracia en el continente, cortejarán los avances de la ‘nueva Cuba’ y concluirán que cuando estuvo excluida del concurso de naciones libres, Fidel Castro mantuvo prohibiciones absurdas y una férrea represión.

Castro II tiene aliados sólidos entre los 33 países del continente. Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y algunas islas del Caribe, alegremente aplauden su discurso. Brasil, Uruguay y Argentina, camaradas de viajes en determinadas etapas de sus vidas, aunque mantienen cierta distancia, le pasan la mano por la espalda al mandatario cubano.

La CELAC es un grupo de naciones que se alistan en diferentes bloques económicos. Algunos apuestan por tratados de libre comercio con Estados Unidos, es el caso de México. Luego está el Mercosur. Y el ALBA, una organización comercial que hasta ahora poco ha logrado, excepto beneficios para Cuba y sus socios, que adquieren petróleo a precio de saldo.

Con una nueva dinámica política en América y con  Estados Unidos que sigue mirando a Asia y Medio Oriente, los estadistas continentales trazan sus estrategias. Con la decisión de elegir a Raúl Castro al frente de la CELAC durante un año, han querido mostrar su diversidad, su tolerancia y la vocación unitaria de las naciones de esta parte del mundo.

Lo que no quieren ver ni escuchar algunos mandatarios latinoamericanos es que el gobierno cubano sigue reprimiendo a la disidencia y prohibiendo otras organizaciones políticas.

Tomen nota. Mientras el General Castro fue presidente pro témpore, los servicios especiales que coordina su hijo, el coronel Alejandro Castro Espín, efectuó 6, 424 arrestos a opositores. Los activistas Sonia Garro y Ramón Muñoz, un matrimonio de la raza negra, el próximo mes de marzo cumplirán dos años tras las rejas sin juicio.

Aun está vigente una Ley 88, llamada Mordaza, que condena a 20 o más años de cárcel a un periodista que ejerza su oficio sin la autorización del régimen. Cuba es la única nación del continente donde es ilegal la oposición al gobierno o creación de un partido o movimiento político.

El régimen de Raúl Castro sigue siendo el chico malo de la clase. Las estrategias a largo plazo, con vistas a reformar el estado de cosas en Cuba, es  algo que todavía está por ver.

En la agenda de presidentes soberanos y demócratas de Brasil, Colombia, Chile, México o Argentina que participarán en la Cumbre de la CELAC en La Habana, no se contempla ninguna  reunión con la disidencia. Ni siquiera una foto.